Perro de Alquiler (08)

La vida como puto de Arturo sigue su marcha, se hace de clientes acaudalados y, sobre todo, viciosos.

Perro de Alquiler VIII

Así era mi vida, amigo lector, así era mi vida. mi vida continuó su marcha, esa marcha fea y lúgubre que me daba tristeza, desesperanza y hasta miedo. Cada día veía más lejano el momento de volver a lo de antes. Y aunque sabía que eso era imposible, me negaba a aceptarlo y continuaba aferrado.

No niego que me gustaba tener una buen a talega horadándome las entrañas, pero también me avergonzaba profundamente, especialmente el hecho de que me gustara tanto. Gozaba siendo sometido, siendo usado como una mercancía, siendo vejado y hasta maltratado, pero en el fondo deseaba que mi vida regresara a lo que era antes. Añoraba a mi familia.

Amigos como Angie y Lalo me lo hacían todo más llevadero, pero no me era suficiente. Y a pesar de tener amistades como la de Bertrand Ochrier, seguía teniendo mucho miedo. Ochrier, para bien o para mal, siempre estaba presente, desde el primer día en que me desvirgó el culo, hasta el momento en que me enteré lo de mi esposa (algo en lo que no entraré en detalles ahora), a pesar de estar ausente. A el le debo la extensa cartera de clientes adinerados (extranjeros casi todos) que llegué a manejar. Desde su posición me ayudó a contactarlos, ellos formaban parte de su exclusivo y cerrado círculo.

Una de ellas era Sheny, la conocí poco después de que Ochrier se fuera a Francia gracias a las amplias recomendaciones que el le dejó de mi persona, ambos tienen negocios juntos, pues doña Eugenia (su nombre verdadero) es una señora de alta sociedad.

Se impresionó mucho por mi porte. Eugenia Salam viuda de Gonzáles-Spross, dama de sociedad entrada en años (51) cuyo difunto esposo le dejó varias empresas y propiedades que sus hijos administraban, mientras ella solo goza de sus rentas. Aficionada a los vicios de la carne, era una mujer madura, como dije, de piel blanca y ojos verdes, cabello teñido de un oscuro negro, con rayos azules, cubriendo las canas que la edad le traía. Estaba algo pasada de peso, por lo que sus senos tenían un gran tamaño. Y a pesar de estar muy bien cuidada y conservada, la edad ya no pasaba desapercibida en ella.

Se reunió conmigo en un lujoso hotel de la zona 1, pero pequeño y discreto para no llamar la atención. Yo estaba en la habitación esperándola cuando ella llegó, quedó fascinada por mis imponentes y peludos 1.80 mt. Pectorales amplios, hombros muy anchos, abdominales grandes y bien marcados, amplia espalda, piernas musculosas y un trasero redondo y muy firme, además de grande. Y todo eso cubierto por una espesa capa de pelo. Definitiva cualquier mujer se hubiese quedado con la boca abierta de verme.

Bertrand no me mintió cuando me habló de usted… ¡ese francés me enoja!, yo nunca encuentro hombres así… ¿de verdad tiene 38?

39

¡Qué bien conservado está! Ojalá mi difunto marido hubiese sido así… pero ni modo.

Hizo que la tomara y copulara con ella como un energúmeno. Desde que la señora me vio, se mojó y se me tiró encima, quitándome como pudo el bikini de color azul que cubría mis partes más íntimas y metiéndose entre la boca el grueso falo que de allí salía. Al mismo tiempo me acariciaba y amasaba las nalgas, impresionándose de lo duras y grandes que eran. Sus labios y lengua también pasaban sobre las 2 pelotas peludas que por testículos tengo.

Pronto yo estaba prendido de las chichotas de la mujer, chupándolas ávidamente mientras metía sus manos entre sus nalgas e introducía un dedo entre su ano. La señor Gonzáles-Spross estaba como en otro mundo, gimiendo ruidosamente mientras mi otra mano se colaba entre los pliegues de su sexo y no dejaba de morderle los pezones.

La puse boca arriba sobre la cama y la empecé a ensartar, hincándole la paloma hasta lo más profundo de su ser, hasta sentir que topaba en el fondo, la tomé como un animal. Ella seguía gritando como una desesperada, pidiéndome más y más, berreando y chillando al sentirme adentro de su cuerpo.

¡¡¡¡MÁS!!! ¡¡¡¡MÁS!!! ¡¡¡¡DEME MÁS!!! ¡¡¡¡UUOOOAAAAAAGGGGHHHH!!!

¡Perra sucia!… ¡Perra sucia!

¡¡¡¡POR…¡¡¡¡POR FAVOOOOOOR!!! ¡¡¡¡AAAAGGHHHHH!!!! ¡¡¡¡MÁS!!!! ¡¡¡¡MÁS!!!! ¡¡¡¡AAAAAHHHHHHGGGGG!!!

Me la cogí como por 20 largos minutos, la puse en todas las poses que conocía y le di tan duro como me era posible, como ella me pedía. La vieja gozó como una loca, teniendo orgasmo tras orgasmo. Al final, la puse en 4 y le dejé ir la verga entre la boca, sin condón a petición de ella. Me la empecé a coger oralmente, casi sin dejarla respirar, hasta que terminé en largos chorros que se fueron dentro de su garganta. Quedamos tirados sobre la cama, ella toda desparrama y abierta, sudando cuantiosamente y con la boca llena de semen. Estaba muy satisfecha.

Es… es… es usted… ha, ha, ha… es usted un gara… un garañón… – apenas logró decir la vieja.

Usted es… ha, ha, ha… también es muy buena

Gracias… gracias… amorcito… – me puse de pié y me disponía a irme, pero la señora me detuvo – ¿A dónde vas?

Bueno… pensé que se querría quedar descansando

Si, pero a la par tuya… ¡garañón!

Gracias señora

A propósito lindo… sos bastante musculoso, y también muy fuerte… hacés muchos deportes, ¿verdad?

Pues más o menos se hace la lucha

Mmmm… me parece que nos vamos a llevar muy bien de ahora en adelante.

Y si nos llevamos muuuuy bien desde ese día. Ella se hizo una de mis mejores clientes desde esa noche, y no solo ella, pues pronto descubrí que era la matriarca de una extraña y retorcida familia, mejor se los cuento en otra ocasión. Por ahora los dejo, se cuidan.

Continuará

Garganta de Cuero.

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