Perfidia.10: dos años después

... abrí el envío y pude ver una hermosa rosa roja, húmeda y fresca y una pequeña nota manuscrita. “ Te mandaré una rosa cada día .... si tú quieres. Feliz cumpleaños, Noelia. Berto “ . Sollocé, no pude evitarlo, hoy era mi cumpleaños y sólo él se acordaba, ni yo misma lo recordé ...

Capítulo 10

Noelia: dos años después

Había terminado mi intervención en el Club Internacional de Prensa de Madrid, en el que participaba como representante de CBS Corporation, a continuación  comenzó un coloquio con colegas y, dos horas más tarde, salí del Palacio de Congresos, cansada pero muy satisfecha.  Había llegado la noche anterior a Madrid, tras año y medio viajando por cualquier rincón del mundo.  Estaba feliz de regresar a mi ciudad, a mis raíces.

-   Noelia,   - escuché la voz de un hombre    -  soy Mario,   ¿ me recuerdas ?.

-   Por supuesto, Mario,  - era el socio de Alberto  - qué alegría me da verte,  ¿ cómo va tu vida?,   supongo que sigues con la informática.

-   Claro, es lo único que sé hacer.  A ti ya te he escuchado, Noelia, eres una mujer brillante, suelo verte por la tele, viajas más que la maleta de Ronaldo,     ¿ dispones de tiempo para tomar un café con un amigo   ? -  preguntó.

-   Encantada Mario,  -  dije por compromiso  - además lo necesito.

Entramos en una cafetería próxima, pedimos café y para mí añadí un whisky con hielo.

-   Hace pocos días, te vi en la tele, estabas en Namibia.  ¿ No te cansas de viajar tanto  ?.

-   Es mi trabajo, yo lo elegí,  Mario. ¿ Seguís con la Consultoría ?.

-   Sí, pero con nueva socia, Alberto ya no está; de hecho no está en España.

-   ¿ Que ocurrió ?, erais buenos amigos.  – me sorprendió.

-   Lo éramos, pero ..... desde que os separasteis, Berto cambió radicalmente, sabes que era un hombre alegre, optimista, en fin un gran tío.  Se transformó en una persona huraña, deprimido, - buaff, resopló -.  Se marchó a Estados Unidos hace más de un año y creo que trabaja en una empresa de Boston, pero hace meses que no hablamos.

-   Lo siento, Mario, pero la causa de su cambio, no creo que fuese por nuestra separación.  Lo pasado, pasado está, yo vivo en Nueva York desde hace seis meses, vivo feliz, pero echo de menos Madrid.  – dije con nostalgia.

-   Noelia, no quiero remover tus recuerdos, pero Alberto te amaba con desespero, el chalado decía que eras su esposa, ya ves, está destrozado, deberías llamarlo, tengo su número de móvil.  -  me miró con tristeza.

-   Mario,  -  respondí   -  cuando me fui lloré con desconsuelo, porque yo era su esposa y él mi marido, pero ese sentimiento se fue diluyendo y hace tiempo que quedó en el olvido y ahí debe quedar.

-   Siento haberte molestado, Noelia, no era esa mi intención.  ¿ No vas a volver a Madrid ?.  – preguntó riendo.

-   Sé que tu intención no era molestarme, Mario.  – contesté sonriendo  –De momento estoy bien en Nueva York, aunque algún día regresaré a casa.

Tras unos minutos, nos levantamos, nos besamos las mejillas y nos separamos, yo marché a mi hotel.  Mi encuentro con Mario reavivaron mis recuerdos, Alberto fue el hombre más importante de mi vida, a la vez que mi gran desengaño.  Cuándo hablé con Ken Kimble y firmé mi contrato con CBS, le hablé de mi decisión de estar disponible para que me destinasen a cualquier lugar del mundo, sin restricción alguna, me destinaron a Bruselas tal como habíamos decidido y, tras unos meses, comenzaron mis viajes a lo largo de los cinco continentes.

Había consolidado mi posición en la empresa, hace seis meses me destinaron a Nueva York, uno de los destinos más importantes de la Compañía.  No obstante, me ofrecieron dos semanas atrás el puesto de Directora para Europa con sede en Madrid, aunque yo no terminaba de decidirme.

Al día siguiente me reuní con Ken Kimble en su oficina, donde me felicitó por mi discurso y participación en el Palacio de Congresos de ayer.

-   Noelia, -  me miró sonriente  - te has convertido en poco más de un año en uno de los pilares más sólidos de la Corporación, mi enhorabuena.  Yo, en poco tiempo, me jubilaré y mi intención es hacerlo en Washington, en mi casa, ya sabes que te he propuesto para que ocupes mi puesto en CBS, responsable para Europa con sede en Madrid, pienso que eres la persona idónea y volverías a tu ciudad.

-   Gracias Ken, por la confianza y la estima que siempre me demostraste.  Me han hecho la oferta y aunque me lo estoy pensando, estoy muy a gusto en mi actual puesto en Nueva York.  ¿ Cuándo tienes decidido irte a Washington  ?.

-   En dos meses, pero si tu aceptas, me iría antes.  Contigo aquí, todo sería más fácil.  -  me miró implorante.

-   Prometo responder lo antes posible, Kent, a lo sumo en 30 días, pero al día de hoy no puedo comprometerme, me conoces y sabes lo indecisa que soy.

-   No lo eres Noelia,  -  sonrió  - te estoy viendo sentada ahí mismo hace  dos años y ya vi entonces a una gran profesional, con mucha personalidad y firmes ideas. Lo sigues siendo, con más experiencia. Vuelve a casa, a Madrid.

De vuelta a mi oficina en Manhattan, traté de organizar el montón de expedientes que tenía sobre mi mesa, acumulados en mi ausencia.  Organicé las tareas de los corresponsales a mi cargo, resolví otros asuntos urgentes y decidí marcharme a casa a descansar, estaba afectada por el Jet Lag.  Salí de mi despacho y observé a mi secretaria Lucy con un paquete en su mano que le entregaba un repartidor.

-   Es para ti Noelia.  -  sonrió mientras me lo entregaba.

Volví a entrar en el despacho, solté mi bolso y mi chaqueta y miré el paquete, largo y estrecho envuelto en papel de celofán.  Lo abrí y pude ver una hermosa rosa roja, húmeda y fresca y una pequeña nota manuscrita.  “ Te mandaré una rosa cada día .... si tú quieres.  Feliz cumpleaños, Noelia.      Berto  “  .   Sollocé, no pude evitarlo, hoy era mi cumpleaños y sólo él se acordaba, ni yo misma lo recordé, intenté tranquilizarme mientras las lágrimas me ahogaban, me refresqué la cara en el cuarto de baño, tras esto marché a mi apartamento, en Queens.

Abrí una bolsa de ensalada preparada y la tomé, junto a una copa de vino blanco, - vaya asco de comida, - pensé, - con lo buena que estaba la comida de Madrid.  Encendí un cigarrillo, mientras miraba la rosa que había puesto en un estrecho búcaro con agua, los recuerdos volvían a mi mente, Alberto....... en los últimos dos años, no había tenido ninguna relación íntima con hombre alguno, mi corazón está blindado,  ¡ así está a salvo !.  Me mostraba amable con mis compañeros de trabajo, con los amigos y amigas, pero mi vida, aún con tanta gente a mi alrededor, era un inmenso desierto de soledad.

La tristeza me invadió, al volver a mirar la rosa,  ¿ porqué puñetas, tiene que haberse acordado de mi cumple  ?,    ¿ porqué reabre mi herida ?,        ¡ pues no pienso llamarlo, que lo sepa  !.  Joder, que boba soy, si ni siquiera ha puesto en la tarjeta su teléfono o su dirección, mejor así, punto final.

Días después, tras entrevistar a un alto funcionario británico en el edificio de la ONU, salía con mis dos compañeros y vi a un hombre alto y desgarbado estudiando un plano, era él, Alberto, estaba muy delgado; dudé y dije a mis compañeros, -  marchaos sin mí, voy a saludar a un amigo.  Me dirigí hacia él.

-   Alberto ....  - puse mi mano en su brazo, mientras temblaba mi voz.

-    ¡ Noelia !  - sonrió con alegría, mientras se quitaba las gafas  -  que alegre estoy por verte, mira que es difícil coincidir en New York.

-   Yo también estoy contenta, Berto, pero has adelgazado mucho,  -  lo miré preocupada  - dime lo que buscas en el plano, a ver si puedo ayudarte.

-   Busco un restaurante italiano, en E 46th St que me ha recomendado un amigo.  Termino de entregar un proyecto, cerca de aquí, y estoy hambriento.

-   Conozco la calle, está ahí enfrente, cruzas y vas hacia la derecha....., mira, te acompaño y almorzamos juntos, invito yo. – dije colgándome de su brazo.

Sentí un escalofrío al notar su cuerpo junto al mío, encontramos el restaurante, nos sentamos uno frente al otro y pedimos pasta y vino tinto.

-   Berto, estás muy delgado, y ¿ esas gafitas ?.  -  lo miré.

-   ¿ Crees que con la bazofia que se come aquí, no voy  a estarlo ?, además, mi barrigón aumentaba de volumen.  Las gafas, las utilizo sólo para ver de cerca.      -  rio con ganas.

-   Nunca tuviste barrigón, Berto, sólo barriguita  -  reí, recordando cuando dormía entre sus brazos  - lo que ocurre es que nos hacemos mayores.

-   Tú no ciel... Noelia, estás más guapa que nunca, y no es un cumplido, te veo en la tele, eres la más elegante y pienso   “ joder, cómo está la mami “.

-   Gracias Alberto,  - puse mi mano sobre la suya  -  también por la rosa de mi cumpleaños, me emocioné, cómo siempre sólo tú te acordaste.

Retiré mi mano de la suya, - ¿ que estoy haciendo ?, me dije a mi misma.

-   Me encontré con Mario en Madrid, hace unos días y me dijo que trabajas en Boston, ¿ te va bien ?.

-   Sí, bueno con nostalgia, pero bien.  Ahora me han destinado aquí, por un proyecto, en el futuro no sé lo que haré.  – respondió con tristeza.

-   También yo tengo, a veces, nostalgia de mi tierra, - respondí  - de Madrid.

-   A mí Madrid, me importa un pimiento.  – me miró fijamente   -  Tengo nostalgia de ti, Noelia, de tu mirada, de tus labios......

-   ¡ Ya basta, Alberto  !, no lo estropees.  Lo nuestro pasó y, aunque me costó, ya quedó en el olvido.  ¿ Crees que me eres indiferente  ?, cuándo recibí tu rosa, lloré como una tonta y cuándo hoy he visto tu tristeza ..... me contuve para no abrazarte, pero he blindado mi corazón y he tirado la llave.  – dije con rabia    -   Nadie me lo volverá a romper.

-   Noelia, yo .... – respondió bajando la barbilla, sin mirarme  -  soy un verdadero imbécil, pero no te enfades conmigo, es probable que no volvamos a vernos y no me gustaría que nuestro último recuerdo fuese tan amargo.

Pude ver sus lágrimas deslizarse por su rostro y a pesar del blindaje, se me encogió el corazón.

-   Berto, no me hagas esto.  - cogí su mano la acerqué a mis labios, y la besé y, de paso, le di un fuerte mordisco en la palma. Estaba desarmada, mi hombre, mi marido, lloraba por mí.

-   Joder, cariño, que ya no estoy acostumbrado a tus mordiscos, me has hecho daño.  – rio con gesto feliz.

-   Me temo, que vas a tener que acostumbrarte de nuevo, vida mía,  - lo miré sonriendo, restregando su mano por mi cara  -  porque hoy te voy a morder por todos los sitios y tú a mí, pero con cuidado que soy esa señora elegante que tanto  miras en la tele.

-   ¿ En tu casa o en la mía ?.  – preguntó risueño.

-   Por supuesto en la mía, que la tuya, me temo que será una pocilga,   -  le di mi tarjeta personal  -  Te espero a las 6, pasa por el súper  y compras algo para la cena, que la harás tú, cariño, no faltaba más, trae el cepillo de dientes, el pijama no hace falta, pero no olvides tu barriguita.  -  Nos morreamos y tomé un taxi para ir al trabajo.

Las horas de la tarde pasaron lentas, pero a las cinco salí pitando.  El tráfico era denso, como siempre, y cuándo llegué a casa, mi chico me esperaba en la puerta con dos bolsas en las manos, sonriendo.

-  ¿ Que has comprado, Berto  ?, sólo tenías que hacerlo para la cena. -  dije, poniendo mis morritos sobre los suyos.

-   Cómo no sabía lo que tenías, compré un poco de todo, incluso aceite de oliva.  – dijo mientras entrábamos   -  Me he figurado lo que tendrás en la nevera, comida preparada, porque tú no cocinas.

-   Claro que no, tontorrón, ¿ para qué crees que te invité a mi casa  ?      – me colgué de su cuello y lo besé con pasión, mientras él abrazaba mi cintura    - que larga se me ha hecho la tarde, cariño, sólo pensaba en éste momento, en estar entre tus brazos.  – musité en su oído, mientras él me daba una palmada en el culo.

Le enseñé la cocina, le mostré los cacharros y la nevera.  Entré en mi dormitorio, me duché y me vestí de forma cómoda, pero insinuante, unos pantaloncitos muy cortos y una camiseta de tirantes, que mostraban mis pechos por todos los sitios.  Fui a la cocina y me abracé a su espalda.

-   ¿ Qué le está haciendo mi marido a su mujercita ?.  – pregunté mimosa.

-   Algo más suave, que lo que le voy a hacer esta noche.  – dijo tras darse la vuelta y besar mi nariz, mientras sus manos entraban bajo mi camiseta acariciando mi espalda, mis tetas.

-   Bésame tonto, y no sigas que estoy encendida, ya he restregado mis tetas en tu espalda.  ¿ Qué cocinas  ?, el aroma me es familiar. – pregunté curiosa.

-   Estofado de buey, sé que te gusta y he comprado un buen vino, para ponerte contenta.

-   Por ésta noche, vale, pero no quiero coger kilos, eso tiene muchas calorías y tú todo lo haces tan rico.  – probé el estofado en una cuchara que me ofreció

-   Uuummm, está delicioso, Berto, eres un borde, me voy a poner como una vaca, así que prepárate, luego quiero perder todas las calorías. -  le retorcí  la nariz con mis dedos.

Mientras se guisaba el estofado, le enseñé todo mi apartamento, mi amplio dormitorio, el vestidor..., vió la blusa que él me regaló dos años atrás.

-   Nena, aún la conservas,  - dijo emocionado  - tienes ropa para vestir a todo mi barrio, pero esta blusa ...

-   Tu blusa, cariño, siempre estará conmigo, aunque para el trabajo es demasiado provocativa y para mi escasa vida social no quiero ir exhibiendo mis tetas, sólo me la he puesto un par de veces, tomando una copa con amigas.

-   Tu apartamento, Noelia, es una pasada.  Eres una ricachona.

-   Es de CBS, así que no me cuesta ni un $, aunque queda algo lejos de mi oficina.  Por cierto, ¿ tú donde vives, Berto  ?.

-   En Brooklyn,  - respondió  -  no es una pocilga, te lo aseguro, pero es muy pequeño, suficiente para mi.

Cenamos en la mesa redonda de la cocina, pegaditos el uno al otro, tonteando. Retiramos los platos y los fregamos entre los dos.  Sentados en el sofá del amplio salón, mi chico bebía una cerveza mientras yo tomaba mi whisky con hielos y encendí un cigarrillo.

-   Vaya, cielo, fumadora y bebedora,  - sonrió  - nunca antes lo has hecho.

-   Pues ahora sí, ¿ te importa ?,  - respondí  -  ya que no puedo tener otros “vicios “, me tengo que conformar con éstos.

-   Claro que me importa, nena,  -  respondió mirándome serio  -  eres muy hermosa, tienes el cutis fresco, lozano y quiero que te cuides, ya que yo no puedo hacerlo.

-   ¿ Cómo que tú no puedes hacerlo, entonces que haces aquí, so borde ?,  - lo miré furiosa  -  mira, Albertito, si esto es una visita de cumplido, si vas a largarte, ¡ hazlo ya, joder !.  – le señalé la puerta.

Estiró sus brazos, me abrazó con rudeza y me llenó de besos, mis ojos, mi cara, mi boca....

-   Si tú lo quieres, vida mía, cuidaré siempre de la joya de mi vida, de mi mujer, de ti.

-   Amor mío, no vuelvas a darme esos sustos,  -  musité  - vamos a cuidar el uno del otro, mañana trasladas tus cosas a esta casa, ¿ lo has entendido  ?.

-   A sus órdenes, señor,  - rio feliz, mientras hacía un saludo militar -  el genio lo tienes como siempre, mandona, pero ya no me impresionas,  te adoro tal como eres.

Marchamos al dormitorio, él se metió en la ducha y salió en pelotas, yo estaba acurrucada bajo la sábana.

-   Nena, ¿ que haces tapada hasta las orejas, tienes frío ?.

-   No lo creerás, nene, pero me da algo de corte que me veas desnuda, estás delgado, Berto, y eso lo tenemos que arreglar, pero veo que tu colita no ha adelgazado.

Retiró la sábana que me cubría y se acostó a mi lado, a mi espalda, como siempre lo hacíamos cuándo dormíamos juntos, moví mi culo hasta ponerlo sobre su pubis, él estrujaba mis tetas con sus manos, besaba mi cuello.

-   Alberto, cada una de mis noches  he soñado con  estar así contigo, entre tus brazos, acariciando mis pechos con tus manos, justo cómo estamos ahora.

-   Yo debo ser más guarro, porque además de tenerte así, también soñaba que te destrozaba, que follábamos toda la noche, mira cómo me has puesto, ¿ la notas  ?.  -  rio fuerte.

Me volví hacia él, acaricié su pelo y mi lengua se enroscó en la suya, mientras mi otra mano cogía su pene.

-   ¡  Jo, cariño !,  - exclamé asustada  - me da miedo, será la falta de costumbre, pero la noto enorme.  Me he girado hacia ti, porque la notaba buscando mi culo, y eso no puede ser.

-   Será que elegiste mal tus compañeros de cama, porque la mía es bastante normal, cielito.  -  respondió.

Le di una bofetada, mirándolo seria.

-   Alberto, aunque sé que tú lo crees, no soy un putón.  ¿ Sabes cuánto tiempo hace que no estoy entre los brazos de un hombre ?,  -  él negó con la cabeza  - ¡ dos años, imbécil, justo desde la última vez que tú me abrazaste !, así que no me toques las pelotas, que estoy cabreada.

Me abrazó muy fuerte, riendo.

-   Amor mío,  ¡ vaya leche que me has dado en la cara  !, me gusta que me maltrates, y sí que eres una putita, la mía, pero si me entero que algún otro pone sus manos sobre ti, soy capaz de matarlo.  Prometo no tocarte las pelotas, prefiero tocar tus tetas  - dijo mientras las sobaba     - que te han crecido y las tienes redonditas, duritas.

-   Cariño, perdona mis arranques, mi mal carácter, sólo me pasa contigo y es porque tú me importas mucho, me gusta que discutamos, como hacen todas las parejas y que sepas que seguiré maltratándote cuando te portes mal  o cuándo me dé la gana.  -  reí fuerte e inmensamente feliz.

Sonó mi móvil.

-    Sí,  - respondí   -  Hola Robert....................... sí, es tarde, pero no importa...

........... ¿ el miércoles ? .......................................... lo entiendo, mañana hablamos...............................  buenas noches Robert.

-   Jodeeeerrrrrr,  -  grité estirando mi cuerpo y tapando mis ojos con mis manos   -   tengo que ir a Caracas pasado mañana, cielo mío.

-   Es tu trabajo, Noelia, no pasa nada, ya sé que tendré que esperar muchas veces a mi chica.  – acarició mi vientre    -  ¿ Estarás muchos días allí  ?.

-   Espero que no, pero la situación se va calentando, tengo que entrevistar a algunos generales,  -  respondí  - mañana podré decirte algo más.

-   Ten mucho cuidado, nenita, en cualquier momento puede estallar una guerra civil.  -  dijo preocupado  - Cuando vuelvas, me trasladaré a tu apartamento.

-   De eso nada, Berto,  - grité  - mañana te quiero aquí con todas tus cosas, en nuestra casa, esperando a tu mujer, haciendo nuestra cena,  - sollocé, poniendo mi cabeza sobre su pecho  - no quiero escuchar ni una más de tus excusas, parece que no quieras vivir conmigo.

-   ¿ Tú eres tonta de nacimiento, o te entrenas cada día  ?,    me vas a tener a tu lado hasta cuándo hagas pipí, estoy pegado a ti para siempre y no me grites, que no estoy sordo - me respondió riendo.

-   Vida mía, no te grito,  - sonreí tras besar sus labios  - lo que ocurre es que me desespera pensar que puedas apartarte de mi lado.  Mira, ahora que lo has dicho, me estoy haciendo pipí, así que mueve el culo y acompáñame.

Mientras hacía mi pipí, tomó mi cara con su mano y dijo:

-   No te limpies ni uses el bidé, quiero hacerlo yo.

Me levanté, abrí mis piernas, se arrodilló y  lamió hasta el último rincón de mi vagina, mi clítoris, mis ingles, mis muslos, mientras mi cuerpo temblaba de placer.

-   Llévame a la cama, cariño, y hazme el amor, me derriten tus besos, tus caricias,  -  suspiré abrazándolo  -  pero antes enjuágate la boca, so guarro.

Me tomó en sus brazos y me depositó en la cama, puso su cuerpo sobre el mío y besó mis labios.

-   ¡ Joder , Berto, !  tu boca huele fatal, a mi coño, a mi pipí, enjuágate, pero  yaaaaaaa.   -  reí.

-   Ni lo sueñes, nena, sabe a mi juguete favorito, el que me voy a seguir comiendo,  ¿ o no quieres que lo haga, feúcha  ?.

-   Feúcha lo será tu tía, la de Cuenca,  - respondí feliz  -  ésta noche me lo vas a hacer todo, comerme, follarme, pero antes quiero que mires algo.

Empujé su cuerpo a un lado, me incorporé levemente y le mostré mis labios vaginales.

-   ¿ Recuerdas esto ?,  - señalé el derecho.

-   Joder, todavía tienes la marca de uno de mis dientes.  – se asombró.

-   Tú mismo lo has dicho,  - dije, mirando sus ojos  - marcaste tu territorio y quiero que marques el otro labio, pero no esta noche, que me voy de viaje y no quiero estar escocida.

Metió su cabeza entre mis muslos y besó, lamió, chupó todo cuánto encontró con sus labios y su lengua, mi clítoris se inflamó, tuve un orgasmo feroz que sacudió mi cuerpo.

-   Amor mío, necesito que llenes mi boca, - gemí    -  la voy a chupar y morder hasta que sangre, así que ponte encima.

Metí su duro pene en mi boca, él empujó y entró hasta mi campanilla, mientras la lengua de mi marido, hacía estragos en mi coño.  Nuestros cuerpos temblaban, le di un mordisco tremendo, con ganas, cuánto más la mordía más nos excitábamos los dos, nuestros cuerpos se envararon, su semen fluyó con abundancia en mi garganta, me ahogaba, nos corrimos ambos chillando.

-   A ver, mi nene,  - dije, mientras descansábamos, mirando su polla - coño, te he hecho sangre, lo siento, cielo, creo que me he pasado un pelín.  -   Besé sus heridas tiernamente.

-   ¿ Cómo que un pelín  ?, te has pasado tres pueblos, jodida zorra,  a éste paso,  me vas a masticar los huevos.    - dijo riendo, mientras acariciaba mi cabeza.

-   Eres tonto del haba, Berto,  -  chillé, riendo  - no se me había ocurrido lo de tus huevos, pero los voy a masticar porque son míos.  Alberto, mi amor, he de preguntarte algo:  ¿ quieres que nos casemos  ?. – lo miré fijamente.

-   Noelia .... no juegues conmigo,  - dijo con tristeza  - sabes que te lo he pedido cien veces, y siempre te has negado, por tu trabajo o por....

-   ¡ No sigas, Berto, si no quieres lo dices y ya está  !, seguiremos jugando  y riéndonos como tontos, como amigos, pero no me pongas más excusas, que ya no me las creo,  -  grité furiosa    -  a tu lado he vuelto a sentirme amada, feliz, pero habré de conformarme con ser un juego más para ti.

-   Jajaja, veo que lo de casarnos, no era una pregunta, es una orden, ¿ cuándo lo hacemos, vida mía  ?,  -  respondió feliz  -  no uses tus tretas conmigo, no me grites furiosa que ya te conozco,  boba, sabes que lo eres todo para mi, que soy reo de tu amor, Noelia.

Lo abracé, le di mil besos en sus labios, sus ojos, su cuello, mientras reía y gemía como una loca.

-   Cuándo regrese de Caracas, nos tomamos un par de días de permiso y nos vamos a Las Vegas, guapito mío,  -  lo miré ilusionada -  allí podremos casarnos rápido, ya te tendré amarrado a mí, para siempre.

-   A sus órdenes, mi sargento, jajaja,  -  rio alborozado   -  por cierto, ¿ te has tomado la píldora  ?, porque no pensarás que voy a esperar a nuestra noche de bodas para...., ya sabes.

-   No tengo píldoras, no la he tomado ni las volveré a tomar,  ¿ te lo explico mejor  ?.

-   Pues yo no llevo condones, así que tú verás, listilla.

-   Eres duro de mollera, no te enteras de nada, cielito.  ¿ No recuerdas nuestras promesas  ?, vas a casarte conmigo en pocos días y me vas a hacer madre, ésta misma noche me vas a dejar preñada.  – me sentí inmensamente feliz, al mirarlo.

Se puso sobre mi, nuestras bocas se buscaron y las lenguas se encontraron, se enroscaron, yo, como siempre, mordía sus labios, suspiraba.  Con su pierna separó mis muslos y con un empujón, sin contemplaciones, traspasó con su pene mis pliegues vaginales, se detuvo a medio entrar en mi vagina, me dolió al sentir algo tan duro y grueso invadiendo mi adormecido coñito.

-   Vida mía, házmelo con mucho amor,  -  musité en su oído, abrazada a su cuello, gimiendo   -  tienes que volver a acostumbrar mi bollito a recibir algo tan enorme y no dejes de besar mis labios, me derriten tus suspiros en mi boca.

Sentí su glande entrando suavemente hasta el fondo, lo retraía y volvía a deslizarlo, mis fluidos manaban abundantemente, estaba muy mojada y mis músculos vaginales succionaban su polla, alcé mis piernas y apoyé mis tobillos en su cintura.

-   ¡ Reviéntame, cariño, házmelo salvaje !.  – grité entre convulsiones.

Me retorcía entre sus brazos, abría mis piernas al máximo, levantaba mi culo y mi cintura, quería sentir a mi hombre dentro de mí, taladrándome sin piedad.  Sentí en mi vientre, como si explotase un petardo, mi cuerpo se agitaba y tuve un intenso orgasmo, pero él no paraba de follarme y yo no paraba de disfrutarlo.  Me corrí 825 veces, o más, ¡ yo que sé  !, me quedé desmadejada, mis brazos abiertos, intentando respirar, mientras Berto seguía dentro de mí, empalmadísimo.

-   ¿ Estás bien, chiquita  ?  -  preguntó, alzando su cuerpo para dejarme respirar.

-   Estoy destrozada, chiquito mío, como siempre, me has hecho correrme como una burra, pero mírame la cara, soy inmensamente feliz,  - sonreí  - pero, jo Berto, tú no te has corrido, te pedí que me preñases esta noche.

-   La noche no ha terminado, caliente burrita, y te voy a preñar porque quiero seguir amándote toda la noche, hasta que te ahogues de verdad.   -  rio.

-   Me tienes en tus brazos, cariño, mi cuerpo y mi corazón son tuyos, haz de mi lo que quieras.  -  me abracé a su cuello y mordí su hombro, riendo.

Abrazados con mucha ternura, reinició el mete saca, mientras yo lo besaba, acariciaba su espalda, su culo, pronto empecé a suspirar, a gemir, a gritar con desespero al sentir su capullo golpeando mi útero,  y  nuestros cuerpos se fundieron en un solo cuerpo, tembloroso, apasionado.

-   Bertoooooo, vida míaaaaaaaa, me corrooooooo  -  chillé entre continuas convulsiones.  Sentí sus chorros de semen, que inundaban mi vagina y lloré amargamente, como una tonta, abrazada a su cuello.

-   Noelia, mi amor, ¿ que ocurre, porque lloras, te he hecho daño ?.  – me miró alarmado.

-   Jo Alberto, tengo mi vagina en carne viva  - dije sollozando, abrazándolo - pero no lloro por eso, lo hago porque jamás, jamás, me he sentido tan feliz, nunca he sentido tan mío a mi marido y sé que me has embarazado.  – Volví a sollozar en su cuello.

Me besó amorosamente, acariciando mi cuerpo, especialmente mis nalgas.

-   Deja de llorar, tontita, que voy a poner contento tu culito. -  dijo acariciando mi ano.

-   Alberto, hoy no toca mi culo,  - dije contundente  - ya te has corrido dos veces y quiero cuidar de ti, del papi de mi hijo, así que vamos a dormir.

Nos duchamos juntos, enjabonándonos uno al otro, jugando.  Tras cepillarnos los dientes, nos acostamos, como siempre, desnudos, mi culo en su barriga y sus manos en mis tetas, yo sonreía, me sentía en el cielo.  Noté su pene duro, entre mis nalgas.

-   Bertooooo, - grité  -  deja en paz mi culo y duerme de una puñetera vez,  - como seguía restregando su pene, me di la vuelta y apoyé mi nariz en la suya     -  eres insaciable, cielito y mañana hay que trabajar. – dije poniendo una pierna sobre las suyas, él agacho su cabeza y con sus labios succionó uno de mis pezones, lamiéndolo, besando.

-   Cariño, me estás encendiendo, ya me hierve la sangre, - musité cogiendo su cabeza, me levanté y dije:  -  ya lo has conseguido, idiota, me voy al dormitorio de al lado, está visto que hoy no podré dormir entre tus brazos.

-   Noelia, perdóname mi amor, pero vuelve a mis brazos, no me dejes solo, prometo portarme bien.  -  suplicó abriendo sus brazos.

Sonriendo, volví a colocarme entre los brazos de mi marido, de mi hombre, de mi amor, tomé una de sus manos que acariciaban mis tetas y la besé.

-   Buenas noches, papi.