Perro de Alquiler (01)

Arturo, hombre de bien, eficiente trabajador y responsable padre y esposo... se ve obligado a vender su cuerpo para darle de comer a su familia.

Perro de Alquiler I

Buenos días, soy Laura Ovalle nuevamente, Garganta de Cuero. Quiero presentarles a mi cuñado Arturo, creo que algunos de ustedes ya lo conocen, si es que han leído mis relatos de "Amor de Hermanas" y "De Esposa Ejemplar a Ramera Empedernida".

El es el esposo de mi hermana Lucía, quien ya ha contado su historia en este mismo portal, firmada con mi nombre. Pues bien, ahora quiero llevarles a ustedes la historia de su esposo, en sus propias palabras. Verán que el tiene mucho que contar sobre si mismo

Y les mando un foto, no es el, ¡ojalá!, pero es muy parecido. Es solo para que se hagan una idea de cómo es. Bueno, ahora los dejo con el, con Arturo, el Perro de Alquiler

Me miro al espejo, estoy completamente desnudo, con una erección dura y grande, los huevos me palpitan esperando el clímax para vaciarse. Parece mentira que me guste tanto esto, no me lo puedo creer todavía. Todas aquellas cosas en las que creía las he tenido que dejar por un lado. Y los prejuicios con los que crecí, bajo una educación muy conservadora, se habían desmoronado.

Soy un hombre, padre de 2 hermosos hijos y amante esposo. Tengo un hogar muy bonito, en donde reina la armonía, una esposa hermosa, tierna delicada, muy femenina, a la que amo, de verdad la amo. Y sin embargo estoy en este motel con un hombre.

Pero no es cualquier hombre, es el hombre que me tomó por primera vez, en aquellos días aciagos de necesidad, en donde los aconteceres de la vida me habían acorralado y obligo a venderme como prostituto gay. Pero de eso, ya pasaron más de 2 años, ahora ya tengo trabajo nuevamente y me está yendo bien. Y sin embargo sigo siendo su prostituto, su perro de alquiler, la mercancía para que el se deleite… y me gusta, me encanta.

Claro que me va a pagar, aunque no lo necesito. Pero la sensación de no ser más que un objeto que se puede comprar me ha hecho adicto a estos encuentros furtivos. Y desde ese primer día ya no he podido ser el mismo nuevamente, necesito tener un hombre metido entre mis piernas.

Cuando me siento invadido en lo más profundo de mi ser por un pene largo y gordo, bastante duro, que me taladra las entrañas con furia, me revuelco de esa deliciosa mezcla de placer y de dolor, que ha resultado ser para mi como la nicotina (no fumo) o el alcohol (tampoco tomo), auténticas drogas de las que soy incapaz de alejarme.

Arturo, ¿su mente está volando?

Perdóneme, es que me distraje

Lo veo acostado sobre la cama, apenas con unos slips grises puestos. Me encanta su cuerpo, su frialdad, sus finos y perfectos modales. Pero lo que más me gusta, es cuando me convierte en su mercancía para la noche. Nadie como el me ha hecho sentir más esclavo, tan de su propiedad.

Avanzo a gatas hasta donde se encuentra, tomo su pene entre mis labios… mmmm… está salado, me gusta.

Esa noche sería como muchas otras en mi vida desde que comencé con esto. Pero eso no es lo importante de este relato. Yo quiero compartir con ustedes cómo fue que empecé. Verán, no fue por vicioso, promiscuo o pervertido, no. Es que no tuve opción

Navegando preocupadamente por la red, visitaba esperanzado los sitios de empleo. Ya tenía más de 3 meses de estar desempleado pues había sido despedido de mi trabajo. Todo porque el jefe necesitaba hacerle un espacio al incompetente de su hijo, un irresponsable muchacho de 26 años que, ¡al fin!, había logrado cerrar su carrera. Como no habían vacantes, fui el elegido para cederle mi espacio.

Los ahorros que tan cuidadosamente había juntado se empezaban a agotar, comprometiendo el bienestar de mi familia. Y, pobre de mi, no conseguía nada. A mi edad ya era difícil hallar un trabajo bien remunerado dada la gran competencia que existía, son demasiados administradores.

En ese tiempo tenía 38 años y era un esposo y padre de familia responsable, amoroso y trabajador. Todavía lo soy. Por mi falta de trabajo estaba desesperándome, pues tenía que llevar el sustento a mi casa.

Cansado y decepcionado quité la vista de la pantalla, cuando al voltear, vi que el muchacho de la computadora de a la par veía atentamente un portal pornográfico. Por mi estado de ofuscación decidí entrar en el. Vi mujeres en poses obscenas, haciendo de todo con tipos con penes inmensos. Vi también un área de contactos. "¿Qué escribirá esta gente en estos contactos?" me pregunté, e ingresé en esa área. Allí habían para gays, heteros, parejas, etc., para todos y todas, de todos los gustos. Decidí leer algunos, me causó gracia ver lo los mensajes tan tontos y prosaicos. Accidentalmente pinché en uno de homosexuales y apareció el siguiente mensaje:

Joven ejecutivo extranjero solicita caballero maduro. 1.80 mt., de estatura, velludo corpulento (no gordo) y fornido, para servicio de sexo servidor. Ofrezco excelente paga y mucha discreción. Interesados escribir a blacksuitcase@frelaize.com… Solamente interesados por favor.

"¡Qué mal esa gente!" me dije. Pero extrañamente no podía olvidar la dirección de ese mensaje. No lo sabía, pero una espinita se me había metido en la espalda después de leer eso. "Excelente paga" decía allí, y una excelente paga es lo que yo necesitaba… ¡Pero no!, yo era un tipo íntegro, fiel a su esposa y a sus principios. Además qué pensaría mi mujer y mis hijos si supieran que su papá se volvió un puto gay. No, de eso ni hablar.

Regresé a casa con las manos vacías. Lucía, mi esposa, me esperaba con una noticia:

Amor, fijate que Lucy se enfermó. Le volvió a dar un ataque de asma otra vez.

Pero si ya estaba bien… ¿por qué?

Ya mi hermano me dio para pagarle el tratamiento. Pero ya no podemos seguir pidiéndole a mi familia más amor, ya no.

¿Pero qué querés que haga mujer? No hay nada para mí allá afuera. Nada.

¿Y nosotros qué?

,… – un balde de agua fría me calló encima, ella tenía razón, ¿y ellos qué?

Hoy vinieron unos señores del banco. Dijeron que si no les pagábamos lo que les debemos por la casa en menos de un mes, nos vienen a desalojar con la policía y todo. ¿Podremos pagarles dentro de un mes?

,

¿Arturo, podremos?

si… pero nos quedamos sin nada

¿Entonces…?

La contundencia de la realidad era demasiada para mi. Hablamos y llegamos a la conclusión que lo mejor era aceptar la propuesta de mis padres e irnos a vivir a la provincia, en la ciudad de Cobán donde ellos residían, y tratar de salir adelante allí. Nos habría sido más fácil pedirle ayuda a mis suegros, pero ellos no se llevaban bien con Lucía… no se llevaban bien con nadie.

Todavía saqué brillos y orgullo, y decidí quedarme para ver si había algo que aun podía hacer, mientras ella y los niños se iban. Pasó el tiempo, y apenas logré juntar para salvar la casa por un tiempo más. Estaba desesperado, ya no sabía qué hacer, y ese contacto seguía retumbando en mi mente.

Una noche ya no soporté más, entré en un bar dispuesto a beber hasta perder el conocimiento. Pedí una cerveza, completamente ajeno a lo que ocurría a mi alrededor. No me interesaba nada, solamente como hacer para sentirme peor. Entonces un caballero a mi lado me habló.

Es una noche fresca, ¿no cree?

Si, si… hay algo de frío

Así es mejor para mi, en mi país el clima es así.

¿Y de dónde es?

Francia.

Si, si, lo noto en su acento. ¿Y le gusta Guatemala?

Si, mucho, es un bello país.

Bueno… más o menos

¿Más o menos? No parece que a usted le guste.

Si me gusta, pero es que… es difícil

Mmmm… ya veo, usted tiene algún problema que lo lleva a un estado de ofuscación. ¿Dinero?

Mmmm

Si, siempre es el dinero

No se puede vivir sin el, por desgracia.

Pero se puede conseguir.

Si, si, trabajando, pero ¿y si no hay trabajo?

Bueno, la necesidad es la madre del genio inventivo humano. Y cuando esta llama, debe ser escuchada. Algunas personas harían cosas desesperadas por el dinero.

¿Cómo qué?

No sé, no sé… robar tal vez.

No, no… yo no soy ningún ladrón

¡Pero no estoy insinuando nada! Solo le decía que la desesperación puede arrastrar a un hombre a realizar actos que en su sano juicio jamás haría. Y precisamente esa desesperación puede justificar un acto vergonzoso. Dígame, ¿qué estaría dispuesto a hacer usted para salir de los problemas económicos en los que se encuentra? Me imagino que muchas cosas, un hombre como usted debe estar casado y tener hijos, seguramente los ama y querrá tenerlos lo mejor que pueda. Dígame, ¿hasta dónde estaría dispuesto a llegar por ellos.

Callé, no sabía qué decirle, en parte porque tenía la boca llena de razón, en parte porque su pausada forma de hablar, muy correcta, con su voz profunda y seria como de disertador me tenía como hipnotizado.

Llegaría hasta dónde tuviera que llegar, ¿no es así? Cualquier cosa que hiciera sería poca.

Si… así es

¿Cualquier cosa?

Si es por ellos… si

Me lo imaginaba. – esto último lo dijo arrastrando las palabras, con una extraña sonrisa en los labios.

El hombre sacó su billetera y pagó su trago, dejándome una gruesa cantidad de dinero. Se lo bebió de un solo y se despidió muy cortésmente de mi. Y mientras se alejaba hacia la puerta no dejó de verme por un instante, me veía directamente a los ojos, con esos fríos y duros ojos azules que tiene, y que hasta la fecha me siguen paralizando.

Me quedé con la cerveza en la mano, pensando en… en nada, tenía la mente en blanco. Todas sus palabras parecían una propuesta, pero ¿de qué? Sin pensarlo me puse de pié, dejé dinero sobre la barra y salí a la calle, buscándolo sin saber exactamente para qué. Me estaba esperando junto a la entrada, recostado contra la pared, fumando un cigarrillo.

Parece que lleva prisa.

Es que… mire, usted… usted, lo que me estaba diciendo… o sea

Le ofrezco dinero a cambio de su cuerpo. – me dijo a quemarropa dejándome frío.

¿Perdón?

Le ofrezco dinero a cambio de su cuerpo, de sus servicios sexuales.

¿Servicios sexuales? ¡Es que usted se ha creído que soy una puta callejera!

No, pero fue usted el que dijo que haría lo que fuera por su familia. Y yo estoy dispuesto a pagarle un gruesa suma de dinero a cambio de su cuerpo.

¡¿Cómo se atreve?!

¡No se haga el hipócrita conmigo! Si acepta, sígame

El tipo se dio la vuelta y comenzó a alejarse lentamente del lugar. Caminaba muy seguro, como quien sabe que ya ganó una disputa. Y yo me fue detrás de el caminando sin saberlo. Me explico, lo seguí sin saber por qué, solo sabía que estaba caminado detrás de el.

Bueno, antes de seguir, creo que es conveniente que me presente debidamente. Mi nombre es Arturo Martínez y tenía 38 años en ese tiempo. Mido 1.80, soy moreno claro, corpulento y con una excelente condición y aspecto físico pues me encantas los deportes. Y de cara no soy feo. Uso barba y soy velludo como un oso. Tengo 2 hijos, Arturito y Lucía, de 10 y 7 años respectivamente.

Toda mi vida fui educado en un ambiente muy conservador, junto con mis 2 hermanas mayores. Nunca tuve nada contra los homosexuales, pero en mi mundo eso era un tabú un pecado mortal. Se imaginarán entonces lo difícil que fue para mi aquella primera vez.

Lo seguí hasta un parqueo oscuro. Habían muchos carros allí. Paró junto a un lujoso Mercedes negro, del año, volteó y me sonrió.

¿Ya tomó una decisión?

-… – estaba mudo, incapaz de decir algo.

¿Señor?

¿De cuánto dinero estamos hablando? – logré decir.

Mmmm… eso depende de usted

¿Cómo?

Mire, le pondré una paga base, a la cual agregaré comisiones o premios directamente proporcionales al grado de satisfacción que usted me brinde, ¿comprende?

Si… comprendo

Entonces… ¿tenemos un trato?

Si… – ese si, cambiaría mi vida para siempre.

¿Cuál es su nombre?

Arturo… Arturo Martínez

No es necesario que me diga su apellido, si se va a dedicar a esto en el futuro, ese es un dato que no se debe dar. Incluso, sería muy conveniente que se pusiera un apodo. Dígame Arturo, presumo que usted no tiene ningún tipo de experiencia en estas cosas, ¿cierto?

Así es

Es su primera vez.

Si

Mmmm… nunca he tenido un alumno… ¿está dispuesto a aprender?

Eso depende de la paga

Entonces aprenderá mucho… me gusta, me apetece tener un alumno… Arturo, quítese el saco y póngase contra mi automóvil, con las manos sobre el capó.

Le obedecí, con los pies separó mis piernas. Entonces comenzó a pasar sus sucias manos por mi cuerpo. Recorrió mi espalda, mi pecho, mi vientre, acarició mi cabello, me daban asco aquellas caricias.

Me gusta mucho su complexión física. Quítese la ropa, solo quédese en interiores.

Pero… estamos en la calle

Así es… pero no veo a nadie a nuestros alrededores… y así es más emocionante. Quítese la ropa. – finalmente obedecí, quedándome únicamente en calzoncillo – Muy bien, muy bien. Veo que es usted un hombre robusto, bastante apuesto también. – no me gustó mucho que un hombre me chuleara – Necesito cerciorarme de algo. – y pasó sus manos sobre mi pecho sobresaltándome – Tranquilo, tranquilo, que solo estoy examinando la mercancía. – ¿mercancía? solo eso era para ese joven extraño.

Ese francés pasó sus manos por todo mi pecho. Palpó mis pectorales, le satisfizo. Luego bajó su mano por mi vientre, tocando concienzudamente todo lo que veía allí. Se aseguró que mi estómago estuviera firme, no flácido y abultado. "Veo que su vientre empieza a pronunciarse, pero se puede corregir con ejercicio". Continuó tocándome, ahora por los costados, y yo comenzaba a sentir algo. Las caricias, que al principio me molestaron mucho, ahora ya no me parecían tan repulsivas. Y por primera vez sentí un sentimiento de sometimiento y pertenencia por el, por un hombre, que jamás me he podido quitar desde entonces cuando me hallo como el perro un cliente.

Se agachó para palpar mis piernas, le gustaron.

¿Es usted deportista?

lo… lo fui.

¿Qué deporte practicaba? – preguntó el joven.

Este… pues… – empezaba a perder la sangra fría, todo ese toqueteo tenía que hacerme algún efecto.

Su deporte… ¿qué deporte practicaba?

Em… fútbol, básquet… em… natación, karate… de todo

Era todo un deportista… eso me agrada… – me decía al tiempo que apretaba mis pantorrillas.

El tipo se puso de pié y clavó sus ojos azules en los míos. Comenzó a tocarme la cara, abrió mis labios para verme los dientes, me se sentía como un animal en exhibición, me recordó la manera en que mi padre examinaba a las reses antes de comprarlas.

Bájese el calzoncillo. – me sobresalté, después de dudarlo un momento obedecí – Me gusta lo que veo, no está circuncidado, justo como me gusta. Y peludo como un oso, bien, bien, bien.

El tipo se quedó contemplándome por unos momentos, al parecer le agradó lo que vio. Y yo me sentía muy vulnerable, extraño, ansioso, atemorizado, pero extrañamente fascinado. Imagínense esta escena, un hombre de 38 años, alto, robusto y peludo como una oso, barbado y con una apariencia muy seria; estar desnudo en medio de un oscuro lote de estacionamientos, dejándome manosear por un joven extraño del que ni el nombre conocía.

Puso una mano sobre mis nalgas y la comenzó a mover por toda su superficie, estaba corroborando la suavidad y firmeza. Mi pene comenzó a reaccionar, ya era mucha la tocadera y solamente soy un hombre. El se percató de ello.

Veo que le agradan mis atenciones Arturo. Sería excelente si en verdad es tan sensible como aparenta. – e introdujo una mano entre mis nalgas.

Un escalofrío recorrió mi espalda, nunca me habían tocado allí, ni siquiera mi esposa. Yo no quería, lo juro, sentía una gran vergüenza, pero los dedos hábiles del francés comenzaron a pasar encima de mi ano y mi corazón se aceleró y puso muy duro mi pene. Acarició en círculos aquel delicado órgano, siguiendo toda su circunferencia. Poco a poco comenzó a hacer presión sobre el, trataba de introducirlos. Y mis ojos se nublaban, y un extraño placer me trataba de quitar la conciencia. Acercó su nariz a mi cuello, yo contenía la respiración, de verdad me estaba calentando.

Huele muy bien Arturo, eso es bueno, me gustan lo hombres limpios.

Continuó presionando, hasta que logró introducir uno de sus dedos. Lo comenzó a mover lentamente en mi interior, en círculos, tratando de averiguar que tan elástico era. No mucho, pues aún era virgen de allí. Empezó a lamerme el cuello, despacio para que lo sintiera, logró introducir un dedo más entre mi ano que me volvía loco, mientras su otra mano subía hacia mi pecho y aferraba uno de mis pezones. Un suspiro salió de mi boca sin que lo pudiera evitar.

¿Le gusta verdad? Si, le gusta y mucho.

S-si… – respondí inconscientemente, ya casi estaba fuera de mi.

El tipo comenzó a mover sus dedos de adentro hacia afuera de mi ano. Me estremecí, nunca pensé que podría sentir semejante placer con eso en las manos de otro hombre. Lo que antes me repugnaba, ahora me empezaba a gustar.

Lentamente, la mano de Ochrier bajó de mi pecho peludo buscando mi pene, lo encontró, duro y desafiante. Retiró su capucha y sacó la cabeza enrojecida. Con firmeza, pero suavemente a la vez, empezó a masturbarme. Ya no cabía en mi mismo de placer, sentir los dedos hábiles de Ochrier dentro de mi ano y frotándome el miembro era demasiado. La respiración se me agitó y el corazón se me aceleró, el clímax se acercaba a el a zancadas, estaba a punto de llegar al orgasmo. Entonces, el paró.

¡Estoy sumamente impresionado Arturo!, pero… todavía no deseo terminar. – dijo despojándose de su pantalón y de la corbata – Venga aquí y chúpemela.

Hizo que me arrodillara frente a el, sin pensarlo me lo metí en la boca y lo comencé a chupar, la cosa que creía la más asquerosa, la estaba haciendo. Me tomó de la cabeza y me guió. Sentía arcadas cuando el tipo me introducía hasta el fondo ese falo, que había resultado ser bastante grande. Era una herramienta de 17 cm, sin circuncidar, dura, venosa, rosada. En su rostro se veía el placer y la lujuria. Casi llega al orgasmo, pero el no quería terminar solo así.

Dese la vuelta Arturo, y póngase en 4… creo que ya sabe lo que viene. – le obedecí inmediatamente como un autómata, aunque sentía mucho miedo.

Para ese momento, ya no era yo, era solo un pedazo de carne que vibraba al ritmo de ese hombre. Toda mi vida pasó frente a mi, mi esposa, mis padres, mis hijos. Me sentí un ser traicionero y despreciable, no por lo que estaba haciendo, sino por lo que estaba sintiendo: estaba muy excitado, y si el me lo hubiese exigido, le habría suplicado que me la metiera.

El tipo se puso un condón y acomodó su pene en la entrada de mi ano, después de escupirme un par de veces lo consideró lo suficientemente lubricado y comenzó a empujar. Sentí cada cm que me introdujo, me dolió y bastante, pero ya no estaba en condiciones ni de protestar, ya no era yo, ahora era un objeto de placer.

Por fin todo el falo de ese hombre extraño estuvo dentro mi, estaba listo para ejecutar a su víctima.

Arturo, quiero que se tape la boca, no es conveniente que haga mucho ruido en el sitio en el que nos encontramos.

Me embistió sin piedad, arrancándome gritos y gemidos de dolor que logré ahogar en un sordo y ronco sonido gutural. Su pene taladraba mi intimidad sin compasión, forzando al máximo mi ano. Y siendo sujetado con fuerza del cabello, estando en 4, yo me sentía atrapado, de su propiedad.

  • ¡¡¡AAAGGHHH!!! ¡¡¡AAAGGHHH!!! ¡¡¡MMMGGGRRRR!!!

  • ¡No Arturo, no te!, ¡siéntalo todo, gócelo!

Y así fue, pues poco a poco al dolor se le comenzó a unir un extraño y retorcido placer. Desde ese día comencé a hallarle el gusta a ser empalado por jóvenes muy viriles y rudos. Desde ese día los gemidos de dolor se tornaron en placer, y la dominación se convirtió en sometimiento voluntario.

Me dio duro, durísimo, por un buen rato. Los embates se escuchaban muy fuertes, mi pene estaba duro y se estrellaba contra mi vientre, bamboleándose frenéticamente. El tipo estaba fuera de si, sabía que era primerizo y aún así me agarró como si tuviese ya cayo en el culo, fue muy salvaje. Y yo, su puto sumiso, luchaba por ahogar mis gemidos y gritos de dolor y de intenso placer.

Cerré con fuerzas los ojos, fruncí el ceño, y los dulces estremecimientos del orgasmo me invadieron, derramándolo sobre el piedrerío del suelo, antes la sorpresa y deleite de mi jinete.

Al rato el también comenzó a dar señales de cansancio. Se salió de mi interior, me jaló hacia el y me puso con la cara bajo su pene a punto de explotar. Se sacó el condón y, después de unas sacudidas, dejó salir de su miembro gruesos chorros de semen blanco que cayeron sobre mi rostro, en medio de gruñidos de placer y expresiones en francés. Luego cayó rendido en su silla.

Quedé arrodillado dándole la espalda, todavía no alcanzaba a comprender lo que acababa de hacer, lo que me hizo. Me preguntaba por qué eso me dio tanto placer, no lo sabía.

Dese la vuelta Arturo, no se limpie el semen de la cara, aun no. – obedecí – He quedado muy impresionado con su desempeño Arturo, debo decir que no me lo esperaba, es usted un hombre muy apetitoso… realmente lo es. Quisiera hablar de negocios con usted, creo que esta noche me ha dejado fascinado y con muchas ganas de más. Estoy seguro que ambos saldremos muy satisfechos y beneficiados de nuestra futura relación comercial. Usted comercia con su carne y yo se la compro, ese es el tipo de negocio que a mi me agrada mucho cerrar

Huelga decir que fui contratado, y que saqué una buena suma de mi relación con ese hombre. Y por lo que restaba de aquella noche, yo seguí mamando y tragando la leche de ese hombre. me llevó con el a su departamento, no dejó ni que me vistiera. Y desde ese día empecé a brindarle placer a todo macho que quisiera pagar por el, haciendo las cosas que yo jamás me imaginé hacer. Me convertí en un perro de alquiler… y lo pero de todo es que me encanta

Continuará

Garganta de Cuero.

Con gusto recibiré sus comentarios al correo electrónico de mi cuñada, la autora conocida como Garganta de Cuero y que, muy amablemente, me está prestando su espacio, luego les explico:

garganta_de_cuero@latinmail.com