¿Pero quién es ese chico? 2
Ahora Esther se une a la fiesta.
No me apetecía volver a clase, estaba 'flipando' en ese momento y no encontraba mi aula. Una profesora me pilló por el pasillo y me hechó una buena bronca por no estar en clase como debiera y me acompañó al aula. Nadie se percató de que pasase y aquel chico del cual no sabía ni su nombre no estaba, o por lo menos no donde antes.
-¿Por qué no has venido a clase?- me preguntó Esther.
-E... estaba en el baño- dije.
-¿Tanto tiempo? Dime la verdad- dijo- Te has tirado a ese chico, ¿a qué sí?
-¡Qué cosas tienes!- disimulé y miré a otro sitio.
En realidad yo no me lo había tirado, él me había tirado a mí.
La clase acabó y yo había estado todo el tiempo buscando a ese chico por la clase, pero no estaba allí. Tenía la sensación de 'necesitar' de ese chico. Quería que me poseyera de nuevo, pero solo como él sabía hacer. He de reconocer que no le conocía de nada y que me había tratado como una perra, pero quería más. Sería su perra siempre que quisiera, aunque no lo pareciera.
Salí de clase y miré por los pasillos y allí estaba, como si nada. Corrí hacia él.
-¿Pero qué te crees que soy?- le pregunté- A mí no se me puede dejar así.
-Me pregunto a cuántos habrás dejado a medias tú- dijo sin quitarse esa sonrisa.
-¿A ti qué te pasa? Que un chico controle es normal siempre y cuando no sea un bestia- dije.
-Pues bien que te gustó, se te ve en los ojos- dijo.
-A ti te voy a dar yo ojos- le dije- Pero esta me la vas a devolver, habrá una próxima vez y será...
Me cortó con su risa.
-Yo controlo por lo que yo decido la próxima- dijo yéndose.
-¿Qué tú controlas?- pregunté mientras se iba.
No me respondió.
-¡Dime al menos cómo te llamas!- grité para que me escuchara.
-Llámame Maestro- dijo.
-¿Ma... maestro?- me dije.
-Sofía- me dijo Esther- ¿de qué hablabais?
-Na... nada- dije.
-Se te veía como suplicando- dijo- ¿Cómo has podido caer tan bajo? Son los chicos los que te suplican siempre. Me has decepcionado.
No me apetecía ocultarlo más.
-Sí, le suplicaba, quiero que me folle como antes que me controle que no me deje hacer lo que quiera, que él decida cuando acaba todo y cuando empieza- la contesté.
-Así que es eso- dijo meditando- Esta es nuestra oportunidad, ¿no crees? Tenía miedo a decírtelo pero... a mí también me gusta en sexo de esa manera. Aquel sábado no dejé al chico, él me dejó a mí y... me gustó- confesó.
-¿A qué te refieres con oportunidad?- pregunté.
-A nuestra orgía- dijo- Ser la que se deja controlar me pone a cien.
-Creo que existe un nombre para eso...- pensaba en amo y sumisa- Aún así es buena idea de lo de la orgía, aunque no sé si él querrá.
Esther asintió.
-Seguro que sí.
No me apetecía nada estar en clase, quería estar en casa, en mi cama y con ese chico.
Terminaron las clases e invité a Esther a casa. Al parecer no había nadie. Estuvimos hablando un rato y de repente sonó el timbre.
-¡Ya bajo!- grité.
Abrí la puerta y mis ojos se abrieron como platos.
-Aquí estoy- dijo mi Maestro.
-No es el mejor momento- dije.
-¿Están tus padres en casa?- preguntó.
-No, es que...- dije.
-Entonces sí es el mejor momento- me cortó.
Volvió a cogerme la mano y subimos a mi cuarto.
-¿Qué hace él aquí?- preguntó Esther.
-¿Tú también te apuntas?- la preguntó tirándome a mí a la cama.
-Solo si me tratas como a ella- dijo.
-Tampoco te iba a dejar tener otro cargo- dijo mi Maestro.
Nos quitó la ropa y se quitó los pantalones con los calzoncillos. Esther empezó a jugar con su miembro mientras que yo le besaba y él sobaba mis tetas. Miré a Esther de reojo, estaba masturbándose mientras le pajeaba. Tenía ganas de sentirle dentro al fin.
Esther acabó llena de leche. Se relamía mientras mi Maestro la empujaba a la cama. Tumbándola boca arriba. Me mandó poner mi sexo en la cara de Esther, y así lo hice. Él empezó a follar a Esther mientras yo me moría de envidia. Esther gemía mientras su lengua recorría cada milímetro de mi vagina. De repente tuve mi primer orgasmo, al parecer al mismo tiempo que Esther. Disfrutaba del momento con una sonrisa en la boca pero seguía moriéndome de envidia. Sabía que mi momento llegaría, que él me follaría como tanto deseaba. Mi Maestro decidió cambiar de posición, puso a Esther contra la pared y siguió follándola. Mientras yo lamía el clítoris de Esther, ella gemía con todas sus fuerzas. Mi Maestro se corrió por quiensabegésima vez y al fin terminó con Esther. Ella estaba sin fuerzas, pero la obligó a que se tumbase bocabajo. Él la sujetó de las piernas y empezó a darla por detrás. Exploté en rabia pero no la expresé, ¿acaso me había olvidado? Metí los dedos en el sexo de Esther, y se tocaron con la polla de mi Maestro. Sonreí y seguí con lo mío. Esther se volvió a correr, había tenido 8 orgasmos contados, y yo 2. Era una verdadera tortura. Dejó al fin a Esther, esperé paciente mi turno, pero mi Maestro se vistió completamente y se dispuso a salir por la puerta.
-Maestro, ¿y yo?- pregunté.
-Yo decido cuando acaba- dijo.
-No puedes volver a hacerlo, no, no- dije- Necesito que me folles ahora, ¡quiero sentirte dentro como Esther!- grité.
Me empujó de nuevo a la cama y se quitó los pantalones. Me penetró de repente y yo gemí aliviada, empezó con su vaivén. Yo cada vez gemía más fuerte, era una sensación increíble que jamás había sentido. Era demasiado placer junto, gemía incluso con más fuerza que Esther. Ella mientras nos miraba asombrada. Le abracé con mis piernas, no quería que parase, era demasiado bonito para ser cierto, creo incluso que llegué a perder la conciencia por unos instantes.
Cuando mi Maestro terminó yo no podía moverme, él se fue y Esther ya estaba vestida.
-Disfrutaste mucho en tu final- me dijo.
Yo no podía articular palabra aún, todavía disfrutaba del momento en mi mente. Fue un momento que perdurará en mi cabeza mucho tiempo, quizá toda mi vida. Nadie me había cogido como él y dudaba que nadie más lo hiciera.
-Sabes suplicar mejor que dominar, y pensar que yo he estado siguiéndote tanto tiempo...- dijo.
-No... se- seré... así... con... todos- conseguí articula- Este... solo... solo... ha sido... un pequeño... contratiempo-
-Ojalá que sea verdad, ser así no te pega- dijo.
No dije nada y Esther se fue. Cuando recuperé las fuerzas, me vestí. Eché un vistazo a las sábanas, estaban llenas de semen y me tocaba lavarlas antes de que mis padres llegasen.
Aquella noche no conseguía conciliar el sueño. En mi cabeza solo estaba mi Maestro. Mi mano bajó a mi sexo por instinto y comencé a masturbarme. Me puse la almohada en la cara para que no escuchasen mis gemidos. Mi coño cada vez estaba más mojado y conseguí darme el placer de 3 deliciosos orgasmos.
Ese chico me dio placer más de una vez, muchas de ellas en medio de clase, pero ya no me resistía, me limitaba a abrir las piernas para darle paso libre. Era mucho más placentero cuando era él quién me lo hacía. Tenía por seguro que jamás en la vida le olvidaría. Siempre sería su 'perra' y él mi amo, siempre haría lo que él me dijera, siempre, y sin poner pegas.