Pervertido y semental (Parte número 10).

Décima parte de esta larga historia, con contenido escatológico, que confío en que sea del agrado de mis lectores más fieles y que, los que aún no hayan leído nada mío, la sigan con interés. Gracias a todos y para bien ó para mal, espero vuestros comentarios que agradezco de antemano.

A finales de Abril asistí a la fiesta organizada por varios compañeros que habían cumplido años durante aquel mes a la que, asimismo, acudió Sole que, aunque intentaba evitar el alcohol, aquel día se vio obligada a tomarse un par de copas de cava que no tardaron en hacerla efecto. “Contenta y entonada” parecía ser otra pero el ambiente del local en el que se celebró la fiesta, que no disponía de extractores de humo, comenzó a encontrarse tan cargado que, en cuanto algunos de nuestros compañeros empezaron a “morrearse” y a “meterse mano”, optamos por salir de allí con los ojos enrojecidos. Una vez en el exterior y como la temperatura era muy agradable, dimos un buen paseo antes de dirigirnos hacía un parque público en donde Sole me pidió que me sentara en un banco. Una vez que lo hice y sin decirme una sola palabra, se acomodó sobre mis piernas y me besó en la boca apasionadamente. Al cabo de unos minutos me pareció que había llegado el momento de aprovechar aquel intenso “morreo” para “meterla mano” y al lucir un buen escote, me dispuse a atacar a sus tetas. Viendo mis intenciones y sin dejar de besarme, se subió la camiseta y las copas del sujetador con lo que sus “melones” quedaron al descubierto para que se los viera, sobara y mamara. Mientras lo hacía introduje mi mano derecha por su corta y fina falda para, lentamente, ascender hasta que alcancé su “muslamen” izquierdo. Sole me agarró la cabeza con sus dos manos para que tuviera que seguir mamándola la “delantera” antes de abrirse de piernas con lo que pude introducir mi mano por la braga y acariciarla el vello púbico y la raja vaginal. Después procedí a pasarla repetidamente dos dedos por el potorro, desde el clítoris al orificio anal y viceversa, con lo que se mojó enseguida. En cuanto la metí los dedos y los comencé a mover hacía adentro y hacía fuera, su cueva vaginal se convirtió en un río de flujo y un poco después, sus intensas contracciones vaginales y sus gemidos me indicaron que la estaba viniendo el orgasmo, que resultó intenso y largo, por lo que me supuse que había deseado tanto como yo que llegara aquel momento.

La continué masturbando unos minutos más hasta que Sole me hizo dejar de mamarla las tetas y sacarla los dedos de la “seta” que, impregnados en su “baba” vaginal, me llevé a la boca. Mientras los chupaba la vi tan cachonda que, suponiendo que no se me iba a presentar otra ocasión como aquella en mucho tiempo, la obligué a incorporarse para poder bajarme hasta las rodillas el pantalón y el calzoncillo y enseñarla mi minga bien tiesa. A pesar de que la había sentido en contacto con su culo mientras permaneció sentada sobre mí, se la hizo la boca agua al vérmela y me dijo que no podía imaginarse que me encontrara dotado de un “nabo” tan apetecible, erecto, gordo y largo mientras me lo sobaba con lo que, en escasos segundos, se me puso inmenso. Sole me acarició y me lamió los huevos meticulosamente antes de decidirse a “cascarme” el pene para sacarme por primera vez la leche mientras mantenía sus ojos fijos en el capullo y en la abertura. No tardé en complacerla puesto que, al haber deseado tanto mantener aquel primer contacto con ella, exploté enseguida y solté una gran cantidad de “salsa” que salió con tanta fuerza que los primeros chorros se depositaron varios metros por delante de nuestra posición. La muchacha quedó tan entusiasmada que, en cuanto acabó de salirme la leche, me efectuó unas breves pero muy intensas “chupaditas” al capullo, me pasó repetidamente su lengua por la abertura y quitándosela, me limpió la “herramienta” con su braga en tonalidad rosa.

Nos había costado llegar a ello pero desde aquel día nuestra actividad sexual fue cada vez más frecuente. A Sole la gustaba poder “cascarme” la picha para sacarme la leche a cambio de que la “metiera mano” y la sobara antes de “hacerla unos dedos” con los que casi siempre llegaba al clímax con celeridad y terminaba con la “almeja” convertida en un río de “baba” vaginal. Pero si algo había aprendido a través de las relaciones sexuales que había mantenido con Natividad y con Virginia era a obtener un excelente rendimiento de una fémina multiorgasmica y aunque no estaba seguro de que Sole lo fuera, decidí probar para hacerla gozar mucho más.

Una tarde la hice doblarse delante de mí, dándome la espalda y permaneciendo con las piernas abiertas. La subí la falda, la bajé la braga por debajo de sus rodillas e introduciendo mis manos por su entrepierna, procedí a estimularla el clítoris y la “chirla” con mis caricias mientras la lamía el ojete con lo que favorecí que se pedorreara en mi cara. En cuanto la vi “entonada” la metí bien profundos dos dedos en el orificio anal, impregnados en su “baba” vaginal y procedí a hurgarla con enérgicos movimientos circulares. Enseguida se puso tan sumamente “burra” que, viéndola lucir los labios vaginales muy abiertos, la introduje en el chocho otro par de dedos con los que la masturbé al mismo tiempo que la estimulaba el clítoris. Aquella fue una experiencia muy estimulante puesto que con mis hurgamientos anales la obligaba a apretar y aunque era estreñida, no dejó de pedorrearse y llegó a sentirse de lo más predispuesta para defecar mientras, después de haber llegado al clímax y con celeridad en dos ocasiones, al disfrutar de su tercer orgasmo, que resultó tan intenso como los anteriores y entre contracciones pélvicas y sin poder aguantarse más, se meó al más puro estilo fuente.

Lo repetimos en múltiples ocasiones puesto que me encantaba ver a Sole entregada y ofrecida mientras la llenaba con mis dedos los agujeros vaginal y anal e iba alcanzando un orgasmo tras otro por lo que, tras lamérselos, me prodigaba en perforarla el chumino y el ojete con intención de que disfrutara de un intenso placer aunque la joven, a medida que la venía cada uno de sus orgasmos, subía considerablemente el tono de sus gemidos y cuándo llegaba al clímax, eran tan fuertes que delataban que la estaba dando mucho gusto a toda aquella persona que se encontrara relativamente próxima a nuestra posición por lo que, para evitar encontrarnos con situaciones un tanto comprometidas, decidí hacérselo en lugares apartados y desiertos.

C o n t i n u a r á