Persuasión a la perversión (IV)
Cuando metes a una gatita en casa hay que educar a la perra. Erica se esfuerza en satisfacerme para olvidarme de su retaguardia.
Capítulo 1
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Capítulo 2
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Capítulo 3
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Agradezco todos los comentarios y valoraciones. Me complace la buena acogida. Sobra decir que acepto críticas, sugerencias y correcciones. Gracias por leerme.
Un saludo,
Alex
Capítulo 4
Por suerte, Sarah estaba dormida cuando llegamos a casa. Nos metímos en mi cuarto como si estuvieramos escondiéndonos de algo. Seguimos comiéndonos la boca mientras nos metíamos mano como salvajes. Le sugerí darnos una ducha mientras le quitaba la ropa buscando acceso a sus senos que me habían tentado rato antes. Ella solo asintió buscándome la lengua.
Fuimos al baño en pelotas y se hizo un moño antes de meterse conmigo en la ducha. Su piel era blanca como la porcelana. Nos enjabonamos el uno al otro disfrutando de nuestros cuerpos. Frotaba mi miembro con mucho énfasis, como queriendo quitar hasta el último recuerdo de Carol de allí.
—Ahora si— dijo mientras me la aclaraba con agua.
Se inclinó y siguió con el trabajo que había dejado a medias. Mientras se esforzaba en impresionarme con la mamada, lancé mis manos a por sus nalgas que estaban a la vista y empecé a lubricar su ano con jabón. Exploré su sexo perfectamente depilado, aunque se apreciaba ya el nacimiento de pelos. Me preguntaba si se había depilado la semana anterior, tal vez con la intención de ya acostarse conmigo.
—¿Me vas a meter todo esto por el culo?— me preguntó juguetona.
Asentí, convencido.
—¿Es demasiado grande?
—Me los han metido más grandes— dijo con tono provocativo antes de reemprender la mamada.
Tiré más jabón y invadí su ojete con el dedo corazón. Se incorpó entre leves quejidos, apoyándose en mi pecho buscando mi boca. Su cara era muy expresiva. No le estaba gustando ese invasor en su ojete, pero no lo iba a admitir, por lo que seguí en busca de mis propios intereses.
No le concedí el beso que estaba buscando y le empujé la cabeza de nuevo hacía mi miembro para que siguiera son sus tareas orales mientras le dilataba la retaguardia. Esa cueva estrecha no había visto nunca a nadie picar a la puerta. Metí el dedo jugando al metesaca al ritmo de la felación que me estaba haciendo, y aunque intentaba disimular las molestias con ruiditos de placer, la tensión y fuerza que hacía por expulsarlo la delataba.
La alcé cogiendola del moño y la encaré contra la pared, tirando de su cadera para dejar su culo en pompa. Empezó a respirar agitadamente, se debió pensar que le iba a penetrar el culo enseguida, pero nada más lejos de la realidad. Hacerlo ahora pondría fin a esa posibilidad para siempre.
Quité todo el jabón que había en valle de sus nalgas y empecé a lamer su ojete virgen bajo la caída dele agua. Tanteaba entrar con la lengua mientras iba metiendo saliva. Poco a poco fue recuperando la respiración frente al alivio de no haberle roto el culo aún. Iba alternando su ojete y la vagina, combinando los placeres y se estaba relajando. Tenía un sabor dulce, como una fruta madura. Cuando conseguí que gimiera de placer, o se molestara en hacerlo ver, jugando con su culo sin tocarle el sexo di por finalizada la sesión de ducha. Se volteó hacía mi, parecía haber disfrutado de verdad, con una sonrisa tonta como si hubiera fumado marihuana. Se acercó risueña buscando comerme el morro de nuevo.
Nos fuimos directos a la cama, medio mojados aún de la ducha y la tumbé boca arriba, masajeandole el clítoris mientras devoraba sus senos con ese pezoncito de botón. Empecé a llevar sus flujos vaginales a su ano y emprendí de nuevo la dilatación, empezando poco a poco con dos dedos. Iba recorriendo sus labios rosados con la lengua, sin dejar ningún resquicio de sus genitales sin lamer mientras terminaba de abrir el túnel que iba a estrenar en breve.
Me dispuse a observar com reaccionaba la doble invasión, y aunque una mueca de dolor había en su cara, estaba dándolo todo para disfrutar como supuestamente había hecho antes. Según ella, "le encanta que le follen el culo", y eso lo tiene que cumplir.
Frente a la ausencia de mi lengua en su clitoris, alzó la cabeza interesándose por qué estaba pasando. Me lancé hacía ella dandole la lengua que tanto le gusta y haciendo rozar nuestros sexos. Jadeaba, lo suficiente para no articular palabra. Me incorporé quedando de rodillas, con mi erección señalando a la culpable. Su cuerpo era magnífico, tenía las manos por encima de la cabeza, estilizando aún más su pecho, y me estaba rodeando con las piernas empujándome hacía ella.
—Fóllame— podía atisbar con una voz débil y atenuada.
Cogí un condón de la mesilla de noche, y equipé al pequeño explorador con la protección necesaria para la incursión en la cueva común. Lo preparé en la línia de salida y di pistoletazo.
Con la primera embestida abrió la boca dejando escapar un largo gemido de satisfacción, como si hubiera estado esperando años por mi miembro recorriendo su interior y por fin, después de mucho esfuerzo y paciencia, por fin disfrutaba de mis entradas y salidas.
Me tumbé de nuevo sobre ella mientras disfrutaba de la penetración. Nos fundimos en un beso y más que algo salvaje, un vulgar polvo, era algo romántico. Dos amantes copulando con deseo a ritmo suave y perfectamente compenetrados. Sus piernas no me soltaban y me apretaban fuerte contra su sexo mientras gemía, suave pero suficiente para que la oyera. Lo estaba dando todo para que me corriera y no le reventara el trasero, pensaba yo. Estaba disfrutando mucho, pero estaba lejos del orgasmo. En otras ocasiones ya me habría aburrido de estar intentando correrme, pero beneficiarme ese culito virgen frágil como la porcelana mantenía mi interés.
Pasé mi brazo bajo su espalda y la alcé poniéndomela encima y me rodeó el cuello con los suyos, sin soltarme con las piernas. Había perdido el control de la penetración, pero ella seguía enganchada a mí moviendose como un pescado fuera del agua. Ahora tenía su culo a mano de nuevo, y empecé a darle azotes, que provocaban breves quejidos de placer. Agarré fuerte sus nalgas, con ambas manos interrumpiendo su ritmo y empezar a empujarla violentamente contra mi, acelerando la penetración. Se agarró más fuerte, apoyando la barbilla sobre mi hombro izquierdo, entre gemidos cortos de placer. Cuanto más se acercaba al orgasmo, más fuerte me agarraba y más subía el volumen de sus espasmos vocales, intentando camuflarlos mordiéndome el cuello como un vampiro y clavándome las uñas antes de culminar marcando mi piel mientras se corría. Perdió sus fuerzas, no la llego a tener bien cogida del culo y se cae de golpe. Invertí el gesto que hice para llegar ala posición inicial, quedando de nuevo tumbada boca arriba conmigo encima. Mi rabo seguía erecto en su interior, sin menguar. Seguí penetrandola suavemente mientras me miraba, con una sonrisa de boca a boca exponiéndo su satisfacción.
—Ha sido increíble— me dice mientras me acariciaba la cara—. ¿Te ha gustado?
—Aún no he acabado— le dije atónito. Me miró sorprendida. "¿Cómo es posible que no se haya corrido?
—¿Como? No te corriste?— preguntó insegura.
—No. Ya te dije que solo me corro haciéndolo por detrás.
—Ah... Es que... ahora no me apetece mucho— se excusó como avergonzada—. Si quieres te la chupo. ¿No te vale?
Me valía, follarle la boca a esta niñata hasta hacerla llorar entre arcadas me satisfacía muchísimo, pero en otro momento. Ahora quería su trasero, que ya llevaba un rato trabajando.
—Un rato si quieres. Mientras termino de preparar el terreno. Como ya tienes experiencia, será un momento. Y ya sabes que te va encantar.
—Si...— dijo casi inaudible torciendo el gesto. Que no la quisiera en su trasero me hacía quererlo más. Me quité la goma y me limpié un poco, sentándome en la cama apoyado en el cabezal invitándola a chuparmela un rato más. Vino obediente, y empezó a mamar como si no hubiera un mañana. Lo estaba dando todo para que me corriera mientras le estaba abriendo el ojete. La verdad, tenía ganas de correrme en su boca y que hiciera juego con el blanco de su piel, pero podía contenerme perfectamente. La resistencia que he ganado follando con Sarah es increible. Eso, y que hace escasas hora estaba jugando con Carol en el patio de atrás.
Eri seguía mamando al máximo de sus capacidades. Antes de darme cuenta ya tenía dos dedos entrando y saliendo de la cueva de los deseos con facilidad. Había llegado el gran momento final. Pero antes, contemplé unos minutos más como intentaba con desesperación hacer que me corra con su arte oral.
—En serio, ¿nada?— me preguntó perpleja al darse cuenta como la observaba. Negué con la cabeza mientras acariciaba sus nalgas.
—¿No hay otra cosa que pueda hacer?
Seguí negando con la cabeza con un dedo en su agujerito.
—¿Qué pasa, no te atreves?— le dije provocando.
—¡Claro que si! Solo que ahora... No me apetece...
No sabía qué excusas buscar, sus ojos recorrián todos los angulos habidos y por haber.
—Ponte a cuatro patas— le ordené. Me miró con cara de pena, pidiendo por favor con los ojos, pero le insistí con la mirada. Suspirando, obedeció.
He de decir que llegado a este punto, si reconociera la verdad y admitiera que ha mentido y que lo siente, abandonaría la idea de reventarle el culo y aceptaría la follada bucal como alternativa satisfactoria, dejando que su campanilla taña al ritmo de mis caderas anunciando una avalancha. Al fin y al cabo, me la voy a follar como alguien con experiencia, que en verdad no tiene, y seguramente le duela. Pero como no lo admite, sigo a lo mio.
La tenía con el culo en pompa delante mio, con su sexo rojo de follar y marcas en el culo de los azotes. Su piel blanca lo resaltaba más todavía. Le abrí las nalgas buscando ese agujero que se me estaba tratando de resistir y lo lubriqué bien con mi lengua y saliva. Ya no tenía necesidad de fingir, pero aunque se esta negando al placer anal, está disfrutando con mi lengua lubricando la entrada. Antes sus gemidos de placer podrían haber sido puro teatro, pero ahora ya eran verdaderos. Me incorporé detrás suyo y presenté el arma dispuesto a enfundarla. Frotar mi carne entre el valle de sus nalgas me estaba poniendo más a cien que toda la destreza oral que pretendía demostrar. Su respiración se estaba acelerando, nerviosa.
Engrasé el fusil y empecé a apretar. Eri había hecho una bola con las sábanas dónde hundir la cara y disimilar su dolor para que no me diera cuenta. Al fin y al cabo, tiene experiencia y no me puedo dar cuenta de lo contrario.
Seguí apretando con confianza, sin miedo y con fuerza. En ningún momento me dijo que parara. Ahogó su dolor entre las sábanas y me dejó hacer.
Llegué al fondo enseguida. Creo que estaba llorando, no lo tenía claro. Sentí un poco de pena, pero es lo que ella se había buscado.
—¿Estás bien?— mi ética me obligaba a preocuparme. Sacó su cara entre las sábanas y con el rimmel corrido de las lagrimas y deformada del dolor, simplemente asintió y aspiró con la nariz antes de volver a ocultarme su cara. Ojala Sarah sufra así cuando la encule de nuevo.
Empecé la operación salida. Aguantaba la respiración, aunque para mi era un momento, para ella era una eternidad. Volví a lubricar de nuevo y esta vez, entraba para quedarme. Empecé con un ritmo suave, agarrando sus caderas y apretándolas contra mi, haciéndola partícipe en el juego. Poco a poco fui acelerando el ritmo, y ella empezó a sacar la cara de las sábanas, como sorprendida, dejando escapar algún gemido. Se acabó incorporando sobre sus brazos buscando contacto girandose. No sabía si le estaba gustando de verdad, o se estaba empleando a fondo para acabar cuanto antes. Supongo que si me la vuelvo a follar más adelante, será lo primero.
Le saqué el relleno y me senté de nuevo medio inclinado, invitandola a subirse a mi. No dudó ni un momento. Como si estuvieramos en el coche, se subió, me cogió la carne y se la introdujo en el recto, empezando a montarme suavemente. La sonrisa había vuelto a su cara con el rimmel corrido.
A medida que se iba acostumbrando a la nueva posición, iba aumentando la intensidad hasta acabar montandome salvajemente y hacerme perder el control para soltarlo todo en su interior mientras le agarraba el culo lamiéndole los pezones. Quedamos los dos exhaustos, frente con frente tratando de recuperar la respiración.
—¿Sabes? — dijo Eri entre bocanada y bocanada—. Es la primera vez que me follan el culo
—Lo sé, me lo has puesto difícil.
Eri se limitó a sonreir. Se sacó mi ya flácido explorador del ano, dejando un pequeño reguero de semen a su paso. Se tumbó a mi lado.
—Gracias— me dijo antes de cerrar los ojos. Le di un beso en la cabeza en señal de respuesta. Miré el despertador. Las ocho de la mañana. Por suerte era domingo.
Sobre las once me desperté con ganas de ir al baño. A mi lado yacía Eri, bella e inocente como un ángel, con su pelo anaranjado y su piel blanca.
No di más importancia a lo que estaba haciendo hasta que me encontré a Sarah en el pasillo en bragas con su top y la cola de caballo, mirandome atónita. Estaba en pelotas, y con la puerta abierta estaba viendo a Eri en la cama. Ella misma estaba confundida, nunca hemos hablado sobre acostarnos con otras personas y por su lenta cabeza estaba procesando si enfadarse o no.
Por suerte fui más rápido. Le tapé la boca y la empotré contra la pared. Lo que tardaba en arrancarle las bragas fue lo tardó en levantarse mi líbido. Le levanté la pierna y se la metí de golpe, sin aviso ni piedad. De un segundo a otro, me la estaba follando contra la pared, tapándole la boca. Me miraba con desprecio. Si Eri despertaba, nos vería como la estamos viendo a ella, y eso daba un morbo extra que me exitaba un montón. Además estaba dándole a Sarah sin condón y se notaba mucho sus apretadas paredes vaginales frente a la repentina intrusión fálica. Sarah me intentaba apartar sin éxito. Acabé apretandola duro contra la pared y cogiendo la otra pierna, y por incercia me abrazó con piernas y brazos mientras la seguía empotrando. Empezaron a aparecer los primeros gemidos tapados por mi mano. Ya estaba a punto de llegar. Alternaba el paisaje entre Eri durmiendo y Sarah con su mirada de odio/placer. En las puertas del orgasmo, la solté y cayó de culo al suelo, como no cayó Eri antes, quedando apoyada en la pared. Se le escapó un grito del susto pero antes de poder quejarse le había rellenado la boca con su plato favorito para aliñarlo con su saliva. No le dio tiempo a reaccionar, antes de hacer nada, ya me estaba corriendo en su cara mientras me aseguraba que Eri seguía durmiendo.
Sarah estaba confusa en el suelo, ordenando sus pensamientos de qué acababa de pasar. Iba a la cocina y de repente se la habían follado a pelo y corrido en su cara.
Me acerqué a ella, cogiendola de la coleta y tirando hacía atrás, lo justito para que se quejara de dolor.
—Aunque me traiga una gatita a casa, tu siempre serás mi perra. ¿Entendido?
Asintió con una leve sonrisa, confundida, pero satisfecha.
Fui al baño a mear como tenía previsto antes del interludio y Sarah me siguó a lavarse la cara. Al agacharse para el aclarado podía contemplar mi parte favorita del cuerpo femenino.
—Sabes—, me dijo cuando me pillo devorandole el culo con la mirada—, ya no me duele. Cuando quieras vienes y me haces eso.
Me la sacudí, tiré de la cadena y me acerqué a ella.
—Eres una buena perra.
Alzó la cabeza, sonriente.
—Ladra— le dije.
—¡ WUF ! — hizo de una forma más cómica que excitante. Le seguí dando órdenes absurdas para asentar mi poder. Salta, lengua fuera, pata coja, lo que se me ocurriera.
—De rodillas— fue la última orden. Para mi sorpresa, no solo lo hizo, si no se lanzó a comermelo todo. Poco a poco consiguió provocarme una nueva erección y que culminara en su boca. Eri una aficionada comparada con ella.
Cuando me desperté de nuevo a media tarde, Eri ya se había marchado. Miré el teléfono y encontré un mensaje suyo.
Hola! Siento haberme ido sin despedirme
pero estabas tan adorable durmiendo...
Espero que volvamos pronto a jugar a
los secretos jejeje
Estaríamos jugando ahora si no te hubieras ido ;)
Nos vemos pronto***
Dejé el móvil satisfecho con mis logros. Me desperecé y fuí a ver qué hacía Sarah, que hay que seguir educándola un poco más.