Perversidad
Sin remordimientos y nada de que arrapentirme, me propongo a disfrutar del sexo con mi hijo.
Perversidad
Amenazaba lluvia, yo esperaba ansiosa en mi recámara vestida muy sexy como me lo pidió mi hijo, pensé ponerme la misma lencería que usé con su papá el sábado por la noche, así me lo había pedido, pero decidí sorprenderlo.
Un breasier celeste muy escotado, con el que mis senos salen queriendo escapar, liguero del mismo color con encaje en las orillas que sostenía las medias blancas casi trasparentes, tanga del mismo color, zapatos de tacón blancos, mi maquillaje discreto como siempre, un perfume llamado "POISON", que le encanta a mi bebé.
Mientras esperaba, tocaba mis nalgas, me veía en el espejo que puse al frente a propósito para vernos en la faena sexual que me esperaba. Acariciaba mi pubis, mis senos y pasaba mi lengua por mis labios saboreando esa verga prohibida para mí.
La espera se me hacía eterna, escuché que mi perro "chocolate" ladraba y se asomaba por la ventana, lo tenía casi olvidado y me sentía malagradecida con el animal, me cachondeaba tanto que miraba el pene del perro y el antojo aumentaba, como si el perro supiera que me tocaba mientras lo veía, su pene se contraía y apenas mostraba su cosa muy roja, pero me contuve, cerré la ventana y las cortinas oscuras para no darme tentación.
Escuché que llegaba, casi de inmediato se oyó la regadera de su recámara, mi amante se preparaba para una buena sesión sexual y yo en cada momento que pasaba aumentaba mi deseo animal de ser poseída.
Entró a la recámara, una toalla cubría su cintura, al caminar hacia mí, se descubrió mostrando su tolete embravecido y goteando de líquido pre seminal. Yo estaba de espaldas frente al espejo, nos vimos a través de él, se acercó poco a poco sin quitar la vista de mis nalgas, sentía que su mirar me penetraba por el culo, la piel se me puso chinita ansiosa por que me tocara. Sus manos se posaron en mis caderas, acariciaba mis muslos que resaltaban con el liguero y la mini tanga que traía, muy suave tocaba mis nalgas, su calma me llenaba de ansiedad. Besaba mi espalda mientras sus manos pasaban mi trasero, con una mano me inclinó un poco, puse mis manos en la pared y abrí un poco las piernas en forma de tijera, miraba mi cara llena de lujuria y deseo, se hincó detrás de mí, veía solo sus manos en mis muslos, y sentía su boca besando mis nalgas, empecé a moverlas circularmente, jadeaba de placer y alcanzaba a ver mis ojos en blanco disfrutando el delicioso momento de sentir su lengua larga intentando penetrar mi ano.
Me agaché un poco para mirar su verga, ahí estaba amenazante y deliciosa tambaleándose. Sentí sus dedos explorar mi raja ya humedecida de placer, su lengua es capaz de alcanzar mi clítoris en esa posición, y li hizo haciéndome suspirar al contacto, empecé a restregar mis nalgas en su cara. Luego se levantó para besarme, me parecía increíble tenerlo así, lo veía más hombre, y lo era, no recuerdo como fue que se estiró, el caso es que es ya más alto que yo, me colgué de su cuello y nos besamos como novios calientes, ni mis mejores amantes me han besado así, su lengua llegaba a la campanilla de mi garganta maravillosamente, sus dedos no dejaban de jugar con mi panocha encharcada.
Tomé su verga en mis manos, lubricada por el líquido trasparente que le escurría, me agaché para probarlos, sentía esa necesidad de mamar su verga, me bajé poco a poco, mi hijo suspiraba esperando mi mamada. Frente a su verga, la admiré, toqué sus huevos con mis uñas arañándolo para provocarle más placer, sus huevos se contraían, los lamí y besé, los chupé un buen rato, quería que me pidiera que se la mamara, se desesperó y lo hizo;
--¡YA MAMI, MAMAME LA VERGA, COMO TU SABES HACERLO!.No me importaba que me dijera mamá, nada, estaba dando la caricia más íntima que una mujer le puede dar a un hombre. Tomé su verga y lo miré a los ojos desde abajo, abrí la boca sin quitar la vista de él, pasé la lengua en la punta y recogí sus líquidos, recorrí el tronco masculino con mi lengua, veía como sus ojos se cerraban y volvían a mirar mi trabajo oral. Aspiré profundo y puse el glande en mi boca como si fuera una paleta lo chupé, y despacio lo metí en mi garganta, cuando llevaba la mitad ya tocaba mi campanilla, sentí sus manos en mi cabeza como si no quisiera dejarme ir, tragué todo su palo, mi cara chocaba con su vientre y así saqué la lengua para lamer sus huevos, me fascina estar así, me calienta mamar verga, es lo máximo, lo mejor para una mujer tan zorra como yo.
Sus piernas se tensaron, pero no quería que se viniera, aunque mi hijo a su edad me puede echar hasta cuatro palos, una nunca sabe. Me levanté y volvimos a besarnos como locos, le encanta besarme apasionadamente no sé por qué. Me volteó y se colocó detrás de mí frotando su verga en mis nalgas, lo tomé de la mano y lo guié a la cama, ahí me empinó y volvió a jugar con mi trasero, me hacía ver las estrellas con sus dedos en mis orificios, mis tetas rebotaban, no recordaba cuando había bajado mi sostén a la cintura. Miraba el espejo me veía caliente, mi hijo acariciando, agarrando y nalgueando mi trasero, sus manos se quedaban marcadas en mis nalgas blancas. Miré su verga más dura y grande que nunca, le pedí que me cogiera ya...
-¡YA AMOR, YAAAA, QUIERO SER TUYA. HAZME TUYAAAA!.- No perdió tiempo, apenas colocó su palo en mi panocha y la hundió sin piedad, tomaba el liguero como si fueran riendas de su yegua. Embestía con la fuerza de su juventud y energía trastornando mis sentidos y perdiéndome en la lujuria de ser cogida por él, mi propio hijo. Jadeábamos sin importarnos nada, estábamos solos, nadie sabía lo que estaba pasando en esa casa, si acaso sabían que solo estaba una mamá cariñosa y un adolescente, pero no imaginan la perversión que ocurre entre los dos.
Mi hijo parecía que me cabalgaba, esturaba las ligas, los tirantes de mi brasier, y a veces mi pelo, sus manos chocaban con mis nalgas como si arreara a la yegua de su madre, yo gustosa de darle ese placer.
Luego se quitó y me indicó que me subiera en él, se puso boca arriba y frente a frente me senté y metí su palo en mí, sus manos se aferraban a mis tetas que mordía y lamía, mientras yo aplicaba mis conocimientos en esa posición; hacía mis caderas hacia atrás y adelante, luego en círculo, no perdía tiempo, tocaba sus huevos para sentirlos afuera de mí, exigiendo entrar, me coloqué de manera que pudiera ver en el espejo. La vista era perversa, la verga de mi hijo desapareciendo en la raja de su madre ansiosa y gustosa de recibirlo en su interior. Mi hijo llevaba la batuta, me sostuvo de las caderas y me volteó, estaba boca arriba, mis piernas en sus hombros permitiendo una penetración total, sus huevos chocaban con mi culo mojado de nuestros jugos, no agente sus embestidas y arañando su espalda dejé escapar un orgasmo, le grité que me venía y aceleró para hacer lo mismo, su venida fue majestuosa, a borbotones salía su leche de mi vagina, yo estaba loca de placer al sentirlo vaciarse en mi útero.
No terminó ahí la cosa, casi de inmediato se sentó en mi pecho y jugó su palo con mis tetas, yo lamía cuando su glande se acercaba a mi boca, se puso boca arriba y me sostuvo de la cabeza, sabía lo que quería. Empecé a mamar de nuevo, su verga al instante se paró, me parecía delicioso el semen que quedaba de él, estaba empinada y él recargado en el respaldo de mi cama, sabía que miraba mi trasero reflejado en el espejo, entonces me pidió que moviera mis nalgas como si alguien me cojiera mientras se la mamaba, para mí no era difícil, muchas veces me han tenido así y lo hice.
-¡AHHH, MAMI, TE GUSTA LA VERGA DEMASIADO!.Yo no respondía, estaba ocupada con su trozo en mi boca.--¡ASÍ, MAMI, ASÍ, QUE RICO MAMAS!.
Se estiró para agasajarse con mis nalgas, metía un dedo, luego dos, yo recordé a "Juan", mi consolador, le dije que si lo sacaba y aceptó.
Me levanté, y aproveché para quitarme la tanga por completo poniendo mi trasero casi en su cara, fui al clóset donde escondo mi juguete sexual, él desde la cama miraba mi andar cachondo, me calentaba su mirada.
Cuando llegué con "Juan", se sorprendió, es muy grande, pero le dije que lo aguantaba, lo tomó y si perder tiempo empezó a jugar con él en mi raja, le di lubricante y empezó a meterlo, suave, hasta llegar al fondo, mi pelvis empezó a moverse rítmicamente mientras él observaba como su mamá podía tragarse con su panocha semejante verga. Luego me empinó, volvió a meter el pene de hule en mi raja y se acomodó detrás de mí, preguntó si me podía coger por el culo, yo asentí gustosa.
Colocó su verga en mi ano, lo metió casi a la mitad y yo empujé hacia atrás para sentirlo, la verga de hule en mi raja era sostenido por él mientras apresurado me poseía analmente.
Después dejó de cogerme así, sacó la verga de hule y la puso en mi ano, lubricó antes mi culo, yo misma abrí mis nalgas, y le permití que me penetrara el juguete, ya lo había hecho así que no me asustaba. Cuando ya estaba casi por completo, mi hijo expresaba asombro, empecé a mover mi trasero y él metía y sacaba el consolador por completo, primero lentamente y ya con mis nalgas descontroladas lo hizo sin piedad, haciéndome gritar como loca cogida. Como si adivinara mi pensamiento, sus dedos friccionaban mi clítoris, su semen se mezclaba con mis jugos abundantes, ya "Juan", entraba como "Juan en su casa", mi ano abierto lo recibía gustoso de la visita.
Mi hijo asombrado del espectáculo, sacó el juguete y me la metió violentamente diciendo palabras obscenas que me calentaban. Luego se quitó, pensé que usaría de nuevo el consolador, pero el cabrón lo que hizo me asustó en un principio, de un golpe logró meter su puño, mi culo se abrió al máximo, giraba su mano en mi ano y poco a poco lo metía más, pensé que desistiría con mis gritos, pero le importó poco, sentí que mi recto era invadido como nunca, su puño era lo más difícil, y cuando logró entrar el resto lo empujó provocándome unas ganas de defecar que le pedí que me la sacara. Lo hizo sacándome pedos como una desfondada, no me dejó reposar de la sorpresa y volvió al ataque, esta vez su mano entraba más fácil, y hacía como si fuera una verga, entraba y salía, yo no soporté y entre dolor y placer, un orgasmo magnífico invadió mis entrañas gritando como nunca, fue un orgasmo largo, muy largo e intenso, de los pocos que he disfrutado al máximo. Mientras me venía, el recorrido de su mano en mi interior me provocaba un placer delicioso, y ya en el último espasmo de mi venida, sentí un dolor tremendo, pero que me había dejado plenamente satisfecha.
Caí rendida, sentía que mi ano podía dar albergue a un poste de luz mercurial, estaba feliz de haber sentido eso, y mejor que fuera mi hijo al que se le haya ocurrido semejante locura. Mi cansancio fue tal que quería dormir, pero mi hijo quería eyacular. Entonces se puso frente a mí, metió su verga en mi boca y sin moverme un ápice, me cogía por ella, él hacía todo el trabajo, hasta que sus gemidos anunciaban que estaba a punto de vaciarse, sus manos se aferraban a mi cabeza, y dejó escapar su leche deliciosa, tragué sin dejar escapar ni una gota, sus huevos se contraían al paso d su semen, y al fin dejó de expulsarlo.
Sin sacar su verga de mi boca se recostó, y quedamos prendidos uno al otro, él en forma fetal, y yo con mi boca conectada en su palo, hasta que se bajó por completo.
Así despertamos, mi cara frente a su verga que estaba dura aún él dormido, me acomodé con él y lo contemplaba, me parecía increíble lo que hacíamos él y yo. Un amor que es incestuoso me está llenando como nunca, y nada me importa, es mi hijo pero me hace la mujer más feliz, y estoy contenta con perversidad incestuosa.