Perturbada

Todavía no fui infiel. Tal vez lo sea. O no.

Perturbada

Sí, así estoy, esa es la palabra: perturbada. Así estoy en éstos días, sin saber qué hacer, qué decisión tomar. También estoy asustada, y alterada, y varias "adas" más, pero la sensación dominante, la que me abarca, es la de perturbación. O desorientación, si quieren.

Tengo alguna amiga pero no me atrevo a contarle lo que me pasa, ya que aún siendo amiga, nunca hemos hablado con "tanta" intimidad. Tampoco le puedo contar a mi esposo, seguro ya comprenderán. Así llego a ustedes. Tal vez, pensé, alguien ha vivido o está viviendo una situación similar. Y conversar con ese alguien tal vez me haga bien, tal vez me ayude a decidir mejor. Por supuesto, ya se que la experiencia personal es intransferible, pero aún así lo vivido por otros puede ser orientador, creo, supongo...

Pero vayamos al punto, lo que me tiene así. Me asusta ver que tantas mujeres toman el sexo con tanta liviandad. Yo no soy así, nunca pude ser así. Fui educada y formada en otro contexto cultural, en otros valores, 25 o 30 años atrás. Estoy casada y no quiero herir a mi esposo: lo quiero. Tenemos dos chicos que ya están en plena adolescencia. Y a mis 43 años nunca, nunca pensé que podría llegar a enfrentarme a una situación tan crítica como la que estoy viviendo ahora.

Sigamos. Supongo que todos tienen idea que en mi país desde hace algunos años estamos pasando por una situación lamentable, con mucha gente sin trabajo. De alguna manera a nosotros también nos arrastró el vendaval. Yo trabajé hasta poco después de casada, luego de nuestro primer niño dejé; mi esposo tenía un buen trato y ganaba lo suficiente para vivir normal, sin estridencias.

En julio de 2001 la empresa para la que él trabajaba cerró. Y tardó mucho, muchísimo en conseguir otro trabajo a pesar de sus conocimientos. Y cuando consiguió - a mediados del año pasado - el salario era la tercera parte de lo que él acostumbraba a ganar. Por supuesto, nos "comimos" toda su indemnización. Y el dinero apenas alcanza. Con los chicos ya crecidos mis "obligaciones" y quehaceres domésticos, obviamente, son menores. Hablamos, acordamos. Yo también puedo trabajar en lo que hacía antes, la liquidación de sueldos, la labor de administración.

Busqué sin resultados bastante tiempo. En marzo, cuatro meses atrás, por intermedio de una conocida del club al que estamos asociados conseguí contactar con el gerente de un estudio mediano. ¡Conseguí trabajo !!. Medio tiempo y bastante bien pago, trabajo al fin. Podíamos poner alguna cuota al día y volver a darnos algún pequeño gustito, usar el auto, no saben qué alivio fue para ambos la nueva situación.

Por supuesto, una de las primeras cosas que llamaron mi atención fue observar cómo se relacionan "ahora" hombres y mujeres en el ambiente laboral. Nada que ver con mi época. Conversaciones subidas, bromas sexuales, tocadas... parece que todo está permitido. Yo intenté - intento - mantener distancia. Pero.... algo pasó.

En los últimos días de junio fui a cobrar mis honorarios. Alberto - así se llama mi jefe, el gerente de área - me pidió cerrara la puerta. Me alabó, me dijo que estaba muy linda (en realidad, usó la palabra "apetecible"), me dio el sobre con el dinero y mencionó que tenía frente a sí (y era cierto) el contrato de trabajo que se vencía justamente el 30 de junio. Preocupada, le pregunté por mi continuidad. Y allí fue cuando, con total desparpajo, me dijo que él estaba dispuesto a renovarlo por otros tres meses, pero que eso dependía no sólo de él si no también... de mí. De mi actitud.

Quedé desconcertada. Su mirada, brillosa, lasciva, me dijo todo lo necesario. Me quedé de piedra, incapaz de reaccionar. El también quedó en silencio, mirándome, auscultándome. Con titubeos – las palabras me salían entrecortadas – intenté decirle que no, que yo no quería "eso", que estaba casada, que no podía... que no quería.

Ah, vamos, no puede ser que me digas que no. Una salida, un rato de esparcimiento, de placer. Vas a ver que la vas a pasar bien, te lo prometo. Eso me dijo. Con más firmeza ahora volví a decirle que no. Mirá, pensalo, en un par de días vamos a tomar un café y lo volvemos a conversar.... trabajás bien, no quiero "no" renovar el contrato, pero te tengo ganas, muchas ganas.... Así terminó nuestra conversación ese día.

Salí de su oficina y ya no pude concentrarme en mi trabajo el resto del tiempo. Ya en casa le dije a mi marido que me dolía mucho la cabeza – era cierto – y sin cenar – apenas un té - me acosté de inmediato. Casi no pude dormir. Mi esposo, en su mundo y sus cosas, no se dio cuenta de mi estado. No se ha dado cuenta hasta hoy.

Al siguiente día llegué tarde. No sabía qué hacer: si encararlo, si hacerme la desentendida, si esperar. Me pesaba la propuesta. Me pesaba el salario que iba a dejar de ganar. Sobre la última hora Alberto se acercó a mi escritorio con un bombón de fruta. Adoro los bombones de fruta. Los adoro. Y Alberto no es un mal tipo, al contrario, es buen conversador, culto, amable.... "mañana tomamos ese café" y tras un guiño de ojo y decirme sólo eso se despidió con un hasta mañana y un beso en mi mejilla – en realidad, muy cerca de la comisura de mis labios - que me tomó por sorpresa.

A media tarde del día siguiente se acercó a mi escritorio y me tendió la mano. Vamos, me dijo, con suavidad. Era una orden que por su tono sonó a invitación, a amistad. Y sin darme tiempo a contestar, tomó mi mano y me llevó tras él. Yo no sabía que el café que está justo a un lado de la entrada al edificio donde trabajo tenía en su trastienda un lugar con reservados, allí me llevó. Se sentó frente a mi, envolvió su mano en mi mano – lo recuerdo, lo tengo presente, bien presente, su mano en mi mano - y con una semi sonrisa de calidez en sus labios guardó silencio, esperándome

No hablamos mucho. No me presionó. O sí, pero de una forma y con un tono que sonaba más a confesión, a amistad, que a extorsión. Me sentí insegura. Su mano en mi mano, su perfume varonil que también me envolvía.... Antes que el silencio nos invadiera me dijo que un mes más. No prorrogaba el contrato si no que lo dejaba así, en el aire, en suspenso.

Y sé que en unos días, en unos pocos días, antes del 30 de éste mes, deberé tomar una decisión. Así es como estoy, en éstos días.

¿Alguien podrá darme ideas?

Maby

Para los que puedan decirme algo, mi casilla es francanelle@yahoo.com.ar

A manera de posdata: Estoy metida en un lío, lo sé. Nunca en toda mi vida se me había cruzado la posibilidad de ser infiel y ahora.... ahora me pasan cosas. No se que es, su perfume, su simpatía, sus manos, no se. Tal vez sus manos. Esas cosas me están pasando con Alberto. Y para peor, a mi cosa de abajo también le pasan, cada vez que Alberto se me acerca ella aletea, se humedece, me tiembla. Y yo le digo que con la edad que tiene ya no está para hacerse la zorrina pero parece que no le importa lo que le digo. Así están las cosas. Me da miedo la infidelidad. Además, si lo hago y mi marido se llegara a enterar creo que me moriría de vergüenza. Pero Alberto me está haciendo sentir cosas que... no estoy pudiendo manejar.

Espero puedan entenderme.