¿Pero quién es ese chico?

Sofía es la que siempre controla en los polvos, hasta que conoce al chico que la baja los humos.

Disculpad que el relato no sea demasiado bueno, es el primero, así que agradecería críticas constructivas, no destructivas. Gracias.

Me llamo Sofía, acabo de cumplir mis 19 y estoy por segundo año en la universidad. Soy una chica de pelo moreno y largo de ojos castaños oscuros y algo rasgados que me daba el toque perfecto de 'chica juguetona', alta y delgada de caderas anchas. Era de esas chicas que iban 'con la delantera bien delante', vamos de grandes tetas. Era lo que siempre les atraía de mí a los chicos, por lo que pasé a cambiar de personalidad con ellos: Fría y cachondamente juguetona. Sí, tenía varias personalidades, y siempre según con quién. Era una chica responsable y aplicada respecto a mis profesores y padres, pero cuando cae la noche empiezo a perder completamente el norte y, por mucho que pueda parecerlo, todavía no había conocido al chico que hubiese jugado conmigo porque era yo la que jugaba con ellos.

Recuerdo el pasado sábado, en la discoteca. Cuando la gente se empezó a emborrachar y a ligar con quién pillaba. Me vino un chico y me dijo:

-¿Tú... quieres follar?- preguntó.

Era un chico alto, moreno y de ojos azules. Estaba borracho como una cuba y vi mi oportunidad.

-Tal vez, ¿me pagas la siguiente ronda?- pregunté con una sonrisa pícara.

-¡Otra ronda para la señorita!- gritó todo lo fuerte que pudo.

-Sofía, no tienes remedio- dijo mi amiga Esther mientras se llevaba al chico que había pillado a otro sitio.

El camarero me sirvió una cerveza y no tardé en bebérmela.

-Ven- le dije.

Le empecé a besar.

-¿Tienes condones?- preguntó medio anonado.

-No, pero descuida- dije.

Me sobraban pastillas del día siguiente.

Recorrí con mi mano su pecho, y poco a poco fui bajando hasta encontrarme con su paquete. Le bajé la cremallera y le quité el pantalón con calzoncillos inclusive. EL chaval estaba bien dotado, tenía una gran verga en tamaño aunque no fuera muy gruesa. Empecé con ligeros mivimientos de dedos y jugueteos con la lengua, el chico gemía al son de las bajadas y subidas que, a cuanto más dura estaba, más rápidas eran. Cada vez gemía más fuerte por lo que aceleré el ritmo hasta que se acabó corriendo en mi boca.

-Ahhh...- dijo.

Le tiré al sofá de la disco. No muy lejos pude ver a Esther follándose al pringado de turno. Esther era mi mejor amiga y seguía mis mismos pasos, teníamos planeado hacer un día un trío o una orgía según nos dé, pero no habíamos tenido ocasión aún.

-Eres una guarra- dijo entre risitas.

-Shhh No te conviene hablar- dije poniéndole un dedo en la boca.

Me quité la camiseta dejando mi sujetador con mis firmes pechos en todo su esplendor. El moreno no tardó en quitarme el sujetador. Comenzó a juguetear con mis pezones mientras yo me quitaba los vaqueros y las bragas. Quiso tocarme el coño pero no le dejé.

-Aquí controlo yo- dije.

Me gustaba tomar aires de dominante sin tener que llegar a ser sadomasoquista.

Cogí su verga y acaricié la entrada de mi vagina con su glande.

-Mmmmm...- gemia yo.

Acabé por meterla hasta el fondo y los dos soltamos un grito de placer. Comencé a cabalgarle con mucho énfasis. Estaba muy excitada, de costumbre para estar como estaba ese día debería haberme dejado tocar, sería cosa del acohol.

Terminé de cabalgarle y me empecé a vestir.

-¿Qué? ¿Ya?- preguntó.

-Sí. Búscate a otra- dije.

Me levanté y Esther estaba ya esperándome en la puerta.

-¿Le dejaste a medias como acordamos?- le pregunté.

-Sí, me dio una pena el pobre...- dijo mientras de acariciaba sus cabellos dorados.

-De pena nada, si él fuera tú también te habría dejado a medias, todos son iguales- dije.

Era muy desconfiada con los chicos que recién conocía, solían importarle lo que a mí el disfrute de la pareja, y son capaces hasta de violarlas y yo en esos temas no me arriesgaba.

-Yo creo que te equivocas, lo mismo hay un chico dulce por allí esperándonos- dijo, se le iluminaron sus ojos marrones.

-Chá- dije.

Tampoco recuerdo mucho más de esa noche. Bueno a lo que iba. No faltaba mucho para que empezase la universidad y según decían había un chico nuevo y a mí me traía sin cuidado.

Al fin llegó el día de empezar la universidad. Yo me vestí con una camiseta sin mangas y de tirantes con una mini-falda, quería ir de puta el primer día. Esther y yo fuimos hablando de nuestros ligues nocturnos y riéndonos a más no poder.

-Yo creo que debería probar el sexo anal- dijo.

-Bah, dudo que te guste si lo haces con un bestia la primera vez- dije- A mí sinceramente me gusta. Como quieras.

-Debe ser delicioso- dijo.

No respondí. Esther seguía sumida en sus morbosos pensamientos y al fin llegamos a la uni.

-Otra vez aquí- dije.

Entramos a nuestra clase y nos pusimos en las gradas juntas. Un chico que no conocíamos también se unió.

-Mmmm, ¿podrías irte? Es que no te queremos aquí- dije.

-¿Acaso decides tú dónde me siento?- dijo sonriente.

Era un chico rubio, de ojos verdes realmente encantadores de gesto despreocupado, delgado y de buen cuerpo.

-Sí, lo decido- respondí seria.

-¿Pero qué eres? ¿Una niña de primaria?- respondió a mis infantiles gestos de que se largara.

-Me estás enfadando, no te va a gustar lo que ocurra como pase- dije.

-Ui, eso quiero verlo- dijo.

Gruñí y me levanté para cambiarme de sitio, pero me cogió el hombro y me sentó.

-Yo me quedo, tú también- dijo.

-Oye, ¿pero quién te crees que eres para darme órdenes?- me terminé enfadando.

En ese momento vino el profesor y yo tuve que tranquilizarme para guardar la compostura en su clase. Me fijé bien, y no había nadie más en toda la fila. Esther había puesto los libros sobre la mesa y no nos prestaba atención.

-Estúpido- susurré abriendo mi cuaderno.

Mientras pasaba la clase noté roces en mi muslo. Al principio no hice caso, pero luego empezaron a ser toques y esos toques iban subiendo el muslo. No pude evitar ponerme un poco cachonda, pero también cabreada.

-¿Qué haces?- le grité pero sin que nos oyeran.

-Nada que no te guste- dijo tranquilo como si nada.

Siguió subiendo el muslo y me fue levantando la falda.

-¡Para!- le decía.

-Sé que no quieres que pare- respondió.

Me lavantó la falda y me empezó a tocar el coño por encima de las bragas que estaban ya mojadas.

-Ya sabía yo que te gustaba- rió.

Sentía impotencia en ese momento.

Metió la mano por dentro de mis bragas y acarició mi clítoris. No pude evitar que un escalofrío me recorriera el cuerpo. Bajó un poco más e introdujo dos dedos en mi vagina. Empezó un mete saca y yo gemía disimuladamente. Me estaba gustando y lo peor era que como no le parase los pies iba a tener una cogida de sexo desenfrenada en medio de clase.

Cogí su muñeca y le quité la mano de ahí.

-Ya basta, lo digo muy en serio, y como note un solo roce tuyo te vas a llevar tal tortazo que se te quedará marcado de por vida- le amenacé.

-Tendrás que buscarte otra manera porque esa no me asusta- dijo.

Volvió a subir la mano por mi muslo y yo le volví a quitar la mano aunque le desease con todas mis fuerzas. Era la primera vez que sentía deseo de esa manera a un hombre, tal vez me ponía cachonda el estar en medio de clase y que yo no quisiera por miedo a que se diesen cuenta.

-Por favor, por favor, para- supliqué- Haré lo que quieras pero para.

-¿Lo que quiera? Así me gusta, eso ya es otra cosa- dijo.

-¿Eh? No...- dije.

Yo había suplicado, estaba suplicando. Era la primera vez que un hombre me controlaba, ¿cómo podía hacerlo? Me daba respeto, no quería acercarme a él por miedo a que se pusiera a follarme en medio del pasillo.

Al terminar la clase me cogió del brazo y me llevó fuera de clase.

-¡Esto es violación!- le dije.

-Violación es cuando obligan a alguien a tener sexo cuando no quiere, pero tú si quieres.

-Que va, no quiero- dije soltándome de él- Eres un degenerado.

Me cogió y me llevó a un cuarto vació y hechó el pestillo.

-Vas a suplicar más- dijo sonriendo.

-¡Déjame irme!- grité.

Me tiró al suelo de un empujón y me quitó la camiseta de tirantes.

-Te mola eso de vestir como una puta, ¿no?- dijo.

-¡Cállate, suéltame!- grité retorciéndome.

-Pides mucho, lo mejor será que calles tú- dijo.

Me amordazó y yo sentí mucho miedo a la vez que morbo.

Me desabrochó el sujetador y me empezó a chupar los pezones. Luego comenzó a morderlos y cada vez que lo hacía me volvía loca. Me desabrochó la falda y me quitó las bragas. Me abrió de piernas y su lengua comenzó a jugar con mi clítoris y yo me retorcía de placer. Su lengua empezó a embestirme y creí explotar porque no podía soltar un solo gemido y era realmente una tortura. Después de la lengua vinieron los dedos. Se me saltaban las lágrimas y había tenido varios orgasmos seguidos.

-¿Quieres que te desamordace?- me preguntó.

Yo asentí con pocas fuerzas.

-Pues dímelo- empezó a reírse a carcajadas.

Quería que me clavase la verga de una vez, pero ni siquiera la había sacado. Mi coño pedía sexo con pollas de verdad de una vez y podría morir en paz.

El chico me dio la vuelta, se escuchó cómo se bajó los pantalones. Yo supiré como pude creyendo que me daría lo que quería al fin. Sentí como su verga tocaba mi entrada, pero dio una embestida en mi culo desgarrándome de repente. Grité sin que se escuchara por la mordaza y él siguió con sus embestidas. Creí que me moría de dolor sin lubricación ni nada. El chico gemía bajito y bajo el ritmo de sus embestidas, pero no por mucho tiempo porque empezó a dar más caña de repente. Me dolía una barbaridad, pero me estaba gustando no quería que parase.

Pero lo hizo, se corrió en mi culo. Sentí su leche caliente en mí, y me gustó aún más. Se subió los pantalones, me desató la mordaza y me tiró la ropa encima.

-No te vayas- dije- No me dejes así. ¡Fóllame ahora que puedes!

Me abrí de piernas, mi coño pedía verga desde hace rato.

-Te lo dije- rió.

-¡Fóllame!-gritaba.

Quitó el pestillo de la puerta y se fue. Mis músculos estaban entumecidos por los nervios y la tensión de ese mismo momento por lo que tardé en vestirme. Estaba sorprendida de que ese chico hubiera podido controlarme de esa manera. Quería que lo volviese a hacer, siempre, siempre que quisiera.

Salí del cuarto, no había nadie en los pasillos, hacía rato que estaban en clase. Me fui al baño y me lavé la cara. Me preguntaba cuando volvería a hacerlo, a pasarlo tan bien como lo pasé y tener el polvo de mi vida de nuevo, pero esta vez mejor.

¿Continuará?