Perversa venganza
Este es mi primer relato en esta pagina...espero que se del agrado de todos ustedes, posibles y deseados lectores...desde ya gracias...
Bien…podría llegar a funcionar”, pensó el joven.
Desde que había terminado su relación con Laura, sus días habían transcurrido como si lo envolviera una gran penumbra y una exasperante monotonía que lo había sumido en el alcohol, apenas si comía y no eran pocas las noches en que se levantaba sobresaltado, como si las paredes lo aprisionaran entre los ecos de una risa malévola y perturbadora, y en el aire pareciera desvanecerse una sonrisa pícara que seguramente debió dibujarse en el rostro de la muchacha, al momento de la última llamada. Aún recordaba sus palabras: “Lo sé, te engañe…siempre tan inocente bebé…vete acostumbrando…no seré ni la primera ni la última que lo haga…”
Lo que no se perdonaba a sí mismo, era el hecho de haber caído rendido a sus pies, cuando algo adentro suyo parecía advertirle lo que sucedería. “Qué tonto he sido”, se repetía. Pero el tiempo de las lágrimas había pasado. Debía actuar, y pronto. La venganza era inminente. El aviso en el periódico le dio el toque final a su plan finamente elaborado: “ Sandra. Servicio completo a hombres y mujeres. Experiencia total. Perversión asegurada”…
Memorizó el número telefónico del aviso y marcó. Al otro lado, una voz de una sensualidad que parecía colarse por el tubo del aparato y que hubiera erizado la piel a cualquiera que hubiera tenido la oportunidad de oírla, aún con palabras tan sencillas, dijo: “Hola. ¿Quién habla?”
Lisandro trató de concentrarse y mostrarse firme: “Alguien que desea contratar sus servicios.”
- “Bien, ¿qué desea?, replicó la mujer.
- “Quiero que esté disponible para mí, durante toda una noche y esté dispuesta a hacer lo que le ordene y con quien yo se lo ordene. ¿Me comprendió, no?”
- “Por supuesto.”
- “Bien, quiero verla el viernes a las 21. 30 horas en la estancia “Las rosas”, en las afueras de la ciudad. La estaré esperando en las cercanías en un coche negro y de vidrios polarizados. No se preocupe por el dinero. Al momento de vernos le entregaré un cheque con el monto que usted disponga.”
- “Bien. Lo veré ahí a la hora indicada.”
- “OK. La estaré esperando. Espero que no me falle. Digamos que no quiero perderme la oportunidad de hacerle pasar a cierta persona que conozco, la mejor noche de su vida. Para esto, la necesito a usted. Una cosa más: es una fiesta formal. Nos vemos ahí.”
- “Como usted diga señor. Allí estaré”.
“La mejor noche de su vida”, balbuceó para sí mismo el joven, con cierto sarcasmo… “aunque, podría ser, más bien, la peor ¿no?”.
El reloj marcaba las 20.30. Terminaba de bañarse. Antes había estado haciendo flexiones de brazo. Era algo que le ayudaba a despejarse cuando estaba nervioso. Debía mostrarse seguro o el plan podría echarse a perder. Se vistió rápidamente. Guardó la chequera en uno de los bolsillos e la camisa, la invitación en otro y se dispuso a partir. Antes constató que llevaba el celular, que permitía sacar fotografías con alta resolución incluso, con escasa iluminación. “Perfecto, esto es algo que no podía olvidar en esta ocasión tan especial”, pensó para sí mismo.
Media hora de viaje y ante él apareció la estancia. La edificación, desde donde estaba, resultaba imponente, pero la belleza del paisaje no era menor. Un sendero que conducía al casco de la misma, se introducía por entre un bosque de pinos, y de telón de fondo, se podían apreciar unas lomadas que le daban al lugar, un aspecto de ensueño.
“No será lo único bello esta noche. No señor”, pensó el joven.
La fiesta de cumpleaños de una conocida que tenían en común con su ex, era el momento indicado de llevar a cometido sus intenciones. “Allí estará, no se me escapará otra vez”.
Aparcó el coche junto a otros, y se dispuso a esperar. Pero no había terminado de acomodarse el nudo de la corbata, que por el espejo retrovisor, vió a una mujer, acercarse a la puerta del acompañante. Sin más preámbulos, se introdujo en el auto. “Soy Sandra”, aclaró. El joven, por más que lo intentara, no pudo emitir respuesta alguna. De nuevo, replicó la mujer: “Espero que no me hayas echo venir hasta acá por una mamada primeriza, ¿no es verdad?”.
“Por supuesto que no”, alcanzó a murmurar Lisandro. No podía concentrarse en lo que debía decir. La piel blanquecina de Sandra, contrastaba con el rojo carmesí de su vestido, provocando un impacto repentino a quien posase sus ojos sobre ella; más precisamente, sobre sus turgentes senos que dejaba entrever el pronunciado escote. Sus ojos de un azul profundo, las delicadas pecas de su rostro y su rubia cabellera, recogida en un elaborado rodete, que a su vez, dejaba al descubierto las delicadas líneas de su cuello, brindaban un espectáculo único, capaz de poner a mil por horas a quien lo contemplase. Pero una vez que el joven apartó la vista de la dama, la mente se le puso totalmente en blanco, pues, hacia tiempo que su corazón había perdido cualquier sensibilidad anta cualquier efecto, producido por el sugerir femenina. Lo único que tenía como objetivo, era consumar la venganza, y nada más. Por eso se apresuro a decir:
“Bien. Primero que nada, dime el monto así te entrego tu cheque. Como habíamos pactado pro teléfono.”
“Son nueve mil quinientos pesos. Esos quinientos en vista al vestido que tuve que comprarme para asistir, como podrás ver.”
“OK. Aquí tienes. Siempre cumplo con mi palabra como te habrás dado cuenta. Ahora bien, tendré que pedirte que te hagas pasar por mi pareja esta noche, único pretexto que pude encontrar para permitir que puedas ingresar esta noche. ¿Crees que funcionará?
“De no ser así, haremos que funcione igual. Al respecto, no hay problema.”
-“Bien, otra cosa. Una vez adentro, te indicare quien es la persona para la cual te he contratado. He podido constatar que no hay muchas mujeres que brinden servicios a otras mujeres y que encima de eso, tengan la experiencia suficiente que requiere un trabajo de estas características. ¿Me comprendes? Además, me decidí al leer “perversión asegurada”. Creo que eres la indicada.”
“¿Qué quieres que haga por ti entonces?”
“Quiero que bajo cualquier pretexto, la saques de la sala, y digamos, le hagas ver las estrellas mientras se retuerce de placer. O de dolor. Eso lo ves tu. ¿Fui claro?
“Por supuesto”.
“Para constatarme, estaré cerca de tuyo, observando tu accionar. ¿Me expresé bien, no?
“Déjame recordarte que yo también cumplo con mis palabras querido. Bajemos.”
El ingreso no fue problema alguno. El hombre dedicado a la seguridad siquiera constató los nombres en la invitación. Estaba demasiado entretenido en la “mercadería” oculta, o más bien, disimulada tras la fina tela del vestido de la mujer.
Una vez ubicados en sus mesas, la cena trascurrió sin sobresalto alguno. Lisandro no pudo dejar de impresionarse ante los exquisitos modales de Sandra, sus conversaciones con los demás invitados y con la cumpleañera misma. Parecía como si tuviera la capacidad de anticiparse a los hechos, de leyendo las miras y gestos de quienes se acercasen. “Parece como hubiese sido engendrada para seducir a quien se le cruce en su camino”, pensó el joven. “Bien. Así es como me imagine este momento. Espero que nada arruine mi plan”.
No bien levanto la vista, observó por primera vez en la noche a Laura, atravesando la sala con su habitual forma de contornear las caderas. Sugerente hasta en el andar, parecía emanar sexo de cada poro de su cuerpo. Obviamente, los hombres que asistieron a la fiesta, lo percibieron al instante. Todas sus miradas parecían reposar en ella, al momento de pasar a decir unas palabras para la homenajeada.
El joven la observaba de otra manera, como si sus ojos estuvieran empañados por una lasciva perversa. Más bien, veía más allá de ella: hacia lo que acontecería en no mucho tiempo.
Pero aún así, volvió a percatarse del cuerpo de la muchacha, como queriendo recordar las noches que había pasado en su lecho, junto a ella. Su memoria se había cubierto de sombras, como si hubiese caído a un abismo del cual era difícil salir. La salida, sólo sería asequible si cumplía su plan. “Bien, parece que no has cambiado en nada perra. Sigues tal como estabas”, pensó Lisandro.
Un vestido de encaje blanco, que ajustaba cada centímetro de su cuerpo, como si lo aprisionara, y lo único que la joven deseara, es que se lo despojaran, dejándola totalmente desnuda allí mismo, ante la atenta mirada de todos. “Poco le importaría a esta zorra.” La prenda, parecía resaltar su tez morena y su cabello, de un profundo azabache, se deslizaba hasta la espalda de la muchacha.
“Vas a tener que recoger su pelo antes de quitarle el vestido”, replicó Lisandro a su acompañante, con una pícara sonrisa en su rostro.
- “Así que es ella, ¿eh? Esas cuestiones la dejamos a mi criterio”, respondió con una seriedad inusitada Sandra, como advirtiéndole al joven, que debía medir cada una de sus palabras esa noche.
Lisandro sólo pudo salir de su asombro, cuando vió que Laura se dirigía con una copa hacia su mesa. “Debe haberme visto apenas estacioné el auto, Típico de esta perrita ninfómana”, pensó.
- “Hola bebé, ¿qué haces acá esta noche? ¿Viniste a enrostrarme que conseguiste una pareja más bonita que yo?”, dijo la muchacha, combinando su sonrisa más picaresca con un cumplido hacía Sandra, a quien, parecía, no podía quitarle los ojos.
- “¿Y esta dulzura quien es?, replicó la susodicha. Ya sé, debe ser tu ex ¿No? De verdad estoy enfadada contigo amor, por no advertirme que era semejante belleza. De lo contrario nos hubiésemos conocido antes, ¿no?”
La respuesta, volvió a asombrar a Lisandro. “Dios”, pensó. “Qué mujer, se anticipa a todo. Esta noche saldrá todo a la perfección. Su aviso era totalmente cierto, la experiencia a su máximo exponente. ¡Supo cómo seguirle la corriente a la pendeja al segundo! “
“Brindemos por nosotros”, adujo Sandra. “Por nuestro futuro, y por ver a esta divinura en la pista de baile”. Lisandro, no pudo dejar de notar como el rostro de Laura se sonrojaba apenas dio media vuelta y se encaminaba al centro de la pista.
Al instante, Sandra se levantó de su asiento y sin más miramientos se dirigió a donde estaba la joven, balbuceando palabras que el muchacho no alcanzó a dilucidar. “Bien”, se dijo a sí mismo, “en segundos estará desvistiéndola en el bosque. ¡Qué noche!”, mientras esbozaba una sonrisa maquiavélica de la que sólo el mismo, podría haber adivinado el motivo.
En pocos minutos, Sandra se encaminaba junto a Laura hacia las afueras de la sala, pero antes, le dirigió un leve gesto con la cabeza a Lisandro. Era la señal esperada.
- “¿A dónde me llevas preciosura?, dijó la joven, con el tono más inocente que pudo ensayar.
- “A donde conocerás el placer que sólo la experiencia de una mujer puede mostrarte”, respondió Sandra, al tiempo que hacían un alto en un claro, en medio del bosque.
Sin mediar más palabras, tumbó a Laura sobre el pasto, mientras le propinaba un beso por demás de salvaje, mezclando su lengua y saliva, con las de la joven. Sus manos se entrelazaban por momentos, y por momentos, se posaban en los senos de ambas, tironeando sus vestidos. Pero Sandra no dudó de utilizar toda su experiencia y mostrar a la muchacha que la que daba las órdenes, era ella.
“Bien muchachita…”, balbuceaba, pues los carnosos labios de la joven, recorriendo surostro y cuello, le impedían continuar. Sabiendo que debía tomar de una vez por todas el mando, pues de lo contrario, la situación se le iría de las manos, prosiguió: “Mirá pendeja putita, ¿sabes lo que vamos a hacer para que esto se torne más placentero?”
“Noooo, decime vos amor”, replicó la joven mientras intentaba introducir su mano por debajo del vestido de Sandra.
“Ponte junto al árbol y te digo.”
Con un fuerte empujón, que hizo que la joven se estremeciera de verdad, la azotó contra un árbol, el cual como bien sabía, no debía ser muy grueso para permitir que cruce por detrás las extremidades de la joven y lo suficientemente fuerte como para contener las convulsiones corporales que instuía que proseguirían. Acto seguido, tomo los brazos de Laura, a esa altura sumida en un estado de duda total, y los cruzó por detrás del árbol, y le colocó unas esposas que traían en su cartera. Ante la atónita mirada de la muchacha, abrió las piernas de esta y de un enérgico tirón, le quitó la diminuta tanga, a esta altura, totalmente empapada de flujo vaginal.
- “Dios… ¿qué haces?”, bramó Laura.
- “Nada que ninguno de los cabrones con que has follado haya intentado hacer. Pero…¿sabes cual es la diferencia entre ellos y yo? Es que tengo las agallas suficientes como para hacerte lo que quiera sin el menor cargo de conciencia. Además…para eso me contrataron, ¿o no?”
Luego de decir esto, tomó la prenda y amordazo a la joven, quien no pudo contener las arcadas de estar impedida de hablar y tragar, porque en su boca estaba aprisionada por una tanga húmeda y olorosa…su propia tanga húmeda y olorosa…
- “Porrr favorrr”, parecía querer decir Laura…
- “Hazme el favor tu, de estarte calladita un rato ¡pendejita puta!”, contestó Sandra. “Hay alguien que te quiere saludar en esta ocasión tan especial”.
La mirada de la joven cambió completamente al percibir, que la silueta que se acercaba hacia ella, era nada más ni nada menos que su ex novio… “¡¿Lisandro?!, ¿eres tu?”
- “Ja, asi quería verte ¡putaaa!, ya no pareces tener los ánimos tan cachondos de hace un rato, ¿no?”, dijó el susodicho. “Bien, Sandra, ya sabes que hacer”
En ese instante, la mujer separó bruscamente las piernas de la joven, como había echo hacía rato, y penetró con su lengua la vagina de Laura, que estas apenas pudo tenerse en pie, si no fuera por el árbol, hubiese caído de bruces.
Pero Sandra no se detuvo ahí, sino que siguió recorriendo con su lengua, cada centímetro del sexo de Laura, estimulándola, provocándola, deteniéndose por ratos, a dar un par de mordidas en el clítoris de esta, frotando con sus manos los labios vaginales de la joven.
- “¡Hummm, ahhhhhhh, Diooooooossssss!”, se le oía decir...
“Sigue así Sandra, haz lo tuyo”, exclamó Lisandro, quien a esa altura, había desprendido su cinturón, bajado su pantalón y boxer, para tocar su generoso pene. Las medidas del miembro del joven, impresionaron tanto a Laura como a Sandra, pero esta, lejos de desconcentrarse, continuo minuciosamente con su tarea.
“Bien”, dijo la mujer, “creo que ha sido suficiente por hoy.”
Esto pareció relajar a Laura, que se dejo caer, apoyando sus rodillas en el suelo, mientras seguía aferrada al árbol. A la luz de la luna, que penetraba por el claro del bosque, podía verse un pequeño charco, síndrome de que la joven había alcanzado varias veces el frenesí.
- “Ja. Mira que eres idiota tontita…¿te pensaste que esto terminaría aca?”, prosiguió Sandra. “Esto recién ha comenzado”, dijo en el tono más autoritario posible, totalmente despojado de la sensualidad que había mostrado al comenzar la velada.
En ese instante, y mientras Lisandro seguía tocándose en las proximidades, la mujer sacó de su bolso un strap-on, un dispositivo con forma de pene, de aproximadamente veinticinco centímetros, que se aferraba por un cinturón a su cintura. Ante el ruego de piedad que se desprendía de la mirada de la joven, y a pesar de sus lamentos, la desató del árbol, tomó el pene de goma con una mano, y con la otra aferró a Laura de sus cabellos, provocando un quejido, apagado por la mordaza, y con una fuerza sobrehumana, cargada de odio y perversión absoluta, enterró la boca de la muchacha en el artefacto, manteniéndola así durante unos segundos que para esta, eran eternos. “Arrrggghhh”, era lo único que podía oírse de la boca de Laura.
De la misma manera que lo había hecho antes, de un solo impulso desprendió a la joven del pene de goma. El contacto de esta con su lengua, le había provocado repetidas arcadas, que no fue capaz de contener por mucho tiempo, y llevaron a que la joven se arqueé y vomite una mezcla de bilis y saliva. Obviamente, a este ritmo, el miembro de Lisandro ya estaba a punto de explotar, pero este no podía dejar de contemplar la situación.
Aprovechando que el aparato estaba lo suficientemente lubricado, Sandra, tomó a la joven de los brazos, y luego aferrándose a la cintura de esta, ensarte su sexo en el strap-on, con un impulso tal y al estar también la vagina de la muchacha impregnada de flujos, el balanceo se dio sin demasiada dificultad. Más, esto no impidió que a pesar de estar amordazada, la lengua de la joven intentará hacer a un lado su propia tanga, para poder dejar soltar un alarido, que a no ser por los fuegos artificiales que formaban el sonido de fondo, su eco en las profundidades del bosque se hubiera oído en la propia mansión.
Inmediatamente, y con su pene a mil, Lisandro, ni lerdo ni perezoso, se aproximó a Laura, y aprovechando la postura de esta, con su generosa y tierna cola aputando hacia arriba, comenzó a separar sus nalgas para enterrar su lengua en el diminuto ano de la joven. El tamaño del agujero le impresionó: “Así que eras virgen por detrás…mirá vos, que cosa…te creía mas avivada…se ve que a los cabrones que te cogías mientras estábamos de novio y a los que te seguís cepillando, le pones límites ¿eh?”
La joven apenas pudo balbucear palabras incoherentes; el placer que sentía era extremo, profundo, salvajemente desenfrenado.
En ese instante, Lisandro se levantó, e introdujo de una vez su pene en la boca de su ex novia, mientras la tironeaba del pelo, provocando movimientos oscilantes con su cabeza. El contacto de veinte centímetros de carne dura y erguida, con las paredes de su boca, la campanilla y la propia garganta, hizo que la joven vuelva a sentir innumerables arcadas, pero la presión del pene impidió que pudiera lanzar otra vez. No bien apartó Lisandro, su miembro de la muchacha, esta vomitó nuevamente, esta vez, sobre el vestido de Sandra, quién le propinó una feroz cachetada en sus cachetes y prosigió los azotes en los tiernos pechos de Laura: “No se si sabes, niñita consentida de papi, que este vestido me costó quinientos pesos, promiscua barata.”
La respuesta de la joven, fueron un larga e interminable secuencia de insultos a medio terminar y gemidos ahogados por los infinitos hilos de saliva, bilis y semen que inundaban su boca y colgaban de su mentón.
Esta escena, excitó a Sandra, que trato de incorporarse, sin dejar de penetrar vaginalmente a la joven, y le succionó los líquidos y residuos que se desprendían del rostro de esta. Luego, de hacer unas cuantas gárgaras, y mezclando todo con su propia saliva, le propinó un escupitajo en el cuello de la joven, dando lugar a una imagen muy morbosa a los ojos de Lisandro.
Este, no pudiendo contener más sus impulsos, enfiló su pene al ano de la joven, bastante lubricado ya, y apoyando la punta del miembro en la entrada del agujero, penetró sin miramientos a la muchacha. Veinte centímetros, de una sola vez, con total vigor e impulso, hicieron que la joven gritara de una manera incontrolable, que sus piernas desfallezcan, y entre en un estado tal, que todo parecía girar a su alrededor. “Aiiiiiiiii maaaammmá! ¡mmmmmmm!”, vociferaba Laura.
El dolor que sentía, producto del ardor provocado por la constante fricción que ambos penes provocaban en sus dos cavidades, se transformó, luego de un rato, en una excitación incontrolable; gritaba, gemía, rasguñaba. Cada una de estas, era correspondida por parte de Lisandro y Sandra, con tirones de pelo y fuertes cachetazos a todas las partes de su cuerpo. Sentía que no podía más, que iba a estallar, y al momento de quitar sus penes, tanto el joven como la mujer a quien había contratado, pudieron ver cómo Laura, convulsionaba, se retorcía y maldecía, al tiempo que sus innumerables orgasmos se combinaban con la emanación de heces de su ano y el verter de orina de su vagina…por lo visto, el cuerpo a Laura, ya no le respondía…
- “Ahhhhhhhhhhh, mamá, mmmmmmm, síííííí, soy toda de ustedes”, gritaba la muchacha mientras estallaba en interminables orgasnmos, y veía fluir de su cuerpo, todo lo que nunca hubiera imaginado.
Aprovechando el grito de la joven, Lisandro tomó su pene y eyaculó sobre el rostro de Laura. El primer hilo de semen golpeó con tal fuerza el ojo de la muchacha, que tanto este como el propio párpado, permanecieron de un tono rojizo, como si se tratará de un minúsculo moretón. El resto, fluyó hacia el resto del rostro, que desbordó, provocando que una cantidad considerable de semen se precipitara por su cuello, senos, torso y formaran un charco, justo debajo de la vagina de la joven. Jamás imaginó Lisandro que de su pene podía fluir tal cantidad de semen. “Bueno, es obvio”, pensó, “me dejaste caliente por meses pendejita cabaretera.”
Lejos de parecer el final, Sandra, tomó de su bolso unas pinzas, que apretó sobre los senos tiernos y jóvenes de Laura. Mientras le propinaba cachetazos en las nalgas, le dijo al oído: “El ya tiene lo que buscaba, ahora, yo quiero terminar lo que empecé.” Al instante, recogía con la punta de su lengua, cada residuo que encontrase disperso por la faz de la joven, que a esa altura, era la exacta mezcla de las lágrimas vertidas, la negrura del rimel que se había corrido de sus ojos, bilis y saliva, producto de sus arcadas y una enorme cantidad de semen. Mientras Sandra procedía de esta manera, Lisandro levantó la pierna derecha de Laura, y la penetró por el ano nuevamente (el agujero a esta altura, estaba totalmente dilatado e hinchado, consecuencia de la brutal pentración anal sufrida antes), y por momentos, sacaba su pene, para incrustarlo salvajemente en la vagina de la joven, cuyos labios, que había sufrido el bombeo de un pene de goma de veinticinco centímetros, podían adaptarse ya al del joven.
Laura, estaba a su entender, prácticamente, en el paraíso. El dolor más bestial del inicio, había dado paso al placer más profundo que podía sentir una mujer: sus dos cavidades ocupadas hasta el fondo por el miembro de su ex y su clítoris recorrido, succionado y mordido por una desconocida que olía a perfume francés. Aprovechando el ensimismamiento de la mujer en su respectiva labor, tomó con sus manos los senos de esta, besando y jugando sus delicados pezones. Esto fue una sorpresa para Sandra, que no pudo reprimir un “ahhhhhhhhhhh”, que se combinaba con los frecuentes y prolongados “mmmmm” de la joven. Pero esto duro poco, al segundo, la mujer respondió con un cachetazo hacia las nalgas de la joven, que casi la derriban, si no fuera porque Lisandro la sostenía de las caderas mientras la penetraba.
El joven, bañado en sudor, moviendo frenéticamente su cuerpo al ritmo de la penetración que propinaba a su ex, sabía que no podía aguantar más: “Me corro, me corro”, gemía. Pero las mujeres, absortas en lo suyo, no lo oyeron. En ese momento, se detuvo a contemplar más detenidamente a Sandra: pechos turgentes, una piel suave de un blanco angelical, nariz perfecta, labios delicados, dientes perlados, ojos azules y profundos. Esto parecía potenciarse con el ímpetu y prepotencia demostrado por la mujer al momento de tomar partida del acto sexual.
“Ya veremos quien manda ahora”, pensó. Y sin decir nada, sacó su pene de entre los labios vaginales de Laura, se encaminó detrás de Sandra, quien sin percatarse de ello, dejó escapar un estrepitoso: “arrrrggggghhhhh”, al ser empalada vía anal, seguido de un “mmmmmmmm”, al ritmo del bamboleo impuesto por el miembro de Lisandro.
“Te gusta puta echa y derecha, ¿eh?, pues toma un poco más”, gritaba el joven, que al limite de sus fuerzas, y ante la atónita mirada de Laura, y los ojos en blanco por el frenesí, de Sandra, sacó su pene y sujetando con fuerza a ambas, de sus cabellos, las arrimó, para acto seguido, descargar su segunda corrida. Decenas de hilos de semen salieron despedidos hacia los rostros y cuerpos de ambas mujeres, quienes, luego de la venida de Lisandro, poco se distinguían en cuanto a rasgos, bajo la espesa cantidad de semen que se precipitó sobre ellas. Sandra, que no había entendido nada del actuar de Lisandro, tenía la boca abierta al momento de la corrida, por lo que aún pasado un rato, seguía despidiendo lo que había tragado, en un sin fin de arcadas.
-“¿Qué hiciste cabrón?”, exclamó Sandra.
Pero Lisandro parecía no oírla. Dirigiéndose hacia sus prendas, tomó el celular de uno de los bolsillos de su pantalón. Una sonrisa pícara y lasciva se dibujo en su rostro: “Sonrían mis amores, sonrían.”
Se quedó observando unos segundos a Laura. Parecía la escena de una película porno que había visto, en la cual tres hombres abusaban de una jovencita. “Bueno”, “esto no estuvo tan lejos”: de sus párpados caían rastros de semen que teñían su rostro junto con el rimel y el lápiz labial que se habían corrido de sus pestañas y labios. Más hilos de esperma se precipitaban por su cuello hasta los senos de la joven, para luego caer en dirección a su vagina. De esta, se deslizaban por los contornos de sus piernas, fluidos además de heces y orina que el cuerpo de Laura había despedido.
Ciertamente la imagen reflejaba morbo total. Mirando a la muchacha, replicó: “En cuanto a ti, por mí quédate donde estas, pero como souvenir de una nueva noche que hemos pasado junto, y luego de tantos meses de abstinencia, me llevo una prenda tuya, ¿o no preciosura?” Acto seguido, se apresuró a tomar la tanga que amordazaba a Laura, y que esta había dejado caer en alguno de sus primeros gemidos orgásmicos.
-“¿Y tu Sandra, qué haces? ¿Tan pronto te retiras, sin un besito de despedida siquiera?” En sus palabras y gestos parecía haber recuperado la confianza que hasta hace pocos meses se tenía. A partir de ahora podría llevar adelante una relación con total entereza. Se sentía lleno de vigor. Ya no volvería a ponerse en duda su virilidad de cara a una mujer.
- “¿A mí me dices que qué hago?”, replicó la mujer. Si tu fuiste el que cometiste semejante estupidez, propia de un primerizo impulsivo, un cachorrito en celo, ¡pedazo de idiota!” Decía esto, mientras intentaba desprenderse los hilos de semen que se deslizaban por sus labios, mejillas, que rodeaban su cuello y caían por sobre el escote hasta terminar formando un espeso charco, en la falda de su vestido. Su piel blanquecina, parecía resaltar aún más, bajo la luz de la luna, bañada literalmente en esperma del joven. “No me llames nunca más cabrón, ¿me oíste bien?”
-“Viste que al final de cuentas, no cumples con tu palabra golfa”, apresuró a contestar Lisandro, mientras observaba retirarse rápidamente a la mujer.
- “¿De qué estás hablando?”, vociferó Sandra. “Yo siempre cumplo con mi palabras.”
El joven, sin inmutarse apenas, y mientras encendía un cigarrillo con aires de triunfo, exclamó: “¿A no? ¿y qué me dices de la supuesta “perversión asegurada” del aviso? ¿Acaso habrá sido demasiado para tu experiencia? ¿Qué tienes que decir al respecto?”