Perversión facultativa (4)

Penúltima entrega de la serie en que Adriana invita a sus hermanos a compartir con ella y con Laura un excitante fin de semana.

Adriana habló con sus padres para que autorizaran a los niños a pasar el fin de semana con ella y con Laura. José y Raquel no eran los mismos desde aquella tarde en el apartamento de su hermana, algo había cambiado en sus cerebros y ya nada impedía que apagaran sus anhelos amándose entre ellos. Desde entonces aprovechaban cualquier ausencia de sus padres para satisfacer su desenfrenada lujuria. Bastaba que se quedasen solos en la casa para que se encerraran en la habitación de Raquel a copular como animales. La invitación de su hermana mayor les ilusionó, sabían que allí, nada ni nadie impedirían que se amasen hasta el amanecer, José se había obsesionado con Laura y se excitaba recreando aquella tarde de su estreno, en la que le había poseído a ella y a sus dos hermanas. Recreaba sus jadeos y sus caricias mientras Raquel le masturbaba febrilmente, encerrados en el aseo, con sus padres ignorantes, viendo la televisión en el salón. Habían hablado muchas veces de aquella tarde y ambos coincidían en que aquel había sido el mejor debut que pudieran haber tenido. Raquel le confesó a su hermano que se acariciaba cada noche imaginando que era Adriana quien lo hacía. Ya nada era lo mismo. Cuando al atardecer de aquel viernes entraron en el apartamento de su hermana, Adriana y Raquel los recibieron efusivas. Vestían sendos camisones de seda blanca cuya transparencia resaltaba sus formas con total claridad. Laura abrió la puerta y sonrió a José.

— ¿Cómo estás chaval?

Pareció azorado unos instantes.

—Laura… estás preciosa.

— ¡Anda! , pasad, tenéis que contarnos muchas cosas.

Los cuatro tomaron asiento en el diván y hablaron acaloradamente durante más de una hora. Adriana y Laura los contemplaban ensimismadas, no paraban de acariciarse y hacerse constantes arrumacos, era evidente que habían entrado en una nueva dimensión. Relataron a las chicas sus descubiertas relaciones y estas no pudieron evitar la excitación.

—Supongo que los papás no sabrán nada.

— ¿Estás loca?, nos matarían— Laura esbozó una sonrisa lasciva.

—Pero tomareis precauciones.

—Pues claro, ¿crees que estamos locos?, tomo la píldora regularmente.

—Entonces estaréis deseando acostaros.

José la miró ilusionado.

—Es lo que más deseamos en el mundo.

—Pues hacedlo. Nosotras preparemos la cena.

Raquel posó su mano sobre la de Laura y la observó fijamente.

— ¿Porqué no nos acompañáis?— en aquel instante la niña le pareció el ser más hermoso e ingenuo sobre la faz de la tierra.

— ¿Qué te parece Adri?, ¿vamos con ellos?

Adriana esbozo una expresión de disimulada sorpresa.

—Creo que no estaría bien, son mis hermanos.

—Recuerda a Friederik, cariño: nada en el sexo es lascivo, además "que carajo" yo también estoy deseando engullir la poya de tu hermano, ¿tú no?

José se había levantado para situarse tras Laura y había introducido los brazos por su escote para acariciarle los pechos tenuemente y ésta parecía disfrutar cada segundo; Raquel se había sentado junto a Adriana y le acariciaba el brazo con la yema de su dedo.

—Escucha hermanita, necesito que vengáis— cuchicheó aquellas palabras en su oído y acarició el pálido pómulo de Adriana con sus labios hasta rozarlos con los de ella.

—Esta bien, lo cierto es que yo también me he excitado con la historia.

Adriana premió a su hermana con un beso lascivo y ésta la correspondió permitiendo que introdujese la lengua entre sus labios, mientras acariciaba su torso.

Laura y José entraron primero y esté tardó solo unos segundos en despojarse de su ropa. A ella le sorprendió gratamente el tamaño de su pene, lo cierto es que no lo recordaba así. Raquel se había situado tras el y lo abrazó para asir su miembro con desenfrenada pasión. Adriana se había desnudado también y se recostó junto a Laura, los chicos las observaban excitados frente a la cama y ellas optaron por satisfacer sus deseos. Se abrazaron sin dejar de besarse un instante acariciando sus torsos mutuamente mientras José desnudaba a su hermana con incontrolable impaciencia. Observó su desnudez anhelante, debido a que en raras ocasionas podía tomarse tanto tiempo en observarla cuando aprovechaban las ausencias de sus padres. Raquel no mostraba un solo atisbo de pudor, permitió que escudriñase cada milímetro de cuerpo mientras introducía un dedo en su vagina y acariciaba sus pezones con la otra mano. No tardaron en unirse a Laura y a Adriana y las tres volcaron todo su ímpetu en satisfacer al joven que no daba crédito a todo aquello: Las tres hembras más ansiadas de su vida turnándose para realizarle una felación, para introducir los dedos en su ano o retorcer sus pezones con lascivia. Decidió dejar a Raquel para la última corrida. Había eyaculado en la boca de Laura y sentía el deber de devolverle aquel favor, la instó a que separase sus rodillas y durante unos instantes observó aquel monte de Venus provocándole un deseo incontrolable de poseerla y activando de nuevo su erección. Adriana lubricó su pene nuevamente y escupió en su mano para acariciar el sexo de Laura. José la penetro con una facilidad pasmosa y Laura arqueo su cuerpo sintiendo un orgasmo bestial. La poseyó entre jadeos sintiendo la lengua de alguna de las dos penetrar en su ano con lascivia. Laura se corrió dos veces antes de que José eyaculara en su interior.

Se tomaron unos minutos de descanso, ella yacía sobre la cama despeinada y con la mirada ausente; el mero hecho de recordar aquellos últimos instantes le provocaba sensaciones muy parecidas al orgasmo, jadeaba incrédula cuando Raquel se situó sobre ella para fundirse en un beso. Adriana sostenía el flácido pene de José y lo observaba con intriga mientras su hermano acariciaba su larga melena rubia. Alzó su cara para encontrar su mirada, parecía suplicante.

— ¿Crees que esto resucitará algún día?

Su hermano la observó divertido.

—Prometo volverte loca a ti también, dame un instante.

Adriana besó sus labios.

—Tomate el tiempo que quieras cariño.

José introdujo su mano en la entrepierna de Adriana mientras correspondía a aquel beso con inusitada pasión, le sorprendió la humedad de su sexo y la erección de sus pezones oscuros; tardó solo unos instantes en excitarse de nuevo y la obligó a adoptar la posición canina para introducir su pene por el ano entre jadeos convulsos de los dos.

—Creo que te has equivocado, hermano— su voz se entrecortaba entre el vaivén.

— ¿Tú crees cariño?, siempre desee hacerte eso.

—Sigue… no pares, por favor

No pudo reprimir un grito agudo. Sintió como el semen de su hermano la inundaba hasta sobrevenirle un prolongado orgasmo.

—Como te quiero— buscaron sus bocas echados sobre la alfombra y sonrieron al percibir los grititos entrecortados de Laura y de Raquel.

Los cuatro parecían exhaustos y agotados y Adriana y José se hicieron sitio en la cama junto a ellas. Raquel no cesaba de acariciar su sexo ante la perplejidad de los demás.

—Ha sido fantástico ¿no os parece?

—Creo que aún falta algo Raquel porqué sino no estarías masturbándote como una posesa.

La chica sonrió picadamente sin dejar de acariciarse.

—Creo que tu muñequito no está de acuerdo, ¿no ves lo arrugado que está?

Las tres rieron al unísono mientras fijaban sus miradas en el falo de José.

—No me subestimes hermanita, aunque a lo mejor eres tú la que eres incapaz de despertarlo.

Raquel simuló ofenderse.

—Necesito ir al baño.

—Te acompaño, querido.

Ambos se encaminaron al cuarto de baño y José levantó la tapa de vater.

—Espera un momento, déjame ayudarte.

—Que te crees tu eso "bobalicon", ahora verás.

Sin un atisbo de rubor Raquel abrazo el pene de su hermano con la mano y desplazó la piel hasta hacer que el prepucio de este asomara entre ella, unos segundos después observó ensimismada como fluía un potente chorro de orina.

—Creo que a esto le llaman lluvia dorada.

José entre cerró los ojos intentando vanamente evitar su excitación, pero Raquel sintió en sus manos el inicio de una erección. Cuando ya solo resbalaban dos gotas tardías, Raquel lo introdujo en su boca hasta que le rozó el paladar e inició una sostenida felación.

—Vas a tener razón José. No estaba dormido del todo, volvamos a la habitación.

Cuando lo hicieron se situó sobre su tórax hasta hacer que sus incipientes pechos acariciasen su pene. Adriana y Laura los observaban divertidas acariciándose entre ellas.

— ¿Crees que conseguirá hacerlo trempar otra vez?, Adri.

—Estoy segura Lau: es mi hermano y los genes son los genes.

— ¿Qué te parece si te relajo mientras asistimos al reto?

Adriana se recostó aún más y entreabrió sus piernas ofreciéndole su sexo a Laura.

—Soy toda tuya, Lau, tuya enterita.

Raquel sintió, por primera vez en su vida, que sus pezones infantiles tornaban la aureola ovoide en protuberantes montículos fruto de la excitación del roce y a José no le pasó desapercibido el detalle; introdujo uno de ellos en su boca para lamerlo y succionarlo con lujuria. Aquella noche cenaron muy tarde y José satisfizo también a Raquel haciendo que, también por primera vez, alcanzase un multi orgasmo que casi le llevo al desvanecimiento.

Adriana y Laura se habían reservado la noticia y cuando se la comunicaron a los chicos estallaron en júbilo.

—Mañana por la noche damos una fiesta, ¿queréis asistir?

—Pues claro Adri, ¿quién vendrá?

—Bastante gente… amigos nuestros.

— ¿Y Friederik?

—Es en su honor, el nos pidió que la organizáramos.

©ontinuará.