Perfidia.Parte2: dos mujeres

Los jadeos y temblores no tardaron en llegar, ahogándonos entre fluidos e interminables orgasmos, sorbiendo los líquidos que encharcaban nuestras caras y muslos. ⎯ Gloria, debemos hablar ... en privado

Capítulo 2

Mi relación con Melisa se intensificó día tras día. Le exigí que durante el horario laboral tendríamos que limitarnos al trabajo y le expliqué que nuestro lujurioso deseo carnal – como ella lo definió – debíamos reservarlo para nuestras noches o cualquier momento que no estuviéramos en la oficina. Ella asintió, que remedio le quedaba, el escándalo podía ser monumental si el Presidente o cualquier otro nos pillaba in fraganti. Esa misma noche, Lisa me acompañó al apartamento nos duchamos y vestimos con ropa casual, shorts y camisetas. Ella se encajó  uno de mis shorts Levi’s y la camiseta de la misma marca, aunque claro, los rellenaba más que yo, porque sus pechos y su trasero apretaban el tejido.

  • Jo, Lía. He de ponerme a régimen y perder un par de kilos si he de vestir tu ropa.

  • ¿Qué dices, Melisa?, te sienta mejor que a mí, lo que ocurre es que tu cuerpo es más fuerte que el mío, vamos, más voluptuoso.

-Claro, es un modo elegante de llamarme gorda – dio un paso adelante y entalló mi cintura con sus brazos susurrando en mis labios – nunca me quedarán como a ti, cielo, tú eres una sirena. ¿De verdad te gusta mi voluptuoso cuerpo? – como respuesta mordí su labio inferior y mi lengua se enredó a la suya, nuestros cuerpos apretados, paladeando los suspiros. Separé la boca:

-               Tendremos que cenar, cariño. Claudia ya preparó uno de sus platos y debo alimentar a Bertita, pero esta noche completaremos el aperitivo que iniciamos esta mañana. Quedé con ganas de más, de tus pechos, tus caderas, tus muslos y lo que encierran entre ellos que no me diste ocasión de besarlo. – agarré su mano bajando a la cocina donde estaba Claudia con Bertita en un brazo, al tiempo que, con la otra mano, removía con un cucharón la crema de verduras que hervía al fuego.

La cena estaba riquísima, como todo lo que hacía Claudia quien sugirió que esta noche mi hija dormiría en su habitación, con ella, argumentando que nosotras debíamos descansar dada la intensidad de nuestro trabajo. La miré dudosa pues intuí que sus palabras escondían otro significado: que había percibido mi relación con Melisa. No obstante, al ver la cabecita de mi niña apoyada en su hombro, relajada y feliz, asentí afirmando con la cabeza. Tras besar a Berta y remover el cabello de la nanny, subimos a mi dormitorio y apenas cerré la puerta ella se pegó a mi espalda deslizando las manos bajo mi camiseta pellizcando los pezones que, de inmediato, se pusieron firmes.

-Lisa, debemos ser cautas – gemí  dando la vuelta a mi cuerpo aunque sin despegarme porque sus manoseos en las tetas me estaban poniendo a cien – ni gritos ni alaridos. Mi niña y Claudia duermen en el cuarto contiguo y no es necesario que las alarmemos.

-Esta es nuestra noche, Noelia, la primera, pero no la última, ¿por qué esconder nuestro amor? – decía a la vez que sus dedos se introducían por la cinturilla de mi short hasta alcanzar los glúteos.

-¡Vamos a ver, Lisa! – exclamé apartando mi cuerpo –  esto no es amor, al menos todavía. Lo nuestro es puro deseo carnal, tu cuerpo despierta mis instintos primarios y creo que el mío los tuyos. Las dos nos teníamos ganas desde hace años y estábamos condenadas a encontrarnos, pero no debes confundir el amor con la pasión de un momento. De un rostro bello como el tuyo.

Melisa no necesitó más palabras, me arrastró a la cama y de un empujón me tumbó boca arriba, arrancó mi camiseta y estiró el short hasta los tobillos, todo con tal violencia que me sorprendió. Sí, me sorprendió esa violencia que contrastaba con  la mirada dulce y sus facciones de chica de cuento de hadas con los bucles rubios que adornaban la frente. Pero estaba claro que esa noche sería la Bruja Piruja, sacó la camiseta por su cabeza y se deshizo del short aplastándome con su cuerpo desnudo y uno de sus pechos que aterrizó justo en mi boca. Os prometo que esa noche Lisa me descubrió la parte más oscura del sexo entre dos mujeres perturbadas por el procaz deseo; su boca pronto halló el camino hasta mis labios vaginales que se abrieron con hambre de lengua que entró a lo más profundo de la vagina retorciéndose y golpeando todos los rincones ... ¡me estaba follando con la lengua! mientras yo empujaba su cabeza ansiando que entrase aún más, alcé la pelvis y derramé en su boca chorros de fluidos que ella tragaba al tiempo que un furioso orgasmo se apoderó de mi convulso cuerpo. Tuve que taparme la boca con los puños para no gritar pues mi niña dormía en el cuarto de al lado. Aún así, seguimos comiendo las dos, por que esta vez me tocaba a mí mostrarle que mi lengua también iba a hacer diabluras en su bizcocho, así que, la monté y empezamos un 69 mordiendo y lamiendo cualquier protuberancia que nuestros labios encontraban. Los jadeos y temblores no tardaron en llegar, ahogándonos entre fluidos e interminables orgasmos, sorbiendo los líquidos que encharcaban nuestras caras y muslos.

-Ha sido maravilloso, Noelia  – jadeaba a mi lado tras dos horas de sexo desenfrenado     – Tardaste en llegar a mí, pero esta vez no te voy a dejar escapar.

A partir de ese día planificamos tanto nuestra vida personal como la profesional. Melisa compartía mi cama al menos tres veces por semana y yo la suya un par de veces, algunas acompañada de Bertita y Claudia dado que su casa tiene seis dormitorios lo que nos permitía que su cuarto no estuviese pegado al nuestro. Ella aportó a nuestras noches sus múltiples experiencias adquiridas en los últimos cinco años en los que tuvo sexo a diario con hombres y mujeres, incluso participó en orgías e intercambio de parejas, mientras que yo, aunque con menos experiencia debido a los largos periodos que estuve sola, sin contacto íntimo alguno, también aporté alguna en especial en lo referente al amor sexual, la entrega y dominio absoluto porque en ese aspecto sí era una experta, aunque esas tareas las experimenté con solo cuatro personas: Luis, Berto, Gloria y Alicia. Únicamente a ellos me abrí y me dejé llevar.

En CBS también hicimos algunos cambios, pero la Organización funcionaba casi perfecta, aunque nos quedaba lo más peliagudo, el traslado de la Central para Europa de Madrid a París. El Presidente nos llamó a su despacho días después y tras felicitarnos por el trabajo realizado, ordenó que yo debía ir a Madrid y París al objeto de hacer efectivo el traslado y aleccionar a la directora elegida, Kate Redford a quien yo había sugerido. Melisa protestó, aduciendo que debíamos ir las dos pero Harris se mantuvo en sus trece, aunque puntualicé que como mi viaje duraría varias semanas llevaría conmigo a mi hija y, por supuesto, a la niñera. El Presidente aceptó.

Gloria

-Anda Susi, ¿de verdad pretendes que vaya al baile de graduación? ¿con quién dejo a Lauri? – reí mirando a mi amiga, sentadas en una terraza de la Castellana sorbiendo café – además yo bailo como un pato, hasta mi hija ríe a carcajadas cuando bailamos las dos en casa y, claro, tampoco es plan que vaya al baile con Lauri en brazos, ¿no?

-Pues la dejas con tu padre, que ejerza de abuelo, que ¡ya está bien! Va a llegar el día que Laurita se quede pegada a tu pecho y habremos de llamar a urgencias para que os despeguen – Susana me miró enfadada, aunque su gesto cambió a sonrisa cuando mi hija sentada en sus rodillas estiraba su coleta – ¡Lauri, deja de estirarme el pelo! – exclamó mi amiga al tiempo que se la comía a besos.

Abrí los brazos y Lauri saltó hacia mí como si tuviera un muelle en el culito. El aroma de mi hija inundó mis fosas nasales y se coló en el corazón; mi hija es un sueño hecho realidad, nada me compensa tanto como los abrazos de mi niña, su sonrisa, su mirada, las explicaciones que farfulla respondiendo a las preguntas que le hago ...

-Venga madraza, os dejo que voy al curro. Piensa en lo del baile porque no acepto un no por respuesta. Chao. – Susana se alejó y yo seguí dando cucharadas del helado de fresa que a la niña le encantaba, eso sí, con dos servilletas de papel en la mano porque los chorretones salpicaban su barbilla y mi cara cuando parloteaba.

  • ¿Gloria?  - escuché una voz de mujer que se había acercado a nuestro lado. Alcé la cabeza y mis ojos se encontraron con los de Noelia.

-Noelia ... – balbucí sin saber qué hacer ni qué decir. Vestía el habitual traje de ejecutiva que resaltaba una figura perfecta con el pelo suelto y la cintura de avispa, como siempre.

-Te reconocí de inmediato, Gloria. Para ti no han pasado los años. ¿Y esta niña? – se acuclilló acariciando la cara de Lauri.

-Yo soy Lauri y teno cuato añitos – contestó la niña mostrando tres dedos de la mano    – ya soy mayor, verdá mami.

-Sí cariño, eres mayor. Pero muestras solo tres deditos, o eres una mentirosilla o te falta un dedito – la besé en la frente.

  • ¿Es tu hija, Gloria? – preguntó asombrada Noelia a la vez que tomaba asiento en una de las sillas.

  • Sí, Noe. Ella es Laura: mi hija, mi tesoro, el amor de mi vida y mi ... ¡todo!

-¡ A ver, niña! que las cuentas no me cuadran. ¿Laurita, tiene tres o cuatro años?

-Exactamente, tres años, dos meces y trece días. Me da lo mismo que las cuentas te cuadren o no, querida amiga.

-Entonces ... su padre es ... – miraba a la nada y puso los ojos en blanco.

-Sí, Noe, el mismo en quien piensas: Alberto.

  • Mira que te repetí cientos de veces que tomases la píldora, jodida niña ...

-Mami, ha decido una palabota – Lauri la señalaba con el dedo.

-No cielo, ha dicho podrida. Lo que pasa es que nuestra amiga está nerviosa. – miré a Noelia – Por favor Noe, contén tu lengua porque mi hija no es tan tonta como su madre. Lo pilla todo a la primera.

-Lo siento Gloria, de verdad. Sí, estoy nerviosa y con muchas cosas en las que pensar     – clavó sus ojos en los míos – desconozco si sabes que tengo una hija de seis meses y mucho me temo que del mismo padre.

-Lo sé, Noe y puedo asegurarte que lo es. Tanto tu hija como el que tendrá Alicia, son consecuencia de las noches que nos entregamos al depredador de chicas ilusionadas, aunque no lo culpo, porque también nosotras contribuimos a esa locura.

-Gloria, debemos hablar ... en privado – miró a Lauri – si te parece cenamos esta noche, mañana o cuando puedas, pero es necesario por favor. Elige tú el dónde y el cuándo. – musitó en tono suplicante.

-No quiero remover los recuerdos, Noelia. Nuestro pasado quedó en el olvido y ahí debe quedar – objeté en tono menos firme del que hubiese querido.

-Pero, tenemos un presente y un futuro nena – puso su mano nerviosa en mi rodilla – y a nuestras hijas tendremos que explicarles en ese futuro lo que nosotras somos incapaces de comprender en este momento ... – explicaba mirándome con los ojos turbios y tristes.

-Noe, he de marcharme – dije mientras me alzaba de la silla con Lauri dormida en mi hombro – la canguro que cuida de mi hija nos espera en casa; en una hora debo estar en mi trabajo.  – suspiré profundamente – Vale, Noe, te espero en casa de mis padres esta noche, sobre las diez. Tú conoces la dirección.

Corrí hacia un taxi que me llevó a casa.   Leti, la canguro, me esperaba impaciente en la puerta a quien entregué mi hija dormida. Monté en mi coche y me dirigí al trabajo, mas mientras conducía no pude evitar revivir los recuerdos de años atrás, cuando Noelia era la mujer de mi vida, a quien entregué mi corazón, bueno, el corazón y todo cuanto ella quiso, ¡todo!   ...