Perrita sumisa 2

Me he convertido en la perrita sumisa de mi asaltante, que ahora es mi amo, él me instruye, me da placer y me castiga cuando me lo merezco...

La ducha fría no significó para mi un castigo, era una noche de verano y estaba acostumbrada a refrescar y tonificar mi piel de aquella manera. Estuve un buen rato debajo del chorro, enjaboné todo mi cuerpo y tras aclararme me sequé con una toalla. Al mirarme en el espejo, desnuda y con las mejillas aún calientes debido a la excitación anterior, me sentí más sensual que nunca.

Mi amo estaría decidiendo cuál iba a ser mi castigo, y yo, más que atemorizada, volvía a sentirme excitada. De pronto, me percaté de que estaba intentando pasarme una nota por debajo de la puerta, me agaché a recogerla y leí lo que mi amo había escrito con una caligrafía tan perfecta que me sorprendió. "Ya he decidido cuál será el castigo que voy a imponerte, pero tengo que salir a comprar lo que necesito. Cuando regrese tendrás que estar aguardándome en la entrada, sentada en posición de espera como una perrita fiel...". Al momento escuché un portazo y oí cómo cerraba la puerta con llave desde el exterior. Salí del cuarto de baño totalmente desnuda en busca de mi bolso, siempre llevo en él un tarrito de mi perfume habitual y un cepillo de dientes. Perfumé mi piel, me lavé los dientes y desenredé mi cabello con el cepillo que mi amo había utilizado anteriormente para castigarme. Inmediatamente después fui a colocarme en la entrada, tal y como me había ordenado mi amo, con las nalgas apoyadas en los talones y las manos sobre mis muslos. Tardó una media hora en llegar, treinta largos minutos que mi mente empleo en recordar todo lo que había pasado, mi corazón se aceleraba y mis entrañas volvían a encenderse. Cuando oí su llave entrando en la cerradura se me aceleró tanto el corazón que parecía que se me iba a salir del pecho. Entró y me acerqué a cuatro patas hasta él, sacó un collar de perro de la bolsa que traía y se agachó para colocármelo, ató una correa a la pequeña argolla que tenía y me llevó al dormitorio.

Vamos perra, vas a aprender a obedecer y respetar a tu amo.

Depositó la bolsa en la cama y fue sacando todo lo que había comprado, unas esposas, un consolador, una bolas chinas y... ¡una fusta!. Mi cara reflejó temor por primera vez en toda la noche.

Si no te hubieras corrido como una puta sin mi consentimiento ahora no tendría que castigarte. Vamos, túmbate boca a bajo en la cama y junta las manos en la espalda.

Se sentó a mi lado y me colocó las esposas en las muñecas. Permaneció allí, acariciando mi cabello húmedo, lo olió e hizo lo mismo con mis hombros, mi cuello...

Qué bien hueles zorrita... mmmmmmm... tu olor me vuelve loco... me hace desearte, deseo que seas mía, totalmente mía...

Soy tuya amo...

Lo se... pero aún te queda mucho por aprender y tengo que ser duro contigo, tengo que enseñarte a obedecerme y respetarme.

Lo siento amo, me portaré bien, de verdad... no me castigues, por favor..

Tengo que hacerlo, pero esta vez no seré todo lo duro que puedo llegar a ser.

Cogió la almohada y me la puso doblada debajo de la cadera, mi culo quedo totalmente en pompa y mi cuerpo casi formaba un ángulo de noventa grados. Lamió mis nalgas como una animal lame a sus crías, aquella sensación me estaba poniendo muy caliente, pero sabía que en cualquier momento daría comienzo mi primer castigo. Cogió la fusta y la paseó por mi culo acariciándolo, de pronto, me propinó un azote que me hizo gritar de dolor.

Cállate zorra, ni un grito, ni una palabra, ni un movimiento, no estoy empleando toda mi fuerza, así que no me provoques, ¿entendido?.

Sí amo...

Me azotó una y otra vez, yo instintivamente apretaba el culo con cada golpe. Sentía un ardor enorme, pero cuanto más me quemaba menos sentía el dolor de los azotes. Cada fustazo retumbaba en mis oídos y en mi coño, que sin poder evitarlo estaba cada vez más mojado. De pronto, sentí el frescor de sus manos en mis nalgas, las separó y me introdujo en el ano una bola china, a ésta le siguieron las otras cuatro.

Salió de la habitación diciéndome "ahora recapacita y piensa en lo que podría llegar a hacerte la próxima vez". Me dejó allí, tirada en la cama, esposada, con el culo ardiendo y palpitando como si me fuese a estallar.

Por los sonidos que provenían de la sala de estar supuse que estaba viendo una película porno, aquellos gemidos comenzaban a excitarme, deseaba que mi amo viniese a darme placer, a perdonarme...

Habría transcurrido una hora cuando sentí su presencia en la puerta de la habitación, oí sus pasos acercarse y luego sentí sus labios en mis nalgas maltratadas, las separó suavemente y poco a poco me fue liberando de las bolas chinas. Me colocó boca arriba sin quitarme las esposas, dobló mis rodillas y separó mis piernas todo lo que pudo. Hundió su rostro en mi coño, aspiró todo su olor y paseó su lengua ansiosamente por toda mi concha, succionaba mis labios vaginales, daba golpecitos con la punta de su lengua en mi clítoris, la metía entera en mi agujero y la movía sin cesar. El roce de las sábanas en mis nalgas me escocía una barbaridad, pero sus caricias me estaban volviendo loca de excitación. Sacó su cabeza de entre mis piernas y cogió el consolador que había comprado, golpeó suavemente mi coño con él, luego más violentamente, quería que le suplicase, algo que hice encantada.

Fóllame amo, por favor, fóllame...

Eres una zorra, puta... suplícame mas...

Amo, métemelo hasta el fondo, deseo que me folles...

Me metió el consolador de una estocada, lo sacaba y lo metía violentamente una y otra vez.

Te gusta eh... perra... pues esto te va a gustar aún más...

Me metió el consolador todo lo dentro que pudo y cogiéndome de los tobillos con las dos manos me elevó las piernas por encima de la cabeza, quedando la entrada de mi ano justo en frente de su verga. Estaba tan empalmado que no tuvo problemas para metérmela, apuntó y me la fue introduciendo poco a poco. Me folló mientras me decía todas las groserías que se le ocurrían, sabía que aquello me ponía muy cachonda.

Puta...te gusta cómo te jodo... toma... toma...

Sentía que cada vez que su polla entraba en mi culo rozaba el consolador que tenía metido en el coño, y aquella sensación me estaba llevando a las puertas del orgasmo, pero no podría soportar otro castigo, así que se me ocurrió pedirle permiso.

Amo... Amo... puedo correrme... por favor...

Ni lo sueñes perra... aaaaaaahhh... aaaaagrrrr... toma... perra... toma... me estoy corriendo en tu culo de puta...

Ver cómo se corría me excitó aún más, pero cerré los ojos todo lo fuerte que pude, concentrándome en no sentir nada. Cuando terminó sacó su verga y me miró satisfecho. Se acostó a mi lado y me dijo:

Intenta descansar perrita... mañana seguiré enseñándote a ser mi perrita sumisa...

Se durmió enseguida y yo permanecía allí, a su lado, esposada y con el consolador metido en el coño. A pesar de la excitación que sentía tuve que intentar descansar.