Perra Callejera (por culpa de unos niños ociosos)

Un buen día, al ver un hermoso ejemplar en la calle, no resisto la tentación y se despierta la perra caliente e inquieta que hay en mi,pero ésta decisión me pone en riesgo de muerte al entrar en territorio prohibido...

Era una tarde calurosa de un sábado aburrido, absorta en mis pensamientos caminaba sin rumbo por mi pueblo, sin prisa ni pausa, sudorosa, con una blusita blanca, una falda corta...y sin pantaletas, así, mi cuca disfrutaba del aire libre que se colaba entre mis piernas, recorriendo esas calles polvorientas, de pronto, a lo lejos, lo vi.

Hermoso y altivo, de piernas fuertes, cuerpo bien definido, unos ojazos azules espectaculares que logré divisar bien en cuanto lo tuve mas cerca, de pelo abundante y sedoso a la vista, su lengua jadeante parecía invitarme a lamerme toda, mi cuchara empezaba a rezumar sus jugos.

No era un hombre, por supuesto, era un imponente y espectacular Husky Siberiano.

El perro me vio por unos segundos, luego se retiró inquieto y trotón hacia una calle secundaria, yo lo seguí de inmediato, aunque se que soy caliente, estaba naciendo en mí una nueva sensación, más audaz, más fuerte: Estaba en celo como cualquier perra callejera.

Seguí al perro casi corriendo, no me importaba nada, no me fijaba en nada, obsesionada con ésta raza desde hace un buen tiempo tenía ante mí un hermoso ejemplar y no quería que se me escapara la oportunidad (¿”oportunidad”? ¿Acaso me volví loca?). El animal volteaba de vez en cuando, como asegurándose de que lo seguía, mantenía una distancia tan considerable que para no perderlo  yo casi tenía que correr, alguna persona me vería y quizás se preguntaría que pasaba, que a lo mejor yo era  la dueña del perro. Pero yo no quería ser su dueña...quería ser su perra.

Toma el animal como un atajo por un barranco, una especie de canal de desagüe, durante un segundo dudo, y esa duda me permite ver por vez primera en donde me había metido.

Se trataba de un terrible sector llamado “Barrio Hugo Chávez” antro de perdición, invasión perdida de Chavolas de miseria donde impera la marginalidad y la delincuencia, mi tío me había advertido de nunca entrar a ésta zona de extrema pobreza, abandonada por todas las autoridades, incluyendo el infeliz mandatario a quien pretendieron adular colocándole su deshonroso nombre.  Ni la Policía portaba por aquí.

Y heme aquí, en ésta invasión ilegal de ranchos, refugio de decenas de malandros y personas de mal vivir, con mi cuca goteando, buscando a un perro. Eran ya como  las cinco de la tarde, logré verlo cuando bajó por el barranco, hasta allá lo seguí, por fin logré alcanzarlo, mejor aún ¡parecía hasta manso!

-¡Perrito, perrito!- le digo entre susurros, a la vera del barranco, lo tenía a una pedrada de distancia, mi corazón late con fuerza, se acerca, mueve la cola, agacha un poco la cabeza, me bajo la falda, se oyen algunos ladridos, de repente:

  • ¡Sale Ron! ¡Sale! ¡Fuera, fuera!

No estaba sola. Una pandilla de gandules, a saber, tres chicos y una chama, estaban por allí, muy cerca de mí. La Muchacha fue la que había gritado, había llamado al Husky, estábamos dentro de la cañada, en uno de sus costados inclinados, muy cerca de la calle, pero semi ocultos de ella, allí me sorprendieron esos chamos con esa niña…y yo con la falda en los tobillos, vulva al aire.

-Y tú ¿quien coño eres? ¿Qué carajos haces por aquí? – me increpa la chica, que parecía ser la líder de aquella pequeña banda, un caso curioso, siendo de estatura pequeña, aún mas que yo, y siendo además una fémina, debía medir como un metro cincuenta y cinco, quizás unos trece o catorce años, de tez morena clara, franela de rayas verdes y blancas, ceñida a su talle, que revelaba sus pequeños senos, acordes a su edad, short de Blue Jean desgastado y sandalias de plástico, polvorientas y feas, pelo un poco largo aunque encrespado. Portaba una amenazante tabla de madera con un clavo en un extremo. Detrás de ella estaba un chamo, quizás de quince años, de raza negra, mas alto y fornido que ella, un poco mas allá otro niño, mas pequeño, también en franelita y chancletas, todos tenían el porte de gente “de cerro” o sea, marginales.

-Yo, yo…yo –realmente no atinaba a decir nada, quizás no ayudaba mucho el hecho de estar con el culo  y la cuca al aire, el corazón seguía latiéndome con fuerza, hasta hace poco de emoción y excitación, ahora mas de miedo que de otra cosa. Pronto la líder de aquella pandilla reacciona.

-¡Échate pá allá, piazo é perra!

Un fuerte empujón de la niña y ayudada por el enredo de la falda en mis tobillos, me hacen caer estrepitosamente cuesta abajo en la cuneta, la pandilla me persigue.

-¡Párate, párate, puta! ¡Dalwuin (sic) agárrala allí, que no se escape!

El tal Dalwuin –así se llamaba el otro negrito alto- logra alcanzarme en la rodada, deteniendo la caída, la líder sigue dando órdenes.

-¡Ven acá, diabla, tás tumbada y atracada, chigüira!

Saca un chuchillo tipo chuzo y me lo pone en la garganta, fue allí que caí en cuenta del peligro en que me había metido, me metí en la cueva del lobo una vez mas, mi calentura de perra puta volvía a meterme en problemas.

-Verga, nos lo dejaste pancita, carajita ¡dame los reales y todo lo que tengas!

-¡No, no! ¡Yo no tengo nada! ¡No tengo nada! ¡Tranquila chama, cuidado con una vaina!

Era verdad, yo no tenía nada, no tenía bolso ni cartera ni nada ¡si ni siquiera traía pantaleta!, estaba en el piso de tierra, espatarrada, había perdido la falda no sé donde. Al fondo veo que alguien se acerca desde arriba, bajando desde la calle hacia la ladera, oigo perros ladrar, veo a uno que se acerca con la persona que viene bajando.

-¿Cómo no vas a tener nada, zorra? Algo debes de tener, ¡suelta lo que tengas o te zampo aquí mismo!

-¡No chama, no me zampes, palabra amiga, no tengo nada de valor!- Realmente asustada, con el cuchillo en el cuello casi cortándome, le imploro clemencia, entonces, con naturalidad y tranquilidad, el Husky Siberiano se acerca a nosotros, va directo hacia mí, tengo el cuchillo en el cuello pero la muchacha y los otros se quedan tranquilos observando la llegada del animal.

El perro se coloca entre mis muslos y comienza a lamer mi vulva, con constancia y energía.

Bajo aquellas circunstancias, vuelvo a hacer un descubrimiento: No importa si el entorno es adverso o inoportuno, siempre estoy “de a toque”, mi crica empapada no razona que estamos en peligro, igualito se moja y destila sus jugos (¿o quizás no es “a pesar” sino mas bien “porque”?), me parece toda una eternidad, un instante que no cesa, cuando veo el rostro sorprendido de la pequeña malandra, cuchillo en mano puesto en mi cuello, observando como el perro lame con insistencia mi puchita encharcada.

-Así que…maldita perra…me cago en tu madre puta, piazo e´ cochina ociosa ¿viniste para que te cogiera el perro éste? ¿Verdad? ¿Verdad que es eso? ¡Contesta perra! ¡Sale, sale!

¡PUAFFF!

Una sonora cachetada en mi rostro luego de espantar al perro hace que pierda un poco el equilibrio, el Dalwuin me agarra por los cabellos para que la carajita me pueda seguir dando cachetadas, arranco a llorar

-¡No chama no! ¡Déjame quieta coño! ¡Suéltenme!

-Dime la verdad ¿estabas buscando que Ron te cogera? Dime la verdad, ¡dime la verdad o te escoñeto!

Mientras lloro y gimoteo, la carajita se me para enfrente, agarrándome de los cabellos, sus cómplices miran, veo que hay un cuarto tipo, distingo a otro perro, además de Ron, que así se llamaba el hermoso Husky que me había metido enla trampa. Quedamoscalladas, nos miramos a los ojos, mi corazón late rápido, tengo miedo, al fin creo que no me queda mas remedio y lo suelto.

-Si…si, es verdad- atino a decir

¡PUAFFF!

Otra sonora cachetada

-¡Lo sabía, lo sabía! ¡En toda mi vida de puta jamás había escuchado esto! ¡Ni yo pues! ¡Que puta tan ociosa! ¡Ja, ja, ja!

Todos arrancan a reír al ver a la líder desternillarse de la risa, se puede ver que la niña ejerce una verdadera influencia sobre éstos varones, noto que el negro tiene también un machete pequeño en sus manos.

-Dayana, Dayana, que te llama mamá, que dice que el niño está llorando mucho y que vayas y le des teta.

-¡Cállate gafo!

-¡Ay!

Un tablazo en la rodilla hace retroceder al pobre muchacho que recién había bajado a la cañada, muchacho no, mejor dicho, casi un hombre, esto me da la oportunidad de poder detallar a ésta persona, se trata del sujeto que bajó de último con un perro al barranco, era un varón  un tanto alto y corpulento, quizás de diecisiete o dieciocho años, de tez blanca, cuerpo rollizo, con zapatos deportivos raídos y blue Jean y franela de rayas desgastados, era obvio para mí que estaba enfermo, tenía las facciones asiáticas propias de quienes tienen el Síndrome de Down. Pude deducir que era el hermano dela tal Dayana, la perra desgraciada que me estaba castigando, allí por lo que dijo supe también que la carajita, a su edad, ya era mamá.

-¿No ves que estoy ocupada, mongólico maricón inútil? ¡Qué la maldita vieja esa le de leche al carajito! (allí pude deducir también que era una mala madre y que no estimaba mucho a su propia progenitora).

-Yo sólo venía a darte el mensaje, y también que te llamó el Yimmy, que cuando vas a tirar con él, que ya te dio las piedras y que ésta noche quiere darte lo tuyo, así dijo, no sé

-¡Maricote!

-¡Ay!

Otro tablazo, ésta vez en la cabeza, al pobre discapacitado, era obvio para ella que estaba hablando demasiado, ahí me enteré que era consumidora de droga y que suele ejercer la prostitución.

-¡Si vas a estar con tus mamagüevadas, mejor arranca, mongolicón! ¿No ves que estoy transando una vaina?

Dirige su mirada asesina hacia mí, cuchillo en su mano izquierda, tabla en la mano derecha, sonrisa cínica y malvada, ésta perra tan pequeña y de apariencia tan frágil se disponía a hacerme pasar la experiencia mas cruel de mi vida hasta el momento (¿o quizás no?).

-Bueno, perra puta, vamos a ver que hacemos contigo, eeeeeeh, yo pienso que mejor te quiebro aquí mismo.

-¡Noooo! ¡No chama no, no me vayas a matar, yo hago lo que tú digas, lo que tú digas coño, no chama, no chama! –el terror se apodera de mi.

-No puta, es que  tienes cara de sapa, me vas a vender y yo para el SAPAMA no voy mas (El  SAPAMA es una institución del Estado que recoge y encierra a menores de edad con problemas de conducta, allí supe que también había estado en la cárcel).

-No chama, no te sapeo, yo me voy tranquila, déjame ir y yo me voy tranquila.

-Tú estás frita, piazo é bicha, ociosa, te doy matarile.

-No chama, no

-¡Échate pá allá! ¡Sube pá allá, chigüira!

¡POFFF!

Una patada al estómago me deja privada, el negrito termina de quitarme la blusa quedando de una vez desnuda, me arrastro por el piso arenisco y empedrado, subiendo un poco por la ladera, tal como me había indicado la niña maldita, la pandilla de cuatro me sigue entre risas y burlas, más atrás le siguen los perros.

¡Párate ahí, párate ahí! –me ordena la Dayana, hasta nombre de puta tienela desgraciada. Losperros me alcanzan y  me olisquean, saltando por aquí y por allá, un segundo que se hace eterno, la carajita me mira, parece que se le ocurrió algo.

-Agáchate, ponte en cuatro

-¿Qué?

-¡En cuatro uñas, marica! ¡Ponte de rodillas!

-¡No!

-¡Dalwuin!

¡PLAFF!

Un fuerte peinillazo del otro malandrito dado con el machete contra mi espalda me hace obedecer de inmediato, entre contracciones de dolor me pongo de rodillas y apoyada en mis manos, no puedo contener las lágrimas.

-Tú querías que mi perro Ron te cogiera, perra, ¿verdad? Bueno, ya vas a ver, vamos a hacer una vaina aquí, ¡Yeison!

El Yeison era el nombre del joven obeso con síndrome de Down, unas instrucciones ininteligibles hacia él y veo que traen a uno de los perros, uno pequeño, parecido a un terrier pero mestizo, lo acercan a mí, el perro olisquea mi entrepierna, lame un poco pero parece no entusiasmarse, a Dayana no le gusta esto, sin embargo, a mi almeja parece que si, enseguida comienzo a sentir lo inicios de la natural lubricación, mandan a traer otro perro, un poco mas grande, marrón claro y de pelo corto, olía un poco mal pero no iba a estar quejándome en ese momento, este perro terminó el trabajo del otro, empezó a lamer mi cuca en serio, y en serio comencé a gotear.

-¡Que perra! –Exclama Dayana- ¡que puta!

No podía creer lo que veían sus ojos, yo no podía ocultar la verdad: Me gustaba follar con perros y mi cuerpo respondía con espontaneidad y naturalidad ante ese placer, se escapaba de mis manos poder controlarme, frente a ese público me encontraba yo, ya con mi crica completamente encharcada, disfrutando del primer orgasmo de la jornada.

El perro de turno también respondió, ya las señales eran claras y no cabía duda de nada: Se monto encima de mi cuerpo desnudo, dispuesto a copular en mi vagina. Aquello no significaba nada nuevo para mí, de hecho Choclo, mi perro, era mucho mas grande, mas fuerte y mejor dotado, físicamente no me era difícil adaptarme a la situación, lo realmente cachondo, verriondo, excitante, era el “público”, las circunstancias bajo las cuales estaba tirando con un perro, otro amante desconocido, en plena calle, enla intemperie. ElCanbombeaba con frenesí, como sólo ellos lo saben hacer, ya el nudo estaba en mi vagina, cómodo, yo arqueaba mi cuerpo, para sentir en las paredes de mi gruta aquella polla canina que me inundaba con su leche caliente, antes de que el animal se me desmontara ya había tenido cuatro corridas mas.

-Rápido Yeison, busca los otros

-¿Adonde?

-¡En todo el barrio coño! ¡Tráelos a todos! ¡Todos los que consigas!

Ahora el pequeño perro si había entendido de qué iba la cosa, una vez que termina su compañero intenta montarme, pero es muy pequeño.

-Ábrete mas, maldita puta, agáchate, ábrete bien ¿no ves que quiere montarse y cogerte?

Obedezco sin chistar y me acerco casi a ras del piso, para que ese pequeño perro pueda follarme, al fin lo logra, inserta sin ninguna dificultad su pipí en mi cuca dilatada, no está tan mal, sus roces en mi clítoris me causan pequeños espasmos de placer.

A éste perrito le sucedió otro perro, de color negro y buen porte, otro mestizo, esperó su turno pacientemente y una vez que el pequeño animal terminó de cogerme, se montó sin esperar permiso, la ensartada fue directa y el nudo entró llanamente, demasiada lubricación, tanto arrebato sexual me hizo escapar un gritillo de placer que Dayana logró  escuchar, se agacha y me hala de los pelos

-¿Estás gozando perra? ¿Estás disfrutando, puta maldita? Dime sifrina, dime, porque tú eres una sifrina ¿verdad? Vienes a nuestro barrio a echarnos en cara que tienes mas plata y educación y eres mas perra, puta y mas asquerosa, me dan ganas de zamparte, de quebrarte aquí mismo pá que seas seria, te la das de una vaina y te estan cogiendo unos perros callejeros, te están cogiendo por esa cuca hedionda, porque yo soy puta pero yo cobro, mi cuca no se la doy gratis a nadie pero tu tiras porque eres una puta, una perra callejera, cogía por perros ¡zorra!

Grandes escupitajos refrescan mi cara, sudada y acalorada, la oleada de placer extremo que me invade me obnubila y no me permite reaccionar a los insultos y humillaciones, el reflejo de los focos de los postes públicos de la calle no me permite ver bien a Dayana, solo su sombra, el clímax me domina, mi vagina se contrae, aprisiona y succiona el pene canino cuyo dueño gime de dolor y placer, Dayana se quita el short y su pantaleta, El negrito la ayuda para que no se caiga, le sostiene la pierna izquierda hacia arriba, Dayana pone su almeja frente a mi cara, un chorro potente de orina cae sobre mí, empapando mi rostro,  al jalarme de los cabellos no logro impedir abrir mi boca, tragando parte del cálido flujo.

¡GLUBP!  ¡GLUBP!

-¡Si perra toma, bebe! ¡Bebe miao! ¡Bebe miao! ¡Ja, ja, ja!

El gordo mongólico se acerca, viene bajando con una verdadera jauría de perros. Tanto placer, tanto deseo de lujuria extrema bloquea por completo el miedo que tenía hace apenas unos minutos, cuerpo trémulo, vulva entreabierta, destilando abundante semen canino, ya no sentía mis rodillas ni mis manos, pero no me importaba, solo quería polla canina.

-¿Éstos son todos?

-Sí, todos los que conseguí.

-Uno, dos, cuatro…seis…bueno…éstos servirán… ¿estás lista, perra?

No dije nada, cerré los ojos y me abandoné a mi suerte, una fuerte palmada en mi espalda dada por la Dayana me vuelve a la realidad: Estoy en un Barrio peligroso, lejos de todo, a  merced de una bandita de  niños malandros armados, y un montón de perros, volvió el miedo. Recordé entonces en ese preciso instante, aquella ocasión en la que me había ensañado con Rosa, Rosita, aquella niña de contextura tan frágil como Dayana y pensé: “El Destino me está castigando, le hice maldades a una niña y ahora otra niña me las hace a mí”.

El próximo perro huele con entusiasmo mi cuca trajinada, y se monta, el gordo mongólico y los otros niños sostienen a los otros canes, con cabuyas y con sus brazos, Dayana sigue con sus insultos, mientras da vueltas para no perderse ni un ángulo de aquel espectáculo degradante y osado, también tiene su cuca al aire, pensándolo bien, reflexiono que quizás para ella no era raro andar desnuda o semidesnuda delante de éstos niños, recapacito ahora, en el momento de escribir ésta experiencia, que ésta malandra, si no era más puta que yo, tenía al menos el potencial de serlo.

Y efectivamente, la pequeña zorra no aguanta tanta tiradera y se sienta en el piso a masturbarse.

-Mira los que has hecho, maldita perra, mira, tengo que hacerme la paja, verga no aguanto, es tu culpa, perra callejera, ¡ah! ¡Que rico!

Dayana se inserta dos dedos en su almeja, muy cerca de mi rostro, mientras el cuarto o quinto perro, no recuerdo bien, hace su trabajo de bombeo frenético en mi útero, el niño más pequeño, curioso, aprovecha y explora mi cuerpo, halando mis pezones.

El Animal termina y traen a otro, un perro como negro, ya la noche no me permitía ver muy bien, los reflejos de los postes de luz que se colaban entre las ramas de los árboles me permite ver que a éste macho le faltaban grandes porciones de pelaje y tenía una oreja caída y como llagosa. El Gordo mongólico me lo acomoda, era un perro grande y fornido, tanto como Choclo, pero no era de raza y olía muy mal.

Comienza la violación, se inserta el animal en mi vagina con precisión y energía, su verga gorda y caliente expande aún más las paredes de mi gruta, su peso sobre mi espalda es grande y me aprisiona con fuerza con sus patas delanteras, arañándome con sus garras, sudo a cántaros, tiemblo toda, creo que no lo voy a lograr, es decir, no voy a poder contenerme, es demasiado placer, éste perro es el mejor de toda la manada, debo agacharme aún más para no caer, se ensaña en las embestidas, Dayana también ha tenido varias acabadas, puedo ver su rostro en penumbras contraído, es jugosa, como yo, logro ver una frondosa mata de pelo en su pubis, nuestras miradas se cruzan durante un segundo, sonríe, durante un segundo percibo una unión, un lazo de complicidad. He allí dos perras, un par de putas teniendo orgasmos a raudales en descampado, con gente presente y entre maleza, arbustos y luces nocturnas como testigos. Descargas contínuas de semen canino, abundante y caliente, inundan mi cavidad, pero mucha cae en el suelo haciendo un pequeño lago fangoso entre mis rodillas, me agarra con mayor fuerza con sus garras, me lastima, pero no me importa, me agarra con desespero y furia, empuja con ímpetu y al fin logra su propósito: Empotra su tremendo nudo en mi gruta profanada, demasiado placer, todo mi cuerpo convulsiona, imposible contenerme:

-¡Ay que rico! ¡Me acabo! ¡Estoy acabando! ¡Me vengo duro! ¡Acabo! ¡ACABOOOO!

-¿Qué es eso?

-No sé comadre, pareció un grito de mujer

-¡Susto comadre!, como que sonó por aquí mismo.

Dos señoras oyen mi gritos de goce, estábamos muy cerca de la calle, aunque tapados por arbustos y ramas entre las penumbras. Dayana reacciona con agilidad, empujándome mas abajo del barranco con todo y perro –que se encontraba abotonado a mi panocha- la acción me lastima, rasgo mis manos y mis rodillas, ya muy lastimadas, todos los muchachos se corren también hacia abajo, sosteniendo algunos perros, algunos animales logran huir, todos quedan callados a la orden de Dayana, que hace señas con las manos.

Adolorida y abobada por tanto desenfreno, aún alcanzo a escuchar la conversación de las dos señoras:

-¿Comadre y ese coñazo de perros?

-Salieron de la cañada, debe ser alguna perra maluca que anda por ahí, mire eso comadre, todavía tienen la paloma roja y salida, como que le dieron duro a esa perra callejera.

-y hablando de “perras” comadre, je, je, je, ¿Qué es de la vida de la “perra mayor”, la que llaman la Dayana?

-Ay Comadre ni me la recuerde, esa zorra marihuanera, me está dañando mis tres hijos, hablé con los papás de los tres y ninguno me quiere ayudar, ninguno quiere sacarlos de aquí, me da miedo que esa puta me los esté metiendo en drogas, ahí a veces se me pierden días y sé que están en el rancho de ella, y como la sinvergüenza de la mamá le cabronea las puterías que carajo.

-¡Comadre no me diga!

-Si hombre.

-¿Pero no se pelean entre ellos?

-No que va, por lo menos eso no, se la “comparten” entre todos, es que esa es mas puta que la gallina, un vasito de agua y de paso malandra.

-Si, ella es la que tiene escoñetado el Barrio.

-Yo espero que no la vayan a empreñar uno de mis hijos.

-Comadre sería lo último ¡Un nietecito malandro! ¿Y ese carajito de ella de quien será?

-Por ahí dicen que de Pochocho, el hijo dela vieja Tiburciaque mataron en Tocorón.

-¡Susto! ¿El que le cortaron la cabeza? La noticia salió en el periódico, salió de la cárcel pero en pedacitos.

-Ese, aunque hay quien dice que puede ser del propio padre.

-¿Usted sabe que escuché yo comadre? Y que era del propio Yeison

-¿El hermano enfermito?

-Si.

-Puede ser, es que de esa piedrera dañada lo creo todo.

Dayana lo oye todo, todos escuchamos la conversación de las dos mujeres, nosotros podíamos verlas entre las ramas pero ellas no podían vernos a nosotros; en la acción de repliegue Dayana queda bajo mi cuerpo, boca arriba, instintivamente tapa mi boca y se agarra de mi cuerpo para no seguir cayendo, alza la cabeza y en postura invertida lo ve y lo oye todo, facciones de rabia delatan su odio.

-La vieja Yamilety la maldita vieja Domitila, de ésta semana no pasan, las voy a tirotear a las dos, de ésta semana no pasan, transo con mi gente –sentencia mortalmente la niña asesina. El odio la llena pero se contiene, sin embargo, hunde sus uñas en mi seno izquierdo, donde estaba agarrada, para aguantar su cólera.

Pasa el peligro, las mujeres se van, cada vez estoy más débil y extenuada, lastimosa, herida y sucia, pero la jornada de lujuria aberrante no termina, los muchachos me ayudan a incorporarme un poco, acomodan mi cuerpo adolorido para que el perro que me penetra esté más cómodo, estos movimientos lo lastiman, haciéndolo emitir gemidos lastimeros, pero sin que por ello deje de llenarme de leche, siento su nudo palpitando en mi  crica, estoy llena, todo mi útero y mi vagina rebosante de esperma canino abundante, espeso y caliente, me asomo abajo y veo mi abdomen hinchado, quiero agarrar mi clítoris para pajearme pero temo que si lo hago pierda el equilibrio, por fin, luego de dos tenues orgasmos y un ¡plop! el animal se desempalma y el viento nocturno se cuela en el ancho manantial de leche en que se ha convertido mi gruta ultrajada.

Y entonces llegó él.

No me encontraba en mis mejores condiciones físicas, demasiado castigo en mi cuerpo, pero yo vine a esto, por esto me metí en este barranco, en éste lodazal denigrante, en este riesgo de muerte. Allí estaba él, Ron, el hermoso Husky Siberiano, mirando, como esperando una señal.

-Ven perrito, ven amor-le dije susurrando.

No hizo falta mas nada, me imagino que él estuvo allí todo el tiempo, no siendo un macho alfa, debe esperar a que todos terminen para tener su turno con la perra en celo, para él era algo natural, quizás sería su primera vez con una perra de ésta raza –yo- pero una perra en celo era una perra en celo y él sabía identificar una.

No hubo grandes preámbulos. Olisqueó un poco la raja inundada, oliente a semen y sexo canino y se montó, su penetración fue firme y acertada, de mediano tamaño, su verga sin embargo me daba satisfacción, su punta rozaba la pared frontal de mi vagina, tallándola, dándome una sensación de placer indescriptible.

-Eso perrito, dale, cógete a tu perra, tu perra callejera, ¡uff que rico!

No me importaba nada, ni el peligro latente, ni el “público”, ni los transeúntes que estaban en la calle y que podían verme y escucharme, nada, jamás había sentido hasta ese momento, tanto placer continuo, tanta lujuria desenfrenada, tanta verriondez sin límite. Era definitivo: Si otorgaran un Oscar a la mujer más endemoniadamente puta de todo el planeta, yo sería la indiscutible ganadora, o con toda certeza estaría entre las finalistas, El sexo era mi Océano y yola ágil Orcamarina.

¡Puta de mierda sifrina! ¡Mira como me pones a mí! –reclama Dayana, que se masturba con furia de pie, muy cerca del espectáculo de desenfreno canino que le ofrecemos “mi macho” y yo. Al fin no se aguanta y agarra lo que tiene a la mano: su propio hermano Yeison.

-¡Rápido mongólico! ¡Bájate los pantalones! ¡Quiero que me cojas!

-¡No Dayana! ¡Mamá dijo que no! ¡Ella dijo que para eso tú tenías los otros hombres que van todos los días para la Casa!

-¡Cállate marico! ¡Dame Güevo!

-¡Mamá me va a castigar! ¡No debemos tener mas bebés!

-¡Que te calles y vamos a tirar!

Le propina un tablazo tan fuerte que el pobre disminuido mental cae estrepitosamente al piso, a mi derecha, muy cerca de mí y de mi macho, un poco más arriba dela ladera. Aquelloera una verdadera violación: Dayana le baja con fuerza los pantalones, le rasga el interior y deja al descubierto un pene rollizo de tamaño bastante decente, se lo mama con rabia y desespero hasta entrar en erección, el muchacho llora con sinceridad, Dayana le arrebata su inocencia, aprovechándose de su cuerpo, para ella, ese pobre infeliz sólo era una verga, un instrumento para su propia satisfacción, una vez erecto se ensarta con violencia y en cuclillas comienza a follarse a su propio hermano, el padre de su hijo; quiebra la cadera, sube y baja, aumenta y acelera la velocidad, gira su cuerpo sin sacarse la polla, toda una veterana del sexo. Y no para de mirarme.

Mi macho me folla con el ímpetu de los perros, Yo le ofrezco un show a Dayana y ella me lo ofrece a mí, volvemos al estado de complicidad entre putas tironas, ella con un hombre y yo con un perro. El Husky me arrebata múltiples corridas, oleadas de orgasmos infinitos me debilitan cada vez mas, ya el nudo está dentro de mí, mi vientre hinchado denuncia las múltiples descargas de leche en lo profundo de mi cuerpo, siento su pelo sedoso sobre mi espalda, veo su hocico sobre mi hombro derecho, su húmeda lengua me llena de baba; silencio enla noche. Sólose oyen los chasquidos de mi gruta siendo violada por el Husky, colapsada por tanto semen y el choque continuo de los muslos de la Dayana contra los muslos de su hermano, en la fornicación incestuosa.

-¡Estoy acabando otra vez! ¡Verga estoy acabando!

-¡yo también puta! ¡Yo también!

-¡Yo creo que no aguanto, yo creo que no aguanto!

-¡Perra! ¡Mil veces perra! ¡Somos perras, somos putas!

-¡No! No…yo creo que…ay…ugh… ¡Nooooo!

Orgasmo demoledor, llanto, sudor, gritos, semen, dolor…me desmayo.

Siento aún en mi inconciencia, que soy llevada a rastras, pero sólo distingo imágenes borrosas, intento hablar pero no me salen las palabras. Una eternidad. Vuelvo a la inconciencia. Al rato siento la calidez de un líquido conocido: Orina. Los cuatro malnacidos me despiertan bañándome otra vez de miao en todo el cuerpo.

-Despierta perra cogida, ya te cogieron los que te iban a coger, puta.

Distingo otras personas unos metros más allá, dos muchachos de gorra, se están acomodando los pantalones y suben de prisa ladera arriba, hacia la calle, todo mi cuerpo está entumecido, casi no puedo moverme, estoy sobre un árbol, un chaguaramo caído sobre la ladera, allí me pusieron, mi cuca me arde como si hubiesen metido un tizón dentro de ella, pero aún destila semen fresco. A duras penas logro levantarme, trastabillando. Dayana me mira, todavía tiene su cuca al aire, bajo su brazo tiene mis ropas y mis sandalias, estamos muy cerca de la calle, algunas personas caminan y se detienen, se ve que pueden distinguirnos entre las penumbras y la maleza.

-Bueno, perra –me dice la Dayana- yo no sé que voy a hacer contigo.

La noche estaba en su apogeo, las luces de los postes de alumbrado en la calle me deslumbran un poco, cubro mis partes con mis brazos, tengo frio…y miedo.

-¡Epa, Dayana! ¡No te muevas diabla! ¡Te vamos a tronar!

Un carro  se para en la calle, cerca de nosotros, bajan unos tipos armados, también veo varias personas que se paran y nos ven, me ven a mí en las condiciones en que estoy, me señalan, se alarman, se asombran. Dayana da sus últimas órdenes.

-Corre, perra callejera, vete por la vaguada a ver por donde sales, estás por tu cuenta, no vuelvas más por aquí o te quiebro ¿no me oyes? ¡Cinco y no te veo! ¡CORRE PUTA CORRE!

Salgo corriendo en pelotas por ese desagüe de aguas sucias de cloacas, oigo disparos y corro más duro, no volteo a ver nada, sólo corro por mi vida con todas las fuerzas que tengo, perdiéndome en la oscuridad y chapoteando aquellas aguas sucias con mis pies descalzos y lastimados.

Corrí hasta el cansancio. Caigo de rodillas en las aguas sucias, ya sin fuerzas, casi no distingo nada en la oscuridad, la luz de la luna es tapada por los árboles, distingo a mi izquierda las paredes de bloques, tablas y cartón de los ranchos, de otro lado una cerca metálica reforzada con maleza salvaje, no me ofrece salida. Sigo con miedo ¿Qué hacer? De pronto, el miedo sube, oigo ruidos, una sombra, algo se acerca en medio de la cañada ¿Quién es? ¿Qué hago? Me quedo petrificada. Es…es…un perro.

Distingo sus ojos brillosos entre la oscuridad, me gruñe amenazador. Me rindo, me agacho poco a poco y me volteo para mostrarle mi grupa, me agacho más, se acerca, me olisquea la cuca.

-Si perrito, yo soy una perra mansa, no hago daño, si quieres…cogerme…dale perrito.

Lame con generosidad mi vulva, para mí aquella lengua rugosa  y húmeda es un bálsamo que me hacía falta, me alivia grandemente el ardor y el dolor, nuevamente me abandono, me transformo, dejo de ser humana para hacer con naturalidad lo que las perras hacen en las calles sin importar nada, nada más que sus lógicas necesidades, mi parte humana, con toda su racionalidad, se subordina a mi parte perra, heme aquí otra vez, en esa vaguada oscura, relacionándome con un perro.

Pero al abrir un poco más las piernas el chucho como que se asusta un poco, quizás se da cuenta que soy una humana y huye trotón quebrada abajo, me quedo otra vez sola y a merced de los elementos, sigo caminando.

No sé cuantas horas estuve caminando en esa quebrada de aguas de cloacas llenas de basura y mierda. Recuerdo que ya gimoteaba de desesperación, lloraba en silencio, solo oía algunos ladridos de perros, las aguas servidas que caían en cascada desde las casas hasta la quebrada, el canto de los grillos y sapos y, muy a los lejos, disparos. No sé que horas eran, pensaba en lo que pasaría cuando alguien me llevase desnuda y violada a casa. ¿Qué le iba a decir a mi tío? ¿Cómo iba a reaccionar mi familia, sobre todo mi hermana Alexandra, a quien le había prometido no follar más con perros? Creo que preferiría la muerte, creo incluso que se me pasó por la mente no volver más a casa,  en eso estaba, pensando, cuando miro la cerca metálica a mi izquierda, arriba de mí, empiezo a reconocer algo, oigo carros circulando y el reflejo de sus luces.

-Coño, yo conozco ésta parte-dije en voz alta.

Subo hacia la orilla de la vaguada y efectivamente,  la cerca metálica me separa de una calle ¡la calle donde está mi casa!

Vuelvo a bajar hasta el fondo de la quebrada donde puedo caminar con mayor seguridad, apresuro el paso, empiezo a ver de ese lado de la quebrada paredes de bloque bien hechas, árboles  correctamente plantados que hacen de límites a los corrales o solares, empalizadas, cercas, la esperanza vuelve a mi alma, ¡estoy en los límites de mi propia vecindad!

Enjugo mis lágrimas, camino a prisa, con todo lo que había pasado, se me había bloqueado el hecho de que ésta quebrada de kilómetros de aguas negras es la misma que pasa detrás de mi casa, camino y camino, hasta que la reconocí: había llegado a casa.

Subo por la ladera lisa y limpia -en ésta parte la quebrada fue embaulada con cemento- y llego al cercado metálico de mi casita, la reconozco de inmediato ¡que alegría para mi alma! Abro un poco mas  un hueco que tenía la malla metálica y logro meterme al corral.

-¡GUAU, GUAU!

-¡Chiii Choclo, soy yo, Susana! -le susurro a mi perro que me recibe con ladridos. Agachada le recibo sus lametones de saludo y afecto. Realmente amo a mi perro, no sólo es mi amante preferido, es mi amigo y parte de mi familia, un ser muy especial para mí, los otros perros sólo representan lo puta verrionda que soy,  follar con ellos fue -y será- espectacular, pero Choclo es otra cosa. Creo que él lo intuye, lame mi cuerpo adolorido con ternura, me pongo de pie y abro un poco las piernas, mi perro alcanza mi cuca trajinada, la lame con insistencia y pericia, así dura un rato, me mira, la luz de la luna me permite ver sus ojos inteligentes, yo lo miro, nos entendemos, no se como –creo que la palabra es “semiótica”-pero nos entendemos.

-Está bien Choclo –le digo- ya sé, sé que tienes derechos, yo soy tu hembra, tu perra.

Me acuesto sobre unos bloques rojos que tiene mi tío allí –y que algún día van a cerrar el acceso hacia la quebrada- y ofrezco mi cuerpo ultrajado a mi perro, prepara con su lengua mi gruta deshonrada y se monta, una vez mas, continúa la jornada interrumpida de jodienda canina.

-Dale mi perro, me cogerán mil perros pero yo soy tu perra, toda tuya, ¡Uff que rico!

Poderoso, sólo así puedo describir a mi perro, sus coyundas con mi cuerpo son frenéticas y salvajes, arrancándome orgasmos vigorosos y extenuantes. Entra su maravilloso nudo, pero la dilatación tan grande, producto de la jornada que pasé unas horas antes, sólo permite que se mantenga durante breve tiempo en mi vagina. En ésta oportunidad lloro de placer, alegría y satisfacción por que pude salir de una aventura tan peligrosa, logrando una meta impensable y extraordinaria: convertirme en una perra callejera, plena de múltiples corridas caninas. Una vez cogida por Choclo y semi desmayada me arrastro por el corral de tierra hasta mi cuarto, no aguanto más y quedo en el piso, donde me agarra el sueño, mientras mi cuca escurre semen.

Sigo con mi vida luego de aquella jornada de sexo brutal, fenomenal –degradante dirán algunos, no me importa, es mi cuerpo y son mis orgasmos- En clases la profesora me llama a que resuelva un ejercicio de Matemáticas en el pizarrón, hace un poco de calor, oigo unas risitas, me volteo y veo unas compañeras señalándome algo con sus ojos, me doy cuenta de  lo que ven: un hilillo de semen escurre por una de mis piernas. Pido permiso para ir al baño, durante tres días, a pesar de bañarme bien, el manantial de leche canina no para, debo usar toallas sanitarias y ropa interior como si tuviera el período mientras continúa el flujo seminal escondido entre los entresijos de mi cuerpo.

Pero eso era el menor de mis problemas. Durante días estuve padeciendo de un fuerte picor por todo el cuerpo. Rascadas desesperantes lo que hacen es agravar el problema. Mi tío me lleva al Doctor y éste indica el diagnóstico.

-Escabiasis.

-¿Qué?- pregunta mi tío, El doctor sonríe con simpatía.

-Sarna. No se preocupe, nada del otro mundo, con ésta crema se le quitará en unos días, seguro la contrajo con el contacto con algún animal, un gato o un perro.

-Un perro Doctor, nosotros tenemos un perro.

-Ah bueno, a él hay que hacerle su tratamiento también, y evitar que se vuelva a contagiar con perros callejeros.

-Seguro que se contaminó con alguna perra sarnosa ¡esa cerca la tapo ésta semana! ¡Voy a ver si pego esos bloques de una vez!

¿Qué pensaría mi tío si supiera que la perra sarnosa era yo?

Al pobre Choclo también le pegué la sarna, pero mi viacrucis no llegó hasta allí, pagué muy caro mi aventura de perra. Al picor le sucedió una fiebre intermitente, escalofríos, una tos que no me abandonaba y hasta una inoportuna diarrea, esto no podía ser solo Escabiasis, puse a correr a todo el mundo hasta que en la emergencia del Hospital dieron con la causa: Bilharzia.

La había contraído en esas aguas putrefactas llenas de mierda y parásitos donde pasé horas caminando con mis pies descalzos y heridos, Mi tío se descocaba la cabeza averiguando que tenía que ver, como se relacionaba la Sarna con la Bilharzia, total que el pobre Choclo fue el que pagó los platos rotos, se lo llevaron a casa de otro familiar durante unos días y no valieron mis ruegos y lloros (¿Quién me iba a coger en mis noches solitarias?), también se incurrió en tratamientos caros y un aburrido reposo hasta que me curara. Aquella aventura había tenido su precio.

Pero no me arrepiento de nada, cada orgasmo vivido aquel día en ese Barrio asqueroso valió la pena, aún sigo viva, pese al riesgo, no todos pueden contar lo mismo: en la noticia apareció  un día de éstos: “Cosidas a balazos hallados dos cuerpos femeninos en quebrada de aguas negras”.

No quise leer detalles, sólo me concentro en mis pensamientos, en recordar que en algún momento disfruté al máximo de muchos perros, de un Husky Siberiano y de haber sido por una noche una perra callejera... por culpa de unos niños ociosos…