Perro de Alquiler (03)

"El hambre es canija" dice una canción, "pero lo es más el que la aguante"... Arturo es ya todo un puto.

Perro de Alquiler III

Acostado boca arriba sobre la cama, la cara llena de semen secándose, el culo aun abierto, y un negro gigantesco vistiéndose frente a el, estaba despertando. Mi cuerpo espesamente velludo estaba cubierto de sudor y fluidos corporales. El negro me miraba y me sonreía, estaba bien servido. Me dijo algo en criollo, dejándome un grueso fajo de billetes sobre la cama. Y no se fue sin antes darme un beso en la verga flácida del que había sido su puto.

Me quedó observando el techo, acostado sobre la cama con las piernas abiertas y la paloma descansando sobre mi vientre. Me relamía el semen que el ejecutivo caribeño me había dejado en la cara, entre el bigote y la barba. "Otra vez… otra vez" me decía. Ya habían pasado 4 meses desde que empecé de prostituto, desde aquella vez que me entregué a Bertrand Ochrier, y no hallaba la forma de salirme. Un amigo mío me dijo que ya mero me conseguía un puesto, pero nada, nada todavía. Y no lo podía culpar, el era muy bueno y hacía lo que podía por mi, pero apenas si podía conservar el suyo, la empresa en que laboraba estaba con problemas financieros. A estas alturas del partido mi único consuelo era haber salvado la casa y haberle mandado ya bastante dinero a mi familia en Cobán.

Puse de pié mis 180 cm. de estatura, se sobé el ano, me ardía un poco. "¡Negro cerote!" me dije, recordando la verga de 18 cm. que mi culito se había tenido que tragar, negrísima y gruesa como un brazo, y que después había expulsado copiosas cantidades de semen que recibí en la boca, arrodillado a los pies del negro. En solo 4 meses en la profesión más vieja del mundo ya tenía una buena reputación dentro del círculo de empresarios extranjeros que llegaban al país temporalmente para trabajar. Era un gremio exigente, hombres de trajes caros y gustos exóticos, o bien sucios. Yo no trabajaba con empresarios locales pues estos podían conocerme. Y solo utilizaba mi primer nombre, nunca daba apellidos.

Entré a la ducha de la habitación y abrí la llave, dejé que el agua recorriera mi cuerpo desnudo, mojándome entero. Me limpié la cara de semen… no sin antes tragar un poco, je, je, je. Me avergonzaba gustar tanto de su sabor, "¿cómo es posible?" me decía. Tomé el jabón y me lo esparcí por mi musculoso cuerpo. Como me metí al gimnasio, siguiendo el consejo de Ochrier, ahora mi físico era impresionante.

Al pasar el jabón por mi pene, recordé lo caliente que aun estaba y empecé a menearlo, pronto se me puso duro otra vez, el negro no me había dado la oportunidad de acabar. Poco a poco el gozo fue creciendo. Me acosté sobre el suelo de azulejo sin dejar de frotar vigorosamente mi mástil. Poco a poco fui elevando mis caderas hasta que, luego que un ronco gruñido saliera de mi garganta, largos chorros de esperma salieron disparados de mi sexo, acompañados de espasmos en mi vientre y genitales que me elevaban al éxtasis. Recibí mi propia leche con la boca, era un método muy curioso de masturbarme que Ochrier me enseñó para poder verme y calentarse más, me volví aficionado a este. Quedé tendido sobre la regadera mirando el techo… me sentía tan mal por sentirme tan bien

Regresé a mi casa y me fui directamente a la cama, pero antes revisé mi celular. "¡Tres mensajes por la gran puta!" dije. Sabía de qué se trataban, eran clientes interesados en alquilar mi cuerpo para pasar un buen rato. Eran 2 conocidos y uno nuevo, dos el viernes y uno el sábado, el domingo lo quería para descansar, para mi solo. Por la noche hablé con mi familia, los llamé a casa de mis padres.

Desperté al siguiente día y me fui a "trabajar". El primero me llevó a desayunar a un club de la Antigua, era un ejecutivo costarricense para el que ya había trabajado antes, que gustaba de recibir largas y profundas mamadas. Me traía buena cuenta pues antes de disponer de mi culito, el tico me dejaba unas 2 o 3 buenas lechadas en la boca, que se cobraban aparte. Además era el típico romántico, nunca me tomaba por la fuerza, si no hasta que consideraba que ya me había seducido lo suficiente. Terminamos en un motel donde me puse en 4 como por 15 minutos, dejando que el tico se desfogara arrebatadamente conmigo.

Por la noche me encontré con el cliente nuevo. Resultó ser un gordo abusivo que temblaba de la emoción al ver a ese portento de hombre (yo) frente a el, con su pene de 18 gruesos cm. parado, mirando al cielo. Hizo que le chupara la verga, y luego que lo cabalgara. Como la habitación tenía espejos por todos lados, podía verme mientras rebotaba una y otra vez sobre el vientre del gordo. Debo decir que era un espectáculo verme haciendo sentadillas sobre el miembro de 12 cm de ese hombre, que gozaba como un loco. Mi abdomen plano se miraba increíble, marcando a la perfección mis fuertes abdominales y mis inmensos pectorales cada vez que caía sobre el gordo. Solo de verme me calenté y llegué (sin quererlo) al orgasmo que derramé sobre la panza del tipo, que se enojó mucho. Le tuve que regalar una mamada para quedar bien con el.

En la tarde del sábado me tocó salir con un muchacho salvadoreño, Ángel Poma, uno de mis clientes regulares, cada vez que visitaba el país solicitaba mis servicios. Me llevó a comer a un carísimo restaurante de la zona 10, una de las pocas ventajas de mi trabajo, y después a coger a su casa de la Antigua.

Bueno Arturito, mire que en 3 semanas no he tenido nada de nada, así que me voy a tener que desquitar con usted… je, je, je

Pues sírvase Ángel, aquí estamos para servirle.

¿Qué, buffet de carne de hombre?

Pues si quiere… por usted hasta me sirvo condimentado, ja, ja, ja, ja

¡Je, je, je, je, je! – me gustaba bromear con el, me caía muy bien el patojo.

Inmediatamente me arrodillé y le bajé el pantalón y el calzoncillo. Saltó rápidamente un hermoso pene rosado de unos 17 cm, bien durito y apuntándome directamente a la cara, obviamente no lo hice esperar y me lo metí en la boca, me puse a chuparlo como si fuera el último pene del planeta.

No llevaba demasiado tiempo como puto, pero ya había logrado cierta técnica que iría mejorando con el tiempo. Me lo metía completo hasta el fondo, y lo iba sacando poco a poco, pegando fuertes succiones a medida que salía. Luego lo agarraba a lametones, desde la base hasta la punta, pasando sobre sus bolas. Me gustaba mucho su sabor, y el de sus testículos, los que lamí extasiado. Y el respiraba muy aceleradamente, estaba caliente y disfrutaba mucho de mis atenciones. Y a mi me encantaba atenderlo porque aparte de ser muy guapo, era sumamente agradable.

El muchacho era muy atlético y con una resistencia de los mil demonios. Puso a su encantado puto en todas las posiciones que se le dio la gana, en 4, de costado, puso mis piernas sobre sus hombres y se echo sobre mi, por lo que las puntas de mi pies casi tocaban mi almohada. Me penetró como un salvaje mientras estaba abierto de piernas, sobre la mesa, el suelo, la mesa de noche, etc. Pero siempre penetrándome violentamente como yo mismo le pedía, para rematar al final con una mamada en donde se derramó sobre mi pecho. Yo me llevé a la boca bastante de su semen para saborearlo. Luego se quedó profundamente dormido abrazado a mi. Despertamos como a las 3 horas, yo apenas dormí.

Buenos días Arturo.

Buenos días Ángel.

Su dinero está sobre la mesa del comedor… es lo de siempre más una propina.

No se moleste con las propinas… yo solo vengo a hacer mi trabajo

No, no, una buena labor merece siempre una felicitación. Considere eso como una gran felicitación.

Gracias Ángel.

Gracias a usted, como siempre, hoy estuvo muy bueno… muy pocos me aguantan al "Angelito", je, je, je

Llegué como a las 10 p.m. a mi casa. Me dirigí directo a la cama y no supe de mi hasta el otro día. Desperté con una gran costra de semen en el pecho. "¡Mierda!" exclamé, cómo odiaba amanecer pegosteado. Me metí a bañar, luego preparé algo para desayunar y luego me quedé asesinando el tiempo frente a la Tv. Había planeado pasar un día completamente inútil, lamentando amargamente mi suerte tan horrible.

Salí a traer el pan como a eso de las 4, y cuando regresé, el celular sonó. Estaba dispuesto a mandar a la mierda a quien fuera que me llamara a esas horas, pero se trataba de mi hijo, Arturito. Platicamos un gran rato, me contó de su nuevo colegio, de sus nuevos amigos, que Lucy, su hermanita se había cortado con una espina de un rosal y que su mami estaba trabajando en la posada de mis padres. Luego me pasó a mi mamá, su abuela, y platiqué otro gran rato con ella. Me contó que todo estaba bien y que me extrañaba, que debería irlos a ver más seguido.

Ya sé que tenés que trabajar, pero no descuidés tanto a tu familia amor. – me dijo.

Me despedí y me quedé tirado sobre la cama, pensativo. Esa llamada me deprimió mucho, mucho. Yo no debería estar allí, cogiendo como un loco con el primer hijo de puta que me ofreciera dinero. No, debería estar con ellos en Cobán… no, más bien, ellos deberían estar aquí conmigo, y todo esto, jamás debió pasar.

Me recosté sobre la almohada y me quedé profundamente dormido. Ya nada era igual, nada. Pero ignoraba lo mucho que las cosas dejarían de ser como antes

Continuará

Garganta de Cuero.

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