Perrito
Confesiones sobre zoofilia de una mujer madura.
La señora y su perrito
El siguiente relato fue el fruto de una estrecha relación entre un servidor y una señora de provincia, ella era una mujer madura de cerca de 50 años, divorciada desde hace nueve luego de que descubrió que su marido era puñal, tuvo dos hijos, ahora ya profesionistas casados e independientes. No obstante de que a raíz de su separación la señora bien pudo conseguirse un verdadero hombre, y de hecho tuvo relaciones fugases con un hombre casado que la dejó para irse a vivir con una amiga de la seño de referencia, la fulana, que llamaremos Esther para la presente narración, más bien fue una mujer solitaria que cuando pudo viajo mucho al extranjero y cuya única afición, a final de cuentas, fue el dedicarse al cuidado de un perrito pequeño, con el animal volcó lo que le quedaba de ternura y cariño y a él se dedicó casi en cuerpo y alma.
Mi relación con ella inició de la manera más curiosa y casual que quepa imaginar, un buen día estaba yo a las puertas de su casa, en provincia como dije, esperando a que ella me abriera la puerta, yo no sabía bien a bien que me esperaba, pues no la conocía personalmente, no obstante el encuentro no fue todo lo desastroso que cabría imaginar, pues ella, madura, baja de estatura, de piel blanca, pelo pintado de rojizo, simp tica y de buen humor, inició la relación de forma positiva, tal vez esperaba ella algo mejor, pero su reacción y la mía de forma t cita permitió que "bueno, después de todo, no está tan mal" y a lo mejor se obtenía algo bueno.
Ese día de la cita, después del interrogatorio inicial al que nos sometimos ambos, fuimos a visitar varios lugares interesantes de aquella ciudad, comimos en un restaurante algo ligero y ella me invitó a su casa a ver tele, "bueno --pensé yo-- iremos a ver tele".
Ya en su casa, se me hizo extraño que me hiciera pasar a su recámara para ver la tele de ese lugar, entramos, ella encendió el aparato, noté algo extraño y anhelante en su mirada, tal vez ella quería algo más, conjeturé, pasé mi brazo por encima de sus hombros y me acerqué más a ella, lo que siguió fue que al primer beso, tenía yo una de mis manos en una de sus tetas, mientras que ellas posaba su manita en mi bragueta, con la clara intención de comprobar el estado de mi sexo.
De ahí, entre beso y beso, pasamos apurados a su cama, nos quitamos raudos la ropa y cogimos como desesperados, y entre las cosas que recuerdo con precisión esta lo apretado de su vagina, el penetrante olor de su sexualidad, lo tremendamente mojado que estaba su coñito y la rapidez con la que alcanzaba sus orgasmos, tal vez por el periodo de abstinencia a que se había sometido.
De esa forma iniciamos una serie interminable de encuentros, sexuales y de los otros, y las consabidas confesiones. Así supe de sus desventuras al descubrir que su güey era puto, de la insatisfacción sexual que padeció durante años; de sus viajes constantes; de sus frustrados noviazgos; de su tormentosa aventura con su profe de la facultad, con el que sació en gran parte la frustración que le provocaba el que su marido no se la cogiera; y de la soledad de sus noches y sus días por muchos años.
En una de esas pláticas, ya con varios tragos de por medio, me confesó su afición y cariño por su perrito, y un tanto temerosa y con voz apenas audible me confesó lo siguiente:
--"Mira, lo que voy a decirte tal vez te parezca lo más abominable que hayas escuchado, pero trata de comprender hasta donde puede llevar a una mujer la soledad que rodea su vida, yo, como ya te conté no soy ninguna santa, he sido cabrona más bien porque las circunstancias así lo ameritaron, mira los últimos años han sido los peores y más solitarios de mi existencia y si no ha sido porque me compré este perrito hubiera terminado suicidándome hace tiempo, en él encontré a quien darle mi cariño y los cuidados que pudiera yo haber dado a mi familia, a mis hijos o a mi marido si me hubiera vuelto a casar.
--"Siento que siempre he sido una mujer un tanto ardiente, creo que eso es normal si se tiene a alguien con quien compartir tus deseos, pero yo tuve que reprimir mucho de mi temperamento, ya sola durante mucho tiempo logré olvidar muchas veces que soy una mujer que siente y desea ser querida y amada, pero muchas noches acudía a mi ese deseo carnal que hacía que algo ardiera entre mis piernas, así aprendí algo que en una adolescente hubiera sido lo normal: la masturbación. Al principio lo hacía de manera esporádica, pues el ejercicio me ayudaba bastante al respecto, pero durante un tiempo me hice adicta a tocarme todas las noches de manera furiosa, hasta que lograba dos o tres orgasmos, pero al final me quedaba yo con esa sensación de soledad y tristeza del ser solitario.
--"Ya cuando tenía yo tiempo con mi perrito y lo eduqué lo suficiente pude hacer que él me acompañara hasta en la cama, se quedaba a dormir conmigo, la verdad algunas veces él fue testigo de mis manoseos nocturnos y así sucedió que una noche en que después de acariciarme mucho rato el sexo me acurruqué junto a mi animalito, me abracé a él y empecé a acariciarlo tiernamente, tal vez de manera distraída pasé mis manos por el suave pelambre de su lomo y por su pancita, así varias veces, mientras tornaba yo a mis ensoñaciones y deseos de cómo sería volver a tener a un hombre entre mis piernas, cómo sería volver a sentir esa cosa dura y parada adentro de mi sexo, cosas así, en eso al continuar acariciando a mi perrito noté algo extraño en su bajo vientre, puse mas cuidado en mis tocamientos y entonces descubrí que el animalito estaba algo excitado, al momento me asusté y quise apartarme de él inmediatamente, pero el momento era tan tierno, todo estaba oscuro, yo estaba sola en mi cuarto, que pensándolo bien me hice la curiosa para saber más de mi animalito, volví a colocar los dedos de una mano sobre esa parte y volví a encontrar algo duro, no lo tenía todo de fuera, sino apenas la puntita, algo mojada, como suavecito, que mojadito emergía de esa región llena de pelucita blanca, seguí tocando por encimita de esa cosita y noté que al momento se ponía más dura y que la cabecita que apenas asomaba ya estaba acompañada de un buen trozo de miembro.
--"Mi curiosidad me hizo prender la lámpara de mi buró, volví a acercarme a mi compañero de soledades, él estaba acostado de lado, sobre uno se sus costados, levantando su patita como para facilitar mis tocamientos, muy quieto con los ojos entrecerrados, me sentí excitada, algo en mi interior me decía que eso estaba mal, sumamente mal, pero a la vez unos inmensos deseos me empujaban a seguir no se que cosa, seguí acariciando a mi compañerito y cosa curiosa volví a sentirme excitada, con la otra mano me toque el sexo y lo encontré de nuevo caliente y muy mojado, estaba tan caliente que los labios de mi vagina se encontraban entreabiertos, tal vez por la experiencia recién finalizada, pero el caso es que volvía yo a tener ganas, cerré los ojos y me imaginé una escena en la que alguien, un hombre, me tocaba la cosita, mientras yo acariciaba su verga, así seguí por un rato, la sensación era muy agradable y excitante, algo dentro de mi me pedía seguir y seguir, ya mis dedos estaban dentro de mi entrando y saliendo con fuerza, moviendo la mano a los lados para hacer que la caricia alcanzara mi botoncito, que duro y paradito esperaba el final placentero, en eso noté que ya mi compañerito tenía toda su cosa fuera, nunca antes había yo tocado a un animal, la sensación de pasar mis dedos por su miembro no me producía asco o repulsión, sino placer, un intenso placer, también me fijé que hacia atrás de su cosita parada, más grandecita y gruesa que mi dedo medio, tenía dos protuberancias rosadas, no eran sus huevitos, no, era el bulbo sexual que les ayuda, creo yo, a acoplarse con una hembra, esto ya lo sabía pues ya hacia tiempo que había cruzado a mi perrito con una hembrita de su raza.
--"Suspendí un poco mis tocamientos y me recosté bien, de espaldas a la cama, pues antes estaba recostada, más bien medio sentada en la cama, apoyada en los cojines de la cabecera, con las piernas abiertas, en eso mi perrito se enderezó y tal vez por el olor de mi sexo, que siempre ha sido muy intenso, --ay siempre he sido así, cuando estoy caliente o estoy haciendo el amor se me moja y me huele mucho--, el caso es que ya mi perrito estaba junto a mi, moviendo su colita lamiendo mi mano, pero curiosamente la mano con la que me estuve acariciando la cosa, repasó su lengüita por mis dedos varias veces, también se puso sobre una de mis piernas y empezó a hacer los clásicos movimientos de los perros cuando se aparean con una hembra, me hizo gracia pero lo quité de ahí, después olisqueando se fue acercando a mi sexo, yo la verdad no hice nada, es más, de manera imperceptible separé más mis piernas, con lo que mi sexo quedó pleno ante él, entreabierto, muy mojado, hasta los pelitos los tenía mojados, cuando estuvo muy cerca de mi panochita, --pues casi sentía su aliento como movía un poco mis pelos-- lengüeteó sobre mi sexo, fue algo que no esperaba, al momento quise cerrar las piernas y quitarlo de encima de mi, pero luego de la primera reacción de cerrar las piernas, volví a abrirlas y mi chiquito se acercó más, siempre moviendo la colita y volvió a repasar una y otra vez su lengua por mi cosa, era algo raro, muy diferente de cuanto había yo sentido antes, una caricia un tanto áspera pero a la vez delicada, lo dejé seguir un ratito, por supuesto que estaba yo a punto de venirme, llegaba a tanto mi calentura que yo solita abrí más mi sexo para facilitarle las cosas, de esta forma la lengua de mi perrito llegaba más lejos, más adentro de mi, por momentos sentía como la puntita me llegaba al agujerito, en otros como esa cosita rugosa me recorría la polla de arriba a abajo, pasando por mi clítoris, sentía algo muy raro, a la vez excitación, mucha excitación, pero al mismo tiempo temor, miedo, remordimientos de estar haciendo aquello tan anormal.
--Estos pensamientos hicieron que cerrara las piernas y retirara a mi perrito de ahí, entonces lo acerqué a mi, lo abracé con cariño, me quedé quieta un ratito con mi amiguito entre los brazos, sintiendo todavía las últimas sensaciones placenteras de los lenüetazos en mi sexo, pero al momento noté que todavía el animalito tenía fuera su cosa, estaba caliente como yo, eso me hizo sentir mal, pues tal vez de manera involuntaria yo había provocado que el perro se excitara, sentía que algo tenía que hacer para que el volviera a su estado normal, pasé mi mano sobre su cosita, mojada, dura, no era un miembro feo, desagradable, sino suave al tacto, mojado, caliente, en eso una idea paso por mi mente "¿y si me acariciara la cosa con el miembro de mi perrito", ante la idea pensé: "¿cómo hacerlo?".
--Ante esto, no tuve más remedio que colocar a mi perrito entre mis piernas, puse un cojín bajo mis nalgas, con lo que mi sexo quedo más a su altura y en cuanto acomodé al perrito, inmediatamente me empezó a hacer como a una perrita, moviendo su cuerpo hacia adelante y hacia atrás, como si tratara de cogerme, al principio sentía que las cosas no iban bien, pues a veces me picoteaba por los pelitos, otras su pitito me tocaba por fuera en la entre pierna, en eso se me ocurrió darle una ayudadita, metí una de mis manos entre ambos y agarrando su verguita la dirigí a mi panocha, el efecto fue fenomenal, a la primera sentí como me penetraba su miembro, lo mantuve en esa posición con mis manos mientras ya el perrito estaba en plena faena, metiendo y sacando su miembro, luego de dos o tres metidas tuvo un orgasmo tumultuoso, enorme, me sentí desfallecer, pero él seguía ahí, dale y dale a mi cosa, volví a sentir que me venía, pero él también sufría los estragos del ejercicio, me sentí mojada, muy mojada, un abundante líquido escapaba de mi vagina y me empapaba las nalgas, lo dejé seguir hasta conseguir un segundo y un tercer orgasmo, casi simultáneamente, en eso el perrito se quedó quieto y noté algo raro en mi sexo, su verguita se estaba hinchando y las bolitas que tenía atrás del miembro estaban pegadas a mi sexo, casi metidas dentro de mi, la verga del perro estaba hinchándose más y más, y el líquido que le salía aumentaba más y más, era un chaparrón de semen animal lo que me estaba dando, eso me hizo sentir riquísimo, me volví a venir, pero algo andaba mal, él casi no se movía, estaba quietecito, con su cosa metida dentro de mi echando mocos y más mocos, entonces quise moverlo, pensando que se había cansado y cual va siendo mi sorpresa al descubrir que estaba pegada a él, me había quedado pegada al perro, como sucede con las perras en la calle!
--"Me entró temor, miedo, me pregunté "ahora que hago?, ¿cuánto tiempo estar así, pegada a él?", pero el hecho de sentirme así, pegada, redobló las sensaciones de placer, pues seguía echándome semen, me vine más, casi podía decir que me estaba viniendo a su ritmo, fue algo grandioso, al ratito resignada me acurruqué a él, sintiendo todavía como la verga de él estaba totalmente dentro de mi, pasaron varios minutos, 6 u 8, no se, pero luego el solito me soltó, lamió todo lo que me salía de la pucha, con esmero creo me dejó limpia la panocha, por supuesto que tuve que levantarme a cambiar sábanas y luego me fui al baño a quitarme los restos de semen animal y ese olor, ese penetrante olor que invadía toda la recámara, era una mezcla de olor a mujer caliente y a perro, luego, ya fresca y limpia me metí a la cama junto a él.
--"A la mañana siguiente mis temores arreciaron, pues no tenía idea de lo que me pudiera pasar por haber cogido con mi perrito, no sabía que hacer, me hacía mil y una preguntas, hasta que decidí investigar algo al respecto con una amiga, haciéndome la curiosa le conté una historia sobre una de mis pacientes que había tenido una experiencia con un perrito, y me dijo muchas cosas, me contó que ella misma había tenido una que otra experiencia así unos años antes y que consultando con médicos y en el internet supo que no hay gran problema, que solo había que extremar las medidas de higiene con el animal y la verdad es que varias veces repetí el juego con mi perrito, sólo que nunca pude, por su tamaño, hacerlo que me montara como a una perrita, pues por lo chiquito no me alcanza por más que me abra de piernas, bueno papacito, ahora lo sabes, mi soledad y mis ganas me hicieron que terminara cogiendo con mi compañero de estos últimos años, no quisiera que tuvieras una idea mala de mi pero ¿qué piensas?
Yo le dije que lo que me había contado al principio me causó cierta repulsión o desconcierto, pero que luego su relato me había excitado y la muestra era que tenía yo la verga más que erecta, por lo que presurosa me dio una soberana mamada hasta sacarme la leche. Luego de terminar, cuando hubo recogido los últimos restos de semen y se los tragara, me comentó: "pero sabes una cosa?, tu verga es mejor que la de mi amiguito, eres mucho más grande que él y me coges divino papacito, desde que te conocí, le retiré al animalito sus juegos conmigo, ahora sólo quiero tu cosita quiero que me cojas siempre, que me hagas hacer locuras y me pidas todo lo que se te ocurra, contigo quiero experimentar y que me lo hagas de muchas formas, rico, muy rico, como siempre me haces papy!".
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