Perra obsesión (1)
Pasaban los días y yo seguía en lo mismo, disfrutando mi pequeño secreto, follando como loca con mis manos hasta que casi me salían pelos en las uñas y tratando de hacer acopio de valor para hablarle.
PERRA OBSESIÓN I
Por: Horny
Nunca te ha pasado que ves a alguien por la calle y luego a lo largo del día su imagen recurrentemente se cuela en tu cabeza? Nunca te ha pasado que se te pone cara de bobo/a recordando las facciones sin nombre de un personaje desconocido? Eso me ocurrió hace un par de semanas, por lo general me gusta ir por la calle, metida en mis pensamientos, sin mirar a nadie salvo aquellos que me interesen especialmente solo que en este caso no fue uno sino una la que llamó poderosamente mi atención.
Sin ir más lejos el día anterior al suceso me estaba planteando que sin ser lesbiana podría haber algún tipo de mujer que me interesara aunque no podía precisar en detalle sus características. Y luego la ví en un paradero al norte de la ciudad; no era despampanante, ni llamativa, nada del otro mundo, una mujer blanquísima, de mejillas sonrosadas, un poco más bajita que yo, de cabello castaño claro casi rubio hasta un poco más abajo del hombro, ataviada con un pantalón negro ajustado y un suéter azul ceñido a su menudo cuerpo.
El tiempo se detuvo una milésima de segundo cuando ella pasó a mi lado dejando a su paso rastros de un perfume floral delicioso, ondeando su cabello liso sin dedicar tan siquiera una mirada casual a esta pobre mortal. Mi mirada se detuvo en su cara que a pesar de ser bella podía ser similar a la de cualquier otra pero mi mente la clasificó de otra manera, como una musa inalcanzable y deseada, como una mujer fugaz que anhelaba tener para mí, solo para mí.
Y siguió de largo y yo volví a la realidad, me dije a mi misma, que te pasa? es una mujer como cualquier otra pero horas más tarde cuando aún dibujaba en un rincón su cuerpo supe que no era así. Nunca una mujer me había dejado con esa calentura, es que de solo pensar lo que haría con ese cuerpecito se me acalambraban las piernas y lo que tengo entre ambas.
Esa primera noche me masturbé pensando en ella, de la manera mas absurda aún sabiendo que a lo mejor nunca la volvería a ver, que tenerla de nuevo frente a mí era una posibilidad entre un millón por lo menos. Y aún así con su imagen aún fresca en mi mente me dormí con miles de sueños húmedos rondándome y violándome el cerebro.
Al día siguiente pensar en ella ya rayaba en la obsesión, no me podía concentrar en el trabajo así que decidí plantarme a la misma hora en el mismo paradero, como una psicópata esperando a su víctima, como una vampiresa enloquecida por una desconocida mortal a la cual quería sacarle hasta la última gota de sangre.
Y si, cosa del destino o porque simplemente era parte de la rutina de esta mujer, casi a la misma hora paso de nuevo esta vez con un vestido gris. Era un juguete, una muñeca. Mezcla dulce entre chica común y corriente y sueño húmedo adolescente. Pasó de nuevo a mi lado completamente seria y me dejó mordiendo de nuevo el polvo que pisaba y yo chupando frío como una soberana estúpida, la miré por segunda vez sin atinar preguntarle ni la hora.
Volví a mi casa enojada conmigo misma y más excitada que el día anterior. Ni matándome a pajas podría quitarme la calentura. Ya no la veía tan inalcanzable porque muy seguramente vivía cerca pero si la imaginaba altiva e imponente. Me acosté para trabajar en mi ritual masturbatorio imaginando mil cosas deliciosas. La imaginaba de carácter fuerte, medio perra para sus cosas, violenta como pocas y obligándome a pasar el día amarrada. La imaginaba llegando del trabajo en la tarde y abusando de mí... devorándome y mordiéndome... "hipnotismo de un flagelo dulce tan dulce"... como cantaba Cerati.
Pasaban los días y yo seguía en lo mismo, disfrutando mi pequeño secreto, follando como loca con mis manos hasta que casi me salían pelos en las uñas y tratando de hacer acopio de valor para hablarle.
Hablando un poco de mí debo decir que soy masajista y trabajo en un reconocido Spa de la ciudad. No acostumbro acostarme con mis clientes a menos que sea en un lugar discreto y me paguen muy bien por eso. Por lo demás en mi trabajo soy muy seria y profesional. Gracias a mi trabajo encontré la manera de acercarme a esta mujer que me encantaba después de darle muchas vueltas y sopesar todas las posibles opciones. Tomé unos volantes publicitarios del Spa y plantándome de nuevo en el paradero esperé pacientemente. Esta vez tuve que esperar un poco más pero valió la pena. Unos segundos antes que ella pasara por donde yo estaba comencé nerviosamente a repartir volantes entre los transeúntes. Ella no fue la excepción y se llevó un volante también. Por fin me miró a los ojos y al recibir el papel le dije que para ella habría un descuento especial. Sin darme ni las gracias siguió su camino.
Ahora todo era cuestión de esperar pacientemente a ver si mordía el anzuelo, pero la espera era una tortura, los días se me hacían eternos esperándola. Pasó una semana entera y llegó el sábado, uno de los días con más clientela y por consiguiente debía trabajar desde muy temprano hasta muy tarde. Comenzaba en mi cabecita loca a idear otro plan para acercarme a ella cuando apareció con una amiga. Casi tuve que sobornar a mi jefa para que me permitiera atenderlas y luego prácticamente me arrojé sobre ellas para darles la bienvenida. Me presenté diciéndoles: Mucho gusto, Valentina y estirando mi mano con emoción, para lo cual solo recibí un par de miradas despectivas e indicaciones de mi jefa para que les mostrara el lugar por ser ellas nuevas clientes.
Comencé mi recorrido seguida de las dos mujeres que poco o ningún interés tenían en mis palabras. Les enseñé la peluquería, el gimnasio, las diferentes salas de masaje mientras me acompañaban con cara de aburrimiento hasta que me cortó la mujer de mis sueños diciéndome que querían pasar de inmediato al vestier y luego al baño turco, que ya me buscarían si optaban por darse un masaje.
Valentina: Me parece perfecto, el vestier esta en éste costado y los turcos al fondo a la derecha. Ya saben donde encontrarme. Por cierto, cómo se llaman? Digo para poder abrirles una carpeta y apartarles un cupo con la nutricionista.
Diana: (habló de nuevo la mujer de mis sueños más húmedos) Mi nombre es Diana Camargo y mi amiga se llama Carmen Suárez.
Y dando media vuelta se fue tomando a su amiga del brazo.
Ni me tomé la molestia de escuchar el nombre de la amiga, el de Diana se clavó en mi corazón desde ese día. No me explicaba como la naturaleza había creado a semejante animal, dulce y rebelde.
Dos horas tuve que esperar que las señoritas se dignaran buscarme pero bien valió la pena por ver la piel de Diana en vivo y en directo. Su piel de durazno empelotas en la camilla de masajes era un espectáculo digno de verse desde el palco de honor. Al lado su amiga estaba siendo atendida por una de mis colegas.
Temblé un poco al posar mis manos en su espalda humectada previamente con abundante aceite pero poco a poco me fui entusiasmando con mi labor hundiendo mis dedos en su carne, suave y firmemente. Estaba sudorosa y sus poros abiertos por el calor del baño turco, mis manos se resbalaban deliciosamente, navegaban por sus piernas y se detuvieron en sus pies donde me concentré bastante. Luego subí de nuevo deteniéndome en sus nalgas un buen rato sin atreverme a ir más allá dentro de sus profundidades a pesar que ella estaba medio dormida. Seguí mi recorrido manual por su columna vertebral hasta sus hombros a los cuales le dediqué especial atención. Mi emoción iba en aumento tanto que al parecer la apreté un poco en alguna parte.
Diana: Masajista bruta, fíjese en lo que hace.
Y diciendo esto se paró de un brinco, se enrolló en la toalla y se fue. Solo le faltó pegarme. En mi vida me habían tratado tan mal, y no fue solo su grito sino sus miradas de desprecio, su actitud hacia mi lo que me molestó. Me sentía estúpida por tantos días pensando en ella, pajeándome por ella, buscando la manera de acercarme y solo obtenía desprecio.
Soy muy variable y después de desearla tanto casi le cogí rabia. Mis fantasías ahora se desviaban hacia otros lugares inexplorados hasta el momento. Comencé a imaginarla en pelotas encadenada y colgada de los brazos, tan perfecta, como sólo ella puede ser y someterla a vejaciones y azotes de todo tipo, ser una hija de puta y abusar de ella. Supongo que de tanto pajearme y leer relatos de dominación y sadomasoquismo me volví un poco enferma jejeje.
CONTINUARÁ.