Pervertido y semental (Parte número 18).
Parte dieciocho de esta larga historia, con contenido escatológico, que confío en que sea del agrado de mis lectores más fieles y que, los que aún no hayan leído nada mío, la sigan con interés. Gracias a todos y para bien ó para mal, espero vuestros comentarios que, de antemano, os agradezco.
Para sustituir a Alicia y a Azucena la empresa decidió contratar a dos seductoras muchachas, Inés y María de la Esperanza Macarena ( Espe ). La primera resultó ser un autentico “bombón” y al presentármela me llamó poderosamente la atención su escultural físico, autentica porcelana china y su poblado cabello claro que siempre llevaba recogido en forma de cola de caballo ó de moño pero, al hablar con ella a solas, me llevé una gran desilusión puesto que me pareció una cría ñoña y pija, una “calienta pollas” que parecía disfrutar estimulando a los varones con su particular y provocativa forma de vestir y una “mea pilas” que, una vez que lograba excitarles, solía adoptar una actitud defensiva mostrándose como una beata estrecha, recatada y seca por lo que, aunque me atraía su “palmito”, me limité a mantener con ella una relación estrictamente laboral.
Espe, por su parte, resultó ser una atractiva y delgada joven de nombre complejo y rebuscado y de rizado cabello moreno que me pareció un poco “ligerita de cascos”. No tardé en darme cuenta de que parecía ser una salida y de que la gustaba encandilar a los varones con su acento andaluz por lo que, antes de que algún compañero se me adelantara, decidí volver a alargar mi jornada laboral para encontrarme con ella en mi despacho una vez que el resto del personal se había ido con intención de darla satisfacción haciéndola un montón de cerdadas antes de que me la diera a mí a través de sesenta y nueves ó haciéndome unas esmeradas y exhaustivas felaciones al mismo tiempo que me hurgaba analmente con sus dedos para favorecer unas descargas más largas y masivas que la gustaba recibir íntegras en su boca. Después la penetraba vaginal y analmente hasta que la reventaba de gusto al mismo tiempo que me dejaba tan sumamente complacido que, aunque no pasara la noche en compañía de Bárbara ó de Sole, no solía sentir ninguna inquietud sexual hasta la mañana siguiente. Espe me dijo un día que, aunque pudiera pensar lo contrario, no tenía demasiada experiencia sexual lo que me motivó todavía más a la hora de poseerla.
Una de las cerdadas que más la gustaba era ponerse boca abajo sobre mis piernas para que la sobara los “jamones” y se los martirizara dándola cachetes mientras la acariciaba y masajeaba la raja vaginal y la estimulaba a través del clítoris; que, cuándo sus glúteos lucían más rojos que un tomate, se los besara sabiendo que con el roce de mis labios la producía dolor y que la perforara el orificio anal con mis dedos para forzarla y obligarla a apretar hasta que conseguía provocarla la defecación, me impregnaba los dedos en su caca y la hacía retenerla en su interior para sacársela, poco a poco, con mis apéndices e ir untándola con ella la espalda, las piernas, el “felpudo” pélvico y la raja del culo y finalizar, sin cambiar de posición, efectuándola una exhaustiva masturbación a dos, tres y cuatro dedos hasta que me ofrecía su orina.
Medio año más tarde Ana Belén tuvo que dejar de trabajar en la empresa al haber heredado su cónyuge un negocio familiar y para poder atenderlo, el matrimonio y sus dos hijas se vieron obligados a cambiar de lugar de residencia. Cuándo se despidió de mí me dijo que me iba a echar mucho en falta puesto que aunque llegara a abrirse de piernas para otros hombres a espaldas de su marido, posibilidad que de momento no se planteaba, no iba a encontrar otro semental tan magníficamente dotado que la diera tanto placer mientras se la zumbaba ni que la mojara con la ingente cantidad de “salsa” y de lluvia dorada que la había echado en los últimos meses. Al verme obligado a sustituirla decidí hacer lo mismo con Esmeralda que llevaba varias semanas bastante más centrada en los preparativos de su eminente enlace matrimonial que en el sexo y sabía que, en cuanto contrajera matrimonio, iba a dejar de trabajar en la empresa para, asimismo, cambiar de lugar de residencia.
Antes de que comenzara a probar a las posibles candidatas a suplirlas Bárbara, a la que estaba pasando factura el tremendo desgaste que sufría durante nuestras sesiones sexuales nocturnas al no darla tiempo a recuperarse de un día para otro, según ella porque de domingo a jueves apenas dormía, me indicó que, con tal de poder descansar en su cama todas las noches, estaba dispuesta a sustituir a las dos. Aunque la chica me estimulaba mucho pensé que era preferible cepillarme a dos mujeres diferentes un par de veces a la semana a “darme el lote” con ella en cuatro ocasiones por lo que decidí que Bárbara sustituyera a Ana Belén y me diera satisfacción los lunes por la mañana y los miércoles por la tarde y elegir a Judith, otra cautivadora compañera, para suplir a Esmeralda con la que comencé a retozar los martes por la tarde y los viernes por la mañana. A la nueva concubina la encantaba lucir sus esbeltas piernas vistiendo pantalones cortos muy ceñidos y menguados de tela en los que se la marcaba perfectamente el culo y la dejaban al descubierto la parte inferior del “muslamen” y estaba saliendo en plan formal con un chico que la debía de dar bastante “mandanga” puesto que estaba bastante bien entrenada para que pudiera obtener un excelente rendimiento de ella al mismo tiempo que aguantaba perfectamente toda la tralla que la daba. La gustaba sentir mi “pito” en su interior y desde el primer momento, se mostró partidaria del sexo anal, lo que no es demasiado habitual entre las damas, al estar acostumbrada a recibir por el culo. En nuestra primera sesión pude comprobar que “tragaba” de maravilla por su dilatado orificio anal y que la gustaba colaborar moviéndose al mismo ritmo que yo. Siempre estaba dispuesta a colocarse en posición para que la metiera mi erecto “plátano” por detrás y la poseyera por el trasero dándola unos buenos envites anales, echándola mi leche y en su caso mi orina, durante todo el tiempo que deseara para concluir bajo los efectos de un proceso diarreico lo que, según me indicó, no era habitual en ella y lo debía de causar las dimensiones de mi polla y los estragos que hacía la punta en su intestino.
Para las veladas nocturnas no tuve ninguna duda y ofrecí a Espe, que se mostró de acuerdo, la posibilidad de suplir a Bárbara para poder darla tralla, de domingo a jueves, en mi cama con mucha más comodidad, discreción y tiempo que era lo que más me importaba, que cuándo me la follaba en la oficina. Con aquellos ajustes quedó sin cubrir la sesión sexual que estaba manteniendo por la tarde, al terminar mi jornada laboral, pero decidí dejarla vacante con intención de encontrarme mucho más entonado y pletórico al acostarme con mi nueva pareja nocturna.
C o n t i n u a r á