Perversa Famila (2) aficiones zoo de la abuela
Ya en Barcelona, mi abuela Gertrudis, y mi tía Gelmira se adentran en el mundo de la zoofilia más audaz e impensable.
Viaje y Estancia en Barcelona, las perversiones zoofilicas de m, abuela y mi tía.
Cumplida la misión con mi abuela, pronto esta desde el manejo familiar, hizo que surgiera un viaje a Barcelona, para la compra por parte de mi padre y abuelo de unos sillones delanteros para su nuevo coche, y allá nos dirigimos con mi tortugo en el maletero, con mi abuela y mi máma, y yo atrás y los dos patronos de la casa delante.
Fue un viaje medianamente tranquilo, en el cual Sandokan se mostraba inquieto, tal vez le llegaba las feromonas de la abuela, fuera como fuese, Gertrudis iba preparando a mi mama, para un posible acoplamiento, dejó que su hija acostase su cabeza sobre su cabeza y para que no le diera la luz la tapó con una manta, aunque me imaginaba viendo la cara de la abuela, que lo realmente pasaba debajo de las mantas era que mi madre iba tirando del teto del querubín y haciendo que su madre se corriera de gusto pese a los años.
Mi abuela a su vez metía los dedos entre las bragas a su hija y me mostraba aquellas esquitases que yo quería probar, no en vano pasé un dedo por ellas y aquello prometía ser de muy buena calidad y muy sensible a las caricias, cuando mi mamá Lidia, sintió que por sus bajos nadaba alguien más que su madre. Pero la abuela le metió un achuchón ante su querubín, que la otra entendió perfectamente que sucedía.
Llegamos a Barcelona y pronto mi abuela se ocupó de la logística, ella y yo nos iríamos a casa de Gelmira, Floro y mi padre se quedaban a sus anchas el piso de Gracia ymi mamá se iba hasta la casa de su hermano Antonio, para sus cosas y buscar el nene que nos teníamos que llevar durante unos días a Madrid.
O sea que todos quedábamos durante varios días a nuestro libre albedrio.
Llegar al chalet zoo de mi tío, al que la abuela había embaucado para que se fuera detrás de una de sus filipinas, nos dejó el campo libre, para organizar nuestros proyectos, que eran satisfacer las querencias de mi abuela, pervertir si cabe más aún a Gelmira, beneficiármela, y así durante dos interminables días.
Al recalar en zoo, pronto dejé a Sandokan con sus nuevos amigos, y seleccioné a aquellos que podrían servirme para deleitar a mi perversa familia, y por allí andaban a su aire un cerdo japonés, un tapir y un mapache, un par de cisnes, varios ponys, varios patos. Etc.
Seleccioné para un posible apareamiento para Gelmira y Gertrudis pues era época adecuada al tapir, al cerdo vietnamita de casi unos 50 kg largos, un bello cisne y de los ponys, y me fui de compras a Barcelona, para hacerme con unos especiales animalitos para mi abuela, que a buen seguro que le gustaría la sorpresa.
Concluidos los preparativos, no reunimos antes de la cena, para el primer acercamiento al tema zoofórico, pues Gelmira, al no contar con la ayuda de su marido era un poco lela, a la hora de darse placer, y se conformaba con los tíos, y la monta por su perro San Bernardo, y los vano intentos con otros animales, aunque le caía la baba al verlos por la finca con sus penes fuera.
Lo primero fue presentarme pues hacía años, que nos veíamos, y la verdad es que estaba cañón, toda ella muy proporcionada y un tanto ligera a la hora de orgasmos, que le venían de continuo, con solo imaginar la escena, podía correrse.
Por tanto, la abuela se encargó de ponerla a tono y dejarla para que yo me la pudiese beneficiar a capricho. La abuela la puso a cuatro patitas, y con su alto chumino, ahora muy afeitado, en pompa, y Gertrudis le dio a chupar a su querubín, para que este mostrase un buen cañoto, en ello estaba Gelmira haciéndole crecer el gran clitóris, cuando le acerqué a Gelmira a Danilo, un enorme cisne macho que estaba más salido que un tren pues le servían para sus escarceos hasta las pequeñas pitas japonesas.
Lo cierto es que el cisne siempre ha estado presente en el imaginario zoo de ahí la imagen de Leda y el cisne, y la verdad es que no es fácil hacérselo con un cisne, pero de todo hay en la vida y así lo contaba W.b Yeats Un espasmo en la entrepierna concibe el muro caído, el techo y la torre ardiendo, a Agamenón y su muerte. Tan impotente, tan rendida ante el brutal hijo del aire, ¿unió ella al recibirlos el saber y el poder antes de que el indiferente pico la dejara caer?
No es que fuera la d dios, el pene del cisne, pero sentir como el sacacorchos que tiene te entra y sale en un momento, casi que visto y casi qué sentido, pero todo ese plumón encima de Gelmira sintiendo las patazas del cisne y como este buscaba el cuello de mi tía era toda una perversa escena, que si el bien el orgasmo físico por la introducción del pene del cisne, no es que fuera la de dios, pero el orgasmo mental de verse en esa escena tan histórica hizo que Gelmira quedara alelada, por lo cual acaba la cópula, limpié de restos el culamen de la buenorra tía y le encalomé mi príapo, que ese sí que lo sintió entrar sin previo aviso ni condón, quería la muy zorra desasistirse del pollonazo, pero era hora de preñar a alguna hembra de la familia, y que mejor que a Gelmira, , los retorcimientos de su cuerpo, las arcadas porque la abuela le apretaba contra su diminuto chumino y mis zurriagazos, hicieron que el orgasmo de los tres se acompasara, pues verme allí con las tetazas de mi vuela bamboleando, ésta dejándose chupar hasta atrás, yo intentando alcanzar la boca de mi abuela para el preceptivo morreo, y mi tía bajo nuestros cuerpos era sublime, y la corrida dentro fue monumental, allí la retuvimos por sus buenos instantes para que el semen llegara a donde tenía que llegar.
Nos tomamos un descanso para bañarnos y cenar un poco y luego los tres juntitos a la cama, a saborearnos y prepararnos para el día el día siguiente.
Amanecimos bañado en sudor y en semen, y eso era bueno para nuestros planes, lo cierto es que Gelmira quería que la ayudaramos a ser follada por uno de lospnis, o por el tapir que quería la abuela, y yo era de la idea que eso era mucha polla para mi Gelmira, a la que ya había catado y no era ni su culo ni su chichi, como dar cabida a tanto mondongo, por tanto convinimos en dejarla saborear las dulces mieles del cerdo vietnamita, que se follaba todo lo que había por casa, y varias veces, era una maquina cuando se ponía follar, y esta era la ocasión.
Preparé la escena colocando a mi abuela a cuatro patas en una especie de estructura donde se pudiera agarrar e impedir que el tapiz le calzara los 50 cemt de polla que tiene, pues lo que se le venía encima, ni era pequeño ni su herramienta era una nimiedad, pero Gertrudis, quería cerrar su periplo erótico haciéndoselo con un tapir de las tierras bajas que tenía mi tío en su particular zoológico.
Aproveché la ayuda de Gelmira para que hiciera de mamporrera, y le diese un cierto tratamiento aceitoso a nuestro Belequio, que se mostraba muy dócil y sociable, pues fue ver a Gelmira, casi que en cueros y ponerse medio a tono, le indiqué a mi tía que le hiciese una medio paja con sus manitas, y si quería dar una lengüetada a buen instrumento a modo de flauta podía hacerlo, y a buen que Belequio se lo agradecería.
Cuando llegó Belequio a la estructura, traía cogida a su trompeta sexual a mi tía que no dejaba de refocilarse con ella por la carea y las tetas, ya que decía que aquello que manaba de la polla de Belequio tenía que ser bueno, dada la naturaleza del bicho, Belequio nunca la había visto más gorda, una tía que le pajeaba de manera continua, y otra que se abría de patas para que su trompeta la taladrara, avisé a la abuela de la inminencia del pollazo, que Belequio tanteo por toda su culera, buscando el agujero caliente, Gelmira le sobaba los huevos e intentaba digirir aquel largo manubrio que Belequio lanzaba a modo tanteador, hasta que encontró lo que buscaba, la corona del glande se hizo flexible y allá calzó a la abuela unos cuantos centímetros de polla, al menos unos casi que 35 cm se los encalomó dejando a esta turulata del pollazo tan tremendo y más cuando ya dentro de la vagina la corona se hizo hueco para dar paso a la inseminación.
La estructura aguantó a Belequio que le retuvo por el collar, sino a Gertrudis le sale la polla del tapir por la boca. Se retiraba Belequio del pollonazo, y la abuela gritaba , follame cabrón no me dejes, dame más, parecía que Belequi daba por concluida la acción copulatoria, pero un firme manejo por parte de Gelmira, sobre la sabrosa corona del glande de tapir que tenía flujos propios y de Gertrudos, hizo que de nuevo Belequio se animara a darle otro pollonazo a la abuela Gertrudis que se desmoronó de gusto y placer y ya totalmente satisfecha, Belequio tardó en retirarse, fue dejando que su polla se fuese lentamente de la vagina de Gertrudis que vertía semen a raudales.
Cual no fue mi sorpresa que Gelmira intentaba reanimar a Belequio a rearmarse y que le diera a ella también su ración de polla, si que cogio la polla y se la puso en la entrada de su vagina y hasta se abrió el culo para que este tomara posesión de la humana, pero ya Belequio estaba rendido se había empleado a fondo y prefirió regarla de semen, y tras soltarlo por mi parte de la cadena prefirió irse al estanque a refrescarse ante tano ajetreo.
La abuela pìdio un receso, y se fue a la bañera a refrescarse y degustar el pollonazo del tapir y ver pro la película grabada exprofeso, como había sido la monta, de cómo su vagina se abría al paso el ariete de tapir que pedía guerra.
Ahora me quedaba con Gelmira, que estaba loca de lujuria tras no poderse empollonar con el tapir, le propuse que le ayudaría a que la montase el cerdo vietnamita, que a buen seguro que no la dejaría descontenta.
Desmontamos el tinglado y traje a Saturnino, un cerdo cebón vietnamita, que para mi que sufría cierto priapismo, pues fue poner a la mi tía a cuatro patas, y calzarle las protecciones en las patas uy colocarle un bozal, cuando ya su sacarcohos perineal, salió disparado buscando la concha en la que guarecerse. Estaba claro que el animalito ya había hecho prácticas. Como sabía que por el chocho la cosa iba a ir regular, enfilé a Saturnino para que el pollazo fuera por el ojete, y así fue como Gelmira quedó bizca cuando sintió aquella larga daza enraizarse en su intestino, boqueaba de gusto, lo cual aproveché para meterle mi polla en la bosa y me hiciera una mamada. Saturnino, estaba claro que sabía de qué iba aquello, pues la taladró más de una vez, y es más parecía que se iba para descanso de Gelmira, cuando este le lanzó otro pollonazo que le alcanzó su empapado choco tras el riego del tapir, ahora Gelmira lloraba porque la iba a deshacer por dentro de gusto y de dolor. Eso sí cuando Saturnino se fue mi tía Gelmira suspiraba por otro par de pollonazos.
Las ayude a lavarse y recomponerse, dándoles cremas y masajes, pues por la tarde quedaba otra sesión, pero prefirieron pactar otro dia más con Floro y mi padre, y recomponerse para la fiesta final. Así se hizo.
Me hubiera gustado ver a mi mama Lidia, y al Floro y a mi padre de pendoneo por Barcelona, pero yo tenía bastante qué hacer con el zoo, y las dos hembras humanas medio destrozadas que tenía en casa. Me acosté con las dos y yo en medio y así sin más recuperamos el sueño y el placer de estar juntos y follados.
Al día siguiente día por la mañana, las dos hembras estaban de buen humor y dispuestas para la apoteosis final.
Lo primero fue catar el producto, una buen manoseo de la abuela, para ponerla a tono, y atarla a la cama, las manos en cruz y al cabecero, y los pies a cada lado de la cama, una sábana bajera de esa de hule, el pompis en alto, para mejor mostreo de su ¡gran chumino, y par de buenas chupadas a su querubín clitoridiano para que tuviese cierta prestancia, a cuyas tareas se prestó Gelmira, a la cual iba toqueteando por aquí y por allá.
Llegado el momento le vendamos los ojos a la abuela y empezó el espectáculo, de su pecera fui sacando una serie de pequeños pececitos, de esos que se comen las pieles de los pies, los cuales fuimos metiendo en el seno de la vagina de la abuela, la verdad es que metimos unos cuantos, que debían estar haciendo de las suyas viendo como la abuela ya con eso se retorcía de placer.
Luego saqué una serie de octópodos de tamaño medio, a los cuales previamente extraje su pico, para que estuvieran un tanto desdentados, y fui colocando cada pulpo encima de los pezones de la abuela, que al sentir tan viscosidad y como estos animalitos se iban apoderando con sus tentáculos de lo que iba a ser su territorio, ya empezaba a gemir, fuimos contemplando como se abrazaban a sus grandes tetas y como todos sus tentáculos iba midiendo los contornos del tetamen.
La abuela estaba sofocada, entre el placer y la repulsa, y más aún cuando le puse un buen octópodo en su querida almeja, exactamente encima de su querubín, que pronto fue succionado, y los brazos del susodicho se extendieron por el caderamen de la abuela, para que aquello no se fuera de la zona del chupeteo.
Y como remate saqué al macho alfa de los octópodos que coloqué encima del chocho de la abuela Gertrudis, este enseguida localizó a sus presas dentro del chumino, y empezó a expandirse por el culamen, en cuyo ojete le inserté el brazo copulador del pulpo, y allí la dejo, retorciéndose de estremecimientos y suspiros de placer. NO quería orgasmos y algo de bondage zoófilo, pues aquí lo tenía.
Alli la dejé por un bue tiempo, para dedicarme a mi querida Gelmira, a la cual no me resistí a darle unas buenas lamidas a su chocho y a su culito, los cuales hoy iban a saber lo que era bueno. La puse a tono, para un buen polvo, pero yo antes quería probar que el San Bernardo de mi tía me enculase mientras me follaba a su dueña. Dicho y hecho, preparé a la buenorra de mi tía que puse a cuatro patitas, y yo de rodillas frente aquella exposición, tras rebozarle un poco de lefa y dejarle a Nerón, que le diese unas lamidas, la empitoné como mejor supe, dejando que saboreará la polla que la estaba taladrando con su inmenso mandril que Nerón me había puesto también a cien, junto con Gelmira, cuando ya estaba cerca de la corrida, di un par de palmadas en mis nalgas y pronto Nerón se echó encima de mí con sus tanteos, hasta que hizo diana en mi culito, ya de mano lo metió todo, lo sentí deslizarse todo el bálano hasta sentir su pelleja, luego cuando el otro sintió que hacía tope, dejó crecer su bulbo y en esa sensación hermosa, de ver cómo te revienta el culo, y como el instrumento se hace con tu cavidad fue cuando empecé a sentir las olas de placer y a su vez me fui dentro de Gelmira a la que apretaba contra mí. Al final terminamos unos sobre otros, yo dentro de Gelmira que seguía dando a su clítoris, y Nerón tirando de mi enfebrecido culito, para sacar su instrumento el cual yo retenía a base del esfuerzo de mis entrenados esfínteres.
Gelmira continuaba gozando y pidiendo más y más guerra, por lo cual le di un silbido y presto a nuestro lado estaba Venancio el pony que ya mostraba su buen calibre, y que no tardó en intentar taladrar a Gelmira, primero hurgando en su vagina que parecía elástica, pues se tragaba y tragaba aquel inmenso y gordo sable, hasta hacerla clavar las uñas en la banqueta a la que se sujetaba para poder ofrecerle más seguridad a Venancio, el cual quería más folloneo, y por eso en un descuido de Gelmira, gozando como gozaba de la sacada lenta por parte de Venancio, no se percató de que esto volvería a la carga, y como todo estaba untuoso, pues la trompa del equino enfiló derecho por el ojete de Gelmira, que ya había tomado medidas al pollón de Nerón, y ahora lo hacía frente al pollonazo de Venancio.
Gelmira fue sentir el terrible trallazo de la polla equina, que ella hubiera querido controlar tras una buen mamada, pero Venancio, no estaba dispuesto a perder la hembra allí colocada, por lo cual arreó con todo hasta que hizo tope y levantó en vilo a Venancia con su polla y a esta le quedaron los ojos a cuadros, a la vez que se corría y de su chocho manaba abundante esperma equino sus propios flujos y un hilillo de sangre, coctel que Nerón se puso presto a lamer, y dejar a su dueña como nueva.
Concluida la follada me fui en busca de la abuela que estaba fuera de sí, los pulpos en sus pezones se los habían puesto de madre, me costó soltarlos, solo con algo de agua caliente que les acerqué, se decidieron a dejar sus chupetas, estos estaban como si les hubieran puesto los aparatos de ordeño de las vacas, eran como tetos de vacas.
El otro octópodo se había quedado dormido con el querubín de la abuela en sus fauces, y cuando logré desasirlo de su preciado juguete la abuela presentaba un buen nabo en longitud y grosor, y supongo que tardaría en volver a su aspecto, si es que lo hacía alguna vez, ahora sí que sus esclavos sexuales iban a tener entretenimiento.
El otro gran pulpo, este había hecho de las suyas, se había zampado los peces, y había dado vuelta a la vagina de la abuela como un calcetín, y no estaba dispuesto a dejarse arrebatar de su botín, tuve que emplearme a fondo, mientras la abuela agonizaba de placer y como no de dolor, pues su culo presentaba los síntomas de brazo copulador del octópodo, y como no, todo el cuerpo de la abuela presentaba las marcas de los tentáculos y ventosas de los pulpos que se habían empleado con saña , y dejado a esta bien marcada, y consolada.
Atendí bien a mis hembras, y les di unos calmantes y relajantes musculares y para que durmieran porque la refriega sexual había sido muy, pero que muy dura, e intensa y los tiempos se me habían ido de las manos, por lo cual llamé al abuelo Floro y a mi padre para que me dieran un día más para que tanto Gertrudis como Gelmira se recuperaran y presentaran mejor aspecto.
Gervasioo de Silos