Perdónanos mamá (II)
Los hijos, que habían conseguido echar un polvo fabuloso con la madre, se siguen preocupando de su vida sexual. Traman un plan para continuar su relación incestuosa incorporando al grupo a un buen amigo.
Soy Alberto y voy a continuar mi historia donde la dejé. Una vez que mi hermano Luis y yo terminamos de hacer el amor a mi madre, y tras un largo periodo de tiempo que aprovechó para recuperarse del inmenso placer que sus hijos le habían proporcionado, mi madre pareció turbarse y se miró, como si hasta ese momento no se hubiese percatado de que se encontraba desnuda y chorreando semen delante de sus hijos.
Tras un breve espacio de tiempo, tras el cual sus mejillas se tornaron sonrojadas, agarró su ropa y salió de la habitación muy turbada. Mi hermano y yo nos quedamos mirándonos sorprendidos, sin saber qué hacer, por lo que mientras esperábamos el regreso de mi madre, decidimos vestirnos.
Tras una hora de espera, por fin ella regresó junto a nosotros, eso sí, vestida e incluso peinada, cosa que provocó que Luis y yo nos sintiéramos orgullosos de lo hermosa que era.
Mi madre al vernos volvió a sonrojarse y dijo:
- Hijos míos, callaros y escuchar lo que tengo que deciros. - Si mamá.
Ella empezó a hablar pausadamente, como si midiera cada palabra para evitar equivocarse, y su voz era entrecortada.
No sé cómo explicaros lo avergonzada que me encuentro por lo sucedido, no sé cómo ha podido ocurrir, pero el caso es que ha pasado, no puedo dar marcha atrás en el tiempo y borrar ese hecho, pero os ruego por favor que intentéis olvidarlo, y que sigáis mirándome como a vuestra madre y no como a una cualquiera.
No me explico cómo he caído en ese error y creo que no podré perdonármelo nunca, a vosotros no puedo reprocharos nada, ha sido culpa mía por no saber contenerme, tal vez ha sido culpa que, tras la separación de vuestro padre, no he vuelto a tener relaciones sexuales hasta hoy.
Mamá, tú tranquila que Luis y yo siempre te miraremos como a una madre y jamás pensaremos que eres una cualquiera, de tu decencia no tenemos ni la menor duda, ya que te conocemos bien, no le des más vueltas a la cabeza que no ha pasado nada malo, ¡mas bien todo lo contrario!, ¡menudo favor nos has hecho!, no hay mujer en el mundo que nos hubiese podido proporcionar el placer que tú nos has dado, y mucho menos con el cariño con que tú lo has hecho, no nos pidas que olvidemos lo mucho que hemos gozado contigo...
¡Alberto, te pido por favor que no sigas hablando!, haced lo que os he pedido que será lo mejor. Mi madre cortó la conversación, y no se volvió a hablar de ese tema. Pasaron varios días, en los que tanto yo como Luis, nos matábamos a pajas, ya que no podíamos evitar recordar lo ocurrido y no pasaba día en el que no tuviéramos que entrar en el cuarto de baño a desfogarnos.
Ella se daba cuenta de que íbamos al baño con más frecuencia de costumbre, pero hizo todo lo posible para ignorarlo, ya que quería evitar a toda costa, volver a sacar a relucir ese tema.
Nuestra vida fue pasando con normalidad y mi madre pareció olvidar lo ocurrido a pesar de que seguía vistiendo de forma que no hubiera forma de verle nada, -me imagino que no quería darnos motivos para excitarnos-
Un día, mi hermano y yo regresamos a casa algo más tarde de lo habitual, y para evitar la bronca de mi madre, decidimos entrar a casa sin hacer ruido y sin encender las luces, al pasar junto a su habitación, escuchamos unos susurros, que nos hicieron pararnos en el acto, contuvimos la respiración para poder escuchar mejor, tras lo que nos dimos cuenta de que ella sin duda se encontraba masturbándose.
A cada momento que pasaba sus gemidos eran mayores y no tardó en correrse como una loca, cosa que provocó que nosotros nos dirigiéramos a nuestra habitación sigilosamente para evitar ser descubiertos.
Una vez dentro, mi hermano y yo comenzamos a hablar sobre lo sucedido.
- Luis, ¿has oído como se masturbaba mamá?. - Sí, Alberto, ¡joder, con qué ansía lo hacía!. - Comprende Luis que ella también es una mujer y tiene que desfogarse. - No, si yo lo entiendo, pero... ¿en que crees tú que estaba pensando mientras se masturbaba?. - No lo sé, pero ojalá fuera en mí. - ¡Coño, o en mí!. - Qué sabemos nosotros, igual es solamente lo que nosotros deseamos y ella realmente pensaba en otro hombre. - ¡No, si al final nos pondremos celosos!. - Luis, ¿a ti te gustaría volver a hacer el amor con mamá?. - ¡Pues claro!, ¿y a ti?. - ¡Cada día que pasa la deseo más!. - Tendríamos que hacer algo para intentar que volviera a hacer el amor con nosotros, pero... ¿qué?.
Estuvimos varias horas pensando en algún plan para conseguir nuestros objetivos, pero terminamos durmiéndonos sin conseguir pensar en algo interesante. A la semana siguiente, vino a nuestra casa el hijo de nuestro vecino, Juan, el cual tenía 17 años y vivía obsesionado con los ordenadores, y esta era la causa de nuestra amistad, ya que cada dos por tres tenía que venir a solucionarnos algún problema en el nuestro.
Nada más verlo, me vino a la mente que tal vez Juan podía sernos de ayuda en otra cosa mejor que arreglarnos el ordenador, por lo que tras hacerlo pasar a nuestra habitación y en presencia de mi hermano, comencé a interrogarle.
- Oye Juan, aparte de los ordenadores, ¿también te gustan las mujeres?. - ¡Coño, pues claro!. - Me da corte preguntártelo, pero... ¿qué te parece mi madre?. - Qué puedo deciros, si digo que está muy buena soy capaces de partirme la cara. - ¡Tú tranquilo!, vamos a hablar con sinceridad, esto es una cosa muy seria. - ¡Pues cualquiera lo diría con las preguntas que me hacéis!. - Bueno, contesta a mi pregunta. - Sí, Alberto, tu madre me parece que está buenísima, algo regordeta, pero muy bien para su edad, además es guapísima y muy simpática, ¿por qué me hacéis esa pregunta?. - Vamos a ser claros contigo, nos da pena ver que desde que se separó no ha vuelto a hacer el amor con nadie, y no nos desagrada la idea de que tú, que eres una persona discreta pudieras hacerla gozar un poco. - ¡Cooooño!, ¡es lo mejor que me han propuesto en mi vida!, pero... y ella está de acuerdo. - ¡Pues claro que no, imbécil!, mi madre es una mujer decente, de lo que se trata es de intentar calentarla, a ver si así puedes lograr algo, lo único que tienes es nuestro permiso y nuestra ayuda.
Tras esto comencé a relatar a Juan mi plan, que consistía en que tenía que traer un vestido de su madre que más o menos tenía la misma talla que la nuestra, elegir el más sexy que tuviera, y venir a nuestra casa diciendo a mi madre, que lo había comprado para dar una sorpresa a la suya, y que quería que se lo probara ella para comprobar que la talla era la correcta. Efectivamente, Juan volvió a la hora, con una bolsa de plástico en la mano. Tras entrar en la casa y ver a mi madre, dijo.
- Hola señora, me gustaría que me hiciera un favor. - Dime Juanito, si puedo hacerlo lo hago. - Quisiera que se probara este vestido, es que se lo he comprado a mi madre por su cumpleaños, se trata de una sorpresa, y no puedo hacer que se lo pruebe ella, y ya que usted tiene la misma talla más o menos, me gustaría que se lo pusiera para ver cómo le queda. - - No hay problema Juanito, espera aquí con mis hijos que ahora vuelvo. Efectivamente mi madre volvió al poco rato con un vestido muy corto que dejaban ver sus hermosas piernas cubiertas por unos pantys, además su pecho que era de mayor tamaño que el de la madre de Juan, apenas podía ser contenido por el vestido, lo cual hacía un cuadro muy sexy.
Nada mas verla los tres nos quedamos embobados mirándola, cosa de la que mi madre se dio cuenta enseguida, pero no dijo nada, hasta que tras darse unas vueltas para que Juanito comprobara cómo le quedaba el vestido, dijo.
- Yo creo que le quedará muy bien a tu madre, a mí me queda estrecho de pecho, pero a ella seguro que le queda bien. - Está usted guapísima señora, seguro que a mi madre no le queda tan bien, pero... ¿seguro que a mi madre le quedará bien de pecho?, veo que a usted le viene pequeño.
- Dijo esto mirando descaradamente sus pechos, cosa que casi hace enrojecer a mi madre.- - Mamá, ya que está haciendo el favor, hazlo bien, deja que Juan se acerque y compruebe que el tamaño de tus pechos es mayor que el de la suya.- dije yo con sonrisa pícara, como si de una pequeña broma se tratara.-
Y antes de que mi asombrada madre pudiera decir que no, Juan se acercó a ella y a un palmo de sus pechos comenzó a mirarla con descaro, -envalentonado por lo que antes le habíamos dicho-, ella al darse cuenta de esta maniobra se puso colorada, y después nos miró a nosotros como si se preguntara, si comprendíamos algo de lo que estaba pasando.
- Juan, ¡no te acerques tanto, que parece que quieres tocarle las tetas!.- - ¡Qué más quisiera yo!. - ¡Pero Juan, qué dices!, y tú Alberto, ¡Haz el favor de callarte!.
Y cuando parecía que iba a abandonar la habitación dije muy seriamente. -Mamá, escúchame, no te vayas, todo ha sido culpa mía, he sido yo el que ha provocado a Juan para que se insinúe contigo. Y proseguí.
- Luis y yo habíamos pensado en buscarte una aventura sexual, sobre todo cuando la otra noche te descubrimos masturbándote, y creemos que Juan puede proporcionarte un gran placer, ya que no nos hacemos a la idea de que algún día termines acostándote con algún hombre que a nosotros no nos agrade.
Mi madre casi se cae de espaldas al escuchar esto, y su cara se puso aún más roja, sobre todo al escuchar que la habíamos sorprendido masturbándose, -y es que en realidad ella sabía, que por mucho que lo intentaba evitar, no pasaba una noche en la que no tuviera que hacerlo recordando el placer que sus hijos le habían proporcionado, y para colmo en esos momentos notaba cómo su cuerpo volvía a traicionarla, y se encontraba excitada por mucho que quisiera evitarlo. Por ello cuando Juanito, aprovechando que mi madre se encontraba muda por estos pensamientos, y pensando que ello se trataba de un sí, acercó sus manos a los hermosos pechos de mi madre y comenzó a acariciarlos. - No, Juanito, no, que eres un niño, no hagas caso a mis hijos y vete, te lo ruego, todo es mentira no sé como te han liado.
Pero mi amigo, a pesar de escuchar las tímidas palabras que brotaban de los labios de mi madre, notó como sus pezones comenzaban a erguirse rápidamente, por lo que supo a pesar de su inexperiencia, -era virgen-, que debía proseguir y aprovechar la oportunidad.
Mi madre, mientras continuaba siendo acariciada, seguía diciendo "no, no, no,", hasta que Juanito, bajó una de sus manos hacía abajo y comenzó a levantar su vestido, cosa que hizo que Luis y yo, pudiéramos contemplar sus braguitas blancas totalmente mojadas a través de sus pantys.
Yo me acerqué, y como si realmente tratara de ayudar a mi amigo, me puse tras ella y poniendo mis manos por delante comencé a desabrochar su vestido, al mismo tiempo que mi lengua recorría su nuca, aumentando el placer que las caricias de Juanito le provocaban.
- Alberto, estate quieto, ¡por lo que más quieras!. Por fin, su vestido cayó al suelo, quedándose mi madre ante los ojos como platos de mi amigo, con su ropa interior blanca, mostrando sus tiesos pezones que parecían poder atravesar y romper su sujetador, y la creciente humedad de su coño, que traspasaban sus braguitas y pantys.
Yo seguía lamiendo su nuca por detrás, y me arrimaba a ella haciendo con ello, que mi madre notara mi erecta polla rozando su culo, cosa que en vez de evitar, parecía que ella con sus movimientos de cadera quisiera notar más y más.
Mi hermano Luis, observando a Juanito sobando a mi madre en ropa interior y a mí haciendo lo propio por detrás, pareció enloquecer, y cuando me di cuenta, se había bajado los pantalones mostrando una erección bestial, cosa que mi madre observó también con ojos de deseo.
Juan, seguía disfrutando de tal manera con el cuerpo de mi madre. Que no se daba cuenta de la reacción de mi hermano y la mía, y como si un triunfo suyo se tratara, comenzó a desnudarse hasta quedarse totalmente desnudo, mostrando mi cada vez más excitada madre, su enorme polla, totalmente desproporcionada para su edad, y para la cara de niño que tenía.
Ella pareció asustarse al ver el enorme tamaño de la polla de Juan, pero al notar que yo también me había desnudado y que había puesto mi polla caliente en sus espaldas, el placer que esto le proporcionaba, parecía hacerle olvidar el miedo que la misma pudiera proporcionarle.
Juan, loco de placer, quiso por fin poder acariciar el coño de mi madre, libre de la tela de sus bragas y pantys, y sin poder esperar desgarró los últimos y metió la mano bajo sus bragas.
- ¡Cojones!, ¡vaya pedazo de coño!, ¡viva la madre que os parió!. - ¡Pues métesela, cojones!. Yo mismo, aparté las bragas de mi madre sin llegar a bajarlas, y a través del agujero que Juan había provocado en sus pantys, al desgarrarlos, y entre la abertura que yo mismo había logrado al ladear sus bragas, mientras mi erecta polla se pegaba a su culo, Juan comenzó a introducir su enorme rabo, en el chorreante chocho de mi madre, que a pesar de su enorme lubricación, apenas podía abarcar aquel miembro tan enorme. - Juan, ¡ten cuidado que me desgarras!, ¡ahhhh, ohhhhhhh!.
A cada centímetro de polla que penetraba en su coño, mi madre no podía dar un gemido de placer mezclado con dolor, cosa que yo para acentuar lo primero, dedicaba con más ardor mis caricias y mis besos por su nuca y espalda.
Juan, gozando como se encontraba, todavía no parecía darse cuenta de que aparte de él y mi madre, mi hermano y yo nos encontrábamos participando, hasta que por fin, cuando pudo introducir toda su polla en el coño de mi cada vez más excitada madre, le dije que se tumbara en el suelo sin dejar de penetrarla, cuando así lo hizo, fue ella la que comenzó a moverse, moviendo sus caderas para sentir con más fuerzas, aquel miembro que la penetraba.
Yo, por mi parte, al tener su culo a mi alcance, rompí sus pantys por detrás y aparté sus bragas a un lado, y al tener su ano libre de todo obstáculo, comencé a lamérselo con mi lengua, haciendo con ello que mi madre, literalmente se desasiera de placer, sobre todo, al notar el pollón de mi amigo penetrándola cada vez con más fuerza y el contraste de mi lengua acariciando su ano con suavidad.
En aquella situación noté, cómo mi madre se corrió de una forma brutal, y mi amigo a pesar de lo que se encontraba gozando, siguió bombeando su polla en su chorreante coño, por lo que yo, decidí que había llegado la hora de que la penetrara por detrás.
Ella al darse cuenta dijo:
- ¡Alberto!, que me están matando por delante, ¡deja mi culo que es virgen!.
Juan, que escuchó esto pareció darse cuanta de cuanto estaba pasando, y con ello gozar aún más, por lo que sus golpes de polla fueron más rápidos, cosa que provocaron a mi madre gritar de placer, por lo que aproveché para comenzar a penetrar su culo con mi tiesa polla, y a pesar de la dificultad con la que me encontré, a causa de la estrechura de su ano, pude hacerlo sin escuchar muchos gritos por su parte, ya que el placer que sentía con la polla de Juan ahogaban el dolor de su ano.
Pronto este dolor se cambió por un inmenso placer, y no tardó en decir a gritos.
- ¡Luis, deja de masturbarte y ven aquí!.
Cuando por fin mi hermano lo hizo, mi madre comenzó a masturbarlo ella misma, al mismo tiempo que era penetrada por delante por Juan y por detrás por mí.
A pesar de lo que tanto Juan como yo nos encontrábamos gozando, increíblemente fue mi hermano el que comenzó a correrse, y cuando mi ya casi desmayada madre se dio cuenta, dijo.
- Luis, acerca tu polla y correte en mi boca.
Luis, así lo hizo y entre gritos de placer, comenzó a correrse llenando la abierta boca de mi madre, de un río de leche que la hizo atragantarse, al mismo tiempo que ella volvía a correrse, dando unos espasmos de placer que casi me hicieron daño en mi polla que perforaba su ano de lo fuertes que fueron.
Mi madre, a pesar de tener la boca y la cara llena de la leche de su hijo Luis, y a pesar de haber tenido ya dos inmensos orgasmos, continuó gozando como una loca, hasta que al darse cuenta, de que Juan iba a correrse, dijo entre gritos, casi alaridos:
- ¡Córrete cabrón, llena mi coño de leche!.
Efectivamente, el muy cabrón de mi amigo se corrió dando gritos de placer, y yo seguí bombeando mi polla en ardiente culo de mi madre, hasta que, cuando noté que otro orgasmo había llenado su cuerpo de placer, me corrí de forma tal, que de su culo brotaban borbotones de leche calentita.