Perversión en la Noria

Era el día de mi cumpleaños y Alexander había hecho un pacto con Marc, aquel día montaría en Noria por primera vez y me sometería a sus perversiones.

Hola, este es mi primer relato erótico, espero que os guste. Es todo ficticio.

Sucedió hace varias semanas, pero aún lo recuerdo como si fuera ayer. Cada caricia, cada roce, cada sensación y me estimulan con el mismo poder de entonces. Sólo con pensar en teclear las palabras que ahora voy a narrar me estremezco.

Era un domingo de inicios de primavera, el ambiente era fresco todavía pero agradable. Aquella tarde me di un largo y relajante baño, quería estar perfecta para cuando Alexander viniera a recogerme (por supuesto este no era su verdadero nombre, el cual guardaré siempre conmigo, pero siempre me ha excitado el sonido que produce al nombrarlo, Alexander), seleccioné la ropa que iba a ponerme, aunque lo tenía bastante claro desde el principio, en fechas especiales siempre tengo algún modelito especial que me gusta lucir. Una camisa sin mangas de color blanco abrochada delante con una larga cremallera, una minifalda vaquera a medio muslo (ni demasiado corta ni demasiado larga, no me gustaban aquellos pequeños cinturones que te impiden incluso caminar sin ir mostrándolo todo, siempre me ha gustado que los hombres me miren tratando de adivinar lo que esconde mi ropa, usando prendas sugerentes pero no tan cortas o escotadas que eliminen todo el misterio), y unos zapatos planos de color negro con un pequeño lacito acordonado en el empeine, no puedo negar que aún me gusta usar ciertas prendas que sugieran un aire infantil, siempre dan un toque de inocencia y picardía si se saben llevar. Por último elegí una chaqueta larga de punto como prenda de abrigo de color negro y un bolso pequeño a juego con el conjunto. Incluso la ropa interior me llevó un tiempo, aunque finalmente decidí no llevar sujetador, pues me hacía una marca muy fea con la camisa blanca; pero si elegí una braguita tipo bikini de color blanco y lisa muy estrecha por delante, que casi parecía una tanga.

Cuando terminé de bañarme y me vestí me tomé un tiempo en mirarme en el espejo y darme algunos pequeños toques de color con el maquillaje, aunque no demasiado, acababa de cumplir los 23 años y estaba harta de ver a las quinceañeras maquilladas como puertas, a mi siempre me ha gustado la naturalidad y la comodidad, por encima de todo. Una tobillera hecha con una fina cadenita de plata y un reloj dieron el toque final al traje. En ese momento sonó el timbre, Alexander ya estaba allí. Bajé corriendo las escaleras y abrí la puerta lanzándome a sus brazos sin pensarlo y propinándole un sonoro beso en los labios. Se lo merecía, según él, había planeado una pequeña fiesta para celebrar mi cumpleaños aquella noche y yo siempre sabía agradecerle aquellas improvisadas muestras de cariño.

En general Alexander siempre había sido un chico más bien serio y callado, a veces casi misterioso, muy pocos de la facultad le conocían bien, no sabían quienes eran sus amigos si es que los tenía. Le daban bastante de lado porque era un poco rarito, introvertido se relacionaba poco con los demás compañeros de la clase, la mayor parte del grupo con el que yo salía disfrutaba más saliendo a bailar a las discotecas cada noche del sábado que haciendo cualquier otra actividad, yo ya me había acostumbrado a ello pero lo cierto es que también tenía otras inquietudes, gracias a ellas, le conocí. Resulta que era un apasionado del anime y el manga, lo descubrí un día por casualidad cuando se le resbaló la carpeta delante de mí y desparramó varios dibujos suyos por el suelo, desde entonces no pudimos parar de hablar, hasta que nos enamoramos. A mis amigos les costó un poco aceptarlo, decían que tenía un lado oscuro, y yo siempre les respondía que todos lo teníamos; pero al final lo hicieron y pasó a formar parte de nuestras vidas.

Cuando al fin pude separar mi labios de los suyos, saboreando aún su beso, me fijé que no había venido solo. Estuve apunto de volverme a meter en casa y darle con la puerta en las narices. Había traído a un amigo suyo ajeno a nuestro grupo, un tal Marc, el chico daba miedo solo de mirarlo, había algo en la expresión de sus ojos que me daba repelús y ya le había dicho a Alexander que no quería salir más con él. Mi novio me hizo una señal para que no dijera yo nada y le perdonara, seguramente más tarde tendría que darme muchas explicaciones. Me tragué mi orgullo y cerré la puerta tras de mí siguiéndoles.

Por aquel entonces eran las fiestas del pueblo y habían motando una feria en una zona despejada a las afueras con una gigantesca noria que brillaba y giraba todo el día, de lejos era una vista preciosa al oscurecer. Nos dirigimos hacia allí. Sabía que a Alexander no le gustaban las ferias, en general no le gustaban los sitios llenos de gente y el hecho de que me llevar allí demostraba que me quería mucho, aún más cuando me informó casi susurrándome al oído con su boca pegada a la mía y su aliento recorriéndome el cuello, que íbamos a montarnos en la noria. No podía creerlo, ya le dije en una ocasión que tenía pánico a las alturas y que por eso nunca subía, pero que me gustaría poder hacerlo y observarlo todo desde allí. En ese momento me embargó una sensación de miedo y excitación, estaba muy nerviosa, pero confiaba en él y sabía que no dejaría que me pasara nada malo. Así que sin decir nada me limité a asentir y le miré con ternura mordiéndome el labio inferior, cosa que le encanta.

Marc vino con nosotros aunque a penas habló nada, tan solo se limitó a felicitarme cuando llegó a mi casa y poco más. Estuvimos un rato tratando de conseguir algún peluche en las casetas y luego comimos algo, cuando ya eran casi las doce de la noche subimos a la noria. Como ya llevábamos allí varias horas había tenido tiempo de ponerme nerviosa de sobra y casi temblaba pensando en si me iba a marear allí arriba, desde abajo parecía mucho más grande que de lejos y estuve a punto de echarme a tras pero él me retuvo rodeándome con sus brazos desde atrás y besándome en el cuello bajo la oreja, haciéndome cosquillas con sus labios y susurrándome palabras tranquilizadoras. Cuando llegó nuestro turno de subir a una de las cabinas yo ya era completamente incapaz de negarme.

Las cabinas de aquella noria eran totalmente herméticas, había dos grandes ventanales a ambos lados a media altura de la pared y unas más pequeñas arriba que podían abrirse para dejar pasar el aire de la noche. En el medio había una vara vertical de metal y varias más horizontales cubriendo el techo de la cabina con anillas para sujetarse, si se quería uno poner en pie. Alexander y yo nos sentamos ocupando un asiento y Marc lo hizo frente a nosotros. Cuando aquello empezó a girar mi corazón se disparó y me agarré a mi novio con cierto temor reflejado en el rostro, su abrazo me tranquilizó y me ayudó a mirar por la ventana, la vista era tan hermosa que se me cortó la respiración, aún así sentía un cierto balanceo en mi estómago debido al vértigo, semejante al que se siente cuando, viajando en coche, cruzas un camino lleno de resaltos que parecen dejar en suspenso el vehículo cada vez que debe volver a bajar. Dimos un par de vueltas antes de que la noria quedara repentinamente detenida. Nuestra cabina era la más alta de todas, Marc se asomó para ver que ocurría, yo tenía el rostro enterrado en el pecho de Alexander totalmente aterrada.

Se ha estropeado el mecanismo de giro, pero lo arreglarán en seguida, no es nada grave – dijo al cabo de un rato. Volvió a sentarse y se quedó mirando por la ventana, yo estaba muy asustada y deseaba que aquello acabase de una vez. Al acabar la noche mis sentimientos serían otros muy distintos, pero yo aún no lo sabía.

Al cabo de varios minutos Marc se quedó dormido con la cabeza caída sobre el pecho y Alexander comenzó a besarme con ternura lamiendo mis dientes con su lengua y acariciándome los pechos por encima de la camisa.

¿No llevas sujetador?

Creía que esta sería una noche para los dos – le dije a modo de defensa. Él sonrío.

Aún puede serlo.

Dicho esto bajó su mano hasta mis muslos y comenzó a acariciarme sin dejar de besarme en el cuello y en el lóbulo de la oreja. Traté de detenerle, no me apetecía nada que Marc despertara y nos viera así, pero él no se dejó detener y continuó con sus caricias y sus besos. El miedo y la preocupación de que Marc nos viera encendió algo en mi interior que fue alimentándose de los gestos de mi novio, estimulándome poco a poco, hasta que me relajé y le dejé hacer. Me pidió que me quitara la chaqueta y así lo hice tirándola a un lado, él se quedó un momento mirándome los pechos cuya aureola de color rojo oscuro se transparentaba bajo la tela de la camisa. Mis pechos no eran especialmente grandes, cabían con facilidad en una mano y a veces me costaba rellenar la copa de algún bikini, pero a él le gustaban, una vez me dijo que eran perfectos porque podía abarcarlos por separado con su boca y moverlos dentro de ella con su lengua, en aquella ocasión me humedecí solo de escucharlo.

Me bajó un poco la cremallera de la camisa para ver la suave curva que mis senos hacían al juntarse y luego siguió besándome y rozando con un dedo mis pezones. Sus besos y sus caricias echaron a bajo todas mis defensas pero aún así era incapaz de apartar los ojos de Marc por miedo a que él abriera los suyos y nos viera.

Deja que te quite las bragas – me dijo Alexander al oído. Yo al principio me negué pero el insistió – guárdalas en el bolso, así si despierta no las verá y yo podré tocarte bajo la falda sin que se de cuenta. – me convenció.

Metió las manos bajo mi falda hasta encontrar el borde de la tela y comenzó a deslizarla por mis piernas con suavidad, dándome pequeños besos en la cara interna de los muslos y en mis desnudas rodillas. Las sacó del todo y yo las guardé apresuradamente. Luego volvió a sentarse a mi lado y metió una mano entre mis piernas, yo aún no apartaba la vista de Marc, me di cuenta de que, el hecho de que pudiera pillarnos, me estaba excitando aún más, Alexander también lo notó. Al meter su mano entre mis piernas notó mi humedad y me miró con esa sonrisa infantil y algo pícara que me vuelve loca. Siguió tanteando el terreno hasta que yo cerré los ojos, abriéndolos muy de vez en cuando sólo para asegurarme de que nuestro mutuo amigo siguiera durmiendo.

Alex no era especialmente guapo, alto y delgaducho no marcaba músculo pero yo sabía lo que había debajo de la camiseta, lo más hermoso en él eran sus ojos azules que contrastaba mucho con su pelo oscuro y corto. Marc por el contrario era rubio, tenía el pelo largo y algo desordenado, era algo más grueso que Alex pero no marcaba músculo, aunque no estaba gordo, era un muchacho normal. Sus ojos eran castaños.

Las caricias de Alex, al principio, se limitaron a la cara interna de los muslos e, insolentes, se acercaban poco a poco a mis ingles acariciándolas con el dedo, notando su suavidad y su frescor. Siempre me gustó llevar el bello púbico cuidado, lo recortaba muy cortito y depilaba los excesos para que no saliera ni un solo pelo de mi ropa interior, eso a él le encantaba; una vez le sugerí depilarme entera pero él se negó, le gustaba la sombra oscura que adornaba una zona tan íntima de mi anatomía y para mi era mucho más cómodo así. A veces me pedía que me desnudara para él y se quedaba sentado en silencio, observándome a la luz de la lamparita de la mesita de noche, mientras yo notaba como sus ojos me recorrían con devoción y eso hacía que me calentara y estremeciese de gusto, casi era capaz de correrme sólo con su mirada, tan intensa y escrutadora.

Poco a poco un dedo juguetón alcanzó mi clítoris, el centro de mi mayor placer y lo golpeó suavemente con toques cortos y rítmicos, volviéndome loca de gusto, tanto era así que sin darme cuenta acabé abriendo aún más indecentemente las piernas para que él pudiera tocarme mejor y darme más placer, al tiempo que frotaba con su otra mano mis pechos y seguía besándome para ahogar mis gemidos. Llevaba el ritmo de sus caricias con mis caderas buscando sus dedos, finalmente Alexander se arrodilló entre mis piernas sin darme tiempo a negarme y me sujetó las manos con las suyas, yo quería cerrar las piernas pero su cuerpo se interponía. Le rogué que parara que Marc nos iba a ver, pero él me tranquilizó diciendo que tenía un sueño muy pesado y que no me preocupara. Yo quería insistir pero en ese momento hundió su cabeza entre mis piernas y comenzó a lamerme los muslos y mi rajita con sumo cariño, yo notaba los lengüetazos húmedos y su aliento caliente en aquella zona tan íntima que ya era de su propiedad, me envió al cielo y él lo sabía así que aprovechó para llevar a cabo la segunda parte de su plan. Se levantó dejándome al borde del placer y sacando un pañuelo de su bolsillo me lo ató sobre los ojos.

Tranquila, no dejaré que nos vea, pero si no puedes vigilarle, será aún más excitante – todo esto me lo dijo en un susurro, yo deseaba que me hiciera correrme así que no pude negarme, asentí y le dejé cegarme. Volvió a agacharse y lamió mi clítoris besándolo y succionándolo con extrema lentitud.

Escuchamé – me dijo – quiero que pongas tus manitas sobre tus pechos y tires de tus pezones hasta ponerlos duros.

Yo obedecí al instante y comencé a masajearlos entre dos dedos apretándolos y pellizcándolos, sin conseguir ponerlos duros, normalmente me costaba bastante trabajo endurecerlos. En ese momento unas manos fuertes sujetaron mis muñecas y las sostuvieron sobre mi cabeza, contra la pared de la cabina. En mi estado de placer pensé que sería Alex, hasta que me di cuenta de que era imposible que tuviera su cabeza entre mis piernas y además me sujetar las manos.

Marc – gemí desesperada tratando de soltarme con todas mis fuerzas, pero no fueron suficientes.

Relájate – me dijo él – tu novio ha preparado esto con esmero para que lo disfrutes, y yo voy a encargarme de ello.

Sentí tanta vergüenza en aquel momento que mis mejillas ardieron y me mordí los labios a sabiendas de que no podría convencerles de que pararan. Por otro lado confiaba en mi novio, nunca me había hecho daño y aquella no tenía porque ser la primera vez. Él comenzó a chuparme de forma lenta, degustando mi rajita, desde el clítoris hasta la entrada de la vagina, muy dulcemente. Tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no gemir aunque ambos notaron mi respiración agitada, aquello me excitaba muchísimo, estaba muy mojada y mi cuerpo no dejaba de retorcerse al margen de mi voluntad, que aún luchaba por que Marc no viera el estado de excitación en el que me encontraba.

Al cabo de un rato Alex se detuvo y entre él y Marc me obligaron a ponerme en pie. Por suerte desde aquella altura nadie podía vernos, o me hubiera muerto de vergüenza. Marc ató mis manos con una soga y noté que las elevaba atándolas a las barandillas del techo, de modo que tenía los brazos totalmente estirados en el aire y no podía soltarme. Luego desabrocharon mi camisa dejando mis pechos al aire. Alguien abrió una ventana y el aire helado de la noche penetró en la cabina, aquello fue mucho más efectivo que mis caricias, los pezones se pusieron completamente tiesos y sentí la piel de gallina, comencé a temblar tanto de frío como de la excitación que me embargaba y decidí no luchar más y dejarme hacer. En aquel momento la calentura que tenía podía más que yo misma. Después uno de ellos me desabrochó la falda y me la sacó de un fuerte tirón dejándome así completamente desnuda. No podía imaginar lo que hacían, sólo oía sus respiraciones delante de mi, sabía que me estaban observando allí atada, expuesta y totalmente a su merced, estaba asustada y deseosa por saber lo que ocurriría a continuación.

Tu chica es preciosa – dijo Marc al cabo de un rato. Yo siempre pensé que era del montón, no demasiado alta, delgadita y con el pelo negro y liso y los ojos oscuros, un pecho pequeño de pezones rojos y oscuros, un abdomen firme de tanto aeróbic, piel blanca y lisa que hidrataba lo mejor que podía un pubis cuidado negro y muy rizado que cubría unos labios vaginales gruesos y no muy grandes, sonrosados, un clítoris redondo y pequeño.

Tienes un culito precioso – siguió hablando incitándome – vas a gozar mucho pequeña putita, ahora eres nuestra criatura nadie te oirá si gritas y vamos a hacer lo que queramos contigo.

Marc era el único que hablaba, Alexander no dijo nada pero yo le sentía allí frente a mi, y estaba segura de que ya la tenía tiesa. No era demasiado larga, pero si lo bastante gruesa como para llenarme, y me encantaba ponérsela dura con suaves caricias de mis uñas sin arañarle, pero sabiendo que él sabía que podía hacerlo si quería. Estuvieron quietos un buen rato, hasta que de pronto uno de ellos abarcó mi pecho con su boca y comenzó a succionar como si le fuera la vida en ello, yo aún temblaba de frío y lo único caliente de mi cuerpo era mi coño y aquella boca maravillosa sobre mi pezón derecho, jugaba con él mordisqueándolo, lamiéndolo y recorriendo con la lengua, haciéndolo bailar a su antojo. Entonces me empujó y sentí algo frío en mi trasero, la barra de la cabina. Me abrieron los cachetes y me apretaron contra ella para que la sintiera bien cerca de mi ano. Uno de ellos se situó a mi espalda para asegurarse de que no pudiera despegar el culo de ella y mientras deslizaba otra mano por mi vientre amenazando con tocarme el coñito pero sin llegar a hacerlo a pesar de que yo lo deseaba. Mientras mi pezón izquierdo, que había estado celoso del derecho, comenzó a recibir su premio.

Por fin la ansiada mano alcanzó mi zona de placer frotando el clítoris como si le fuera la vida en ello, con movimientos acompasados y suaves, poco a poco sentí mi coño arder de excitación, tanto que empezaba a dolerme de tanta calentura y yo sólo deseaba que acabaran ya con aquella tortura – placer y me dejaran correrme a gusto, quería sentir la verga de mi novio llenándome por dentro dura y firme. Pero ellos no parecían tener prisa. Me sentí desmayar y comencé a gemir suavemente con la respiración agitada. Poco a poco mis gemidos fueron subiendo de intensidad conforme me mordían los pezones y pellizcaban mi clítoris, de no ser por la música del ferial, me habrían oído en todo el pueblo. Estaba apunto de alcanzar el orgasmo cuando sentí que se paraban y se alejaban de mi.

Aún no zorra, aún te queda mucho para gozar – era la voz de Marc, nunca me había caído bien, pero me di cuenta de que su voz empezaba a excitarme casi tanto como las caricias. – Creo que nuestra pequeña putita tiene prisa, pero vamos a acabarla tan pronto.

De nuevo se acercaron a mi, esta vez uno de ellos separó mis piernas con las manos sin que yo pudiera evitarlo ya que era más fuerte que yo y estaba cansada por aquella rígida postura. El otro aprovechó para meter su cabeza entre mis piernas y lamerme el coño, sentía la lengua húmeda y caliente recorriéndome desde el ano hasta el clítoris, moviendo salvajemente sobre él y tratando de penetrarme la vagina, yo gritaba de placer sintiendo calambres en las piernas y como el orgasmo volvía a acercarse, pero de nuevo pararon. Esta vez para desatarme. Suspiré aliviada porqué me dolían los brazos pero a la vez gruñí de rabia por no poder acabar de una vez y correrme.

Me hicieron poner de rodillas y me ataron los tobillos a algo rígido para mantener mis piernas totalmente separadas, además mis manos las anudaron a la espalda y a la barra vertical de modo que tiraba de mis brazos hacia atrás y yo no podía moverme ni cambiar de postura. Marc me dijo:

Eres una zorrita encantadora, una zorra. Una putita cachonda y vas a masturbarme con tu boca.

Sin delicadeza alguna me introdujo su pene en la boca y comenzó a moverlo de dentro a fuera primero lentamente y luego más rápido. Yo deseaba chupar esa verga con devoción meter todo el pene entero en mi boca y ensalivarlo, al tiempo que me follaba la boca yo pasaba mi lengua por todos sus rincones notando la rugosidad de su piel y el calor que emanaba de ella y que rápidamente terminó de hincharse en mi boca. La sacó un momento para que se la chupara bien sacando toda la lengua de mi boca y recorriendo sus testículos. La apartó antes de correrse.

Me correré dentro de ti, puta. ¿Lo has oído?

Yo apenas pude asentir con la cabeza, antes de sentir un dedo tratando de introducirse en mi ano a la fuerza, jamás me habían penetrado por esa zona y me asusté un poco. Una mano se introdujo lentamente en mi dilatada vagina impregnándose bien de mis flujos y luego los restregó por mi ano.

No eres lo bastante puta aún. Y a mi me gustan bien abiertas, porque vamos a follarte tus agujeritos zorra, y te va a gustar. – gemí de miedo y placer – Tu novia está muy caliente, no me dijiste que era tan zorra.

Alexander siguió callado, varios dedos comenzaron a luchar por penetrarme el culo y yo notaba la presión que este hacía por impedírselo, no me entraría ni un alfiler por ahí y se lo dije, me estaba haciendo daño, aunque consiguió meterme un dedo el segundo no parecía dispuesto a entrar y yo ni siquiera podía moverme para impedír que lo intentara.

Basta, por favor, me estáis haciendo daño. No va a caberrrrrr

En ese momento el segundo dedo entró ensartándome y los dos se fueron moviendo dentro y fuera.

Dejar de apretar el culo o te reviento – me regañó Marc golpeándome el trasero con la palma abierta. Aquella cachetada me dejó pasmada, nunca me habían pegado así y lo peor es que me gustó y chorreé aún más jugos, Marc debió darse cuenta porque según metía y sacaba sus dedos me pegaba más y más fuete poniéndome el culo rojo, yo lo sentía caliente y me escocía, pero sólo podía gemir y pedirle más.

A fuerza de mucho intentarlo, de remojarme con mis propios fluidos logró meter hasta cinco dedos en mi ano y moverlos casi con salvajismo. Cuando los extrajo estuve a punto de correrme de alivio, pero en seguida un pene me penetró llenándolo y abriéndolo aún más, se me saltaron las lágrimas de dolor pero deseaba que me follaran el culo. De pronto, el pene se quedó quieto en mi interior, alguien se situó debajo de mi y comenzó a introducirme su pene en la vagina, yo chillé aterrorizada, me estaban ensartando con dos vergas a la vez, les dije que era imposible que cupieran, pero lo cierto es que lo hicieron y ambas comenzaron a moverse a un ritmo frenético, mis gemidos llenaban la cabina, hasta que un par de dedos se introdujeron en mi boca obligándome a chuparlos como si fueran otro miembro más, las manos del que me follaba el ano se deslizaron por mi espalda acariciándola, luega una de ellas reanudó las palmetadas en mi culo y la otra buscó el clítoris y lo masturbó con delirio.

Yo ya no aguantaba más, me estaban follando todo lo follable y aún más, incluso la mano libre que les quedaba se afanó en mis pechos pellizcándome los pezones con brutalidad y yo seguía atada e indefensa sin poder hacer ni decir nada, sólo sintiéndome llena y violada salvajemente. El orgasmo volvió a aparecer y esta vez me dejaron acabar, mi cuerpo se tensó y me quedé totalmente paralizada sintiendo como mi coño latía con ferocidad aprisionando sus pollas y chorreando jugos. Ellos siguieron moviéndose un poco más hasta que me acabaron dentro y sentí su leche bañarme por dentro y derramarse de mis dilatados agujeros.

Se separaron de mi y se quedaron observándome un rato, allí atada, expuesta, jadeante, y manchada de sus jugos y los mios.

Te has portado como una verdadera puta – dijo Marc, su voz entrecortada por la agitada respiración – tu novia se merece esto y más.

Si que se lo merece – dijo Alexander por fin – Pero es mi zorrita, mi criatura.

Un rato después me desataron, tuvieron que sujetarme porque estaba exhausta, me ayudaron a limpiarme, a mi ya no me daba vergüenza que Marc me viera desnuda, ni siquiera que me tocara por zonas tan íntimas tratando de dejarme bien limpia. Cuando acabaron nos vestimos y Marc asomó un brazo por la ventana. En ese momento la noria comenzó a girar de nuevo. Todo había sido un plan magníficamente preparado para hacerme gozar como una perra el día de mi cumpleaños. Y puedo aseguraros que no fue ese el único día que celebré tener a Marc y a Alexander para mi disfrute personal.

FIN

Espero que os haya gustado, si es así quizá me anime a escribir alguno más. Pero de momento Nocturna se despide

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