Perdónanos mamá (I)
Dos avispados jóvenes aprovechan que su madre duerme por efecto de los somníferos para sobarla y masturbarse. Pero luego es ella la que se resarce de su hambre de sexo con sus dos jóvenes pollas.
Voy a relatar la historia que me sucedió hace 5 años.
Me llamo Alberto y por aquel entonces tenía 18 años, vivía junto a mi madre, Ana, que ya hacía 7 años que se encontraba separada, y mi hermano Luis, que contaba con 19 años.
Mi madre era morena, en aquellas fechas su edad era 40 años, y de estatura normal, su cuerpo sin ser de una modelo, sí que era apetecible para cualquier hombre que tuviera ojos en la cara. Se trataba de la típica ama de casa y no le gustaba mucho salir de casa.
Yo nunca la había mirado con otros ojos que no fueran los de cualquier hijo, sin embargo un día fue a la boda de una amiga y se puso muy elegante, un vestido rojo a la altura de la rodilla, que dejaba ver por debajo unos pantys brillantes.
Al regresar de la misma, mi madre vino diciendo que se le había puesto un dolor de cabeza horrible, por lo que inmediatamente se fue a su habitación y enseguida salió con una bata puesta, al parecer se había quitado el vestido y se encontraba tan cansada que no había podido ni quitarse sus pantys. -Alberto.- -Dime, mamá.- -Voy a tomarme una pastilla para el dolor de cabeza y me voy a tumbar en el sofá, por lo que más quieras no hagáis ruido, ni tú ni tu hermano.- -Sí mamá, no te preocupes.- Ella, se tomó su calmante, pero al notarse tan dolorida y temiéndose que tanto yo como mi hermano terminaríamos haciendo ruido y la despertaríamos, decidió tomarse dos pastillas más, que no tardaron en hacerle efecto, y se quedó placidamente dormida en el sofá. Yo me encontraba mirándola descansar, cuando en un movimiento de mi madre, una de sus piernas resbaló del sofá, por lo que se entreabrió su bata, lo suficiente para que yo pudiera ver sus bragas que se transparentaban por debajo de los pantys.
Quise evitar mirar, ya que se trataba de mi madre y como ya he dicho, hasta ese momento jamás la había mirado de otra forma, pero poco a poco me fue picando la curiosidad, y cada vez miraba más fijamente lo que su entreabierta bata me permitía.
Yo desde mi posición no podía ver mucho, pero lo poco que veía, cada vez me parecía más interesante, y ver a mi madre allí tumbada mostrando parte de sus bragas, me estaba empezando a gustar demasiado, hasta que llegó un momento que pensé.
-¡Que narices!, no hago nada malo por intentar verla un poco, después de todo mi intención no es obscena.-
Me incorporé buscando una mejor posición hasta que, me puse tan cerca que pude comprobar como a través de sus pantys y sus bragas, incluso podía ver como se transparentaba el color negro de su vello púbico. -¡Joder!, ¡qué buena que parece que está!, pensé yo.- Cada vez miraba con más atención, y era tanto lo que disfrutaba haciéndolo, que incluso di un pequeño traqueteo a mi madre, para comprobar lo profundamente que dormía. -¡Menos mal!, ¡duerme profundamente!, pensé aliviado. -No he hecho nada malo mirándola y tampoco creo que por tocarle un poco las piernas lo haga, ¡sí, ya sé que es mi madre!, pero nunca he visto y mucho menos acariciado a una mujer, y sería de tontos desperdiciar esta oportunidad que se me ofrece, y además lo hago sin pensamientos obscenos para mi madre. Me decía yo a mí mismo, para darme fuerzas. El caso es que no tuve que darme muchos ánimos para poner mi mano sobre sus piernas, ya que en el fondo lo estaba deseando ansiosamente, y una vez allí, y notar el calor que desprendían las mismas, comencé a acariciárselas en circulo, primero por debajo de la rodilla y después por los muslos, cosa que producía un placer inmenso. Todo ello lo hacía con un cuidado infinito, ya que me daba horror pensar que pudiera despertarse mi madre y pillarme en aquella situación, y cuando de vez en cuando se le escapaba entre sueños, algún suspiro o hacía el más leve movimiento, me llevaba unos sustos de muerte. -¡Joder, lo que estoy disfrutando y solamente le he acariciado los muslos!, me he acercado un poco a su coño y parece que sale un calorcillo acojonante, ¿no creo yo que por acariciárselo un poco por encima de las bragas y el panty haga nada malo?. Y mientras lo pensaba, mi mano se posó muy lentamente sobre su coño, el cual parecía arder ya que su calor traspasaba con creces su ropa interior. Me encantaba su calor y su suavidad y con un poco de miedo comencé a acariciárselo en círculos, cosa que cada vez me producía más placer, no tardando en darme cuenta que, una terrible erección abultaba mi entrepierna. Ya no me importaba si estaba haciendo algo malo o no, y seguí acariciando el coño de mi madre, de forma que al cabo de un tiempo me pareció notar en mi mano un poco de humedad, al mismo tiempo que de sus labios de vez en cuando me parecía escuchar como unos quejidos. -Um, umm, ummm.- Yo deseaba poder acariciarla notando el tacto de su carne, sin tener en medio sus prendas intimas, pero me daba miedo despertarla, hasta que llevado por mi propia excitación, sumé fuerzas para ello, y aprovechando que mi madre mientras dormía, me había facilitado la labor, ya que sin darse cuenta de ello, había abierto las piernas un poco, con una mano levanté el elástico de sus pantys y sus bragas e introduje la otra por debajo, hasta que por fin pude acariciar su coño y notar su tacto. -¡Joder!, ¡si lo tiene mojado!, pensé nada más hacerlo. Y es que a pesar de encontrarse profundamente dormida, mis caricias estaban empezando a hacer mella en su cuerpo, y comencé a acariciarle su ardiente coño, de manera que cada vez más podía escuchar sus gemidos. -Ummm, ummm, ahh, ummm. Aproveché incluso para introducir uno de mis dedos en su húmeda vagina, hasta que me di cuenta por los espasmos de su cuerpo y sus gemidos cada vez más fuertes, que se había corrido con mis caricias. Yo a todo esto me encontraba a punto de correrme en los pantalones, de lo que había disfrutado acariciando a mi madre, por lo que sin sacar la mano de aquel sitio, me bajé la cremallera y comencé a masturbarme, no teniendo que meneármela mucho para correrme, y aunque procuré que no se me cayera ninguna gota, un par de ellas cayeron sobre los pantys de mamá. -¡Ostras!, ¿y ahora que hago?, pensé yo. -Voy a por una toalla y la limpio antes de que despierte.- Cuando me dirigí al cuarto de baño para coger una, en el pasillo me encontré con mi hermano. -¡Luis!, ¿qué haces ahí?.- -¿Y tú, Alberto?, ¿qué haces con la polla fuera y una mano llena de leche?. -¿No me jodas que has estado expiándome?,- yo me supuse lo peor. -Pues claro, lo he visto todo, he visto como has estado marraneando con mamá, ¡eres un guarro!, ¿no te da vergüenza?.- -Esta bien Luis, a mí me da vergüenza y soy un guarro, pero tu explícame cómo has estado expiando sin decir nada y me lo has permitido, y para colmo, ¿qué explicación me das al pedazo de bulto que sobresale por tu bragueta?. - ¡Cooooño!, no me había dado cuenta.- contestó mi hermano. - Bueno, no me des explicaciones, que ya me las imagino y ayúdame a limpiar a mamá.- Así lo hicimos y con ayuda de la toalla me limpié primero yo, y después quitamos las gotas de leche que habían caído sobre mi madre, lo mejor que pudimos. - ¡Joder Alberto, ya podías haber tenido más cuidado!. Dijo mi hermano. - Lo he intentado Luis, pero no veas lo que he disfrutado acariciando a mamá, además, ¿no sé si mientras expiabas, te has dado cuenta de que ella también a gozado lo suyo?.- - ¿Tú que crees?, me lo dijo señalándome a su todavía abultado paquete. -Ya veo, ya.- - Por cierto, ¿cómo es que no has aprovechado para tocarle las tetas?, desde aquí parecen preciosas. - Porque con la emoción ni me he acordado, pero ahora que lo dices aprovecha tú para tocárselas un poquito y así ya estamos los dos empatados.- No había tenido tiempo de terminar de decírselo, cuando Luis, con mucho miedo, comenzó a desabrochar la bata de mi madre por la parte del pecho, y cuando con ello se quedó ante nuestra vista su sujetador de encaje, que apenas podía abarcar sus hermosas tetas, casi nos caemos de culo, para colmo, sus pezones sobresalían del sujetador ya que permanecían erectos, seguramente a causa de mis caricias anteriores. No tardó mi hermano en introducir una de sus manos entre la bata y comenzar en acariciárselas con deseo, incluso se permitió intentar bajar un poco el sujetador para poder notar el tacto de sus tetas mejor, y cuando consiguió dejar una medio al aire, la acarició diciendo. - ¡Ostras qué cosa más rica!.- Desgraciadamente y cuando yo me proponía acariciar el otro pecho de mi madre, ésta pareció empezar a despertarse, y ambos nos dimos un susto de muerte, saliendo corriendo inmediatamente sin darnos tiempo a poner la bata de mi madre en su sitio original. Cuando mi madre abrió los ojos, mi hermano y yo estábamos sentados cada uno en un sillón, con cara de no haber roto un plato en la vida. -¿Ya te has despertado mamá?.- -Sí Alberto.- Y como si hubiese notado algo extraño se miró y se dio cuenta de que tenía la bata medio abierta a la altura del pecho, el sujetador movido de tal manera que uno de sus pechos se encontraba a la vista, y la parte de debajo de la bata subida de tal forma que se veían completamente sus bragas.
Todavía no había salido de su asombro, cuando notó unas sensaciones en su cuerpo extrañas, le parecía notar sus pezones erectos y su coño húmedo, y todavía medio dormida preguntó. - ¿Por qué tengo así la bata?.- - Tú sabrás mamá, dije yo. - Si lo pregunto es por qué no lo sé. - Bueno pues tú sabrás qué clase de sueños has tenido. - ¿A qué te refieres Alberto?, yo no me acuerdo de ningún sueño. Y al terminar de decirlo ella misma cayó en la cuenta de que tal vez había tenido un sueño erótico y eso explicaba la sensación de humedad de su coño y el estado de sus pezones. - Pues si no has estado soñando yo no se lo que has estado haciendo mamá. - ¡Explícame!, ¿Qué he estado haciendo?, se puso colorada como un tomate. - Pues estábamos Luis y yo aquí tan tranquilos, cuando de repente, has empezado a acariciarte y a decir cosas. - ¡Dios mío!, ¿qué clase de caricias y qué clase de cosas he dicho?. Cada vez se encontraba más ruborizada, y entre que estaba recién despertada y la situación en la que se encontraba, No sabía como reaccionar. - Pues has empezado levantándote la falda, y has comenzado a acariciarte la entrepierna y después gemías.
Mi madre al oírme se puso aun mas colorada si cabe, y sólo pudo decir.
- ¿Y cómo no me habéis despertado?. - Lo hemos intentado mamá, pero estabas durmiendo profundamente, además enseguida nos hemos dado cuenta, de que lo estabas pasando bien, ya que mientras tratábamos de despertarte, te has metido la mano por debajo de la braga, y has seguido acariciándote cada vez más fuerte.
Mi madre me escuchaba a punto de que le diera un pasmo, y añadí.
- Además cada vez gemías más, y a veces decías cosas como, follamé y métemela más fuerte, hasta que por fin incluso comenzaste a acariciarte los pechos. -¡No sigas contando hijo mío!, ¡qué vergüenza Dios mío!, ¿cómo me ha podido pasar esto a mí?.
Yo quería aprovechar la situación para llevarla hacía donde a mí me interesaba y proseguí.
Pero mamá no debes sentir vergüenza, ¡si hemos visto que estás muy buena!, has tenido un sueño erótico y ya está. - Mi madre me escuchó y no sabía si agradecer el piropo de que estaba muy buena o matarme a palos.
Además, es como si Luis y yo hubiéramos tenido una clase de educación sexual, ¿y con quién mejor que con nuestra madre?, ¡te podemos asegurar que no hemos perdido detalle!. Y añadí.
Por cierto mamá, nosotros no queremos meternos en tu vida sexual, pero hemos visto que tenias unas manchas de semen en los pantys y nos imaginamos que antes de venir a casa has tenido una aventurilla, ¿no es verdad?.
Mi madre a poco se cae de culo e inmediatamente se miró los pantys y observó que efectivamente las manchas estaban allí, lo que la hicieron quedarse perpleja y enmudecida, pues que hubiera tenido un sueño erótico era relativamente normal, pero que hubiera unas manchas de semen en sus pantys, cuando ella sabía perfectamente que no había motivo a ello, era más de lo que su cabeza podía procesar en esos momentos tan confusos.
- ¡Hijos míos, yo os juro que no sé qué hacen esas manchas ahí!.- - Mamá no tienes de que preocuparte, nosotros te comprendemos, hoy hemos comprobado lo buena que estás y la suavidad de tu cuer..... En esos momentos me di cuenta de que había metido la pata, ya que al decir aquello último, me había descubierto yo mismo, y había reconocido que había tocado su cuerpo, por lo que antes de que ella pudiera decir nada añadí. - Perdona mamá, es que no te hemos contado toda la verdad, y es que cuando te hemos visto acariciarte nos ha dado mucha alegría ya que hemos visto que te lo estabas pasando muy bien, y al final viendo que te costaba mucho acabar, te hemos ayudado un poquito, y te hemos acariciado algo los pechos, ¡pero sólo para ayudarte!, y por eso sabemos el cuerpo tan suave que tienes. Mi madre al oír esto último se quedó alucinada, su cara se descompuso y el color de su cara no podía estar más colorado, hasta que pasado un tiempo y mientras mi hermano y yo la mirábamos con cara angelical, como si efectivamente todo lo que habíamos hecho era para "hacerle un favor". - ¡Vosotros soy unos guarros!, nos gritó. - ¡Habéis estado mirándome mientras me acariciaba, por culpa del sueño que he debido tener!, ¡y para colmo habeís tenido la desvergüenza de sobarme los pechos mientras dormía!, ¡esto no os lo perdonaré en la vida!.
Y como si una luz se hubiese encendido en su cabeza, se miró los pantys, después alzó la vista, y nos miró con cara preocupada, diciéndonos.
Por cierto, estas manchas, ¿podríais explicarme realmente de qué son?. - Y es que ella sabía perfectamente que había llegado a casa sin ninguna, y no quería ni imaginarse a que eran debidas realmente. - Ya te hemos dicho mama, que a nosotros no tienes que danos explicaciones sobre tu vida sexual.- Contesté yo disimulando. - ¡Alberto!, ¡no intentes tomarme el pelo y dime de una vez qué es lo que ha pasado.- - Esta bien mamá. Todo lo que te hemos dicho es verdad, pero lo que pasa es que, aunque nosotros no lo habíamos pretendido, y puedes creer que al principio no queríamos ni mirar, te vimos acariciarte, y como he dicho antes descubrimos que estás muy, pero que muy buena, y sin darnos cuenta nos excitamos un poco, y para colmo cuando "tuvimos" que acariciarte las tetas para ayudarte a correrte, nos excitamos de tal manera que no tuvimos más remedio que masturbarnos, y se nos escaparon unas gotitas. - ¡Dios mío!, ¡os habéis vuelto locos!, ¿que os habéis masturbado encima mía?. - Bueno mamá, tú también lo has hecho. - ¡¡¡Pero yo ha sido mientras dormía!!!. Tras una pausa mi madre decidió terminar la conversación, y se fue a su habitación, Luis y yo nos quedamos preocupados, aunque después de todo lo que había pasado, podíamos dar gracias, de que no habíamos recibido ningún castigo de mi madre, por lo que después de todo, estábamos contentos, y nos había merecido la pena el enfado de mamá, en comparación a lo que habíamos disfrutado antes. La tarde transcurrió, y mi madre cada vez que se cruzaba con nosotros por la casa, nos miraba con cara enfadada, pero cuanto más tiempo transcurría, su cara mejoraba, y ya al final parecía hasta sonreírnos.
Cuando llegó la hora de la cena, nos extrañó ver que nos había preparado nuestra comida favorita, ya que pensábamos que con el disgusto que le habíamos dado, se nos iban a acabar durante una temporada las cosas buenas y sin embargo además de la buena comida, nuestra madre estuvo charlando con nosotros como si nada hubiese pasado, y hasta me pareció ver que de vez en cuando se le escapaba alguna sonrisilla.
Después de la cena estuvimos viendo la televisión, hasta que cuando llegó la hora de acostarnos, mi madre dijo. - ¡Bueno, es hora de acostarse!, creo que esta noche voy a tener que tomarme otro montón de pastillas para el dolor de cabeza, no sé porqué, pero está empezando a dolerme otra vez. ¡Hasta mañana hijos míos!, portaros bien.
No sabía porqué, pero aquella ultima frase de "portaros bien", me sonó a recochineo, pero pensé que después de todo mi madre había decidido tomarse lo que había pasado con humor.
- ¡Hasta mañana mamá!, que duermas bien. -¡Eso espero!.- Mi hermano y yo nos quedamos viendo la televisión un rato, hasta que Luis me dijo. - ¿Hay que reconocer que nos lo hemos pasado bien, ¿no es verdad?. - Sí, Luis, yo creo que demasiado bien, yo ahora mismo estoy viendo la televisión y no me entero de nada, no hago otra cosa que acordarme de las bragas de mamá. - ¡Pues anda que yo!, y eso que yo no he tenido tiempo de tocarle el coño como tú, ¡que envidia me das!. - ¡Pues no sabes lo que te has perdido!, lo tenía caliente y húmedo, y tenía un tacto, ummm. - ¿Te acuerdas de lo que ha dicho mamá antes de acostarse?- - ¿El qué?.
- Pues que iba a tomarse otro puñado de pastillas para el dolor de cabeza?. - ¡No estarás pensando en...!. - Pues sí, yo creo que no vamos a tener otra oportunidad como ésta, y además no creo que se entere. - Luis, que de la anterior nos hemos salvado de milagro. - Pero, mereció la pena ¿verdad?. - ¡Y que lo digas!, ¡qué narices!. Nos levantamos del sillón, y como si fuéramos a robar o a cometer cualquier delito, nos dirigimos sigilosamente hasta la habitación donde se encontraba descansando mamá, una vez allí, y con pánico en nuestro cuerpo por si acaso todavía no le habían hecho efecto las pastillas, encendimos la lamparita de la mesita de noche. Respiramos tranquilos cuando vimos que efectivamente parecía dormir profundamente, no obstante todos nuestros movimientos eran sigilosos.
Luis traqueteo un poco a mamá para asegurarse de que dormía profundamente, y hasta preguntó en voz alta "¿mamá estas dormida?", y por supuesto no tuvo respuesta, "¡menos mal!", pensé aliviado. - Alberto, baja la sábana que podamos verla. - Voy.-
Lo hice lentamente, todavía con miedo, y cuando la quité completamente, nos quedamos de piedra, ya que vimos que dormía sin camisón y solo llevaba su ropa interior, la cual era mucho más bonita que la que habíamos visto antes.
Su sujetador y sus bragas blancas eran semitransparentes, y a través de ellos podíamos ver sus rosados pezones y su negro coño, casi como si no llevara nada.
Yo vi a mi hermano mirar con ojos lascivos, y casi cayéndosele la baba, pero pensé que si él me miraba a mí, vería con seguridad la misma cara, ya que mi madre tumbada allí con aquellas prendas, estaba para levantársela a un muerto.
¡Ostras!, qué buena que está, Alberto. - Ya la veo, ya, parece que está más buena que esta tarde. - Pues a mí ya se me esta poniendo la picha dura. - A mi ya hace rato que se me puso, Luis. - Bueno Alberto, abra que empezar, ¡vamos a acariciarle las tetas. Efectivamente comenzamos a acariciarle los pechos por turnos, primero Luis y después yo, no tardamos en subir su sujetador para poder sentir su carne, y con tanta ansia lo hacíamos, que casi nos peleamos por poder acariciarla, hasta que decidimos dedicarnos cada uno a un teta. No tardaron los pezones de mi madre en ponerse erectos.
¡Mira Alberto!, parece que ya comienza a gozar. - ¡Vamos a chupárselos que seguro que le da más placer!.
Así lo hicimos, y oímos los primeros gemidos de mi madre, no había duda que dos bocas lamiéndole los pezones debían estar provocándole un gran placer, ¡aunque fuera durmiendo!. Cuando por fin decidimos cambiar de sitio y buscar lo que más deseábamos en esos momentos, levantamos la cara de sus pechos y cuando miramos hacía abajo, nos miramos extrañado, ya que las piernas de mamá parecían estar mucho más abiertas que antes. - ¡Hemos tenido suerte, Alberto!, ¡así será más fácil acariciarle el coño!. - Sí Luis, pero yo no me he dado cuenta de que mamá tenía las piernas así de abiertas. - Tranquilo, durmiendo todo el mundo se mueve, además con la sesión que le hemos dado en las tetas, seguro que en estos momentos está soñando que se la está follando un tío guapo. - ¡Tienes razón Luis!, es que todavía estoy asustado.
Yo efectivamente estaba asustado, pero me encontraba más excitado que lo anterior, y mi hermano más todavía, sobre todo ahora que había comenzado a introducir su mano por debajo de la braga de mi mamá.
- Ummm. Dijo Luis. - Ummmm. Gimió mi madre. - ¿A que da gusto acariciárselo?. Dije yo. - ¡Joder , qué cosa tan rica!. - Pues aprovecha que luego voy yo. - Espera, espera, tú mientras acaríciale las tetas. - Bueno, pero ya sabes que yo también quiero acariciarle el coño. Así estuvimos bastante rato y a mi madre cada vez se le escapaban más gemidos de placer, ya que mis masajes en sus pechos y las caricias de mi hermano en su coño, debían estar dando efecto, de ello no tenía yo ninguna duda sobre todo viendo relucir la mano de Luis a causa de la humedad vaginal que se había pegado en la misma.
Al cabo del rato pude convencer a mi hermano para intercambiar los papeles, y así él se dedicó a los pechos de mi madre y yo me dirigí a su coño, comprobando que efectivamente se encontraba empapado.
- ¡Joder Luis, qué caliente me la has dejado!. - ¡Pues tú no veas como le has dejado los pezones!, ¡parecen clavos!. Continuamos con nuestras caricias y los gemidos de placer de mi madre eran cada vez más fuertes. - Ummm, ahhh, ummm, ahhhhh. -¡Alberto!, parece que mamá está a punto de correrse. - ¡Pues yo no veas!. - ¡Yo me la voy a sacar!. - ¡Yo también!, pero ten cuidado dónde te corres.
- Y tú igual. Efectivamente mientras seguíamos acariciando a nuestra madre, Luis y yo comenzamos a masturbarnos, de tal manera que cuando ella dio sus espasmos que nos convencieron de que se había corrido, de nuestras pollas comenzaron a brotar sendos regueros de semen, que no pudimos evitar que mancharan el estomago y las piernas de mi madre, la cual a pesar de estar dormida pareció notar que algo húmedo le había caído encima y volvió a gemir levemente de placer.
Rápidamente limpiamos lo que pudimos con una toalla y pusimos la sabana en su sitio, apagamos la luz y nos fuimos a acostar, no sin antes dar un beso de buenas noches a nuestra madre, aunque cuando yo se lo di, me pareció ver una extraña sonrisa en sus labios. A la mañana siguiente, mientras desayunábamos, mirábamos a mamá sonriendo y como si hubiésemos pasado la noche durmiendo como dos angelitos, ella parecía también estar alegre.
- ¿Has dormido bien mamá?, parece que con las pastillas se te fue el dolor de cabeza y dormiste a gusto, ya que pareces alegre esta mañana. - Pastillas, ¿qué pastillas?, anoche se me olvidó tomarlas. Mi hermano y yo nos miramos angustiados, parecía que una losa de mármol había caído sobre nuestras cabezas, no comprendíamos lo que pasaba.
- ¿Qué pasa, por qué me miráis así?.
- No es por nada mamá, es que cuando fuimos a darte el beso de buenas noches, nos pareció verte dormir profundamente. - ¡Qué va!, si yo tengo el sueño muy ligero, si me acuerdo de cuando me disteis el beso. Mi hermano y yo nos miramos aterrorizados, seguíamos sin comprender nada, pero pensábamos, que mi madre se había despertado justamente cuando le dimos el beso, pero que no se acordaba de nada de lo anterior. Eso sí, una terrible duda pendía sobre mi cabeza, si no se había tomado las pastillas, ¿cómo narices no se había despertado con nuestras caricias?.
El caso es que mi madre cambió de conversación, hablándonos de otro tema, y Luis y yo asustados todavía por la sorpresa, le seguimos la corriente sin seguir indagando.
Mientras charlábamos, nos dimos cuenta de que muchas veces, mamá nos miraba y se sonreía, lo cual nos dejaba perplejos, pero Luis y yo no sabíamos como interpretar aquella sonrisa y nos limitábamos a mirarnos entre nosotros extrañados. Así continuó el día hasta que pasadas un par de horas, mi madre dijo que tenía que ir a comprar a una tienda.
- ¿Os parece bien que vaya con este vestido?.- - ¿Por qué nos va a parecer mal?.- La miramos extrañados ya que era un vestido normal, y ella nunca nos preguntaba sobre la ropa que debía llevar puesta. - No sé, me parece que este no me sienta bien. - Bueno, entonces ponte otro que te guste más. - Está bien voy a por otro. Cuando nos dimos cuenta mi madre desapareció y volvió al instante con otro vestido bajo el brazo, y ante nuestra asombrada mirada se quitó el que llevaba, quedándose en ropa interior.-la misma que llevaba la noche anterior.- y comenzó a ponerse el otro vestido. Una vez terminado dijo como si hubiese hecho la cosa más normal del mundo.
- ¿Qué os parece?, ¿me sienta este mejor?. - Parece que así vas más guapa.- contestamos los dos casi tartamudeando.
No sé, no sé, me parece que tengo otro mejor, esperar un momento. Y ante nuestra alucinada mirada, volvió a desaparecer, y aunque tardó un poco más que antes, volvió otra vez con otro vestido bajo el brazo. Antes de que pudiéramos reaccionar, mamá volvió a quitarse el vestido que llevaba, pero esta vez, cuando vimos su ropa interior nos quedamos de piedra, ya que se había cambiado de la misma, y ahora llevaba otra de color negro muy sexy. Luis y yo, nos miramos sorprendidos aunque rápidamente volvimos a mirar a mamá ya que nos encantaba lo que veíamos por mucha extrañeza que no diera. Ella mientras, nos miraba sonriendo y transcurrido un tiempo sin ponerse el nuevo vestido que había traído dijo.
Bueno, para qué me lo voy a poner, si realmente lo que me estoy probando es la ropa interior. - Nosotros la miramos sorprendidos sin poder articular palabra.
¡Pues claro!, ¿es que creéis que no sé lo que realmente queréis ver?, sí, no pongáis cara de buenos y desentendidos, que anoche bien que me estuvisteis mirando en ropa interior. Bueno y además de mirar también... Estábamos mudos y sin saber que decir, mi madre no había terminado la frase y no sabíamos si ella había dado a entender que estaba despierta cuando la acariciábamos o, si sólo sabía que la habíamos mirado.
El caso es que por muy de piedra que estuviéramos escuchándola, nuestra frialdad se derretía por momentos, cuando nuestros ojos recorrían su cuerpo apenas cubierto por su sujetador y bragas negras. - ¿Parece que me miráis mucho?, ¿os pasa algo?. ¿Es que no tuvisteis ayer y anoche bastante?, pero decirme algo, no os quedéis embobaos, decirme por lo menos qué ropa interior os gusta más. - Las dos nos encantan mamá, para que vamos a decir otra cosa, ¡estás buenísima!.- al fin pudimos decir. - Bueno hijos míos, vosotros ya habéis disfrutado, ¡vaya si lo habéis hecho!, ahora me toca a mí ver algo, ¡a ver si sólo vais a ser vosotros los que podáis hacerlo!. - A qué te refieres mamá. - A que igual que vosotros habéis disfrutado de lo lindo viéndome desnuda, ¡vaya que si lo habéis hecho!, yo quiero veros a vosotros, eso sí, sin ningún animo lascivo, igual que vosotros me miráis a mí, claro. Lo dijo guiñándonos un ojo.
Mi hermano y yo como si de ordenes se tratara, comenzamos a desnudarnos, y cuando nos quitamos los pantalones, en seguida quedó de manifiesto nuestras erecciones, que apenas podían tapar nuestros slips.
- ¡Ya veo que me miráis con ojos de hijos y no con lascivia!, ¡Vaya paquetones que lleváis los dos!.- - Perdónanos mamá, ha sido sin querer. - Si queréis que os perdone, bajaros también los slips. - ¡Vaya pedazo de pollas que se os han puesto!.- Dijo cuando así lo hicimos. - Mamá, es que estas hay con tu ropa interior y no podemos evitarlo.
- ¡Por fin puedo ver las pollas que dos veces me han manchado de semen!, una mientras dormía y otra mientras fingía hacerlo.
- ¡Mamá no será verdad que anoche estabas despierta!.
- Sí hijos míos, ¿os creéis que me iba a dejar engañar dos veces. - ¿Entonces...?, cuando te acariciamos estabas despierta. - ¡Pues claro!. - Y cuando te corriste, también estabas despierta. - Por supuesto, ¡Hacía tiempo que nadie me hacía gozar tanto como vosotros lo hicisteis!, pero antes de que os animéis, ¡soy vuestra madre y lo que habéis hecho está mal!, ¡tengo que castigaros!. - Haremos lo que digas, nos lo tenemos merecido. - Vais a estar mirándome los dos sin poder tocarme ni tocaros vosotros mismos, y haréis cuanto os diga. - Sí mamá. Mi madre, comenzó a moverse voluptuosamente, y a acariciarse ella misma, al mismo tiempo comenzó a quitarse sus prendas de la forma más erótica que podía imaginarse. Se sentó en el sofá frente a nosotros que permanecíamos de pie, y comenzó a masturbarse mirándonos a la cara.
Luis y yo creíamos morir de excitación, y luchábamos por no saltar hacía mi madre ni por masturbarnos, ya que ella nos lo había prohibido, pero nuestras pollas ardían en deseo de desfogarse, y no sabíamos cuánto tiempo podríamos aguantar. - Ummmm, ahhh, ummm, ¡hijos míos me estoy corriendo!, ummm, ¡cómo estoy disfrutando!, ahhhhhhhhh. - Nosotros la mirábamos con ojos implorantes, pero ella seguía masturbándose gozando cada vez más, mientras nosotros sufríamos por no poder acariciarla.
- ¡Me corro, me corro, me coooooooooorro!, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.
Mi madre se corrió de una manera bestial ante nuestra presencia, y cuando descansó un poco de su orgasmo, se levantó del sofá y dijo.
- ¿Qué?, ¿cómo estáis?, ¿habéis disfrutado mirándome?. - No te lo puedes ni imaginar mamá, pero por favor levántanos el castigo que nos duelen los huevos de tanta excitación y de alguna manera tendremos que desfogarnos, ¡no nos castigues más!.
- ¡De ninguna manera os voy a levantar el castigo!, ¡soy vuestra madre y tengo que enseñaros el buen camino¡.- Tras decir esto, se tumbó en el suelo y dijo. - Alberto, ven aquí y chupame el coño, ¡y os estáis los dos con las manos quietas!, ¡que ninguno se le vaya ocurrir tocarse la polla!.
Yo obedecí y me puse a chupar su húmedo coño, que no tardó en pasar de la humedad a estar chorreando.
- Ummmm, ahhhhhhhhhh, ¡Alberto, que bien lo haces, hijo mío!, acabas de empezar y ya estoy a punto de correrme.
Efectivamente yo notaba como ella estaba gozando como una loca, pero mi cuerpo gozaba de la misma manera que el suyo, ya que notar su coño en mi boca, me daba un placer inmenso.
- Ahhhhhhhhhhhh, ¡me cooooooorro!. Gritó mientras con sus manos me cogía la cabeza, no fuera a apartar mi lengua de su coño en esos momentos en los que se corría.
- ¡Luis!, ¿a qué esperas para tomar el lugar de tu hermano?.
Y Luis me apartó, y se encargó de nuevo de lo que yo había estado lamiendo momentos antes.
- No sé si será por lo cachonda que estoy ya, pero parece que tú lo haces casi mejor que tu hermano, ¡joder qué placer me estás dando hijo mio!. Ahhhhhh, ummmmmmmmmmmmm, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. No tuvo que pasar mucho tiempo, cuando por fin mi madre comenzó a dar alaridos de placer que debieron traspasar las paredes de la habitación, y se corrió en la boca de mi excitado hermano. - Bueno, ¡yo me he quedado en la gloria!, vosotros como estáis castigados os aguantáis, ¡vamos a vestirnos y ya se ha terminado todo!.
- ¡Que ya se ha terminado todo!. Bramamos mi hermano y yo al unísono.
- ¡¡¡Ve preparando otro castigo más grande!!!, ¡¡¡ahora sí que vamos a hacer algo malo!!!.
Mi madre nos miró, entre asustada y divertida y dijo. - ¿Qué pretendéis?.- - ¡Te vamos a follar quieras o no quieras!. - ¡Que soy vuestra madre!. - ¡Eso se lo dices a la polla que nos has puesto!. Entre los dos, y con mi madre haciendo tímidos esfuerzos por evitarlo, volvimos a tumbarla en el suelo, y mientras ella decía "no, no, no,", mi hermano Luis fue el primero en comenzar a penetrarla, mientras yo le acariciaba sus hermosas tetas, cuyos pezones cada vez más, volvían a ponerse erectos.
- ¡No Luis, no hagas eso!.
- ¡Hay mamá, qué calentito tienes el coño!.
- Hijo mío, ¡qué grande te siento la polla!, pero sácala que soy tu madre. - Ahhhh, mamá que gusto me estás dando.
- Y tú a mí hijo mío, pero para por favor, que me está gustando demasiado... Yo observaba como la polla de mi hermano entraba y salía cada vez con más fuerza del coño de mi madre, la cual ya había dejado de "resistirse" por completo, y cada vez gemía con más fuerza.
No pasó mucho tiempo cuando vi a mi madre dar espasmos de placer, y a mi hermano gritar como si estuviera poseído, y cuando por fin mi madre dio señales de haber tenido un terrible orgasmo, Luis sacó su polla y regó de leche el cuerpo de mamá.
Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ¡hijo mío. Has hecho que me corra!. Después ella me miró a mí como suplicando que ya tenía bastante y que no tenía fuerzas para gozar más, pero yo apunté con mi polla en dirección al todavía ardiente coño de mi madre, y comencé a introducírsela lentamente, notando la gran humedad que lo invadía por completo. Todavía no se la había introducido toda, cuando ya empecé a notar el gran placer que la estaba llenando.
¡Ay, Alberto, que me vas a matar de gusto!, córrete pronto y no sigas follándome, que soy capaz de morirme. - ¡Yo soy el que se muere si no te folla, mama!.
Continué haciéndole el amor lo mejor que sabía, notando cómo se deshacía de placer entre mis brazos, y a cada embestida de mi polla no cesaba de gemir de placer, incluso hubo veces que me pareció que se le escapaban las lagrimas de tanto gozar.
Yo mientras la penetraba, sentía su coño abrazando mi polla, y sentía un placer inmenso, pero mi mayor placer era notar como mi propia madre estaba gozando con mi polla de aquella manera tan brutal, y cada vez que la escuchaba gemir de placer, se me erizaban hasta los cabellos de gusto.
Por fin cuando mi madre comenzó a dar unos terribles espasmos y cuando noté sus uñas clavarse en mi espalda, me corrí dentro de su coño, gritando.
-¡¡¡Toma mi leche, mamá!!!,
- Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ¡Gracias hijos!, ¡ESTAIS PERDONADOS!