Pervertido y semental (Parte número 12).
Parte doce de esta larga historia, con contenido escatológico, que confío en que sea del agrado de mis lectores más fieles y que, los que aún no hayan leído nada mío, la sigan con interés. Gracias a todos y para bien ó para mal, espero vuestros comentarios que, de antemano, agradezco.
Cada día que pasaba estaba más convencido de que Sole estaba dispuesta a entregarse a mí sin más condiciones que la de serla fiel puesto que la molestaba y mucho, hasta el punto de mostrarse intransigente con ello, que cuándo me encontraba con ella “alegrara” mi vista con las jóvenes y no tan jóvenes, minifalderas ó que lucían ceñidos pantalones en los que se las marcaba el culo, con las que nos cruzábamos en la calle puesto que, según decía, los ojos se me salían de las orbitas llenos de deseo y encontrándome tan bien dotado no me sería complicado lograr que cualquiera de esas hembras se convirtiera en una furcia deseosa de darme y de obtener placer a través de mis excepcionales atributos sexuales.
Pero, aunque me advertía continuamente que había mucha golfa suelta y me daba cuenta de que no estaba dispuesta a tolerarme la más mínima infidelidad, una calurosa tarde primaveral coincidimos en un centro comercial con una hermosa joven que vestía una corta falda plisada de color verde. Aunque me pareció una “pijipi” hasta en su manera de andar, al llegar a las escaleras mecánicas la di la suficiente ventaja para, poniéndome detrás de ella y levantando la mirada, verla el “muslamen” al mismo tiempo que descubría que debajo de la falda llevaba un tanga estampado. Aunque más adelante me iba a hartar, era la primera vez que me topaba con una mujer que usaba tal prenda íntima por lo que, con aquella visión, me empalmé. La muchacha estuvo mirando ropa íntima femenina y al ponerse en la cola de una de las cajas para pagar, me aproveché de que Sole aún andaba liada con sus compras para colocarme detrás de ella y sin dudarlo, la metí mi mano derecha por debajo de la falda. Sin la menor oposición por su parte la toqué sus desnudos glúteos pero, cuándo intenté deslizar mi mano hacía adelante, cerró sus piernas. No me di por vencido ante aquella adversidad y pensando que las únicas opciones que tenía eran la de dejarse hacer ó la de montarme un “numerito” aunque, llegado el caso, pensaba negarlo todo y alegar que su recriminación era propia de una mente calenturienta, lo seguí intentando hasta que giró ligeramente su cabeza para que la pudiera ver como se pasaba la lengua por los labios y las volvió a abrir con lo que, a través del tanga, entré en contacto con su raja vaginal. Debía de estar muy cachonda puesto que la prenda íntima se humedeció enseguida. Me apreté más a ella, la puse mi erecta “herramienta” en el culo y con mi mano la fui separando el tanga de la raja vaginal con lo que, al acariciarla la “almeja” y estimularla el clítoris, comprobé que estaba sumamente húmeda. La introduje dos dedos y procedí a masturbarla con rápidos movimientos de “mete y saca”. Sus convulsiones pélvicas, su respiración agitada y sus esfuerzos para evitar gemir me hicieron ver que estaba llegando al clímax y al “romper”, apretó más su trasero a mi “tranca” mientras empapaba con su “baba” vaginal la zona externa de su “chirla” y la parte alta de sus piernas.
Me las prometía muy felices con esa cerda cuándo apareció Sole que, al darse cuenta de que estaba “metiendo mano” a la joven, me obligó a sacarla los dedos del chocho y la mano de debajo de la falda no sin antes subírsela ligeramente para poder verla el tanga. La chica, sin molestarse en colocarse bien la prenda íntima, recobró su respiración habitual antes de que la llegara el turno para abonar la ropa interior que pretendía llevarse y de dirigirse lentamente hacía un cuarto de baño pensando que iba a ir detrás de ella pero Sole, en cuanto vio que tenía los dedos impregnados en el flujo de aquella muchacha, me quitó las ganas al cogerse un impresionante cabreo y decirme, casi a gritos, que si no sabía comportarme cuándo estaba con ella iba a romper conmigo. Como no quería perderla tuve que aceptar que, como castigo por aquella osadía, me tuviera durante dos semanas de “secano” pero aprendí la lección y desde entonces, cuándo estaba con ella, intentaba evitar mirar ó lo hacía con un mayor disimulo, a las demás féminas para que se sintiera orgullosa al ver que, supuestamente, sólo tenía ojos para ella.
Con algunos altibajos como este en nuestra relación, al finalizar el primer curso universitario Sole se había acostumbrado al sexo guarro y sucio y se había convertido en una experta efectuándome felaciones puesto que me había cogido el tranquillo para darme más gusto mientras me chupaba la verga con sus peculiares movimientos bucales en forma de tornillo con lo que favorecía que, tras darla el primer “biberón”, la agarrara con fuerza de la cabeza para obligarla a seguir con el “chupa-chupa” hasta que la echaba otra lechada en el gaznate que, como tardaba bastante más en expulsar, la obligaba a emplearse a fondo para culminar meándome en su boca. Como la joven se ocupaba de darme satisfacción a diario dejé de “sacarme brillo a la lámpara mágica” en solitario aunque permití que Marisol siguiera recreándose “dándole a la zambomba” hasta que dejé de vivir con Felipe y con Blanca María.
Durante el verano me tocó ayudar a mi padre en su taller y Sole encontró su primera ocupación laboral en una franquicia de confección textil para pijas a las que las gustaba vestir con ropa bastante excéntrica, provocativa y sugerente con lo que evitó el tener que desplazarse al pueblo de su familia para pasar las vacaciones con ellos aunque, al permanecer cerrada la residencia de estudiantes en la que se alojaba, se vio obligada a residir en una pensión. Estábamos impacientes por acabar nuestra jornada laboral para estar juntos y darnos satisfacción pero llevábamos casi un año siendo inseparables y aún tenía una asignatura pendiente, el penetrarla y no quería que acabara aquel verano sin llegar a mantener relaciones sexuales completas con ella. La oportunidad de “clavársela” vaginalmente por primera vez se me presentó una calurosa noche del mes de Agosto y no la desaproveché. Eso sí, tuve que volver a usar condones que me hacían llegar a ansiar que me saliera la leche aunque a Sole no la importaba puesto que, cuanto más se demoraran mis eyaculaciones, más tiempo podía gozar y alcanzar un número más elevado de orgasmos. A pesar de que con las gomas no me resultaba tan excitante y placentero como cuándo la “clavaba a pelo”, el penetrarla y el joderla fue una autentica exquisitez. La joven decidió cabalgarme para extraerme los dos primeros polvos y la encantó que, después de echar el segundo, la hiciera incorporarse con el propósito de que mi “herramienta” abandonara su jugoso chumino, me apresurara a quitarme el preservativo y me incorporara mientras ella se ponía de rodillas con intención de que la mojara las tetas con mi lluvia dorada. Cuándo terminé y sumamente complacida, me puso un nuevo condón y accedió a colocarse a cuatro patas y con el culo en pompa para que en, esa posición, se la volviera a meter y me la trajinara a conciencia. Sole alucinaba cuándo, aunque tardé, notó que estaba echando mi tercera lechada y comprobaba que mi virilidad daba para más. Me dijo que, además de satisfecha, se sentía muy orgullosa puesto que nunca había conseguido estimular tanto a un varón como para lograr extraerle tres lechadas. Desde entonces se la “clavé” por vía vaginal con mucha frecuencia y a cuenta de las gomas, me habitué a metérsela sin importarme que estuviera en pleno ciclo menstrual.
C o n t i n u a r á