Perdoneme Padre

No pude más que sonreír. Aquel mocetón de veintitantos años era la primera vez que confesaba algo relativo al Sexto. Y en aquel pueblo se pecaba mucho contra el Sexto Mandamiento. Bien lo sabía yo.

  • Ave María Purísima
  • Sin pecado concebida
  • ¿Cuánto tiempo hace que no te confiesas hijo?
  • Para un mes va ya- respondió el feligrés.
  • Ya te echaba en falta todo este tiempo. Me extraño una persona tan devota como tu. De confesión semanal cuando no diaria…Y bien.
  • Padre he pecado

Otra vez la misma historia. Salvador, el hijo del Alcalde, era un muchacho muy pio, un poco beatón diría yo. Pero los pecados confesados nunca pasaban de veniales y eso siendo muy estricto.

  • Bueno y cuales han sido esos pecados. - le dije armandome de paciencia.

Y es que salvo contestar mal a sus padres o cosas por el estilo no hubo nada más que perdonar en los años que fui su confesor. Tardaba en contestar el zagal e impacientado le apuré

  • Bueno, bueno contra que has pecado

Tras unos instantes de silencio una voz temblorosa me contestó al fin.

  • Contra el Sexto.

Me quedé de piedra. Lujuria.

  • ¿Has pecado de pensamiento? - intente aclarar
  • Si. Y……..

  • ¿Y? - le pregunté sorprendido

  • Y de obra

No pude más que sonreír. Aquel mocetón de veintitantos años era la primera vez que confesaba algo relativo al Sexto. Y en aquel pueblo se pecaba mucho contra el Sexto Mandamiento. Bien lo sabía yo.

  • ¿Y como ha sido eso? - le pregunté con curiosidad.
  • Verá Padre tengo sueños .
  • Bueno hijo pero soñar no es pecado.
  • Pero me vengo Padre, me vengo.
  • ¿Tienes poluciones nocturnas?
  • Si eso.
  • Bueno hijo eso es natural. Ya eres un hombre y tus hormonas se rebelan. Eso le pasa a todo el mundo.
  • ¿A Vd también? - preguntó sorprendido el mozo.
  • Bueno,a mi… Pero ese no es el tema, el que te estás confesando ahora eres tu. - le dijo autoritario
  • Pero no solo es eso Padre.
  • ¿A no?
  • No.
  • Ademas me toco.
  • Osea que te masturbas -  por fin este ya salió del cascarón pensé
  • Si.
  • Pues eso no está bien. Debes de contenerte. ¿Te masturbas mucho?
  • Si mucho.
  • ¿Y cuánto es mucho para ti?
  • Continuamente.
  • ¿Una vez a la semana?
  • No
  • ¿Una vez al dia?
  • Cuatro o cinco al día. Si no mas - me contestó entre sollozos.

Joder con el garañón. Ha abierto la botica y hay mucho jarabe de palo acumulado por lo que se ve, me dije mientras pensaba cómo abordar el tema. Yo no era un meapilas. La verdad que los pecados contra el Sexto, siempre que fuesen con naturalidad y sin herir a terceros, nunca habían sido perseguidos por mi como otros párrocos hacían. Si Dios nos ha dado picha sería por algo, creía yo.

  • Y como ha sido ese cambio tan repentino.
  • Verá una noche seguí a Cosme el de la Señora Braulia y a Ana la de Anacleto a la era y les vi.
  • Eso no está bien hijo. ¿Y qué viste?
  • Como la cubría.
  • ¿Hacían el amor?
  • Bueno eso.

Que vería en realidad el muchacho. Tal vez solo se magreaban un poco y sacó las cosas de quicio. No era un doctor en las artes amatorias el Salvador este, supuse.

  • No lo estarás exagerando - le pregunté mientras le miraba a través de la celosía.

Tras un momento de duda se decidió y entró en los pormenores.

  • Al principio se abrazaban y se besaban. Cosme le metió luego la mano por debajo de las faldas y la empezó a tocar entre las piernas. Ella suspiraba. Luego le desabrocho la blusa dejandole las tetas al aire y se las empezó a chupar.

Buenas tetas tenía la Anita, una cinturilla estrecha y un culo de escandalo. Una hermosa muchacha. Bueno, toda una mujer. Como se dice comúnmente una real hembra. No me extrañaba que el Salvador estuviera verraco al pensar en la moza. Yo también era un hombre y me gustaban las mujeres. Mucho Dios me perdone. De hecho mantenía relaciones con varias viudas ya maduritas y en edad de no concebir. Yo calmaba mis ansias y ellas también. Era casi una obra de caridad, un favor entre buenos cristianos.

  • Salvador eso es normal. Son novios y los novios hacen eso. Aunque sea un pecado no es para asustarse. Besarse y tocarse es normal. Todos somos pecadores. El que esté libre de...
  • Ya Padre, pero hubo más - me interrumpió
  • -¿A si?
  • Si. Ella le empezó a tocar la entrepierna y él sacó su miembro para que le acariciase por ahí. - añadió
  • Eso si esta mal. Pero ya se sabe la juventud es fogosa y como dice el refran “ El hombre es fuego, la mujer estopa , llega el diablo y sopla” - justifiqué.
  • Ya pero…
  • Bueno unos tocamientos un poco indecorosos,. Estoy de acuerdo - intente corregir poniendome serio.
  • Pero luego ella se arrodilló y se la metió en la boca.
  • ¿El que….?
  • La pirula Padre, la pirula. Se la estuvo chupando un buen rato.
  • ¡Joder con la Anita! - exclamé si poder contenerme.
  • Perdon, perdon por mis palabras - me excusé raudo
  • No acabó ahí la cosa
  • ¿A no?
  • No. Ella se quitó las bragas y luego se puso a cuatro patas, se levantó las sayas y con el culo en pompa le dijo que la montase.

El relato del muchacho me la estaba poniendo dura. Saqué el pañuelo y me sequé el sudor de la frente. Después de años aguantando las tonterías del mozalbete en el locutorio al fin una confesión con enjundia. Estaba deseoso de que continuase contando.

  • ¿Y el que hizo? - le pregunté sin poder contenerme.
  • ¡Se agachó tras ella y le clavó todo el cipotón en el coño! Y menuda tranca Padre, menuda tranca. - casi gritó el mozo exaltado.
  • ¡Dios! - exclamé

Eché la mano a la entrepierna y coloqué el rabo que me estaba incomodando. Me estaba poniendo caliente la erótica narración. Sentía como mis calzones se humedecían  con el líquido que rezumaba de mi pene.

  • Luego se la trajino durante un buen rato. Ella gritaba como una posesa cada vez que se la metia y el resoplaba como un jabalí. Las tetas se bamboleaban con las arremetidas, él de vez en vez le cogía una y se la estrujaba, entonces ella gritaba mas aun. Fornicaban como salvajes Padre.
    • Ya me imagino, ya me imagino - le dije resoplando mientras con un dedo intentaba aflojar el alzacuellos.
  • Si hubiese visto aquel cipote entrar y salir Padre. Como la de un burro se lo aseguro. Tiene una polla de caballo-
  • ¡YA YA! Y como acabó - le anime a continuar
  • Pues despues de darle bien duro al fin la sacó y meneandosela se derramó sobre sus posaderas.
  • Uff - resople sin poder contenerme.

Nos quedamos los dos en silencio. Yo con los ojos cerrados intentando recuperar la compostura. Cuando al fin miré hacia el muchacho le vi con la cabeza gacha.

  • Así que fue eso lo que provocó tu desazón. - pude al fin sentenciar.

Salvador alzó la vista y compungido me miró volviendo de nuevo a hablar.

  • No mi desazón empezó primero.
  • ¿Y como es eso? - le pregunté intrigado.
  • Pues una tarde, hace un mes mas  o menos, estaba paseando por la orilla del rio. Alguien estaba nadando y sobre una roca se veían las vestiduras del nadador. No había nadie por los alrededores y me oculté tras unas cañas para fisgar quien era. Cuando se sumergía sacaba el culo y pude observar que estaba totalmente desnudo. A punto estuve de marcharme pero la curiosidad pudo más. Ya sabe lo que Vd siempre dice: la curiosidad el pecado original.
  • Bueno eso es normal. Todo el mundo fisgonéa de vez en cuando, es humano.- le concedí.
  • El caso es que después de un buen rato al fin el bañista salió del agua. Era Cosme el de la Braulia. Hacía años que no me fijaba en él y cuando empezó a emerger del agua pude observar cómo había cambiado su cuerpo.  Aquel muchacho delgado y largo como una espindarga se había convertido en un hombretón fuerte y musculoso. Pero lo que me dejó anonadado fue cuando empezó a emerger su cintura. Entre las piernas colgaba un badajo que a pesar de la frialdad del agua del río, que ya sabe el efecto que produce en nuestras partes, era de unas proporciones extraordinarias. Se bamboleaba goteando mientras caminaba hacia la orilla. Me quede con la boca abierta.
  • ¿Tan grande la tiene? - le pregunté divertido.
  • Enorme Padre, enorme. Larga y gorda como el brazo de un herrero. Y ambos lados le colgaban dos cojones como dos botas de vino. Se lo aseguro.
  • Así que cuando le seguistes aquella noche era con la intención de ver aquella herramienta en funcionamiento - le dije
  • Sí padre.
  • Cuando los vistes fornicando te calentaste verdad. ¿Nunca habías visto a nadie hacerlo?
  • No Padre.
  • Y claro al ver el culo de la moza te hubiese gustado ocupar el lugar de Cosme - aclaré al percatarme de lo sucedido.
  • No padre
  • ¿A no? - le dije totalmente descolocado
  • No, me hubiese gustado ocupar el lugar de Ana.
  • ¿¡¡DE ANA!!?

Aquello sí que no me lo esperaba. Yo bien sabia que habia hombres así. De hecho eran frecuentes en el seno de la Santa  Madre Iglesia.Yo conocí a varios en el seminario. Incluso alguno me había echado los tejos e intentado meter mano, pero siempre los había frenado en seco. No me gustaban esas prácticas. Más  a los palomos cojos se les veía a la legua. En el caso de Salvador nunca me lo hubiese imaginado. Un hombre viril y fuerte como el y ahora me confesaba esa inclinación.

  • Pero bueno ¿Tu eres maricón?  Homosexual quiero decir- corregí al ver su cara ofendida.
  • No lo se Padre.
  • ¿Pero tu has estado alguna vez con un hombre?. - intenté aclarar
  • No. Pero empecé a soñar.
  • ¿Que sueñas?
  • Que me monta Cosme. Que me la mete por el culo y disfruto. Despierto sudoroso, con el pijama empapado de semen.
  • Bueno eso es… Bueno una perversión… Un mal sueño En definitiva una pesadilla - le tranquilicé.
  • Ya pero ahora no solo es en sueños, me la machaco pensando en ello durante el dia.

Me encontraba entonces ante un sodomita. El primero entre los pecado nefandos. El diablo había mostrado su rabo vicioso a aquel pobre muchacho. Medité durante minutos para al final sentenciar

  • Esto es muy grave Salvador-
  • Lo se Padre. No se que hacer - me contestó entre sollozos
  • No llores hijo . Encontraremos la solución
  • ¿Que hago padre? - me preguntó compungido
  • No se cuantas Avemarías y cuantos Padres Nuestros has de rezar. Todos los que puedas y más. Pero has de jurar que no te tocaras mas con esos impuros pensamientos. Debes luchar contra el diablo que llevas dentro. Yo te ayudaré.
  • ¿ Me ayudará?
  • Si pero júrame que no lo harás de nuevo.
  • Lo juro
  • Entonces yo te absuelvo de todos tus pecados en nombre del Padre….

Después de darle la bendición me quedé mirándolo durante unos instantes para añadir

  • Ahora puedes ir en paz tu alma está de nuevo limpia no la ensucies.
  • Sí Padre
  • Si tienes alguna tentación pecaminosa no dudes en buscar mi ayuda. Te lo ruego.

Se levantó y salió del confesionario. Yo quedé meditando en la penumbra.

………

El domingo siguiente antes de la misa le vi entrar y encaminarse hacia el confesionario. Tras la celosía pronunció el Avemaría. Le detuve en seco y le dije

  • Bueno al grano. Has cumplido con tu juramento.

Tras un momento de duda me respondió

  • Si y no
  • Como que si y no
  • Si porque cuando me asaltan esos pensamientos durante el dia rezo y rezo hasta que consigo apartarlos de mi cabeza. Pero…
  • ¿Pero que? - le pregunté ansioso.
  • Pero por la noche en mis sueños… Padre no lo puedo evitar, sigue pasando.

Joder pensé, este mozo va ser maricón. ¡Y que podía hacer yo!.

  • Bueno tu reza y se fuerte. Has pensado ponerte un cilicio o algo por el estilo- dije yo sin ocurrírseme nada razonable que recomendarle.
  • No Padre. Pero estoy desesperado  a veces ganas me dan de cortarmela. - dijo rabioso
  • No digas tonterías. Ya veras como pasa. Tu persiste que  entre Dios y yo te ayudaremos .

Le puse una penitencia y le deje irse.

A la hora de misa le vi de nuevo entrar por el pórtico. Se arrodilló en un banco y devotamente empezó a rezar con las manos entrelazadas. De vez en cuando nuestras miradas se entrecruzaban . Yo le miraba intentando imbuirle valor. El me sonreía lánguidamente.

En el momento de la Eucaristía se acercó al altar con la intención de comulgar. No pude evitar incomodarme al ver su boca abierta con la lengua aguardando la sagrada forma. Fue su manera de mirarme . Y luego cuando bajó la vista se quedó durante unos instantes que parecieron eternos con los ojos clavados en  mi persona, allí donde se ocultaba mi sexo, me soliviante.

  • Levántate .- le ordené imperioso.

Apenas pude acabar la misa de la desazón que me había producido su actitud. Estaba confirmado aquel mozo era sarasa. Me dio pena, si Dios le había hecho así que culpa tenía el pobre infeliz.

Estaba en la sacristía despojandome de mis ropas talares cuando se oyó el chirriar de una puerta. Al volver la cabeza vi a Salvador observandome desde el quicio.

  • Puedo hablarle Padre - me preguntó.
  • ¿Qué quieres ahora? Le respondí enojado.
  • Necesito su ayuda. Dijo Vd que me ayudaría. Me lo Juro.
  • Está bien ¿Y como te puedo ayudar?

Se acercó hasta donde yo estaba y rascándose la cabeza me dijo.

  • Verá, yo no sé si soy maricón. En realidad no he hecho nada con otro hombre.
  • Ya eso si. ¿Y?- le concedí
  • Que si lo pruebo y no me gusta, tal vez me libre de esta obsesión que no me deja vivir. - me dijo con firmeza.
  • ¿Y para probar vas a dejar que te den por el culo? ¿Tu estas loco o que? - le contesté enfadado.
  • Mejor que vivir con esta zozobra. -
  • ¿Y qué vas a decirle a Cosme que te sodomice? Y si te dice que no, buscar a algun macho por el pueblo para que te monte. - le dije con una sonrisa capciosa.
  • No. Había pensado que fuera Vd. - me comunicó seriamente.

Sin poder remediarlo me acerque a él y en un acceso de furia le abofeteé la cara.

  • Pero tu que te has creído. Soy un sacerdote. Tu confesor.
  • También lo es de Doña Pura, de la Señora Paca, de Nemesia y de otras  cuantas y bien que se las folla. Todo el pueblo lo sabe- me escupió retador

Me sonrojé. No me imaginaba que era cosa sabida en el pueblo. Siempre había actuado con discreción. Pero ya se sabe: pueblo pequeño, infierno grande. Mucha beata cotilla, Alguna envidiosa a la que no había concedido mis favores, tal vez.

  • Es distinto. Son mujeres
  • ¿Y que más le da? Si cierra los ojos ni sabrá donde la esta metiendo - me intentó convencer
  • Tu estas loco. Eso es un pecado Nefando. Lo peor.
  • Pues hay muchos curas que así pecan, yo bien lo se. - me respondió desafiante.

Quedé mirándole con la boca abierta sin saber qué decir. Al fin meneando la cabeza le dije.

  • Ni lo sueñes. He dicho que no y basta. - y cogiéndole por el cuello intenté conducirlo a la salida.

  • Al menos déjeme verle la polla. Esta pesadilla comenzó  al verle la verga a Cosme. A lo mejor si veo la suya y no siento nada se soluciona el problema.

Me detuve en seco y le mire sorprendido. Me miraba compungido mientras dos lagrimones resbalaban por sus mejillas. La misericordia me hizo ablandarme. Tras sopesar los pros y los contras al fin accedi.

  • Esta bien. pero solo mirar.¿De acuerdo?
  • Sí Padre. Solo mirar.

Me aparté de él comencé a desabotonar la sotana a la altura de mi entrepierna. Introduje la mano por la abertura. Era verano y solo llevaba los calzoncillos debajo de la vestidura. Me agarre la polla y la saque por el agujero. Quedó colgando resaltada por el negro ropaje.

  • ¡Padre! ¡Menuda polla! Si es mayor aún que la del Cosme. Claro ahí oculta entre la sotana quien se lo iba a imaginar - me dijo con cara de asombro

Sin poder remediarlo sonreí ufano.

  • Déjeme tocarla Padre. Nunca he tocado más que mi pene, quiero saber lo que se siente - me dijo mientras se acercaba con la mano por delante.
  • DE ESO NI HABLAR. HASTA AHI PODIAMOS LLEGAR - le grité

Se detuvo en seco

  • Padre déjeme que la toque solo un poco. Luego me marcho se lo juro - me rogó

Tenía que haber dicho que no pero me apiadé de él.

  • Bueno si solo es tocar. Pero luego te largas y no te quiero volver a ver por aquí- a ver si te curas de esta sinrazón

Cuando sus dedos acariciaron mi piel me estremecí. Luego cerró su mano sobre mi polla que comenzó a ponerse morcillona. El muchacho la miraba embelesado. Empezó entonces a descapullarme lentamente con la mano. Alzó la vista y me miró a los ojos mientras comenzaba a masturbarme. Mi verga se empinaba como el mástil de una bandera. Para ser novato lo sabía hacer muy bien, tuve que admitir. Y me estaba gustando

Sus ojos iban a mi polla para luego buscar la aprobación en los míos.

  • Lo hago bien Padre.
  • Siii - le respondí entre jadeos

Con sus dedos me acariciaba el capullo que comenzaba a babear y sus manos bajaban y subían la piel de mi prepucio con suavidad. Era una delicia de paja. Suave pero firme. Acariciadora  y excitante.

  • Déjeme que se la chupe. Por Favor - me suplicó
  • Esto no está bien Salvador. Además alguien puede entrar y sorprendernos - le dije mientras miraba la puerta entornada.
  • Espere- me dijo y corrió hacia la puerta cerrándola con llave

Al regresar la cándida mirada se había convertido en un mirar lujurioso que se comía mi verga con los ojos. Al llegar ante mi se dejó caer de rodillas. Cogió mi rabo con  la mano y abriendo la boca sacó la lengua ansiosa. Me vino a la mente cuando hacia unos minutos esperaba expectante la comunión.

La húmeda y blanda carne recorrió de arriba abajo todo mi palo para luego lentamente ir introduciendola en su boca mientras absorbía mi néctar.

  • Dios que gusto - exclamé mientras mi mano se posaba sobre su cabeza.

Desabotonó aún más mi sotana e introduciendo una mano me acarició los huevos mientras mamaba con fruición. Su lengua juguetona me cosquilleaba el prepucio, de vez en vez alzaba la vista y me observaba goloso. Aquella húmeda oquedad me estaba volviendo loco. Y loco me consideraba al ver cómo permitía que aquel hombretón a mis pies tragara con ansia mi rabo

  • Menos mal que tengo la boca grande porque este paso no entra en cualquier iglesia- me dijo con una sonrisa de medio lado mientras intentaba recuperar la respiración después de una prolongada mamada..

Le miré sonriente mientras le alborotaba el pelo.

  • Bueno qué le vamos a hacer. Definitivamente me has salido maricón. Dios nos perdone por lo que estamos haciendo - le dije

Se incorporó y mientras me acariciaba la polla me susurró.

  • Folleme. Deme por el culo.Necesito tener una polla dentro a ver si me gusta o no.
  • Me parece hijo mío que te va a gustar. Y mucho me temo. Pero llegados a este punto despejemos la incógnita. Desnudate - le ordené.

Como doncella en noche de bodas comenzó a desvestirse azorado. Sus manos temblorosas apenas acertaba a desabotonar la camisa. Me acerqué y lo hice en su lugar. Al apartar el lienzo un cuerpo joven y hermoso se descubrió ante mis ojos, unas leves trazas de un pelillo rubicundo en su pecho, con todos los músculos de su torso marcados y libre de lorzas o grasas. Era el cuerpo bien moldeado de un adonis. Y yo un cura cincuentón le iba a estrenar el culo.

  • Quítate los pantalones - le sugerí.

Presuroso siguió mis instrucciones hasta quedar totalmente en cueros ante mi. El resto de su anatomía encajaba con lo que anteriormente mostrado. Piernas poderosas y un sexo que sin ser descomunal tenía unas considerables dimensiones. En su pubis un vello suavemente rizado, adornada con su oro los contornos de la verga. Su polla blanca e inmaculada parecía marfil. Lisa y sin una vena se erguía desafiante mientras su prepucio la cubría en casi toda su extensión solo se dejaba ver el ojo del cual se destilaba una furtiva lagrima. Y debajo unos prietos huevecillos como los de un querubín.

  • Date la vuelta - le indiqué.

Me mostró entonces sus anchas espaldas y en su base un culillo respingón que se movía inquieto.

  • Alguna vez te has metido algo - le pregunté
  • No nunca - me respondió mirándome por encima del hombro.
  • Pues va a ser duro. Me imagino
  • No importa - me dijo tímidamente
  • Recuéstate sobre el arcón y déjame ver - le dije mientras con la mano en su espalda le empujaba hasta apoyar su pecho sobre la oscura madera del viejo mueble.

Acabé de desabotonar la sotana y la aparté hacia los lados, para a continuación despojarme de los calzoncillos. Salvador con el cuello torcido me miraba expectante. Al fin me acerqué a él y con las manos le separé las cachas. En el medio un botoncillo sonrosado como la boca de una carpa, adornado con algun pelillo que se meció suavemente cuando le soplé la entrada. Su agujerillo boqueó un par de veces.

Introduje un dedo en la boca y lo ensalivé Luego recorrí toda la hendidura entre sus glúteos hasta detenerme en el palpitante ojal. Tras acariciarle repetidas veces intente penetrarle. Salvador exhaló un prolongado suspiro. Pero se cerró ante mi empuje. Aquella fortaleza resistía el embate cerrándose con fuerza.

  • Quieres que lo deje - le pregunté.
  • No Padre. No me deje asi. Siga, por el amor de Dios

Volví a chuparme el dátil  y de nuevo lo intenté. Más me fue imposible.

  • Aguarda tengo una idea - le dije mientras le acariciaba la espalda.

Tras encaminarme al gran armario de la sacristía, abrí de par en par las puertas.En uno de los estantes estaban las crismeras de plata con los Santos Óleos. Dude cual coger: el óleo de los catecúmenos, el óleo de los enfermos o el Santo Crisma. Me decidí por este último.

  • Bueno muy apropiado. Al fin al cabo era un bautismo lo que voy a practicar , el nacimiento a una nueva vida.- dije para mis adentros.

El  hisopo lo llevaba entre las piernas.

Deje caer un chorreton del aceite de ungir que resbaló por la raja de su culo hasta llegar al escroto. El muchacho se estremeció. Luego con mi dedo le extendí el aromático bálsamo recorriendo de arriba a abajo la hendidura. Me detenía en cada pasada en su flor y probaba a penetrarle. Poco a poco vi como se distendía. En una de las pasadas mi dedo empujó con más brío y al fin me introduje en él. Su esfínter aprisionó mis falanges y empezó a palpitar mientras el zagal no paraba de jadear.

  • Estas bien asi. - le pregunté
  • Si si - me contestaba mientras me estrujaba el dedo corazón que hollaba su entrada.

Inicié entonces un lento mete y saca mientras añadía untura que comencé a introducir acariciando con suavidad todos los pliegues de su interior. Cuando vi que entraba ya con facilidad, le clavé un segundo invasor. Tras unos minutos le follaba con tres de mis dedos. El mozo no paraba de jadear y suspirar.

  • ¿Te gusta lo que te hago? - le dije en un susurro.
  • Siiii. Que gusto Padre. Que gusto - respondía con voz melosa.
  • Ya está confirmado eres mariquita. Mejor dicho estás hecho un auténtico mariconazo - le dije con una risita
  • Si, soy un maricón, pero siga no se detenga.

Proseguí dedeando mientras el mazarrón rendido se retorcia de placer con mis dedos en su culo. Al fin le vi presto para el asalto final,.

  • Bueno la ultima prueba. Quieres que te la meta. Quieres que te de por el culo.
  • Si Padre, Si. Clávemela bien adentro. Quiero tener una autentica polla en el culo y saber en realidad lo que se siente - dijo con la cabeza torcida para mirarme.
  • Sentirás dolor, eso te lo aseguro. Sobre todo al principio Esta es tu primera vez y estas muy prieto. Luego ya me dirás sí disfrutas. No te lo puedo asegurar - le dije

Agarré mil babeante cipote con la mano y se lo restregué lo largo de toda la raya entre las nalgas. Daba gusto sentir la suave y delicada piel de su trasero. Como rozarse con un terso melocotón.  Cuando la apoyaba en el palpitante agujero, se estremecía. Tras echar un último chorretón para ungir bien mi polla, empuje con fuerza y mi engrosado balano empezó a penetrarle. Salvador soltó un alarido.

  • No grites rapaz. Va a enterarse todo el pueblo que te estoy desflorando.
  • Es un tormento señor cura. Un tormento . decía entre sollozos
  • Te lo advertí.¿Si quieres lo dejamos? - le pregunté preocupado.
  • No siga. Clavemela. Penetreme. Folleme Ud Sr Cura. - me decía con la respiración entrecortada

De un empellón le clave el capullo. Su ojal cedió y se cerró con fuerza tras su paso aprisionando el glande con fuerza. Pensé que me partía la polla de la presión que ejercía. Le di una palmada en las posaderas.

  • Afloja hijo. Que me vas a romper el rabo - le conminé.

Se relajo un poco mientras mi polla y su esfínter latían desaforadamente. Qué gusto tener mi cipote enterrado en aquel estrecho agujerillo. Mejor que los cedidos coños de mis feligresas os lo aseguro..

Cuando vi que su piel se aflojaba empecé a introducirlo poco a poco por su estrecha cavidad. Tenía medio pepino enterrado cuando comenzó a gemir como una zorra.

  • Dios que gusto padre, que gusto
  • Disfrutas Salvador
  • Sí  Padre mucho

De una estocada le hendí la garrocha hasta la empuñadura. Mis huevos chocaron con los suyos y nuestra piel sudorosa entró en contacto.

  • Folleme Padre. Folleme
  • No te preocupe muchacho que te voy a dejar el culo satisfecho para una buena temporada. A ver si se se quitan las ganas So maricón- le dije exaltado

Le taladraba con furia. El respondia a mis embates buscándome cuando retrocedía. Nunca había visto a nadie con tantas ganas de ser poseído. Se estaba literalmente empalando con mi cipote lanzando grititos de placer como una zorra calentorra.

  • Asi, asi asi- decía sin cesar

Cuando en una de mis retiradas me salí, agarró ansioso mi garrota y el mismo se la clavó de una estocada hasta el fondo. No se muy bien si yo lo estaba sodomizando o era Salvador el que me follaba con ardor guerrero. Se retorcia y culebreaba con mi tranca clavada en sus entrañas, moviendo el culo como la más experta de las rameras.

  • Joder Salvador que puta eres hijo - le dije eufórico
  • Si Padre, soy su puta no deje de taladrarme. Siga dándole al manubrio que me esta matando de gusto. Atravieseme con esa saeta de fuego.

Sus soeces palabras me enardecían y le empitonaba aún con más ansia. Aquel culo era la misma puerta del infierno de cómo ardía, pero yo me sentía en el paraíso clavandome sin tregua en lo más hondo de su ser. Le estaba literalmente partiendo el culo.

El olor de canela del aceite de unción emanaba de su trasero. Observé lujurioso como mi brillante poronga salía y entraba por la desvencijada puerta. La sacaba deleitándome el ver la ancha oquedad en que había transformado su rosada flor que ahora lucía el color de la púrpura. De una estocada se la espetaba de nuevo para gusto del mocetón que lo celebraba con un placentero gemido.

  • Ay Padre estoy en el cielo - me confesaba mientras le sodomizaba
  • Estarás en el cielo pero en ese culo llevas todo el fuego del averno Salvador.

Cuando oyó mis palabras, pletórico estrujo con ansia mi polla. Estábamos al borde del orgasmo. Yo en pleno éxtasis observaba el juego de colores que las vidriera pintaban en su hermosa espalda. Y luego ese trasero de perdición moviéndose con frenesí, frotando mi rabo de tal manera que percibió cada uno de los pliegues de su ardiente interior.

  • Me voy a derramar Salvador. - le dije entre jadeando a punto de la extenuación
  • Hágalo Padre. Siembre su semilla en mi. Riegeme con su esencia.

Mi verga comenzó  a hincharse mientras Salvador apretaba con fuerza su cepo a la vez que se estremecía espasmódicamente. Salvador estaba corriendose sin siquiera haberse tocado. El roce de mi carne en sus entrañas desató el orgasmo.

Con ello desencadenó el mio.

Le di unos tremendos pollazos que hicieron temblar el arcón que fue el ara donde sacrificamos su virgo. Y cuando no pude más descargé ,en lo más profundo de su ser, interminables trallazos de mi simiente inundando generosamente sus entrañas.

Derrotado me recosté sobre su espalda que besé amorosamente. Nuestros cuerpos seguían latiendo al compás, estremecidos en un orgasmo interminable.

Cuando nuestros jadeos cesaron el silencio lo inundó todo. Mi verga lentamente salió ya desfallecida de su interior. Me incorporé y retrocedí unos pasos deleitándome en la escena. Salvador reposaba con los brazos extendidos sobre la oscura madera. Entre sus piernas colgaba su otrora iniesta masculinidad que goteaba mansamente derramando sobre el enlosado las últimas trazas de su elixir. Y como telón de fondo una lechosa sustancia resbalaba por las paredes de la gran arca. Pude entonces ver su abierta flor de la que manaba una rosada sustancia que se deslizaba y tras alcanzar el escroto, se precipitaba en un hilillo sobre el solado donde nuestras esencias se mezclaban..

Salvador se incorporó por fin y con su trasero apoyado en el viejo mueble me miró. Era un hombre hermoso. Su marfileño pene colgaba entre sus piernas aun rezumante.

  • Padre, definitivamente creo que soy maricón - me dijo con radiante sonrisa
  • Si hijo, si lo eres no cabe duda. - le respondí sonriendo también.
  • Mas no te azores, porque creo que yo lo soy igualmente- añadí
  • ¿También Vd ha gozado Padre? - me pregunto solicitó
  • Por supuesto Salvador. Pero te lo ruego no me llames de nuevo Padre.  Mi nombre es Jacinto.

Luego me aproximé a él y estrechandole entre mis brazos le besé apasionadamente.