Personal shopper (1)
Hace tiempo que me masturbo con la ropa íntima de Pilar, pero ahora su marido va a ser mi mejor aliado para disfrutar del morbo de una mujer ideal para cualquier fetichista...
Llevo 15 años casado y a través de otra pareja conocimos a Luis y Pilar, una pareja con gustos muy afines a los nuestros y con quienes hemos hecho a lo largo del tiempo una gran confianza. Cuando estamos todos juntos hablamos sin parar de todo tipo de cosas, pero es cuando estoy a solas con Luis cuando sacamos algunos temas que van un poco más allá. Luis es muy inteligente, y no hizo falta que le comfesase que me gustaba su mujer. No fué una confesión en plan supersecreto, sino que él mismo me sacó un día el tema, porque, según él, a veces miraba a Pilar de una forma especial. Debo confesar que aquel día Luis me sacó los colores, y tuve que admitir que Pilar era para mí muy atractiva. El mismo Luis quitó todo el dramatismo al asunto y me hizo confesar, después de cuatro cervezas, que Pilar estaba como un tren. Acabamos riendo y tuve que escuchar que mi mujer también despertaba su interés, algo que me sonó un poco raro, pero inmediatamente encajé el comentario con deportividad, ya que era un sentimiento recíproco.
Nunca le confesé a Luis que cuando visitábamos su casa aprovechaba para encerrarme en su cuarto de baño algo más de lo normal y caía alguna paja con las braguitas o los pantys de Pilar, normalmente accesibles en el cesto de la ropa de lavar. Me avergonzaba hacerlo, pero era tal el placer que me producía oler las braguitas de su mujer, que su aroma íntimo hacía tiempo que había dejado de tener secretos para mí. De hecho cuando en alguna reunión de amigos me sentaba delante de ella a propósito, capturaba hábilmente instantáneas de sus cruces de piernas que se grababan durante horas en mi cabeza, algunas veces eran primeros planos de sus braguitas bajo los pantys que me excitaban más que cualquier película porno. No era tan inconsciente de confesarle a Luis lo dura que se me ponía oliendo las prendas íntimas de su mujer, pero la tentación de soltárselo algún día no estaba exenta de morbo...
Algunas semanas después, una tarde que quedamos para comprar unas cosas Luis y yo, pasó una tía despampanante con unos pantys de esos que imitan a un liguero. Me hubiese fijado y punto, pero la chica llevaba una minifalda exagerada, y se le veía el detalle del liguero perfectamente. Luis me pilló de pleno, y se echó a reir, a lo que decidí actuar con naturalidad:
- "Joder tío, no me digas que no está buena". Luis me respondió, divertido:
- "Jajaja, pero si es una cincuentona, no sabía que te molaban las mayorcitas". No tuve más remedio que defenderme:
- "Mira Luis, con esas piernas y esos pantys, la edad da un poco igual, ¿o no?". Él se puso en plan payaso:
- "Pues no, mira, yo tan mayores como que no me molan".
Le dije que en lo que me había fijado era en las piernas, me había atraído el dibujo de los pantys. Luis me dijo que eran del tipo de los que le gustaban a su mujer, y entonces se quedó callado mirándome:
- "Oye, no será que te mola mi mujer por su colección de medias...".
Como me quedé callado como una puta, temí que me machacase. La verdad era que una de las cosas que más me gustaban de Pilar era que casi siempre llevaba pantys, y no pocas veces había tenido acceso a su colección particular. Pero Luis me dijo entonces:
- "Amigo, si se te pone dura con las medias de Pilar, tenías que ver su colección de tangas".
No me lo podía creer, mi propio amigo estaba descubriéndome algo que prácticamente yo ya sabía, pero de una forma abierta. No supe qué decir, así que me tiré a la piscina temiendo cagarla:
- "Bueno, alguna vez se los deja sobre el cesto de la ropa sucia, y joder, uno no es de piedra...".
Luis pareció enorgullecerse de que su mujer despertase esos deseos, y entonces se quedó pensando un momento como cayendo en la cuenta de algo y me dijo casi susurrando:
- "Joder, ahora entiendo porqué hace poco al poner la lavadora me encontré unas bragas de Pilar salpicadas de lefa, coño, te la cascaste con sus bragas, sabía que era semen, tío".
Yo no tenía ni idea de qué me estaba hablando, solía ser muy cuidadoso al masturbarme con la ropa de Pilar, y no recordaba haber salpicado sus bragas. Sin embargo disimulé, dándole la razón a Luis, que me dijo:
- "Cacho cabrón, pues que sepas que tuve que lamerlo para estar seguro, pero era tu semen, jilipoyas. Aunque mejor, porque pensé que se la había tirado otro tío".
Me sentí sobreexcitado por pensar que estaba protegiendo a su mujer, que en realidad debía haber echado un buen polvo ese día y había vuelto a casa con las bragas empapadas. Además, sentí el repentino poder de masturbarme de nuevo en su casa, salpicando sin preocuparme. Y para colmo, el punto de imaginarme a su marido lamiendo sus bragas me acabó de poner a cien, brrr...
Luis me dijo entonces que a él eso de la lencería le daba un poco igual, pero que le molaba eso de que a mi me pusiese. Sin esperármelo, me dijo como en confianza:
- "Un día que Pilar moje bien las bragas te voy a avisar, tío, para que te hagas una buena paja con ellas. Qué cachondo el tío, y dime, ¿haces lo mismo con tu mujer?".
Yo le dije que mi mujer no solía tener especial predilección por los pantys, así que e su línea de divertirse con el tema me soltó:
- "¡Ya está!, me vas a decir qué medias te molan y yo se las regalo. La verdad es que el tema este me está gustando, mi mujer una modelo de lencería, joder, sí que tiene morbazo...".