Perretes en la Casa de campo
Salir de copas por las noches está sobrevalorado. Lo que se lleva ahora es madrugar y lanzarte a pasear a tu mascota por el campo. Te lo digo yo. Hazme caso.
Todas las mañanas, como a eso de las nueve, saco a mi perra Luna a dar un paseo por la Casa de campo. Es más bien pequeña, chuchilla, de pelo largo y oscuro y con bastante nervio y energía. Con cierta facilidad tiende a montar broca si se cruza con otros perros, aunque sólo en dos ocasiones: si va atada o si va a cruzar un semáforo. Cosas de perros, qué se yo.
A esas horas más o menos tempranas no soy el único paseando a su perrete. Hay gente de toda edad, sexo y tendencia social deambulando con su mascota a veces suelta, a veces atada. He de reconocer que me fijaba bastante en las “dueñas” de los perros. Lo bueno que tiene pasear con tu mascota es que ésta te da ese difícil pie que tanto cuesta para hablar con la chica que te gusta. ¡Cuántos años sufriendo para entrar a chicas en los garitos! Si nos hubieran dejado entrar con perros a los pubs todo hubiera sido mucho más fácil: “…oh, qué perro más guapo, qué raza es, el mío es muy miedoso, me tiene harta, pues el mío es más bueno que el pan, fíjate que el otro día…” Vamos, que una de esas conversaciones y un par de copas y de ahí a la cama hay un paso. Un paso y un paseo a los perros, eso sí, antes del fornicio.
La vi llegar a los lejos, una rubia con buen tipo, leggins negros, camiseta deportiva azul y un perro caniche blanco que en seguida hizo migas con Luna. No recuerdo bien quien habló primero, supongo que ella. Supongo también que la espontánea amistad de nuestros perros dio el pie. Empezó derepente a contarme que venía desde lejos caminando y que se había llevado un susto por no se que tipo que iba maldiciendo a gritos a los perros de la Casa de campo y gritando: “¡Quién ha llamado a la policía, quién ha llamado a la policía!”. A estas alturas ya me había fijado en ella físicamente y me atraía doblemente por su manera divertida y desenfadada de contar el suceso, entre asustada y flipada de que hubiera locos de ese calibre a las ocho y media de la mañana. Me gustó muchísimo así que busqué la manera de darle conversación y prolongar el tema de los locos, los perros y el deporte mañanero hasta el infinito y más allá.
Caminamos un rato con nuestros animales alrededor y al cuarto de hora me propuso que nos sentáramos un rato a la sombra. –Me llamo Marc, por cierto-le dije. –Yo Sofía-contestó con una sonrisa. Nos quedamos callados unos segundos que parecieron horas y al poco ella me preguntó:-¿Tienes novia?- Si-le contesté. –Yo también-respondió ella. –¿También tienes novia? Le dije divertido. Ja, ja…no… respondió ella-Tengo novio. Reímos unos segundos con una risa que iba más allá del chiste malo que acababa de hacerle. Era una risa también con cierto temor nervioso y excitado por lo que esa pregunta podía dar a lugar. Así que probé. Le puse la palma de la mano sobre el muslo cubierto por los leggins negros sabiendo que podía recibir una bofetada. Pero no hizo ni dijo nada. Sólo sonrió. Así que desplacé mi mano con suavidad por su pierna izquierda todo lo que pude alcanzar y ella me miró, esta vez un poco más sería. Me mantuvo la mirada como pidiendo mi boca. Y yo se la dí. Le di un beso lento. Creo que quería uno de esos. O tal vez era lo yo quien lo quería y por eso se lo dí de ese modo. Me gustan las chicas jóvenes y bonitas. A quién no. Pero reconozco que si encima me dan palique y hay química conversacional me excitan mucho más. Es entonces cuando me entran unas ganas locas mezcla de follármelas y hacerlas el amor. Mitad atarlas a la puta cama y darles pequeñas bofetadas mientras las penetro, mitad vendarle los ojos y recorrer despacio con mi lengua su cuello. Mitad mancharle los leggins con una intensa corrida mitad bajárselos lentamente y acariciarla metiendo mi mano por debajo de sus braguitas.
A los besos siguieron las caricias, a las caricias otras más comprometedoras, alrededor de sus pechos, cerca de mi cremallera. Ella tuvo un segundo de consciencia y sugirió que igual no era buena idea hacer eso a plena luz del día en la Casa de Campo. Si, está llena de pervertidos además que se esconderían tras los árboles a hacerse pajas-le respondí. Entonces probé: vivo cerca, ¿quieres venir? Ella dudó, pero terminó diciendo un “bueno, probemos” algo tímido.
Lo demás fueron bocas, lenguas, ropas tiradas en cualquier lugar, dedos en mi miembro moviéndose con rítmica furia mientras mew metía la lengua hasta la campanilla, fluidos de su clítoris resbalando por mi barbilla, pechos pequeños con pezones duros que invitaban al mordisco dulce, mis dedos en su vagina, mi polla dentro de su boca mientras me miraba y sonreíamos, gemidos que precedieron a un squirt inesperado, embestidas que provocaron dos orgasmos más de Sofía y manchas de semen a discreción sobre su hermoso cuerpo tendido. Ah, si,…se me olvidaba: también estaban nuestros perros que nos miraban y parecían no terminar de entender muy bien qué pasaba ni que hacían ahí.
Salir de copas por las noches está sobrevalorado. Lo que se lleva ahora es madrugar y lanzarte a pasear a tu mascota por el campo. Te lo digo yo. Hazme caso.