Perramente buena
Y cuando la inexperta dama, pensaba que más no se podía hacer sexualmente de una mujer para otra, ocurrió algo que solo pudo haber sido ideado y planeado por aquella mente voluptuosa de su ama y señora:
Con las prominentes y atractivas nalgas de Lety aun engarzadas entre sus manos, la bella morena, babeando como una fiera hambrienta, le dijo al esposo de aquella: "Cuídala: Esta perramente buena..."
Minutos antes, la ardiente mulata había asaltado a la incauta mujer casada de nombre Lety (quien me contaba esto), dentro del tocador del restaurante; pegándole enorme susto, a donde deliberadamente la mulata le había seguido, atraída por su belleza al verla sentada con su marido en una mesa cercana a la de ella. Sin que la dama casada atinara a defenderse, ni comprendiera lo que estaba ocurriendo, la morena la atrapó de la bella cabellera negra, impulsándola hacia atrás, mordisqueándole los labios, ante la enorme sorpresa y espanto de Lety, quien tuvo que aguantarse las ganas de orinar debido al acometimiento de la ágil felina.
En un instante, la morena todavía besándola en cuello, tórax, boca y brazos, descendió una de sus manos, y apresó el clítoris de su víctima sexual, con sus dedos por encima de las bragas; provocándole un leve chillido, que más que queja, fue una expresión sensual de excitación de la mujer; quien en ese momento se entregó -sin más remedio- a quien, en breves segundos, se había convertido en su dueña y señora; desmayando sus enormes muslos a los lados, mientras era subida y sentada por la pantera, encima de los lavabos del sanitario; ofreciendo Lety su ardiente vulva, aun cubierta con sus lindas pantaletas.
De súbito, la fiera subió desesperadamente, el atractivo vestido entallado de terciopelo negro de Lety, y bruscamente sacó los generosos senos de ella, botándolos del sostén, y como una hambrienta cachorra de pantera, procedió a mamarlos; mientras tanto, la víctima chillaba cual perra apaleada, y gemía de excitación, a la vez que fingía débilmente resistirse, incrementando el placer de ambas mujeres. Lety ya se encontraba para ese instante, completamente despeinada, y con su ondulada cabellera negra, desperdigada a los cuatro vientos.
De un tirón, la sensual morena, procedió a bajar las bragas de su presa sexual, introduciendo un dedo dentro de la gruta babeante de esta. Después de un rato de bombearla con dos dedos, y ante la locura delirante de Lety, intempestivamente la morena, procedió a mamarle su clítoris a la hasta ahora pasiva señora casada. Lety exclamaba:
- Ay cabrona...cabrona...dame más más por favor...
Lety fue incapaz de contenerse, y en medio de tanto orgasmo, se vio imposibilitada a contener su orina, y esta fluyó a torrentes dorados, empapando todo el rostro de la mujer de ébano, quien pareció gozar con la meada abundante de su presa sexual, y nada le importo el quedar empapada de su rostro y tetas.
En eso, bruscamente penetro al tocador el gerente del restaurant, seguido del estúpido marido de Lety (como ella misma lo llamaba mientras me contaba esto), ambos atraídos por los gritos de la fina y educada dama, ahora convertida en una perra caliente, que se escuchaban hasta afuera; observando atónitos y boquiabiertos la escena.
De un brinco, Lety se colocó de pie, y arregló sus ropas como mejor pudo. Mientras que, a empellones, la morena era llevada hacia la puerta del negocio y arrojada fuera, a solicitud del marido, quien era un cliente influyente y asiduo del lugar; mientras que esta sonreía a todos con la cara escurriendo de orina, en su camino triunfante, escoltada hacia la calle; y a la vez con su ensortijada cabellera desarreglada, por los fuertes agarrones que Lety le había pegado, con el fin de ella sostenerse, durante los intensos orgasmos.
La clientela, que a esas horas se congregaba en el lujoso restaurante, permanecieron estupefactos ante lo que se adivinaba había ocurrido dentro del sanitario de damas, mientras que minutos después, de que la pantera fuese expulsada del restaurant, lo hicieron Lety y su marido; mientras esta última, caminó triunfante y orgullosa, hacia la salida, sin importarle la inquisidora mirada de los comensales, ni mucho menos lo que pudiera pensar de ella su esposo. Estoicamente, ella siempre guardó silencio, ante el insistente interrogatorio del esposo.
Años más tarde, Lety contaba a mi persona, que nadie en la vida había sido capaz antes, ni ahora tampoco, de provocar tan intensos y prolongados orgasmos como en el caso de la salvaje y hermosa hembra de ébano.
Según lo que Lety me llegara a contar, ella también por su parte, llegó a tomar a otras mujeres casadas, enseñándoles los placeres de Lesbos; y también a algunas jóvenes ansiosas por descubrir estos placeres; ella jamás forzó a nadie, y logro desarrollar un instinto natural para solicitar mujeres sexualmente igual a ella, por medio de una pagina especial de anuncios, y de tal manera, tuvo muchas amantes mujeres, al igual que hombres, amparada a la arropadora clandestinidad de un tranquilo y bonito hotel, a las afueras de la ciudad.
En el cómodo diván de mi oficina, Lety recordaba a una de estas mujeres, y de algunos detalles sobresalientes de su apasionante vida sexual con ella, quien era una jovencita de escasos 19 años, recién casada: Ambas se trabaron sexualmente la primera vez, en un fragoroso encuentro sexual, en donde, según me contaba, los labios de ambas permanecieron mallugados de tanto besarse, y su lengua adolorida de tanto mamarse sus genitales.
Las tetas de ambas hembras, carnosas y coronadas por unos pezones gordos y llenos de vida, se encontraban ungidos de la saliva de una y otra, pegajosos y olorosos a tela mojada. La vulva estaba henchida de placer, escurriendo liquido viscoso de tanta sesión de dedos y de lengua en vagina y clítoris; el ano, dilatado por uno, dos, y hasta tres dedos, que la inexperta señora e invitada de Lety, apenas era capaz de soportar, y sollozaba ante los embates fúricos de su maestra y amante por la retaguardia; y cuando la inexperta dama, pensaba que más no se podía hacer sexualmente de una mujer para otra, ocurrió algo que solo pudo haber sido ideado y planeado por aquella mente voluptuosa de su ama y señora:
Lety, dejo a Laura sudorosa y trémula sobre las sabanas revueltas de la cama, y a los segundos, regreso con un enorme pene doble, con dos testículos en la parte de en medio.
El grosor de ambos lados de este pene de goma, era respetable, y Laura quiso protestar, cuando adivinó las intenciones de Lety de meterle uno de los extremos de este pene doble por su culo, y suplicante le dijo:
-No amor no…por ahí no creo poder resistir ese monstruo…
A lo que Lety, respondió con dos fuertes nalgadas, un tirón de greñas haciendo la cabeza de Laura bruscamente hacia atrás, y pegándole también unas leves bofetaditas en sus bellas mejillas, mientras que la besaba en la boca, diciéndole:
-Ahorita nos vamos a enchufar las dos, una en cada extremo de esta preciosidad, y te garantizo que vas a conocer una de las cosas mas divinas en tu vida. Vamos a quedar pegadas cuales perras, porque eres mi perra, ¿verdad cabrona? A lo que Laura asintió con un leve movimiento de cabeza afirmativamente, y con la vista clavada sobre la cama, sin ver a su ama y señora.
Lety succiono dulcemente el trasero de Laura, lo ensalivó, y volvió a introducir un dedo, luego dos, ante los leves y dulces lloriqueos de esta, y posterior a varios minutos, con la cabeza de uno de las enromes vergas de goma bien lubricada, inició a penetrar a la chica por su núbil culo.
Laura gimió un poco mas fuerte, pero permaneció con el culo parado ante las amenazas de Lety, quien según me contaba, la amenazó esta vez, con azotarla duro con un látigo que mantenía colgado, ex profeso, de una de las paredes; lo que hizo que aquella permaneciera dócilmente con el culo hacia arriba. Cuando le había metido la mitad de la enorme verga, como de 25 centímetros por cada extremo, Laura pujaba y exclamaba a gritos entre placer y algo de dolor. En ese instante Lety procedió a ensartarse en el otro extremo de la verga doble; a la vez que pedía a Laura que observara la escena a través de un espejo estratégicamente montado a un lado de la cama, para tal fin.
Lentamente, y entre “ayes” de ambas mujeres, sus bellos traseros quedaron pegados uno al otro; tan solo separados por los testículos de goma que pendían meciéndose. Lety meneaba su trasero a un ritmo increíble, recostada y abrazando una almohada, con su majestuoso trasero agitándolo de un lado para otro, y de arriba abajo; frotando simultáneamente su clítoris, entre orgasmos repetidos, e invitaba a Laura a hacer lo mismo, gritando la joven e inexperta recién casada, desquiciada de placer.
Pero cuando Laura ya creía haberlo visto todo, noto viendo por el espejo, que: Lety aun ensartada hasta la empuñadura, aplicaba metiendo sus manos por su propia entrepierna, y sobre una válvula colocada en la base de los testículos, una bombilla de hule, de esas para echar aire como las de los aparatos para tomar la presión; y el espanto y el placer de Laura fue mayúsculo, al sentir como la verga de hule, se inflaba de su base, formando una gran bola muy dentro de su recto y parte final de su intestino, al igual que ocurre con los perros; quedando ambas mujeres abotonadas por aquel bendito invento, que luego a posteriori, Lety le explicara a Laura, que había sido una adaptación pensada por ella.
Esto, ocasionó un intenso placer en ambas mujeres; sus gritos eran de gran intensidad, a la vez que una y otra, gritaban palabras de amor, y groserías, suplicando por más verga, con toda ella, ya clavada en su totalidad de 25 centímetros por lado, y dilatado el recto por la enorme bola; imposibilitando la extracción del mismo, en caso de así haberlo intentado hacer alguna de ellas. Durante el abotonamiento, Lety se impulsaba hacia adelante, jalando con su cuerpo el de Laura, como hacen los perros, y esto provocaba los aullidos sexuales de la joven, quien, a su vez, se masajeaba el clítoris con un pequeño vibrador, provocándole un sinnúmero de orgasmos; y luego, ella tiraba hacia enfrente, arrastrando a Lety, cada vez con mayor fuerza, conforme la pasión crecía.
Así estuvieron pegadas durante casi una hora, hasta que Lety libero la válvula de escape, y lentamente, entre leves quejidos de placer, fueron extrayendo lentamente, cada mujer de su hermoso trasero, aquella enorme verga, que había invadido lo más recóndito de sus intestinos. Abrazadas durmieron varias horas, llenas de gratitud por tener tantas bendiciones de parte de la vida. Luego, según me contara Lety, Laura salió presurosa rumbo a su casa, ya que su marido estaba por llegar.
Mientras Lety me contaba todo esto, y yo la observaba ahí recostada sobre el diván con su fino vestido de verano a media pierna, yo apretaba mis muslos violentamente de excitación sexual; y ya me encontraba profundamente mojada de mis pantaletas, y deseaba que ella me invitara a ir a su casa, y dar rienda suelta a nuestra sexualidad, pero eso jamás se dio; ya que a duras penas, hice valer un convenio de ética paciente-terapeuta, pero eso no me impidió, llegar a desarrollar a su vez, una adaptación similar de un pene doble, y gozar de este con una de mis amantes.
Regresando a lo de la morena de fuego, desafortunadamente para Lety, ella ignoraba todo de aquella, y según su decir, estuvo durante varios meses, yendo al lugar del tormentoso encuentro sexual, con el fin de ver si se encontraban de nuevo, y la buscaba desesperadamente por las calles también, pero jamás la volvió a ver; y tuvo que conformarse con las insípidas relaciones sexuales con el marido de ella, a quien llego a detestar, hasta decidirse a buscar a otros amante por su cuenta; y solo recordaba la forma en que la morena se despidió de todos, antes de ser expulsada del tocador del restaurant, cuando esta volteara a ver al estúpido marido, y con una sonrisa de triunfo le dijo a este: "Cuídala...esta perramente buena".