Perséfone
Muchos fríos y solitarios inviernos me esperan en tu ausencia
"Cual es tu nombre?" Pregunté dejándome caer agotado sobre las sábanas.
"Perséfone" fue tu escueta respuesta; con un deje frío en el timbre de tu voz y una sonrisa pícara en tus labios.
Perséfone, como la leyenda griega; aquella hija de Démeter Diosa del Olimpo y de Zeus. Perséfone, cuya belleza conquistó a Hades, señor de los muertos, el cual la secuestró para tomarla como esposa. Perséfone, que fue rescatada por su madre, para luego descubrir que al haber probado uno de los frutos del reino de los muertos, estaba vinculada a este, y que no podría dejarlo indefinidamente.
Perséfone, que en la primavera se reúne con su madre, y es entonces cuando las flores se abren en todo su esplendor, y la vida vuelve a la tierra; pero que al pertenecer a su captor, en Otoño ha de volver al mundo de los difuntos, donde le espera su matrimonio, una muerte en vida; muerte que queda reflejada en la tierra con la llegada del otoño, y los fríos invernales.
Perséfone ¡Cuantos paralelismos hay entre tu vida, y la Perséfone griega! He llegado a pensar que sois la misma. Cuando puedes escapar de tu matrimonio vacío, al que casi te viste forzada, y te reúnes conmigo; la primavera llega a mis ánimos; la vida misma estalla en mi interior con el brote de tu sonrisa, y el calor del sol me inunda con tu mirada. Es imposible tener pensamientos fúnebres cuando comparto tu presencia, cuando tus cabellos caen en cascada alrededor de tu cuello y sobre tu pecho; cuando compartimos la danza de la vida y me llevas a territorios inexplorados de suma felicidad.
Pero la realidad se impone, Perséfone. Y al igual que tras la Primavera llena de vida, llega el caluroso verano, tras este llega el melancólico Otoño, y el solitario y frío invierno. Y así son mis noches cuando volvemos a nuestras realidades, Perséfone: tú de vuelta con tu marido captor, y yo con mis noches frías y solitarias, sabiendo que perteneces a otro. Odiándole por que te tiene contra tu voluntad, envidiándole por que te tiene.
Las noches otoñales son las más duras, pues aún tengo fresco el recuerdo de nuestros estivales y calurosos encuentros. En esas noches, fruto de la desesperación, he gritado mil veces al viento tu nombre. La respuesta ha sido el eco del silencio; trayéndome el recuerdo del vacío que deja tu ausencia. Y con ese vacío, con ese silencio atronador que todo lo llena e invade, llegan las noches invernales que congelan mis sábanas, mis ánimos, y hasta tu recuerdo.
Pero sé que la primavera llegará de nuevo a mi vida, es ley y ciclo de la naturaleza; como sé que tú también estarás de vuelta. Tu Hades, tan cabrón, no puede vigilarte ni controlarte todo el año; y ese pensamiento es el que me consuela en mis inviernos que paso privado de tu presencia.
¡Vuelve, amada Perséfone! ¡Trae de nuevo la vida de la primavera a mi existencia, y el calor del verano a mis entumecidos miembros. Trae esa vida y ese calor a mi corazón para que pueda latir con más prisa, recordándome que estoy vivo, y que mi hora de ir a la barca de Caronte aún no ha llegado. Tráeme la felicidad de mi primer encuentro con la primavera, contigo, llenándome de ilusión, haciéndome olvidar el frío, silencioso y solitario invierno. Tráeme ese primavera llena de vida y promesas de un mañana mejor y más cálido.
Y si algún día la tristeza de mi invierno es tal, que mi pobre corazón no lo soportase más, quiero que en mi tumba quede escrito: "Esperó la primavera que le traía a Perséfone"