Perturbada (4) (¿final? ¿feliz?)
Llegué al final?: no lo se. En cierto sentido sí; en otros, la inquietud todavía está allí.
Perturbada (4) (¿final? ¿feliz?)
Lo venía pensando y ahora lo hago: darle un merecido final a mis líneas anteriores. Para despedirme (o no, nunca se sabe) y para agradecer.
Despedirme ya que esa mi "posible" historia con Alberto llegó a su fin. Y agradecer a todorelatos y a todos los lectores y lectoras que me escribieron con su cariño, su comprensión y sus consejos.
No fui infiel. El jueves anterior, cuando Alberto mi jefe llegó de vuelta de su viaje me armé de valor y lo encaré. Le dije que si me tenía que echar que lo hiciera, pero que no quería tener sexo con él. Al principio él creyó que era mi enojo por el episodio ese de la bombacha mojada, que ya les conté. Me costó un poco hacerle entender que eso era anecdótico y que mi decisión de no hacerlo tenía que ver con otra cosa, más profunda o más importante para mi. No quiero tener "esa clase de vínculo" con alguien del trabajo y menos con él. Que me gusta, que me resulta atractivo, es cierto, pero que no es ni la persona adecuada. Y que además, no quiero quedar envuelta en una situación que me pueda joder la vida. Lo entendió. Hablamos, mucho. Y lo entendió para bien. Terminamos brindando con lo que había, café, pero brindis al fin.
Y final feliz para mi, que logré sentirme mucho mejor, más libre, sin esa presión que me tenía tan perturbada.
Tal vez algunos de ustedes se sientan desilusionados o desilusionadas. Pero no tengan dudas: yo me siento bien conmigo misma, al menos en relación con ésta situación que se me presentó sin buscarla. Lo cual no quita que en mi interior yo siga teniendo razones para sentirme inquieta. Sé que es muy íntimo lo que ahora les voy a contar, pero quiero hacerlo.
Veo que muchos y muchas practican y gozan el sexo anal. Yo nunca pude probar eso hasta ahora y es, tal vez, algo que de un tiempo a ésta parte estoy sintiendo como asignatura pendiente..
No me acuerdo si se lo escribí a alguien en particular o está en alguna de mis líneas anteriores, pero recuerdo haber comentado que mi hija tiene sexo con su novio en casa y que llegar a aceptar esa situación fue toda una revolución para mi. Sin querer jactarme de nada, creo que tengo buena comunicación con mis hijos, al contrario de Julio que es más parco y poco comunicativo. Año y medio atrás, mucho antes que yo volviera a "salir de casa" para volver al campo laboral, una tarde, mi hija vino y se sentó a mi lado en el sillón del living diciéndome que necesitaba hablar algo conmigo. Tenía casi 17 años en ese momento.
Mamá, cada vez tengo más ganas de hacer el amor con Nico. Quiero hacerlo. ¿Puede Nico quedarse a dormir aquí, en casa?, me preguntó.
Yo no me escandalicé ni nada. Hablamos. La verdad que en un principio esa situación me parecía muy chocante. Se lo dije. No es que yo no quería que mi hija no lo hiciera, pero de allí a hacerlo en casa hay un trecho, creía. La verdad que los argumentos de mi hija me demolieron. No quería mal hacerlo en un baño de discoteca ni tampoco ir a un hotel o hacerlo en un banco de plaza. Ella quería hacerlo bien y sentirse contenida. Después de un mar de dudas e idas y vueltas, terminé diciéndole que si, que lo aceptaba. Y por supuesto, me pidió auxilio para evitar cualquier disgusto con "papá", ya que eso podía hablarlo conmigo pero no se atrevía a hacerlo con él.
Un par de semanas después Nico (el noviecito de mi hija) se quedó a dormir. Mi marido frunció el ceño y vino a encararme a mí. Yo tuve que salir en defensa de los chicos, pero no le dije toda la verdad ni de las intenciones de nuestra hija. La cubrí con que esa situación era normal en muchas familias, que estaba bien si los chicos no se querían exponer a que les pase algo en la calle cuando es noche tarde, etcétera, etcétera. A regañadientes, se la bancó.
Pasaron unos meses y que Nico se quedara a dormir en casa o que mi hija pasara la noche en casa de su novio se tornó algo "normal". Mi esposo terminó acostumbrándose, sin hacer comentarios más allá de algún día que lo agarraban cruzado y que se ponía protestón. Por supuesto al día siguiente de hacerlo por primera vez mi hija vino a abrazarme y contarme que se sentía muy bien, llenándome de besos y abrazos. Me sentí feliz por ella.
Les decía, pasaron unos meses. Dos o tres, no recuerdo bien. Y mi hija vuelve a sentarse a mi lado. Mamá, tengo una pregunta para hacerte. Que te está pasando?.
Les digo la verdad, por un momento me preocupé y mucho: se me cruzó la idea que se había descuidado y que estaba embarazada o algo así. Algo que si sucedía me iba a poner de la nuca, seguro. Antes que ella lo hiciera por primera vez y en nuestras charlas habíamos hablado mucho sobre eso y yo misma la acompañé a mi ginecóloga que en definitiva le dio las mismas pastillas que yo tomé durante bastante tiempo, antes de ponerme el diu. Además sabía que mi hija se cuidaba bien y que ella no quería pasar por una situación así, de embarazo, ya que tenía algunas experiencias cercanas de compañeras de colegio que eran muy desagradables. Pero un accidente siempre puede ocurrir. Supongo que se me notó en la cara la tensión porque mi hija de inmediato me abrazó y me tranquilizó, que no me preocupara que estaba todo bien.
Bueno, ¿qué era la cosa?. Le pregunté. Quiero saber si alguna vez tuviste sexo anal, me dijo. Creo que me puse colorada, muy colorada. No estaba preparada para escuchar esa pregunta. Tomé aire y le dije la verdad, que no. ¿Por qué querés saber eso, le repregunté?
Entonces me contó. Que Nico le acariciaba la cola y que se la estaba pidiendo. Que a ella le gustaba lo que sentía pero que tenía miedo. Y que quería saber más. Hablamos bastante durante varios días. Yo le dije "lo del librito" aunque no muy convencida: que todo lo que se hace en un ambiente de ternura en una pareja, si los dos están de acuerdo, está bien. Que no tiene nada de malo, etcétera. Pero digo la verdad: era como un recitado, no lo decía yo, era el librito. Le propuse ir a hablar con la nuestra ginecóloga. Me dijo que le daba mucha vergüenza y me pidió si no podía ir yo primero, sola, a hablar con ella.
Fue a raíz de esa pregunta de mi hija que yo, mientras pasaban los días para llegar al "turno" que me había dado mi doctora, empecé a "buscar" información en internet acerca de la cuestión. La verdad que no encontré demasiado poniendo "sexo anal" en el buscador. Mejor dicho, encontré parvas, cantidades innumerables de páginas y lugares, 99% pornografía, fotos, videos, de todo. Entre eso fue que encontré "todorelatos" y empecé a leer. Les digo que al principio me puse muy tensa con eso.
De alguna manera, sin querer, sin haberlo pensado antes, empecé a ver que había "otro sexo", distinto, mucho más "abierto" que el que yo había conocido hasta allí. Fue todo un descubrimiento.
Finalmente, hablé con mi ginecóloga. Una maestra, realmente. Me explicó todo, lo físico, lo orgánico, lo psicológico, los cuidados, todo, todo me explicó. Salí del consultorio sabiendo que el "librito" ya no era tan "librito" y sabiendo qué decirle a mi hija y también, con cierto deseo de probarlo yo misma. Por supuesto que mi hija probó y le resultó sumamente placentero. Me lo contó y a mi me dio más ganas todavía de probar, aunque dudaba horrores de cómo plantearle el tema a Julio.
Unos días o semanas después vi una oportunidad. Julio (mi marido) tenía ganas de sexo y me empezó a comer y besar los pechos, lo que siempre hace él cuando tiene ganas. La verdad que a mi me gusta mucho que me bese así, me pone muy "cachonda" como veo que se dice en España y que también se empieza a usar aquí, en mi país. Cuando ya se disponía a penetrarme me di la vuelta y me puse boca abajo. El se quedó un momento quieto, como sin saber qué hacer, así que le dije que quería más besos, que me besara la espalda. Me acarició, me besó, primero la espalda, luego bajó y hasta incluso me dio besos en la cola, en las nalgas. Yo estaba que volaba ("ahora lo va a intentar, ahora va a llegar allí", pensaba). Pero no, no fue así. Después de unos minutos de estarme besando la cola se incorporó, me hizo dar vuelta y me penetró como siempre lo hace, él arriba, entre mis piernas, yo abajo. Ni les tengo que decir mi desilusión. Por supuesto él se vino. Yo no. Creo que ni se dio cuenta.
A la siguiente vez que él quiso yo no intenté nada. Un par de veces después volví a intentarlo de la misma manera, poniéndome boca abajo, esperándolo. Pero volvió a ocurrir lo mismo. Otra vez me armé de valor y decidí intentarlo de otra manera. Después de los besos de él en mis pechos me incorporé y lo puse yo boca arriba a él y le di buenos besos, lo recorrí con mis manos, le acaricié el pecho y luego le dije que quería besarle la espalda, que se diera vuelta. Me puse sobre él y le besé y acaricié toda la espalda por largo rato. Bajé, le besé las nalgas, se las acaricié, siempre por fuera, por los costados. Me dio un poco de vergüenza pero le abrí los cachetes. Quería verlo pero él se tensaba. Le seguí besando las nalgas y en un momento le besé la raya, allí donde nace el canal de la cola y luego quise seguir un milímetro más hacia abajo. En ese momento él se incorporó, casi haciéndome caer de la cama, violento, y me reprochó "qué hacés, asquerosa, ¿cómo me vas a besar allí, te volviste loca?".
Supongo que podrán imaginarse lo que siguió: me encerré en el baño, a llorar y a putear. Me quedé muy, muy mal. Para peor, mi hijo se dio cuenta que algo me había pasado y fue a encararlo al padre. Discutieron. Mi hija no estaba por suerte ese noche en casa.. Pero al día siguiente supo que algo me había pasado y vino a preguntarme. No pude, me dio vergüenza decirle la verdad.
Poco después fue cuando empecé a trabajar.
Creo que nunca voy a experimentar el sexo anal. Por lo menos, creo que nunca lo voy a poder experimentar con quién debería experimentarlo, con mi marido. Y es todo un problema para mí. Sé que hay dolor, pero también "se" (después de varias lecturas) que el dolor se transforma en gusto, en placer. Y a medida que pasa el tiempo cada vez más siento en mi interior el deseo, las ganas de conocer eso que nunca conocí.
No se cómo hacerlo. No se con quién. Veo a mis hijos tan libres, tan capaces de experimentar y me da envidia, envidia sana, pero envidia al fin. Y la otra duda que me viene atenazando cada vez más y más. Supongamos que me atrevo, que lo hago con otro. ¿Y después?. ¿Mi marido, no se dará cuenta? ¿cambiará mi cuerpo, cambiará mi cola? ¿podrá darse cuenta él que mi cola ya no es la que era, que la tengo hecha?. Tal vez sea una estupidez o una chiquilinada o una tontería grande como una casa o mi ignorancia esto que pienso, pero no puedo evitar pensarlo y sentirme ahogada por esta duda.
En fin, que lo de Alberto todo se encarriló para mi tranquilidad. El resto, todavía está allí. Y tal vez me gustaría recibir sus comentarios.
Besos a todos y nuevamente, gracias, Mabel.