Persuasión a la perversión (V)

Sarah insiste en repetir la experiencia tal cual pasó cuando estaba dormida. ¿Aguantará?

La semana empezó como cualquier otra: con un lunes y pocas ganas de ir a trabajar. Además este sábado se celebraba la infame cena de empresa con su amigo invisible. Cada vez que interactuaba con Eva trataba de averiguar qué demonios podría comprarle a esta mujer. Podría darle un “vale por un polvo”, pero no creo que su marido se lo tome demasiado bien. Estaba bastante más relajado, ya no me sentía un depravado mirando discretamente los escotes de mis compañeras, aunque lo seguía haciendo, pero por decirlo de alguna manera, con menos vicio. Helena seguía luciendo su “look” de secretaria sexy, con falda negra y blusa blanca. He podido percatar que alguna vez que otra que la iba mirando, se desabrochaba un botón, como invitándome a seguir mirando más. Si fuera una peli porno, ya estaríamos follando encima de la mesa, con la falda por cinturón y la blusa abierta, tirando todo lo que hay en la mesa al suelo dejando un desorden a nuestro paso que tardaríamos días en ordenarlo todo.

En la oficina siempre me disuade la razón de mis fantasías. Sigo observando discretamente a Helena, que cuando se percata, se deabrocha la blusa lo justo para dejarme ver el contorno de sus pechos. Aunque pienso que simplemente es casualidad, ha pasado suficientes veces como para dar por hecho que está coqueteando conmigo. Lo noto. No le di más importancia que en mi fantasía, a la hora de la verdad no admitiría nada y me acusaría de pervertido.

Al salir del curro fui a un sexshop a comprar todo lo necesario para la espeología que iba a hacer esta noche. Sarah ya tenía el culo listo y no me iba a esperar ni un solo momento de más para volver a apoderarme de él. Me vendieron un set de dildos, varios lubricantes basados en agua para los dildos y otro con un poco de anestésico para las penetraciones un poco más súbitas. También compré una ducha anal, nunca me había planteado que pudiera existir, pero tiene todo el sentido del mundo. Seguro que Carol lo había usado antes de dejarme entrar. Me pregunto qué conversaciones habrán tenido entre ellas antes de quedar el fin de semana, tal como “ a ver quién se lo folla antes” o “a ver a quién elige”.

Ya me dispuse a pagar cuando vi de oferta un disfraz de enfermera por 5 euros. De repente me vino un flash de Eva a la mente con él puesto y tratando de complacerme con sus habilidades. Lo compré todo y me fui de la tienda.

—¡Ya decía yo que sonabas— irrumpió una voz mientras llegaba a mi portal. No sé por qué me di por aludido y busqué con la mirada quién me estaba buscando y vi un chaval jovenzuelo cruzando la calle hacia mi. Ya me lo había encontrado varias veces, es el vecino de enfrente, pero no sabía a qué se debía ese repentino y enérgico entusiasmo.

—Hola— me limité a decir afilando la mirada.

—¿No te acuerdas? ¡Menudo pedo pillaste! ¡Nos vimos el sábado tío! Que estuvistes con Carol y Erica.

No me acordaba, pero le seguí la corriente.

—Ah, claro. Mucha gente nueva, lo siento, no me acuerdo de todo.

—Claro—dijo riéndose. Pero de Carol si que te acuerdas, ¿eh? ¡Qué cabrón!

No pude evitar que se me escapara una sonrisa. No quería sacar ese tema y menos con una bolsa llena de juguetes sexuales en la mano.

—¿Sales este finde?

Dubité un momento mientras ordenaba mis pensamientos.

—No lo sé todavía.

El vecino se rió.

—Dame tu teléfono y quedamos para el finde.

No sé muy bien por qué se lo di, pero ya tengo a alguien más para salir de fiesta.

—Vale, ¡vamos hablando! Te hago una perdida.

—Ok, ¡hasta luego!

—¡ Taluego !

El muchacho fue alejándose contento como si su encuentro conmigo hubiera sido lo mejor que le había pasado en todo el día.

Al llegar a casa no había nadie. Nacho, el compañero hace turno de noche en vigilancia y no llega hasta haberme ido yo por la mañana. Raras veces coincidimos por casa. Sarah había empezado a trabajar en un “fastfood” de la zona. Sus sesiones de modelo no le estaba iendo demasiado bien y necesitaba un ingreso extra. No quería pedirle dinero a sus padres al no llevar ni dos meses fuera de casa y a diferencia de mi condimento particular, el orgullo no se lo tragaba.

Me vibró el teléfono. Tenía una llamada perdida desconocida y un mensaje de Carol. Ya es casualidad que justo me escribe ahora. Dado que no me acuerdo como se llama el chico, si es que lo he sabido en algún momento, lo guardé simplemente como Vecino. ¿Le habrá escrito diciendo que me ha visto por la calle?

Mensaje de Carol:

Hola tío guay!

Cómo pasaste el domingo?

Mucha resaca?

Qué va…

Me pasé todo el día en cama revoloteando…

Como buen domingo :D

Tú qué tal?

Más de lo mismo xD

Me lo pasé muy bien el sábado…

Yo también ;)

Ha sido curioso toda la escena

Has hablado con Eri?

Que va, no vale la pena

Hará como que no se acuerda de nada

Qué tía

Qué me vas a decir…

Pero bueno, te apetece quedar esta tarde?

Me encantaría

Pero…

Pero tengo que arreglar un asunto del trabajo

Te iría bien otro día?

Cuándo te iría bien?

Pues excepto hoy y el sábado, cualquiera

Pues si quieres mañana, no hay problema

Tengo la casa libre, si quieres vemos una peli ;)

Claro, por mi estupendo

Guay!

El sabado qué tienes?

Cena de empresa :(

Bendición o putada?

Más bien putada

Encima juegan al amigo invisible y me hacen participar

Qué pringaaaaaado xD

Yo también odio esas mierdas

Es lo peor

Te pico mánana a las 19?

Plego a las 19:30

Mejor pasate a las 20:30

Entre que llegue y me ducho

Hecho

Pues tenemos una cita!

Nos vemos mañana guapo!


Hasta mañana  tía guay :P


“Tener una cita.” Me rechinaba, sonaba fatal, demasiado formal para mi gusto, pero por suerte era solo un eufemismo o una broma. No creo que la chiquilla se plantee empezar a salir por haber follado una noche y una segunda en camino. Era demasiado razonable para ello. Esa actitud se la atribuiría antes a Eri que a ella.

Sarah llegó a casa sobre las 20h, y después de ducharse y quitarse el olor a frito de encima, la abordé con mis adquisiciones. Le echó un vistazo y frunció el ceño.

—¿Para qué es esto?

Ya sabía que la pobre no llega a muchas conclusiones sola, pero vamos nena, tú puedes.

—Herramientas para repetir lo que me pediste. Esto es para lavarte bien por dentro y esto para abrir camino poco a poco.

Lo inspeccionó como si no hubiera visto nunca un dildo y me miró poco convencida.

—Pero… ¿Usaste todo esto conmigo la noche que me violaste por detrás?

Negué con la cabeza.

—No digas que te violé el trasero, suena fatal. Di que te lo follé, que te lo rompí, lo que quieras menos eso.

Hizo caso omiso a lo que le estaba pidiendo.

—Pues si no lo usaste aquella noche tampoco quiero usarlo ahora.

Solté una risilla incrédulo. Yo estaba encantado en volver a darle con violencia. Que sufra la perra. Pero también quería ser práctico y que no le coja tirría a que le revienta el culo porque le duele. Prefiero ser paciente hoy y tener todos sus agujeros a mi disposición mañana.

—Como quieras— dije dándole la razón—. Pero más vale tenerlo y no usarlo que al revés.

—Tampoco me avisaste que lo ibas a hacer.

—Ya bueno, las circunstancias…

—Da igual — me interrumpió molesta—. Mira, me voy a la cama, en un rato vienes y me lo haces. Si estoy dormida ya me despertaré.

Entró en su cuarto y dio un portazo, dejándome con la palabra en la boca. Me sentí un poco estúpido, pero ahora tenía más ganas de enseñarle a la perra quién manda aquí.

Entre que cené y vi un par de capítulos de Los Simpsons, ya casi había pasado la hora y me dispuse a complacer los deseos caninos de Sarah, con los míos por delante por supuesto.

Cogí el lubricante anestésico y un condón para emprender la conquista y entré en su cuarto. No sabía si estaba dormida o no, de todos modos se iba a despertar en un momento. Traté de recordar lo que hice aquella noche, aunque la verdad ella tampoco lo sabía así que podía hacer lo que me daba la gana mientras terminara reventandole la puerta de atrás.

Encendí la lamparilla. Estaba tumbada de lado, de cara hacia mi, lo que era perfecto para empezar con su boca. Me desepeloté y le pasé la puntita por los labios, esparciendo mi liquido preseminal como si fuera un pintalabios. De manera intuitiva, se lamió y lo degustó.

Supuse que estaba dormida, y tratando de no despertarla le abrí la boca y le di la cena mientras mi mano se colaba debajo de su camiseta para inspeccionar la siguiente parada, o sea sus tetas.

La giré boca arriba, le quité el top y me puse encima suyo a escarbar un túnel entre esas dos montañas de placer. En este punto se despertó, me echó un mirada satisfecha y se siguió haciendo la dormida.

Cuando me di por satisfecho con la paja rusa me puse el condón y me deshice de ese molesto trozo de tela llamado bragas y sin perdón ni permiso, aunque esta vez si con permiso, se la clavé por delante. Intentó disimular un grito de dolor y se agarró a las sábanas tratando de seguir haciendose la dormida, aunque enseguida se le pasaron las molestias y empezó a gemir, olvidándose de su papel de bella durmiente buscando contacte visual.

Cuando estaba llegando al orgasmo, me detuve repentinamente y me culpó con la mirada.

—¿Por qué paras?

—Shh, estás dormida— le recordé—. ¿No lo querías tal como aquella nocha? Pues esa noche no te corriste

Le di la vuelta haciendo un juego de piernas y se quedó bocabajo, mandando su retaguardia a presentar filas. Usé el lubricante anestésico y abri un poco el camino con un dedo. Mientras hacía efecto, hice tiempo abusando de sus nalgas echando un poco del lubricante corriente.

Había llegado el gran momento. Sarah trataba de seguir haciendose la dormida, pero igual que Eri, veía que ahora ya no estaba tan segura ni convencida de lo que quería. Sus largas y profundas respiraciones me indicaban que estaba despierta. A Eri le dolió y la dilaté mucho, a ella le metí un dedo, aunque tiene anestesia. No me preocupaba que le doliera, sino que ello me pusiera más difícil apropiarme de su agujero a mi voluntad.

Suspiré y empecé a apretar. Era todavía más difícil que la anterior vez, pues esta vez se resistía y hacía fuerza para evitar la entrada.

—Si no te relajas no va a ser posible.

—Es que escuece.

—Claro, por eso compré los dildos. ¿Quieres usarlos?

Asintió, incómoda.

—Si va a doler menos que me la metas…

—Claro, para eso están.

Saqué lo poco que tenía dentro de ella, bastante para que siseara por la molestia y fui a buscar las llaves de la puerta de atrás.

Me esperó bocaabajo, apoyada sobre sus codos y moviendo las piernas. Me rocordó al videoclip de “California Gurls”, de Katy Perry, cuando está en la nube desnuda. Maldita nube.

Fui al grano, como si tuviera prisa. Me armé con el dildo más pequeño y el lubricante y se lo empecé a meter sin prisa, pero sin pausa. Ahora si estaba más relajada y poco a poco se fue abriendo el camino. Por el tamaño de de estos, tenía que meterle por lo menos hasta el de la medida tres para que luego entrara yo con relativa facilidad.

Es un rato bastante aburrido, pero lo bueno se hace esperar. Le fui cambiando los dildos sin decirselo y un rato después, tenía su culo listo para mi incursión. Me coloqué en posición mientras seguía jugando con el dildo dispuesto a pegar el cambiazo.

Saqué el dildo, y sin picar a la puerta entré derribando lo que quedaba al paso. Sarah se espantó de la entrada súbita, pero se dio cuenta que era yo que ya me estaba apoderando de sus entrañas, se sintió aliviada y se dejó hacer. Cambió un poco su posición hacia un lado para acceder mejor a su sexo y masturbarse mientras invadía su cuerpo repetidamente. Esta vez cuando vi que se iba a correr, no intervine, sino todo lo contrario. Se corrió mientras yo dejaba mis semillas en el jardín entre todo el abono. Y aunque esto no fue así aquella noche, ya habíamos abandonado esa premisa hace un rato.

Le di un azote y me dispuse a irme mientras observada satisfecho de que a ese culo le esperan muchos viajes todavía.

—Oye— me dijo con voz tímida—. Esa chica del otro día… ¿te la vas a seguir follando?

Dudé en elegir la respuesta más acertada, la menos conflictiva.

—Si surge, ya veré. ¿Tú también quieres?

—¿Follar con otros? No lo he pensado, estoy contenta así.

—Me refería a follar con ella—. No me estaba entendiendo, estaba poniendo cara de pensar— Si estarías dispuesta a que hagamos un trío con ella.

—¡Ah!— expresó sorprendida ante la nueva oferta—. Pues lo prefiero antes que te la folles tu solo. Así disfrutamos los dos.

—Se lo dejaré caer, a ver si suena la flauta.

levanté de la cama tratando de salir de la manera más normal posible, pues dentro de mi cabeza estaban descorchando la botella de champán celebrando la noticia.