Perro de Alquiler (18: Final)

Ochrier cumple con su promesa y guía a Arturo hasta el espectáculo más grotesco que ha visto en su vida, donde su madre y su esposa son la principal atracción. Lucía le confiesa lo que ha sido su vida, pero ahora, cómo podrán salvar al amor? Capítulo final...

Perro de Alquiler XVIII

Ochrier cumplió con su palabra, 2 días después de protagonizar aquella soberana orgía, recibí una llamada. Me encontraba en Cobán, Angie me acompañaba, ella no se separó de mi ni un minuto desde que todo esto había ocurrido. El francés me dio una dirección, era un bar y llevarían a cabo una fiesta bastante peculiar. Según me dijo, un hombre de color, con la descripción de Orel, estaría presente y sería parte de ese show, además de 2 mujeres, a quienes anunciaban como "suegra y nuera", tenían que ser ellas.

Angie me rogó porque mejor llevara a la policía, pero Ochrier me advirtió que si las fuerzas del orden eran vistas allí, todo se suspendería y yo perdería la mejor oportunidad de encontrarlas. Lo mejor era llamara en cuanto estuviera seguro que si se trataban de ellas. Aun así Angie todavía no se sentía segura, así que le pidió a Felipe que me acompañara. El llevó a 2 guardaespaldas vestidos de ricachones campesinos.

Llegamos como a las 10:30 de la noche, el show ya llevaría una hora de haber comenzado. El lugar tenía una luz tenue, que estorbaba a la hora de querer reconocer a alguien desde lejos. Una estridente música de rock al fondo, no era suficiente para acallar los aullidos de dolor de alguna infeliz. Aun no alcanzaba a ver el escenario, no sabía de qué se trataba.

Nos cobraron caro la entrada, aparentemente era una fiesta de invitación, pero como el guardia era tan eficiente, aceptó una mordida. Ya adentro, a pesar de la mala luz y de la distancia que me separaba de ella, logré distinguir una figura familiar. Arrodillada junto a un hombre maduro, que la tenía sujeta de una cadena a un collar de perro que llevaba en el cuello, la mujer veía con los ojos mojados un triste espectáculo. Sus senos espléndidos colgaban sueltos, y su cabello crespo se hallaba libre, cayendo sobre sus espaldas… era mi madre.

Les juro que sentí los deseos de lanzarme encima de ese infeliz, quien quiera que fuera, pero Felipe me disuadió.

Aquí no Arturo, hay mucha gente armada

¡Es mi madre!

¡Si, pero solo vas a lograr que te maten y que se la lleven!… suponiendo que no muera también… lo mejor es llamar a la policía

Entonces volteé la cara hacia lo que mamá veía, era el espectáculo más grotesco que jamás había visto. Vestida tan solo con una botas de cuero que le llegaban arriba de las rodillas, mi esposa estaba siendo desatada de un potro, la luz del escenario dejaba ver claramente terribles marcas rojas en sus nalgas. En la boca llevaba un bozal con una bola de caucho, que evitaba que pudiera decir cualquier palabra.

Aun la pasearon para que todos vieran el resultado de la tortura, antes de pasar a lo siguientes. Y yo no podía creerlo, aun cuando veía que la estaban atando de los brazos a las vigas del techo, mediante cadenas que colgaban, y la abrían las piernas para atárselas a unos grilletes en el piso, aun así no lo podía creer. Así, Lucía quedó frente al público eufórico, lleno de un montón de malviviente pervertidos.

3 hombres subieron al escenario y comenzaron a pegarle, ¡a mi esposa!, con largas reglas de madera rústica, llena de astillas que se le clavaban en sus finas y delicadas carnes y le dejaban largas líneas rojas. Le daban con furia sobre las nalgas, la espalda, la vulva y el busto. Y mi pobre amor respondía a cada azote con desgarradores un gritos y balbuceos incomprensibles, enloquecidos, sin sentido.

Felipe y uno de sus guardias (uno llamado Rogelio) me sujetaron de los brazos para que no hiciera nada, pues estaba rabioso ciego, iracundo, totalmente fuera de mi. Pero tenían razón, hacer algo allí solo lo arruinaría todo, y ahora si las perdería. Tuve que morderme las entrañas mientras veía como un nuevo golpe caía sobre mi mujer. Felipe, con una mirada, ordenó al otro guarura que saliera y llamara a la policía.

Se me hizo eterno ese castigo, era demasiado, demasiado la verdad. Estaban marcando ese cuerpo que yo amo, lo estaban lastimando demasiado y yo no podía hacer nada por temor a que algo peor pasara, ¿se pueden imaginar la tremenda impotencia que sentía?

El aporreo terminó, pero ahora vino una violación. Penetraron a mi esposa por ambos lados, uno por la vagina y el otro por el ano, y se pusieron a darle fuertes acometidas, enloquecidos de excitación. Pocos minutos después terminaron a borbotones dentro del molido cuerpo de mi amada esposa. Sabía que estaba mal, sabía que estaba muy lastimada, que le dolía todo, pero aun así no podía hacer nada aun. Y a mi, a mi me mataba el alma, me quería morir. No podía comprender por qué mi mamá no hacía nada, se limitaba a permanecer en silencio con la mirada clavada en el suelo, ida, como en trance.

El tipo que tenía a mi madre de la cadena se acercó a Lucía, que lloraba en voz baja. Diciéndole algo al oído estaba cuando la policía irrumpió en el lugar, para mi alivio.

Esta es la policía, todos permanezcan en sus lugares y nada malo pasará.

¡¡¡¡NOOOOOOO!!!! – rugió ese tipo, loco como un energúmeno – ¡¡¡¡ELLAS SON MÍIIIIAAAAAS!!!! ¡¡¡¡NO ME LAS VAN A VOLVER A QUITAAAAAARRRRR!!!! – sacó una pistola y apuntó con ella a mamá… ¡PUM!, el sonido de una detonación inundó la sala.

¿Alguna vez han escuchado que cuando uno ve la muerte de frente, toda su vida le pasa frente a los ojos? Eso es mentira, cuando la muerte aparece, no tenemos tiempo de pensar en nada, tan solo atinamos a quedarnos estáticos con cara de imbéciles y gesto de idiotas. El alma volvió a mi cuando una pesada figura caía del escenario, con el pecho atravesado por un certero balazo, que un policía había disparado. Era ese tipo, ese desgraciado, que veía ante sus ojos como todo acababa, sin poder hacer nada, era Esteban.

Lucía volteó hacia atrás, sus ojos me enfocaron, a Felipe, y a Angie. Esta última acababa de entrar, se vino a escondidas siguiéndonos, y entró momentos antes de que la policía irrumpiera. Vi un profundo alivio en sus ojos, pero también una inconmensurable pena

Gritos y pánico, nadie entre los presentes quería ser capturado en un lugar así, pues muchos gozaban de buena reputación en la comunidad. Y Lucía y mi madre, al hospital. Allí, un médico me diría que estaban bien, que mi esposa solamente necesitaba de atención a sus heridas, pero que ambas tendrían que visitar a un psicólogo, especialmente mamá, que no hacía más que quedarse en un rincón, arrodillada y viendo al suelo, sin decir ni pío.

Sentado junto a la cama de mi esposa, en medio de esa sala impersonal y atiborrada de gente, inició la que, considero yo, la conversación más difícil de toda mi vida. No los quiero aburrir con los detalles, me limitaré a ir directamente al grano.

Arturo, me he vuelto una puta, perdoname… – me dijo Lucía bañada en lágrimas – lo… lo… ¡lo hice por el dinero! Yo… ya no soportaba que tu estuvieras aquí matándote para poder conseguir el dinero y… bueno, una cosa llevó a la otra

y… ¿cómo fue que todo pasó?

snif, snif… perdoname amor, perdoname

¿Cómo fue que pasó? Contame Lucía, necesito saber

Todo, todo empezó… es que… es que Esteban me violó. Después de eso, seguí, ya no pude parar. Me hice adicta a eso y el dinero me llegaba muy fácil, y a pesar de mi edad tenía muchos clientes. Pronto me acostumbré al sexo, al sabor del semen y de los fluidos, a ser penetrada por salvajes, que me tomaban brutalmente para satisfacer sus instintos de sexo. Terminé convertida en una puta asquerosa y degenerada, y ahora ya no puedo ni yo misma verme a la cara, mucho menos a la tuya

Quiero que me lo contés desde el principio… ¿cómo ocurrió todo?

Lucía empezó con su narración, que a continuación les transcribo

Se llama Esteban, al principio yo creía que era un profesional formal y respetable, nunca me imaginé nada malo de el. Amor, Arturo, ya no aguantaba que tu te estuvieras partiendo el lomo solito aquí, te quería ayudar, y ese hombre me había ofrecido un trabajo como secretaria. Me citó a una casa, en dónde supuestamente estaba su oficina. Fui vestida muy elegante, quería el trabajo y tenía que dar buena impresión. ¡Mierda!, yo era tan inocente que no vi nada de malo en eso… ese día perdí mi inocencia para siempre.

Llegué y lo saludé, olía muy bien. De entrada, el hombre me dijo a quemarropa que me iba a dar una buena cantidad de dinero a cambio de ser su puta particular. Comprenderás que me indigné mucho.

¡Cómo se atreve!

Tu sos la que necesita el trabajo mujer… y yo tengo uno bien pagado.

¡Yo no soy una puta, maldito imbécil! ¡Vaya a ofrecerle dinero a su madre! – gran error, un hombre como el nunca iba a permitir que una mujer lo insultara de esa manera.

¡A mi no me vas a insultar de esa manera, perra! – me volteó la cara de una violenta bofetada que me hizo caer; me asusté mucho, nunca nadie me había golpeado antes – Te voy a enseñar lo que es ser una buena mujer, perra pedazo de mierda

Me agarró del pelo y me puso de pié, me arrinconó contra una pared y me plantó un beso violento. Estaba aterrada amor, te juro que estaba aterrada, pensaba que ya no tenía salvación. El se separó de mi, me tiró sobre un sillón y fue por su billetera.

Mujer, vos solo sos una perra sucia y caliente, todas son iguales, lo único que necesitan es quien las dome. Tomá, – me dijo extendiendo un fajo de billetes – esto te lo vas a ganar hoy, te voy a demostrar lo ramera que sos, que, por más que peleés, al final vas a terminar rogándome que te coja como a un gusano inmundo.

Esteban me tomó de las muñecas y me esposó a la espalda por la fuerza, yo parecía un muñequito indefenso junto a el. Luego me colocó una bola de hule en la boca, amarrándola por detrás de mi cabeza para ahogar mis gritos. Me llevó hasta su habitación y me tiró sobre su cama. Yo vestía ese conjunto que tanto te gustaba, de falda y saco amarillos, con una blusa corinta debajo. Zapatos de tacón bajo, blancos, un collar y el pelo recogido en una cola.

Casi me arrancó la falda y las medias, y luego siguió con mi blusa y mi brasier, dejándome semi desnuda. Luego vino con una vara metálica, con anillas colocadas más o menos a una distancia de 5 cm cada una. Me colocó pulseras de cuero en los tobillos, estas tenían una argolla incorporada y las aseguró a las anillas de la vara, una en cada extremo. Así, amor, ya no podía cerrar las piernas por más que quisiera.

Yo estaba llorando a mares suplicándole que me dejara, que tuviera. Pero mis gemidos y lamentos solo lo excitaban más. Me quedé llorando desesperada en lo que el salió de la habitación por un momento. Cuando regresó con una caja me colocó en los pezones 2 ganchos de madera que me dolieron mucho, y el se divertía con mi dolor. Luego empezó a restregarme la vulva con un dedo, primero despacio, pero rápidamente aumentó la velocidad hasta ser un vigoroso frote. No podía hacer nada, tan solo revolverme desesperada, como un gusano asustado.

Trataba de meterme los dedos entre el ano… Arturo, no sé ni para qué te cuento todo esto con tanto detalle. ¿Podés comprender lo mal que me hace sentir? Y no es por la violación, sino porque lo disfruté, lo disfruté amor, ¡qué clase de mujer soy ahora!, ojalá me podás perdonar algún día.

No te imaginás, amor, como me da de vergüenza eso, descubrir cuando lo tenía sobre mi cuerpo que mi vagina estaba humedeciéndose, y por más que lo trataba de justificarme, ninguna explicación era suficiente. Y a la vez que aumentaba la humedad de mi intimidad y el sudor comenzaba a cubrir mi cuerpo, mi temperatura subía también y las caricias intrusas iban pareciéndome un poco más placenteras. No entendía cómo podía ser eso posible, ¡me estaba violando, VIOLANDO!

Y lo pero de todo, es que el se dio cuenta.

¡Ya vi que te gustó, perra! ¿Ya vez?, ¡solo tenías que acostumbrarte! – me dijo entre risas.

Por más que trataba, mis gemidos dejaron de ser de terror, y se empezaban a convertir en gemidos y suaves jadeos de placer, que crecía y crecía aumentó sin que yo lo pudiera detener. Amor, en brazos de mi violador acabé en un fuertísimo clímax… como nunca.

¡¡¡MMMGGGGMMMMFFMFMMM!!!… ¡¡¡MMMGGGGMMMMFFMFMMM!!!… ¡¡¡¡¡MMMMMMMMMGGGGGGMMRMRRRRRFFFFFFFFFF!!!! – Esteban reía viéndome gemir sin control, totalmente fuera de mi misma.

Me convulsioné en la cama como una asquerosa babosa hasta que los fuertes espasmos me dejaron casi inconsciente. Ya no podía pensar en nada con claridad, lo único que sentía era esa profunda relajación, esa extraña sensación de bienestar. Perdoname amor, pero por primera vez en mucho tiempo me sentía feliz y sin esa horrible tensión que siempre tenía sobre los hombros. Pero volví en mi al abrir los ojos, y nuevamente regresó el miedo.

La violación siguió adelante, Esteban me tomó fotos y colocó una cámara de video para poder grabar todo lo que pasara. Y yo amor, creeme por favor, estaba aterrada nuevamente, sabía lo que venía y sabía que sería terrible. Pero no era eso lo que más me preocupaba. Yo sé que a estas alturas ya no me vas a creer, pues no soy más que una gran ramera, pero es cierto, lo que más me dolía es que, hasta ese día, únicamente tu me habías tenido como mujer… y ahora ese viejo asqueroso iba a hacer conmigo lo que se le diera la gana.

Colocó su gordo y repugnante falo en la entrada de mi feminidad, lo recuerdo rojo, caliente, lleno de venas a punto de explotar. Lo restregó un poco, tenía una gran cabeza de hongo. Desgraciadamente logró calentarme de nuevo, y para el momento antes de la embestida definitiva ya me tenía revolcándome como un gusano sobre el colchón de la cama, ardiendo. ¡Te juro que no lo entiendo!, pero esa extraña mezcla de esa arrebatadora calentura y la profunda vergüenza que por primera vez sentí ese día, es lo que actualmente me sigue volviendo loca, y hace de mi perfecta para cualquier sesión de dominación y humillación… soy una puta viciosa mi amor.

Su horrible aparato entró tieso por mi estrecho conducto, abriéndose paso con violencia y forzándome dolorosamente. Grité y grité, me dolió horrores… pero me dio un gran placer a la vez. Sentí como sus testículos toparon con mis nalgas y el se detuvo un poco. Rió y me la sacó de repente aliviándome mucho, pero eso no duraría. Lo hizo solo para darme la vuelta y dejarme boca abajo.

¡Qué culo más bueno tenés perra! Lo vas a mantener paradito o te va a ir muy mal. – ese culo mío… ¡a veces lo aborrezco!, es la causa de el alucine que le provoco a los hombres, y que los hace cogerme tan brutalmente como les es posible.

Mi amor, ya te imaginarás lo que vino después. Metiendo su mano bajo mis caderas y jalándome de las esposas con la otra, me puso el culo en pompa. Para evitar que lo bajara, enredó los dedos de una mano entre mis largos cabellos negros y con la otra posicionó su grueso hongo en la entrada de mis entrañas, nuevamente.

Empujó sin compasión y se enterró hasta el fondo, traté de empujarlo y sacarlo, pero lo conseguí, estaba a su merced total. Su miembro se abrió paso lacerándome, luego se quedó quieto un momento, susurrándome al oído lo puta que yo era. Empezó a cogerme salvajemente, sus caderas se estrellaban durísimo en contra de mis nalgas, enterrándomela hasta el fondo. Me la sacaba despacio y casi por completo, para volverla a meter como una ráfaga, arrancándome alaridos casi inhumanos. Las lágrimas rodaban por mis mejillas y el sudor por mi frente y el resto de mi cuerpo… y en mi vagina grandes cantidades de fluidos íntimos. No lo entiendo, pero apenas minutos después de empezar, me sentía en otro mundo, el placer amenazaba con terminar de romper mi débil y frágil defensa… y así lo hizo. Volví a reventar en un potentísimo orgasmo que me dejó sin aliento y casi sin sentido, quedando colgada de los cabellos como una muñeca de trapo en manos de su titiritero.

No te podría decir durante cuánto tiempo continuó cogiéndome, solo sé que se dio gusto conmigo. Al final, me clavó con mayor fuerza y salvajismo hasta que soltó sus calientes y abundantes chorros de esperma, inundándome las entrañas hasta el último rincón. Se quedó encima de mi, jadeando, sudando, por un momento. Luego se paró y se vistió, pasado un rato, me dejó ir… con un billete de 100… ¡un puto billete de 100!, eso era lo único que yo valía, tan solo 100 miserables y putos quetzales, solamente eso

Arturo, ya no puedo parar, me envicié de sexo. Y no creo que tu querrás vivir con una mujer como yo. Si… si… – volvió a romper en llanto, tardó un poco en recuperar la compostura – si tu querés, me podés dejar, y te quedás con los niños porque no creo que estén bien al lado de una mujer que es una puta… como yo.

Lucía terminó llorando a mares en mis brazos. Y luego el que lloraba era yo, cuando le confesé que en realidad no era un trabajo lo que yo tenía, sino que era un prostituto. Le hablé de Ochrier, de que Angie era mi compañera de trabajo y mi mejor amiga, y de cómo es que la logré localizar. Ella estaba anonadada, no sabía ni qué decir.

Dejamos correr los días, y al final, armándonos de valor, volvimos a encararnos. Decidimos luchar por nuestro amor y por nuestra familia, no saben lo bien que se sintió el día que regresamos a nuestra casa, en la capital. Lucía se quedó en la casa con los niños, yo me concentré en buscar un nuevo empleo, ella consiguió uno de maestra. Pero ya nada era igual, no pudimos hacerlo, volver a ser los mismos de antes. Cada uno, por su lado, volvió a lo mismo. Era inútil insistir, yo necesitaba desesperadamente que me partieran el culo, y ella que se la cogieran como a la peor de las putas. Volvimos a la prostitución, y nuestro matrimonio tambaleó más que nunca.

Pero, ¿qué creen que pasó, amigos lectores?

Amor, vamos a llegar tarde

Ahora voy cielo, solo termino esta última carta.

¿Seguís contando nuestra historia por internet?

Si mi cielo, ya casi termino. Mi hermana nos lo va a publicar, vos también deberías escribir.

Bueno, tal vez más adelante… pero acordate que tenemos que pasar por Angie y que ella se desespera si la hacemos esperar. – Lucía me lanzó un dulce beso desde la silla de la computadora.

Me parece que ya adivinaron, nos convertimos en un matrimonio dedicado a la prostitución y a la venta de nuestros cuerpos. Esta noche tenemos que ir a una despedida de soltera, pero no seré yo el que viole a mi esposa y a Ángela, al contrario, ella me violarán a mi. Es petición de la organizadora, ni más ni menos que Ana, la señora que organizó aquella orgía en la que 4 mujeres casi me matan. Pues bien, ya me imagino, tendré que soportar una cogida interminable por parte de mi esposa y de nuestra amiga, usando un par de cinturones con consoladores negros enormes tal y como a mi me gusta. Y luego, es muy probable que las mujeres presentes se vuelvan loca y traten de descuartizarme vivo… tal y como a mi me gusta.

Tenemos mucho éxito, mucho. El dinero ahora nos abunda y ya salimos de todos nuestros clavos económicos. Pero tampoco deseamos dedicarnos a esto para siempre. Decidimos regresar a Cobán y vivir con mis padres, por la estabilidad más que todo y porque, desde allí, podemos llevar nuestra doble vida con mayor discreción y seguridad. Arturito y Lucy no se imaginan de lo que sus padres… ¡y abuelos!, son capaces, y espero que jamás lo sepan.

Y en cuanto a nuestra enfermiza necesidad de sexo, pues les diré que participamos en clubes de intercambios, hetero y homosexuales. El sexo jamás faltará en nuestras vidas aunque hallamos dejemos la prostitución por un lado. Ahora los 2 somos esclavos de la carne para siempre. Yo soy un Perro de Alquiler, y ella una Ramera Empedernida.

Bueno, ahora si llevo a su fin este relato, espero que les halla gustado. Les pedimos, mi esposa y yo, que nos escriban al correo electrónico de mi cuñada Laura, Garganta de Cuero: garganta_de_cuero@latinmail.com , pero por favor, que no sea solo para decirme que soy un degenerado.

Bueno, ahora me despido, este su servidor, el Perro de Alquiler.

Fin.

Garganta de Cuero.