Persecución

Un mensaje y una visita sorpresiva producen en Marcos muchas dudas sobre su futuro aquí en la ciudad.

Persecución

Feliz cumpleaños Gabriel, pásalo bien. Hoy tengo turno de amanecida y no puedo llamarte, pero espero verte en la universidad. Cuídate y diviértete por los dos. No era la primera vez que cancelaba a último momento un plan con Gabriel, pero esta vez sentía una fuerte presión en el pecho por haberlo hecho. Él estaría bien, probablemente esté rodeado de la gente de la universidad o con alguna de las chicas que ha conquistado en estos dos ciclos que lo conozco. No tengo por qué estar ahí, arruinaría toda la fiesta. Me incomodaría estar rodeado de tanta energía, además que ellos harían alguna pregunta sobre mí, y ya estaba cansado de estar mintiendo sobre mí y quién soy.

Me encontraba en mi habitación, quería darme una pausa de mi doble vida y poder descansar mi cuerpo y mi mente. De repente mi meditación se interrumpe con un mensaje de texto en mi teléfono, se trataba de un número desconocido. Te encontramos. Me levanté inmediatamente de mi cama y me asomé a la ventana con mucho terror, pero no había nadie cerca gracias a la fuerte lluvia de esta noche. Entonces me asusté muchísimo más, mamá y Viv. Tomé el teléfono de incógnito y llamé al nuevo número de mi hermana.

— Aló, ¿Marcos? Son las dos de la mañana, dime que todo está bien— contestaba Viviana asustada.

— Viv, acabo de recibir un mensaje diciendo que me encontraron. Por favor sal de ahí cuanto antes con mamá. Esa gente de la inmobiliaria no va a parar hasta que les pague todo.

— ¡Mierda! Marcos, yo me encargo aquí. Por favor sal de donde estés y vuelve aquí, va a ser más sencillo si todos estamos juntos. —me pedía Viviana —. No podemos huir por siempre, no debe faltar mucho dinero por pagar. Hablamos luego.

Me colgó al momento y aún me encontraba helado. Tenía que irme de aquí y dejar todo detrás una vez más. Golpeaba mi pared de rabia al saber que nuevamente por errores de mi padre tenía que arriesgar la seguridad de mi familia. Los matones de la inmobiliaria Márquez no iban a parar hasta quitarnos todo. Me sentía muy nervioso y empecé a tener dificultades para respirar, esto ocasionó que me siente sobre la cama, pero no podía encontrar la calma. Veía puntos azules en la pared y mis manos estaban empapadas del sudor, estaba teniendo un ataque de pánico. Me acerqué a mi mesa de noche, tomé mi botella de agua y mi frasco de pastillas para dormir. Gracias al temblor que tenía en las manos cayeron varias de las píldoras e ingerí dos para pasar la noche, serían suficientes para el ataque que estaba pasando. Sentía cómo se adormecía mi piel y de a poco mi respiración se hacía lenta, el efecto de las pastillas invadió mi sistema bastante rápido.

Una sensación fuerte de náuseas me despertó. Me dirigí hacia mi baño y me lavé el rostro, mi piel estaba pálida y aún me hallaba desorientado y mareado, pero no me importaba. Salí de ahí y empecé a empacar mis cosas para poder huir de esta ciudad. De manera sorpresiva, escuché un grito en la calle.

— ¡Marcos! ¡Marcos! ¿Dónde estás? —oía desde el frente de mi departamento.

Era Gabriel. Espera un momento, ¿Gabriel? ¿Cómo es que obtuvo mi dirección? No ha venido aquí jamás en todo el año que lo conozco.  No es posible, no entiendo qué sucede. ¿Se tratará de un sueño vívido?

— ¿Qué estás haciendo aquí? Deja de gritar, por favor. Voy a abrir la puerta. —contesté enojado por el escándalo que estaba ocasionando.

Estaba furioso y me dispuse a bajar las escaleras, entonces un gran mareo invadió mi cuerpo y luego tropecé. Caí por casi todos los escalones y me encontraba muy adolorido. Me recosté un momento frente a la puerta, Gabriel estaba al otro lado, con una mirada asesina. Seguía sin entender qué pasaba, pero no podía retrasarme más. Entonces decidí abrir la puerta. Una vez dentro, él cerró la puerta detrás de sí con mucha fuerza y me tomó del cuello bruscamente. Perdí el aire un momento, caí nuevamente en los escalones y todo su cuerpo se encontraba sobre el mío. Por el shock no podía mover mis manos para defenderme, solamente podía ver como su piel se enrojecía por la ira y que su mirada no se despegaba de mí.

— Mira estúpido, vas a decirme ahora mismo qué es Sugar Chats y que es lo que hacías ahí —gritaba Gabriel.

— ¿De qué estás hablando? Suéltame antes que llame a la policía.

— No vas a llamar a nadie hasta que tenga respuestas aquí y ahora— empezaba a hacer un poco más de presión en su mano—. Considérame un nuevo cliente hoy y dame lo que te pido.

Empezaba a perder el aire, mi cuerpo temblaba y empecé a luchar por mi vida. A pesar que Gabriel tenía más peso en su cuerpo, yo entrenaba más seguido y poseía más potencia. Le alcancé a dar un rodillazo bajo sus costillas logrando liberarme, aún sentía el cuerpo descompuesto y subí hacia mi habitación para buscar algo más con qué defenderme. Él subía detrás de mí y al llegar al cuarto podía ver que respiraba de manera agitada y con los ojos llorosos. Yo me encontraba al otro lado de la habitación con un cuchillo en las manos apuntando hacia él. Ambos esperábamos que alguien se acerque al otro, sentía que mi corazón escaparía de mi cuerpo a raíz de los fuertes latidos que tenía.

— Estoy cansado, Marcos —dijo con voz entrecortada —. Toda mi vida es una mentira, y la única persona en la que podía contar, mi mejor amigo, también me miente.

Gabriel cayó sobre sus rodillas y empezó a llorar. Pegaba gritos muy fuertes, y se golpeaba a sí mismo con sus puños. No podía moverme al ver la escena, hasta que unas lágrimas recorrieron mi rostro y un sentimiento de lástima me motivó a arrojar mi cuchillo y acercarme a él a intentar calmarlo.

— Gabriel, deja de golpearte. Por favor, para —le decía mientras me aproximaba a donde estaba.

— No entiendes, Marcos. No tengo nada ni a nadie. Quiero morirme, esto no es vivir.

— ¡Cállate de una vez! —lo interrumpí con una voz muy firme —. Nadie tiene una vida fácil, yo no la tengo y eso no me da derecho a sentirme mejor ni peor que cualquiera. Mucho menos a atacar a alguien en su propia casa.

— Lo siento. Lo siento. ¡Lo siento! —repetía fuertemente.

No podía verlo así más tiempo, entonces me agaché frente a él y le pedí que me mirara a los ojos. Lentamente levantó la mirada y al verme ambos nos echamos a llorar y me abrazó, dejando caer mi cuerpo hacia el suelo. Solté un quejido y se levantó a disculparse una vez más.

Ambos nos levantamos del suelo y nos recostamos boca arriba en mi cama, observando el techo. Teníamos los ojos muy hinchados, nuestras narices estaban rojas y soltábamos fuertes suspiros por haber llorado durante tanto tiempo. Entonces rompí el silencio.

— ¿Cómo conseguiste mi dirección?

— Eh… ¿internet? —la forma en cómo lo dijo me hizo reír.

— Entiendo, el internet te dijo también cómo hablar con alguien sin amenazar con golpearlo, ¿verdad? —respondía con burla.

— Ya dije que lo sentía, señorito Marcos. No contestabas y ya van a ser las seis de la tarde.

— ¡¿Seis de la tarde?! Dormí por más de doce horas. Maldita sea, tengo que irme ya —procedía a levantarme.

— Espera ¿A dónde vas? —me tomaba del hombro y me miraba con extrañez —. Déjame ayudarte o, quizá, conversarlo.

¿Cómo poder decirle tantas cosas? ¿Cómo empezar? Sentía mucho dolor al irme de aquí. Me encontraba muy cómodo y había encontrado a una gran persona aquí. Siempre he podido contar con Gabo, desde que llegué aquí siempre se preocupó por mí. A pesar de ser distante muchas veces, hemos compartido muchas cosas y era triste que no pudiera contarle cómo había llegado a esto.

— No quiero irme Gabo —escapó de mis labios esa frase —. Quiero quedarme aquí y seguir siendo tu amigo.

— Entonces no te vayas.

Mientras ambos hablábamos, una creciente sensación de calidez recorría desde mi estómago hasta mi pecho. Tenía unos latidos muy fuertes y mi rostro se enrojeció al hacer contacto con sus ojos.

— Marcos. Te quiero —dijo con voz entrecortada Gabriel.

— Oh, Gabriel. Tú no puedes quererme. Soy una persona con mucho pasado y sabes de lo que me refiero. No va a pasar nada más que una amistad.

Apenas iba terminando la frase y Gabriel tomó con sus manos mi rostro, lo acercó al suyo y me dio un beso. Mi cuerpo nuevamente se quedó sin respuesta al sentir el choque de nuestros labios. Sentía su rostro hirviendo y podía ver que tenía sus ojos cerrados. Mi piel se erizó y decidí responder al beso tomando su barbilla, con mucha delicadeza. Nos alejamos unos momentos y ambos podíamos sentir que la piel nos llamaba.

Nuevamente nos besamos, pero esta vez nuestras lenguas se encontraron. En un inicio fueron tímidas, hasta que empezaron a reconocer que estaban muy bien juntas. Gabo bajó sus manos y las dirigió hacia mi cintura. Nos encontrábamos sentados en la cama y sentíamos como nuestros cuerpos empezaron a recostarse uno sobre el otro, terminando él debajo de mí.

No dejamos de besarnos mientras mis manos y las suyas recorrían nuestros cuerpos. Él vestía una playera verde y unos shorts blancos, por lo que podía sentir más de cerca el contacto de su piel con la mía. Mi mano pasó por debajo de su vestimenta y tocaba con mucha suavidad la zona de su vientre (he de admitir que me encantaba sentir esa zona, tenía mucho por recorrer sobre ella). Mientras se encontraba recostado, él tocaba mi rostro con delicadeza y acercaba su pelvis contra mis glúteos. Me decidí por bajar a besar su cuello y daba unos suaves mordiscos, lo suficientemente sutiles para no dejar ninguna marca. Podía sentir un delicioso aroma proveniente de su piel, era una combinación de sudor, loción y perfume que me enloquecía.

No me dejó explorar mucho tiempo porque luego se sentó, mientras aún seguía sobre él y quedamos frente a frente. Me tomó de mis cabellos y dejó al descubierto mi cuello, era su turno. Pasó su lengua suavemente por mis labios, pasó por mi mentón y siguió el mismo camino hasta llegar a recorrer cada parte de mi rostro. Me miró con mucha pasión a los ojos y empezó a levantarme la sudadera suavemente. Él también procedió a retirarse la playera y nuestros torsos quedaron al descubierto para ambos. Gabo abrió sus brazos hacia mí y me abrazó por unos segundos, ambos sentíamos nuestro calor junto y era fenomenal. Empezó a besarme, pasó por mi pecho y jugaba con mis pezones en el proceso: les daba unas lamidas rápidas que hacían que mi cuerpo temblara.

Desde que empecé con mi trabajo de Scort, nunca había recibido o sentido tanta atención mientras estaba en intimidad. Siempre sentía que era un servicio comparable a un alimento o medicina, había olvidado que tenía la facultad en mí de disfrutar de la compañía con alguien.

Gabriel me recostó en la cama y me tomó de los deportivos que vestía y me dejó solo con mi bóxer morado, con una gran erección. Se detuvo un momento para contemplar mi cuerpo y con sus dedos pasaba por mis abdominales, me encontraba muy cómodo y estaba dispuesto a lo que quisiera hacer con placer. Entonces se acercó hacia mi ropa interior y pasó su lengua sobre mi despierto miembro. Con sus manos masajeaba mis lampiñas piernas, sentía cómo perdía el control de mi cuerpo mientras él tocaba cada parte de mí. Me tocaba el pecho y me apretaba los pezones para maximizar el placer que estaba sintiendo con él.

Sin previo aviso, me desprendió del bóxer y quedó al descubierto una gran erección. La punta de mi pene se encontraba humedecida y al ver esto, soltó una pequeña risa. Inmediatamente introdujo todo mi pene en su boca y sentía el calor de sus mejillas, cómo estas apretaban mi miembro y le daban la bienvenida. Con sus labios humedecidos pasaba suavemente por toda su extensión hasta llegar a la base, acompañado por unas arcadas que me encantaba oír. Tomaba mis bolas y jugaba con ellas con suavidad, se sentía muy agradable. Con mi mano, lo tomé de la cabeza y lo presionaba hacia abajo para que pueda chupar cada parte de mí.

Después de unos minutos, sentí que no podía más. Quería sentir lo mismo que él y poder explorar todo su sexo. Entonces me levanté y lo llevé a los pies de la cama, lo acosté boca arriba y pedí que cierre los ojos. Llegó tu momento, le susurré al oído. Entonces pude tener su pecho a mi merced. Tenía vellos en sus pectorales y disfrutaba ver eso en él, así que, sin más, recorrí con mi lengua cada parte que tuviera a la vista con mi lengua. Lo hacía de manera muy rápida, podía sentir cómo lo disfrutaba y me encantaba verlo así. Al mismo tiempo bajaba sus shorts y no pude contenerme, porque inmediatamente le retiré la ropa interior que traía de golpe. Finalmente tenía su miembro frente a mí y me sorprendía ver lo grueso que era, tenía una ligera inclinación y muchas venas lo recorrían. De inmediato, lo tomé con mi mano y acerqué mi lengua hacia la cabeza. Tenía su líquido pre-seminal saliendo de él y probé de aquel fluido como si se tratara de un néctar. Pude introducirlo por completo en mi boca, subía y bajaba en él mientras apretaba mis labios para que sienta lo estrecho de mi boca. Gabriel empezó a susurrar mi nombre: qué rico lo estás haciendo Marcos, me encanta. Enloquecía de placer al oír mi nombre en voz de alguien que lo estuviera disfrutando tanto como yo.

Andaba cerca de mi mesa de noche, así que tomé uno de mis condones sin dejar de masturbarlo, suavemente, con la otra mano. Me dispuse a ponerlo en su miembro, lo acomodé suavemente y empecé a bajarlo lentamente con la boca (puesto que era de sabores). Gabriel abrió los ojos y al ver la imagen se mordía los labios y se tocaba todo el pecho. Me preparaba a ponerme de espaldas y a subirme sobre aquel delicioso miembro, pero me detuvo.

— Marcos, espera —exclamó jadeando—. Deseo verte disfrutándolo.

Su petición me fascinó así que estuve frente a él y estaba listo para que pueda estar en mi interior. Sentí un leve dolor mientras estaba entraba en mi ano, pero todo eso desapareció una vez que lo sentí completamente dentro mío. Me recostaba sobre él y sentía como sus vellos chocaban en contra de mis nalgas, ese cosquilleo era delicioso. Procedí, entonces, a mover mis caderas de manera suave para que pueda recorrer cada parte de mi interior. Se sentía demasiado bien. Me mordía los dedos a causa del placer que me producía, sentía unos deseos de gritar de placer tremendos, entonces él puso sus dedos en mi boca y empecé a chuparlos uno por uno.

— Se siente muy bien Gabriel, me está gustando mucho —mencionaba mientras lo veía a los ojos.

— Uff, esto a mí me pone muchísimo. Quiero que lo disfrutes todo, ¿vale?

Habiendo dicho esto, levantó su pelvis contra mí y sentí todo su pene dentro de mí, pegué un legítimo gemido. Empezó a tomar un ritmo constante de embestidas profundas en mí que me hacía gemir con fuerza. Sacó sus dedos de mi boca, empezó a tomar mi pecho y a apretar mis pezones, que se encontraban duros y dispuestos a cualquier toque suyo.

Luego de unos minutos pidió que cambiemos de posición, procedí a retirarme y me pidió que estuviera boca abajo esta vez. Mis nalgas estaban a su disposición y, de repente, sentí su lengua en esa zona. Bajé mi espalda para que tuviera la mejor de las vistas, pero me concentraba más en el placer que estaba sintiendo. Usaba su lengua en círculos, separaba mis nalgas con sus manos o la introducía por completo en mí. Por favor, entra en mí. Le estaba pidiendo que me la metiera, se trataba de mi instinto carnal. Nuevamente sentía todo su pene dentro de mí y era como si hubiera estado incompleto. Se movía de manera excelente dentro de mí, tomaba sus nalgas con mis manos y las acercaba a mí para que no se despegue de mí.

Sus embestidas me producían mucho placer, y Gabriel disfrutaba de mi interior. Me propinaba nalgadas y apretaba mis glúteos hacia él, a lo que respondía con gemidos que no imaginaba tener nunca. Una de sus manos se acercó a mi pene y empezaba a masturbarlo rápidamente. Mi cuerpo flotaba de placer, sentía que podía correrme en cualquier momento. Él aumentó el ritmo y producíamos juntos un sonido esplendoroso. Se acercó hacia mi oído sin detenerse y me daba lamidas y unos mordiscos que volverían loco a cualquiera.

— Marquitos, ya quiero venirme. Estoy muy cerca.

— Hay que corrernos juntos Gabo, me daré la vuelta.

Estábamos frente a frente una vez más, Gabriel se retiró el condón y con una gran velocidad empezó a masturbarse. Se acercó a mí y tomó mi pene con la mano libre para acompañar en el acto a su miembro. Compartíamos besos llenos de lujuria y sentíamos cada vez más cerca el orgasmo. Yo no pude más y luego de un largo gemido me vine finalmente, muchas gotas cayeron sobre su pecho y sobre el mío. Al ver esto, Gabo soltaba unos poderosos gruñidos y sin más se corrió, todo su semen caía sobre mí y no se detenía. No dejamos de besarnos y nos recostamos sobre la cama, ambos agotados y aún manchados.

Nos vimos directamente, y ambos reíamos por ningún motivo. Teníamos nuestros cuerpos desnudos, sudados y con la respiración bastante agitada, pero teníamos una satisfacción tremenda con nosotros. Interrumpí el momento con una bobada mía.

— Hola, mucho gusto. Mi nombre es Marcos Villenas. Tengo 27 años, soy del signo de escorpio y trabajo como Scort. —dije mientras le extendía la mano.

— ¡Qué placer saludarlo, joven Marcos! Me llamo Gabriel Portocarrero, recién tengo 26 años. Deseo la paz mundial, y me conocen mucho mejor por el apellido de mis padres adoptivos.

— No sabía que eras adoptado— respondí.

— No sabía que eras Scort— tenía razón y me hizo reír—. Así es, soy adoptado por la gran familia Márquez, llena de inmobiliarias por todos lados.

Siguiente episodio: "Confrontación"

*Nota de Autor: Las palabras quedan cortas, muchas veces, para poder expresar lo agradecido que estoy por la retroalimentación por parte de todos ustedes. Me siento muy cómodo compartiendo con ustedes esta afición por escribir que, espero, más adelante pueda desarrollar de manera seria. Un saludo a quienes llegan hasta aquí todos los días y espero que siga siendo de su agrado esta pequeña saga. Que tengan un buen día.