Perdiendo la cordura

—Nadie va a acercarse al parque con este tiempo, me encanta tenerte dentro, no dejes de follarme suegri –que me llamara así me ponía aún más

Eran más de las diez y aún no había cenado, acaba de salir de mi despacho hacia unos minutos y hasta entonces no había sido consciente de lo tarde que era.

De repente me moría por llegar a casa, pero apenas podía avanzar con el coche entre las calles del centro, fuera llovía a cantaros y al ser viernes por la noche estaba todo intransitable. Paré en un semáforo y entonces la vi.

Esa chica estaba sentada en un columpio de un pequeño parquecito, empapándose bajo la lluvia, meciéndose tristemente. La escena era sobrecogedoramente triste, bajé la ventanilla para verla mejor y en ese instante, nuestras miradas se encontraron unos segundos antes de que volviera a bajar la cabeza y los de atrás me pitaran, el semáforo se había puesto verde.

Arranqué, pero no fui capaz de alejarme, no después de haberla reconocido. No podía dejarla allí bajo la lluvia. Encontré un hueco, bajé del coche y me empapé en un instante, mucho antes de llegar frente a ella.

—Claudia, ¿qué te pasa?

—Tenía la esperanza de que no me hubieras reconocido.

Claudia había sido la novia de mi hijo hasta hacia un año, hasta que él la dejó por la hija de una amiga de su madre, mi ex.

— ¿Qué haces aquí? estas empapada y vas a coger una neumonía.

—No pasa nada, preferiría estar sola, solo he tenido un mal día. Ya has hecho la buena acción del día, puedes irte tranquilo a casita.

—No voy a dejarte aquí bajo la lluvia.

— ¿Porque no puedes simplemente mirar hacia otra parte y pasar de todo, como hacías siempre cuando las cosas se ponían mal?

—Claudia, yo no sabía que te engañaba

—Tu mujer sí, me lo dijo ella misma regodeándose en ello, disfrutó cuando tu hijo me jodió. Siempre me odió

—Yo no –le aclaré sintiéndome ridículo mientras me empapaba.

Ella parecía decidida a no moverse de ese puto columpio y por un momento pensé que quizás debería dejarla en paz con sus demonios. Pero en cambio me senté a su lado en un banquito y le dije:

— ¿Porque estás aquí sola con la que está cayendo?

— ¿Porque no tengo a donde ir joder, eso querías oír? –se echó a llorar desconsoladamente.

—Vamos a mi coche al menos…

—No quiero que me salves de nada… vete ya, porque iba a importarte ahora, si ni siquiera me mirabas cuando pasaba casi todos los días en tu casa.

—Cuéntamelo Claudia y yo decidido si me voy o me quedo. –quería decirle que mentía, que si la miraba, más de lo necesario, pero en ese momento no venía al caso.

—Hoy he terminado en mi trabajo y para colmo, mi compañera de piso ha decidido que quiere que su novio se mude a vivir con ella y yo sobro, o sea que me he quedado sin trabajo, sin casa y sin amiga, todo el mismo día. –hablaba atropelladamente sin parar de llorar.

—Vaya, sí que has tenido un mal día. –le dije mirándola, sin atreverme a volver a acercarme. Había dejado de balancearse y temblaba de frio.

Durante unos segundos volví al pasado, al tiempo en el que esa chiquilla se paseaba libremente por casa, volviéndome loco de deseo con su juvenil cuerpo curvilíneo, sus rizos cobrizos, sus enormes ojos sinceros y esa boca grande, de labios carnosos, con la que soñaba despierto. Me sentía tan mal, por desear a esa chiquilla en silencio, que decidí alejarme lo más que pude de ella, evitándola continuamente. Siempre me había sorprendido el deseo que despertaba en mí, incluso ahora, temblando de frio, en medio de esa vorágine de acontecimientos tristes, que la mantenían en ese estado, mientras ella me contaba todo, yo no podía evitar ser demasiado consciente de sus pezones duros bajo la camiseta mojada, pegada a sus generosas tetas… y volvía a sentirme un degenerado por ello, como entonces.

—Claudia de verdad, estas temblando de frio. Dime que quieres que haga para que entres en razón y termines con esta locura que te llevara a un hospital con una neumonía

— ¿De verdad quieres ayudarme? ¿Esta vez no vas a mirar hacia otra parte? –su voz de repente me pareció más sexi y juguetona

Estaba inclinado hacia adelante sentado y levanté el torso y la cabeza cuando vi sus pies frente a mí.

—Claro que quiero ayudarte

Para mi sorpresa en un grácil movimiento se sentó en mí regazo, apoyó su cuerpo en mi pecho y abrazándose a mí dijo:

—Pues abrázame, tengo frio

—Claudia, vamos al coche, necesitas entrar en calor.

—No, aquí estoy muy bien –se colocó a horcajadas y volvió a abrazarme.

De repente dejé de notar la lluvia, el frio… nada que no fuera la cercanía de su cuerpo. Nos miramos unos segundos y de nuevo esa chiquilla me dejó literalmente sin aliento. Bajó la cabeza y pasó su lengua por mis labios.

— ¿Qué haces Claudia?

— ¿Tu qué crees? –dijo besándome

Juro que intenté ser el cuerdo en esa locura, intenté obviar el cadencioso vaivén de sus caderas, pero su lengua juguetona fue la gota que colmó el vaso. Es solo un beso, pensé antes de aferrar su nuca para atraerla, para devorar esa ansiada boca.

—Quiero más suegro –dijo retorciéndose sobre mi regazo, frotando su sexo contra mi erección.

— ¿Que más Clau? –rendido a la evidencia de mi excitación.

—Fóllame

— ¿Aquí, ahora? –casi me da algo al oír su petición y ver su mirada enfebrecida.

—Esto es una locura, Clau

—Si –contestó buscando la cremallera de mi pantalón, echándose un poco hacia atrás en mi regazo, para maniobrar.

Liberó mi sexo duro, como nunca y volvió a besarme con pasión, mojando mis labios, mordiéndome, lamiéndome, enloqueciéndome de deseo desenfrenado mientras su mano tallaba mi polla.

Sin control metí mis manos bajo su larga falda arremangada, aparté la braguita a un lado y pasé mis dedos entre los pliegues de su sexo, estaba mojadísima y eso me puso aún más cachondo. Aparté su mano de mi polla, la empujé con mis dedos y busqué entre sus pliegues la entrada. Ella movió las caderas y poco a poco fue clavándose en mi mástil, mirándome, gruñendo a cada centímetro, mientras yo intentaba controlar el placer que me daba sentirme apretado por su estrechito coñito, húmedo y caliente

—Van a vernos –realmente estaba demasiado excitado para importarme eso.

—Nadie va a acercarse al parque con este tiempo, me encanta tenerte dentro, no dejes de follarme suegri –que me llamara así me ponía aún más

La agarré del culo prieto y la ayude a cabalgar sobre mi mástil, clavando mis dedos en su carne, subiendo las caderas, golpeando nuestros sexos con dureza y necesidad.

Su cuerpo se tensó un segundo antes de decirme entre jadeos que se corría, apenas podía soportar los espasmos de su orgasmo y entre jadeos me dijo:

—No pares Román, lo quiero todo… córrete –dijo entre jadeos

La agarré de la cintura y clavándola aún más, noté el primer chorro estrellarse en su vagina, un segundo y un tercero me hicieron bramar mientras me vaciaba en su interior alargando su orgasmo.

Mientras notaba su agitada respiración y su cuerpo desmadejado sobre mi pecho, recapacité y solo entonces fui consciente de lo que acaba de suceder. Yo, el hombre frio, paciente, templado y sosegado, había perdido el control con esa chiquilla allí en mitad de la calle ante todo él quisiera vernos. Porque a pesar de que el banco se veía menos desde la carretera desde donde yo la había visto, no era imposible ser visto por cualquiera que se acercara.

Un desagradable sonido me sacó de mis pensamientos, era un mensaje en su móvil y ella sin cambiar de postura lo leyó.

—Joder es la amiga a la que había llamado antes de que llegaras, está aparcando y viene hacia aquí.

Descabalgó con la misma rapidez con la que había cabalgado y a toda prisa nos colocamos la ropa.

—Ha venido rápido porque creía que estaba sola y tirada en mitad de la calle. –dijo a modo de excusa, pidiéndome entre líneas que me marchara.

—Será mejor que me vaya, llámame si necesitas algo –le dije pasándole un tarjeta con mi número.

No hubo tiempo de más, me crucé con su amiga mientras iba hacia mi coche. Nervioso puse el coche en marcha cuando las vi pasar juntas y meterse en el coche de su amiga.

Pasé el fin de semana dándole vueltas a lo sucedido y esperando secretamente que mi ex nuera llamara, pero no lo hizo.

No supe nada de ella, hasta que dos semanas después, en una comida de negocios mí hijo, comento distraídamente que se habían encontrado y habían hablado.

—Creo que no terminasteis bien, ¿ya lo ha olvidado?

—Le pedí perdón y le pareció bien olvidarlo todo. Tomamos un café y hoy comemos juntos, voy a invitarla a mi cumpleaños, ahora estoy de nuevo libre y no me importaría volver a tener algo con ella, aunque a mama le chirrían los dientes cuando oye su nombre.

—Ella querrá que vuelvas con Laura

—Y a lo mejor vuelvo, pero quiero disfrutar este verano antes de volver a atarme –dijo sin tapujos, sin darse cuenta de lo egoísta de su postura, para las dos mujeres con las que pretendía jugar.

No quería meterme en ese jardín, por más que la sangre me hirviera al saber sus intenciones y al ver esa semana como quedaban varias veces más.

—papa ¿puedes recoger a Claudia y traerla a casa mañana? –era su cumpleaños y había una barbacoa en mi antigua casa.

No encontré motivos entendibles para negarme y a las ocho esperaba en la dirección que mi hijo me había dado. Salí del coche y apoyándome en la puerta, esperé unos minutos hasta verla aparecer a lejos. Pude admirarla cuando se paró a saludar a unas chicas con las que se cruzó.

Iba vestida con un mono negro, de pantalón largo muy ancho, con los hombros al aire y anudado en la nuca, lo que debía sujetar la tela en su sitio. Se me secó la garganta al verla girar ligeramente y admirar su espalda desnuda, pero él no da más fue cuando se despidió con la mano de las chicas y pude ver el perfil de sus pechos por el lateral.

—Hola, no sabía que vendrías tú

— ¿Hubieras preferido a tu ex suegra o vuelve a ser suegra? –pregunte con acidez

—Sabes que no. Te prefiero a ti, aunque parezcas enfadado –intentó rebajar mi mordacidad

—No lo estoy

No volví a decirle nada en todo el camino, me irritaba ser tan consciente de su presencia, me cabreaba la necesidad que despertaba en mí esa chiquilla.

— ¿Estáis juntos de nuevo? –le pregunté llegando a la urbanización

—No, aunque supongo que él cree que hay alguna posibilidad, pero no la hay

—Si no la hubiera, no habrías vuelto –solté antes de controlar mi rabia.

— ¿Que te cabrea, volver a verme o el miedo a que salga a la luz lo del parque? –dijo seria

—No tengo que rendirle cuentas a nadie, estoy separado y lo estaba cuando sucedió lo del parque.

— ¿De verdad crees que no les importaría? –su tono había cambiado, ahora parecía querer jugar.

—Me la suda niña, haz lo que te plazca –contesté cabreado

—Perdona, solo era un juego, te vi picado… no voy a decir nada, lo siento por favor, hablemos, no te enfades, por fa, por fa –comenzó a sollozar.

Me metí en un desvío que no llevaba a ninguna parte, aun a medio urbanizar y paré el coche, me bajé y di la vuelta para ayudarla a salir.

—Ya está, no pasa nada, lo siento el juego se nos ha ido de las manos, no llores chiquilla

En ese momento sonó mi móvil y vi que era mi hijo, descolgué y mientras hablaba Claudia se abrazó a mí y apenas era capaz de seguir la conversación con mi hijo.

—Ya la he llamado y he quedado con ella, ahora voy –le dije acariciando su pelo

Colgué el móvil y Claudia se apartó, retrocedió dos pasos y se llevó la mano al nudo de tela en su nuca, lo deshizo ante mi atenta mirada y la tela resbaló por su torso, dejando sus preciosos pechos al aire, meneó las caderas y el resto de la tela cayó a sus pies. No podía apartar la mirada, hipnotizado por la visión, solo llevaba las sandalias de tacón y unas braguitas.

—Clau, esto sigue siendo una locura. No podemos…

—Si podemos. No es la primera vez, ni siquiera la primera vez en la calle –volvió a pegarse a mi cuerpo

Me besó apasionadamente restregando su cuerpo con el mío, me sentía como en una montaña rusa, hacía apenas unos segundos esa chiquilla me provocaba una infinita ternura viéndola sollozar y ahora mi polla palpitaba más dura que nunca notando su cuerpo, sintiendo sus labios, su lengua y viendo como las braguitas apenas abarcaban su precioso culo reflejado en el cristal del coche. Esa chiquilla era enloquecedora y una vez más perdí la cordura en ese cuerpo.

Aferré su culo pegando su pubis a mi erección, quería que supiera como estaba, mordí su labio inferior, lo chupe, lamí su cuello, sus tetas… arqueó la espalda jadeando cuando tiré de su pezón entre mis dientes y mientras gemía, metí mi mano dentro de sus braguitas y busqué la humedad entre los pliegues de su sexo. Froté su clítoris sin dejar de morder sus pechos y se corrió mojando mis dedos con sus juguitos, los saqué y los lamí sin dejar de mirarla enardecido. Ella aun temblando buscó la hebilla de mi pantalón, el botón, la cremallera y un momento después mi polla palpitaba en su mano. Estaba tan excitado que podía haberme corrido, pero quería más.

Le di la vuelta, pegué sus tetas al cristal y paseé mi falo por los pliegues mojados de su vulva, coloqué el glande en la entrada, la agarré de las caderas y fui metiéndosela despacio, agónicamente despacio hasta la mitad. Oyendo nuestros jadeos, disfrutando de cada milímetro ganado. Paré al límite y volví a buscar su inflamado clítoris, ella subió el trasero pidiendo más y de un solo golpe se la metí hasta los huevos. Aulló gimiendo y yo enloquecido empecé a follármela como un demente, cambiando de ritmo, de intensidad, pero sin parar hasta notar su cuerpo tensarse, el temblor que insinuaba su pronto orgasmo… y empujé con toda mi alma levantándola del suelo, sin salir empujé una y otra vez mientras ella aullaba corriéndose de nuevo y haciendo que me vaciara en su interior bramando como un loco.

Tardamos unos minutos en recomponernos, le di la ropa ayudándola mientras recuperábamos el resuello.

—Ojala no tuviéramos que ir –dijo de repente

—Tenemos que hacerlo pequeña

Llegamos a la fiesta ya en pleno apogeo y nos mezclarnos entre la gente, pero no podía evitar buscarla entre todos, nuestras miradas cómplices se encontraban y entonces recordaba lo sucedido y el deseo volvía a recorrer mi columna, permaneciendo en mi entrepierna.

—Esta noche, cuando vayamos a tomar esas copas, cae –oí que le decía mi hijo a un amigo junto a la barbacoa

A pesar de su frialdad y de considerar que ni se había portado bien con ella, ni su intención era buena, no pude evitar sentirme culpable y fuera de lugar, como usurpando un puesto que no me correspondía. A mi ex nuera le daba morbo la situación de tirarse al estirado de su suegro, casi era su venganza contra mi pasividad en otros tiempos. De repente me sentí a años luz de ellos. No busqué más su mirada cómplice, necesitaba recuperar la cordura y después de la tarta me despedí de mi hijo y de los más allegados evitándola.

Llegué a casa sabiendo que iba a arrepentirme mil veces cuando tuviera que verla de nuevo como mi nuera si mi hijo la convencía, pero sabiendo que en el fondo era lo correcto y natural. Me di una ducha y me metí en la cama a leer hasta que el sonido del móvil me sobresaltó.

—Román no digas nada, solo escúchame por favor, siento llamarte a esta hora, pero dijiste que podía llamarte cuando necesitara algo.

— ¿Que necesitas Claudia? –pregunte sorprendido por su tristeza

—a ti

— ¿Porque yo Clau?

—Por la manera en que me miras, por cómo me siento cuando me tocas

— ¿Dónde estás Clau?

—En la calle frente a tu casa –me levanté de la cama, corrí la cortina y la vi, de pie frente a mi casa con el móvil.

— ¿Cómo te miro Clau?

—Como si no quieras ver nada mas –me alucinó su respuesta

Bajé las escaleras a trompicones y abrí la puerta, ella cruzó sin prisas y entró en mi casa por primera vez.

Cerré la puerta, me senté en la silla de la entrada y mirándola, le pedí que se desnudara. Lo hizo con la misma gracia, que lo había hecho tan solo unas horas antes, en mitad de una calle desierta. La cogí de la mano y la llevé al baño, abrí los grifos, templé el agua y quitándole la coleta la induje a meterse bajo el agua. Ella sumisa aceptó mis peticiones silenciosas. Entre los dos lavamos su cuerpo y su pelo, lo aclaramos y la sequé antes de llevarla a mi cama.

La tumbé en el centro de la misma retirando el edredón y de rodillas a los pies de la cama cogí uno de sus pies y empecé a besar sus deditos, pasé la lengua por la planta, por el empeine y seguí por sus tobillos, su pierna, sus muslos, ingle… besé, lamí y mordisqueé cada milímetro de su piel, disfrutando de sus gemiditos roncos. Me recreé en sus pechos y terminé hundiendo mi cara entre sus muslos, disfrutando de la visión de su vulva brillante, mojada, inflamada y anhelante. Se corrió en mi lengua y solo entonces le di la vuelta y le di el mismo trato a su nuca, hombros, espalda y terminé mordiendo su culo, la abrí y lamí su rajita, hice círculos con mi lengua alrededor de su ano y finalmente la penetré con ella, mientras hundía mis dedos en su vagina. Volvió a correrse retorciéndose.

Saqué los dedos de su sexo encharcado, saqué mi lengua de su culito ensalivándolo bien y tiré de ella poniéndola como una perrita, aun respiraba entrecortadamente tras el orgasmo cuando paseé mi polla por su coño y la hundí en el de un solo envite, dio un alarido y empezó a menear las caderas buscando más, enfebrecida, enloqueciéndome de placer. Mis dedos pringosos de sus juguitos buscaron su ano y apreté con uno de ellos, ella ronroneó sin apartarse y forcé esa entrada hasta conseguir penetrarla, dejé el dedo quieto y seguí moviéndome en su coñito prieto como un salvaje, tras unos momentos, empecé a mover mi dedo en su culo primero poco a poco, pero terminé al mismo ritmo.

Los dos nos acoplábamos sin miramientos, buscando el máximo contacto, chocando nuestros cuerpos, extasiados con los ruidos de nuestros cuerpos al chocar, de nuestros gemidos entremezclados…

Añadí un segundo dedo al borde del éxtasis total y su cuerpo se tensó, entre hasta el fondo y me quedé quieto disfrutando de los temblores de su orgasmo, sus gritos, el calor, la humedad de su sexo…ummm era la leche, apenas podía respirar.

Saqué mi polla al límite, saque mis dedos y coloque mi glande hinchado en la ya dilatada entrada trasera, la aferre de los hombros y presione un poco.

—Tranquila pequeña, tranquila –le dije lamiendo su nuca

Ella aun jadeaba y empujé con más fuerza, notando como mi glande vencía la primera barrera de su esfínter, ella sollozo y paré, entonces para mi sorpresa echó hacia atrás el culo clavándose poco a poco en mi falo, pude notar como se abría paso en sus entrañas, agarrado a sus hombros, aullé, gemí… y ella se incorporó pegando su espalda a mi pecho, aferré sus tetas con una mano, bajé la otra y froté su coño, ella empezó a mover las caderas en círculos buscando un nuevo orgasmo, que llegó al momento, mientras oprimía mi polla y yo me corría como nunca, en el mejor orgasmo de mi vida.

Caímos rendidos en la cama, hice que se colocara de lado para no cargarla con mi peso, mientras recuperábamos el resuello. Ella apenas se movía, solo respiraba entrecortadamente.

— ¿Estas bien pequeña? –pregunte preocupado cuando por fin pude hablar

—Creo que si –contestó con apenas un hilo de voz.

Cuando mi polla abandonó flácida su mejor morada, me levanté al baño, me aseé y volví a la cama para limpiarla, ella ronroneaba agradecida, medio dormida, completamente agotada. Me tumbé a su lado, tiré del edredón y me quedé dormido al instante.

Me desperté y al mirar el reloj aluciné al ver que era casi al mediodía, sonreí al ver sus rizos esparcidos sobre mi almohada y me levanté para no despertarla. Puse la cafetera y fui a pasarme la maquinilla eléctrica para rebajarme la barba un poco y lavarme los dientes. Me lavé los dientes y enchufé la maquinilla y entonces la vi en el espejo, sonriendo en la puerta del baño:

—Buenos días, ¿te importa? –dijo apretando graciosamente los muslos

Ante mi sonrisa se sentó en el baño para hacer pis, sin importarle que yo dejara de hacer lo que hacía y la mirara sin ocultar mi excitación. Como respuesta a mi mirada encendida, esa chiquilla enloquecedora separó más los muslos, regalándome una perfecta visión de su coñito mientras hacía pis y mi polla chocó contra la porcelana de lavabo. Ella mirando mi erección se relamió, se mordió el labio y volvió a sorprenderme al decirme:

—Me escuece el coñito, ¿podrías hacer algo? –dijo poniendo vocecilla de nena

Dios puso carita de no haber roto un plato, al mismo tiempo que separaba más los muslos y con dos deditos separaba los labios de su vulva rosadita… no tenía escapatoria, me puse de rodillas, sustituí sus deditos por los míos y pasé mi lengua por su carne rosadita, lamí ese sexo al que ya era adicto y me encanto su sabor. Relamí como un poseso hasta que ella agarrada a mi cabeza gritó que se corría, se agachó y lamio mis labios antes de besarme con hambre, mientras su mano buscaba mi erección.

Se arrodilló a mi lado en las frías baldosas del baño y sin dejar de besarnos como locos empezó a masturbarme lentamente.

—Ven quiero comerte –me dijo cogiéndome de la mano

Salimos del baño a trompicones y me hizo sentar en un sillón que tenía en el pasillo, cogió el cojín y se arrodilló entre mis piernas, me acomodé y mientras su mano tallaba mi falo sin prisas empezó a besuquear y lamer mis muslos, mi ingle y terminó lamiendo mis pelotas. Gemí cuando se las metió en la boca y succionó, las sacó, las lamió, las movía con la lengua…me estaba matando de placer. Me relajé aún más en el cómodo sillón y su lengua bajó por el perineo, buscando mi ano, hizo círculos alrededor, la puso dura y la metió dentro de mi culo, di un respingo, aullé, gemí, su mano apretó más mi falo palpitante y casi me corro irremediablemente, tuve que reunir todas mis fuerzas para no hacerlo y seguir disfrutando de ese placer absoluto. Siguió deleitándome con su lengua, alternando de mi culo a mis huevos hasta ponerme cardiaco, al límite.

Entonces dejó de hacer eso y agarrando con fuerza mi mástil empezó a lamer el glande, a chupetearlo, a meterlo en la boca y succionar con fuerza presionando la base con los dedos, sentía necesidad de correrme pero sabía que no lo haría por esa presión. Solo mimaba mi capullo con ahínco y de repente se metió la mitad, aullé y tragó el resto, noté como entraba en su garganta, me miró y trago más y sus ojos se llenaron de lágrimas por el esfuerzo, eso me puso aún más a mil.

—Deja que me corra preciosa, necesito correrme cielo –supliqué

Se la sacó y volvió al capullo, tragó la mitad y de nuevo estaba todo dentro, una y otra vez entraba y salía profundamente en su garganta, gimiendo fuera de mí y entonces con la mano libre agarró mis testículos y los masajeó mientras presionaba con los nudillos en el perineo, se tragó de nuevo mi polla y esta vez sin dejar de mirar la súplica en mi mirada aflojó la presión y sin control, note el primer chorro de semen estrellarse en su garganta, brame como un salvaje, mientras llenaba su boca se semen y ella seguía chupeteando y tragándose hasta la última gota mientras me retorcía de placer, limpió bien mi polla y terminó lamiendo hasta un par de gotitas de sus labios sin dejar de mirarme.

—Me gustas más que comer con los dedos suegri –dijo mirándome mientras se relamía

Y en ese momento supe que había perdido la cordura, haría cualquier cosa por esa chiquilla, pagaría cualquier precio por volver a sentir esto una y otra vez.