Persiana veneciana
"Quiero que te quedes estirada. Quiero que te relajes y me dejes hacer." Pequeña oda al desesperado sexo adolescente.
La tarde se empieza a hacer corta cuando el sol se inclina y queda horizontal a la ventana. Pronto anochecerá y a penas son las cinco. Entre las láminas de la persiana veneciana entra a la habitación rectangular la luz amarilla que dibuja en las paredes y en nosotras líneas perfectas. No puedo evitar darme cuenta de cómo las figuras paralelas se curvan en algunas zonas de su cuerpo; en sus mejillas al sonreír, en las piernas cruzadas encima de la cama en que estamos sentadas, en sus pechos, marcados por ese vestido gris que se ajusta perfectamente a su cuerpo, y me permite distinguir la forma de su sujetador. De repente caigo en que debo llevar varios segundos mirándole los senos y estamos demasiado cerca para que no se haya dado cuenta. Sigue explicando algo sobre una cena que tenía con su familia unos días antes, por lo que espero que estuviera lo suficiente distraída para no darse cuenta. Poco a poco voy subiendo la mirada, pasando por su cuello, sus labios y llego a sus ojos. Me está mirando directamente, definitivamente se ha dado cuenta.
Pero para mí sorpresa, sigue hablando de otras cosas, con su voz suave, sonriendo, calmada, y yo interpreto cómo se ha tomado la situación como una luz verde. Mi espalda pasa de estar completamente apoyada contra la pared a estar inclinada, de forma que solo mi hombro derecho toca la superficie blanca. Aprovecho el movimiento para rozar nuestras rodillas y acaricio su muslo muy despacio con los dedos, a penas rozando. Con la mano derecha le acaricio el pelo, también con suavidad, y lo aparto, recogiendolo detrás de la oreja, dejando a la vista la curva de su cuello pálido. Para entonces ya ha dejado de hablar y nos encontramos mirándonos la una a la otra. La suave luz es suficiente para que se le pueda reflejar en los ojos, encuadrandose entre líneas de sombras. Lo siguiente iluminado es su boca, entreabierta. Mirándole los labios, noto como aire sale y entra de ellos. No llega a ser pesado, tan solo muestra la anticipación a lo inminente. Entonces es cuando me inclino hacia ella y la beso.
El encuentro de labios es inicialmente suave, como lo recordaba. Son aquellos besos blandos y húmedos que solo alguien delicado sabe dar. Me concentro en los leves movimientos de labios, que se unen y desprenden un poco más rápido, cada vez pidiendo un poco más, dando un poco más. La mano que acariciaba el pelo, ahora reposa sobre su cuello, acariciándolo con el pulgar, mientras que la otra se distrae subiendo y bajando por el muslo, cada vez hasta más arriba, pero siempre con el mismo ritmo.
Ella me sujeta la cintura mientras se le acelera la respiración poco a poco, y pequeños gemidos se le escapan entre besos. Las manos pasan de la cintura a mi espalda, que empieza a acariciar suavemente mientras sube. Aprovecha que me tiene sujetada para inclinarse lentamente hacia atrás y llevarme con ella. Acabamos estiradas en la cama, una al lado de la otra, y nuestras lenguas no tardan en acelerarse. Su mano se entierra en mi pelo, y la mía le acaricia el muslo por debajo del vestido, hasta un punto en que ya no quiero esperar más y acerco su cuerpo cuerpo al mío completamente. Subo la pierna que sujeto hasta mi cintura, de forma que me rodea con ella y aprovecho que es una posición ideal para tocarle el culo, que empiezo a sobar lentamente. Puedo notar cómo le está poniendo la situación, y el estar tan cerca ahora, potencia que nos empecemos a refregar una contra la otra.
Su boca empieza a bajar hasta mi cuello, dejando un rastro de saliva, y juega con su lengua y dientes en él. Yo, que ya estaba caliente, no puedo evitar estremecerme, y sé seguro que ya debo estar mojada. Quiero asegurarme que ella está igual que yo, así que la mano con la que le agarro el culo sube ágilmente hasta empezar a acariciarle el pecho. Me debato entre acariciarle el pezón suavemente primero o directamente apretar sus tetas, pero al sentir sus dientes pellizcar mi clavícula noto su desesperación y me decido por lo segundo. Al hacerlo, suelta un gemido suave y corto cerca de mi oreja. Me encanta ese sonido, así que dispuesta a que vuelva a suceder meto mi pierna entre las suyas hasta que choco con su sexo, y gracias al vestido sé seguro que he tocado su clítoris. Noto como respira con dificultad, y si antes ya nos movíamos, ahora todo se acelera. Se está moviendo contra mí, con la esperanza de continuar el roce y que éste sea suficiente para darle placer, mientras vuelve a mi boca a besarme con una buena cantidad de desesperación. Las manos de ambas se dedican ahora a recorrer a la otra en todos los rincones que la posición permite tocar, prestando especial atención al pecho. Decido que he tenido suficiente de toqueteos y me estiro encima de ella.
Mis rodillas están a cada lado de ella y me apoyo en mis codos para poder besarla bien. Ella me aparta primero el pelo que se ha metido en medio, y después aprovecha cómo estoy colocada encima de ella para agarrarme fuerte del culo. Instintivamente muevo mis caderas encima de ella intentando rozar lo máximo posible. Mete las manos debajo de mi camiseta, y rápidamente entiendo que está intentando sacarla, de forma que lo hago y me quedo en sujetador. Muevo las manos rápido intentando sacarle el vestido también, más que para sacárselo yo, para hacerle entender que es lo que quiero que pase. Salgo de encima un momento y aprovecho para sacarme los pantalones también. No tardo en volver a estar encima suyo, ésta vez las dos en ropa interior. Nos besamos muy húmedamente. Pocas cosas me parecen tan sensuales como estar besandose en ropa interior, desesperadas la una por la otra, demostrado por las manchas húmedas que tenemos las dos en la ropa interior.
Tengo una idea de cómo quiero que vayan las cosas y se lo hago saber. Me acerco a su oreja, la chupo, beso y muerdo un poco primero hasta susurrarle: <>. Asiente sin dudar. Hace tanto que no estoy así con una chica que estoy dispuesta a hacerle sentir cada parte de su cuerpo. Salgo de encima suyo y me pongo de rodillas a los pies de su cuerpo estirado semidesnudo y la observo un momento. Entra luz de atardecer entre la persiana y todo su cuerpo queda cubierto de rayas de nuevo. No quiero que sufra mucho más así que subo sus piernas para apoyarlas en mis hombros. Las acaricio de los pies a los muslos. Cierra los ojos para concentrarse en lo que le hago y me encanta. Le beso en interior de el tobillo derecho, y después el izquierdo. Son besos suaves y mojados, que repito, poco a poco, mientras me voy moviendo hacia su entrepierna. Voy alternando un lado y el otro. Me lleva un poco de tiempo, pero finalmente me encuentro besando sus ingles y merece la pena al encontrarme delante de su vagina tapada por la ropa interior. La tela no me impide apreciar lo caliente que está y el olor me llama para que la toque. Acerco mi mano, pero tan solo acaricio con la yema de los dedos sin ejercer la presión suficiente. Oigo un resoplido, seguido de un <> en tono desesperado y tembloroso. Acerco la boca y tan solo le hago un beso el la parte mojada. Sigo el recorrido que había empezado en sus tobillos y beso su estómago plano mientras las manos pasean libremente por su piel, y llego a mi objetivo. Primero le amaso los dos pechos por encima del sujetador mientras paso mi lengua entre ellos, y con pequeños besos llego hasta el derecho. Se lo saco de la ropa interior, y con el pulgar le acaricio el pezón mientras mi boca se entretiene justo al lado, chupando y succionando hasta dejarle un chupetón. Mi boca se mueve a su pezón, duro desde hace rato y juego con él. Sus manos se enredan en mi pelo y ahora sí que empieza respirar entrecortadamente. Siempre ha tenido los pezones muy sensibles y me aprovecho de ello, apretando y pellizcando el que no tengo en la boca.
Me pone tanto oír como gime, que decido jugar más con ella, y mientras mi boca sube de nuevo a besarla pongo mi rodilla entre sus piernas y suavemente la muevo encima de su muy mojada ropa interior. Ella no se queda atrás y decide mover sus caderas al ritmo que mi pierna, cosa que me pone aún más, sobre todo cuando estos movimientos le estimulan lo suficiente para darle placer y entre los besos que nos damos suelta gemidos y respiraciones largas, entrecortadas. Sus manos recorren mi espalda hasta aferrarse a ella y clavar ligeramente las uñas.
Aparto mi pierna, y por fin meto la mano dentro de sus bragas. Suelta un pequeño grito, más de sorpresa que de placer, cuando mis dedos tocan su clítoris y lo empiezan a masajear con la máxima delicadeza posible, procurando no hacer daño. Ell me desata el sujetador, y me hace moverme para poder quitarmelo. Con la punta de la lengua acaricia mi pezón derecho mientras yo la sigo masturbando despacio pero eficientemente. Mi siguiente acción es quitarle las bragas. Al hacer el amago, ella se sienta y se las saca sola. Inmediatamente después se quita el sujetador y sin pensarlo mucho tampoco, se acerca a mí y me quita la pieza de ropa que me queda puesta, dejándonos a las dos completamente desnudas.
Sin que me lo espere, se posiciona encima mío, con una pierna a cada lado, de rodillas, y aprovecho lo abierta que está para mí y la penetro con un dedo algo despacio. Su cuerpo tiembla con la intrusión, acompañando la reacción física con sonidos cada vez más altos. Muevo mi dedo dentro de ella y no tardo en meter dos, que acarician sus paredes interiores y les dan leves golpes que la dejan sin aire cada vez que me fijo. Por instinto sus caderas se mueven a penas, con movimientos que parecen más bien espasmos fruto del placer. Ver esto me dá una idea. <
Vuelvo a tomar yo las riendas de la situación para que se estire sobre su espalda de nuevo, pero esta vez no me estiro encima suyo también, sinó que abro las piernas y observo un momento su coño rosa y mojado. Ese clítoris pide a gritos ser tocado y decido hacerlo con el mío propio. Estiro su pierna izquierda y la subo hasta mi pecho, mientras dejo su derecha entre las mías y apoyo mi sexo encima del suyo. Nuestros líquidos se mezclan mientras voy probando y buscando una posición y ángulo que nos guste a las dos. Hay un punto en el que sacude las piernas y resopla, así que decido continuar de esa forma. Ésta vez estamos tan calientes las dos que los movimientos son bruscos desde un principio. El adelante y atrás de mis caderas, y realmente de todo mi cuerpo hacen que toda la cama y toda ella se muevan, incluso sus pechos acompañan las idas y venidas haciéndolos rebotar ligeramente cosa que me pone mucho. Puedo sentir como mi clítoris hace presión contra lo que puede y los labios de mi coño se mojan en la batalla de fluidos. Los movimientos se me hacen cada vez más bruscos en el deseo y la desesperación que tenemos con el cuerpo de la otra, y me quedo embobada mirando sus pezones bailar al ritmo de mis embestidas sin penetración. Me muerdo el labio en el deseo de chuparlos y me decido a hacerlo. Me acerco a sus tetas y me llevo uno a la boca. Primero muerdo, y luego paso la lengua por encima y la empiezo a mover rápido, como si fuera un clítoris, su clítoris.
He perdido el ángulo para mover las caderas pero no importa demasiado, ya que me hubiese sido imposible darle un orgasmo de esa forma. Y como ya estoy pensando en darle un orgamsmo bajo a su cño y paso mi lengua por encima, primero intentando llegar a todos los rincones, abarcando en máximo de espacio posible, y poco después me centro en su clítoris. Le doy círculos, lo más rápido que puedo y sus gemidos y temblores me indican, no solo que le gusta, sino también que estoy cerca de hacerla correrse. La penetro con un par de dedos que muevo dentro de ella y ahora sí que sé seguro que está cerca. Sus manos van a mi pelo y lo sujetan, se enreda en él. Sus piernas hacen cada vez más presión y me dificultan respirar, pero es la señal que he de ir lo más rápido que pueda y no parar. Muevo la lengua y los dedos, aunque me cuesta mucho seguir el ritmo y me canso. Me obligo a seguir un poco más, sintiendo el particular gusto del flujo en la lengua, y antes de que me dé cuenta se corre sin avisar. Su cuerpo reacciona al orgasmo y me encierra entre sus piernas, cosa que queda más erótica que incómoda mientras yo sigo comiéndola para alargar su momento de éxtasis lo máximo posible. Finalmente para y no se dá un momento para retomar la respiración.
Me estira a mí en la cama y me lleva mi propia mano hasta mi clítoris para que me masturbe, y así lo hago. Mientras ella me penetra hasta llegara un mete saca constante y me sorprendo de lo cerca que estoy ya. Su boca se aproxima a mi pezón, y observar cómo saca la lengua lentamente para chuparlo es lo que me hace estar a punto de estallar. Sintiendo esa humedad, con la mano libre estrujo su pecho y de repente tiemblo y suelto un grito.
Ella se tira a mi lado y las dos nos quedamos mirando el techo respirando entrecortadamente, Es entonces cuando me doy cuenta de que ya ha anochecido porque no entra luza por la persiana veneciana.