Perdiendo a la mujer de mi vida 2

y así empezó mi historia con Silvia

Esa tarde me pude haber ganado el premio nobel de la felicidad, estaba muy contenta de que me hubiera aceptado, como breviario cultural, me gustaban las mujeres como desde que tengo memoria, pero nunca había salido con nadie, es decir sí, un chavito en secundaria, pero no cuenta, porque fue más presión social, que ganas de estar con él. Así que estaba hecha un manojo de nervios. No es posible que ese día en todo el closet de 3x1.5 no haya encontrado nada que usar. Estuve toda la tarde haciendo más de 20 combinaciones entre pantalones de vestir, jeans, sudaderas, blusas, sacos, tenis o zapatos, y al final escogí lo más equis que encontré, me vestí como siempre, un jeans, blusa blanca, suéter azul claro tipo polo y unos converse, salí a las 5.20 para llegar puntual, no quería tener fallas. Le di dinero adelantado a la señorita de la caja, para que en el momento de pagar, Silvia no terminara pagando.

  • Discúlpame Ren, se me descompuso el auto, y por eso me demoré.
  • No te preocupes Silvia, igual y me hubieras dicho, para pasar por ti.
  • Tienes razón, te hubiera mandado un mensaje al celular que me diste.

Tan tonta yo, pero como me iba a hablar, si nunca le he dado mi número.

  • Ya pues, para la próxima me lo pides ¿no?
  • O te ofreces a pasar por mí

¿Y qué es lo que se supone que se contesta en estos casos? Me quede callada por unos instantes.

  • Pues sí, también. ¿ya sabes que vas a pedir?
  • Un Caramel Macchiato grande, por favor.
  • Un Latte, también grande, por favor.
  • ¿Algo más?, ¿Algún postre para acompañar?

Ambas meneamos la cabeza de un lado a otro, para indicar que no. Silvia estaba sacando su cartera de la bolsa, mientras yo sonreía con gran satisfacción.

  • Son, 98.50

Silvia extendió su tarjeta, y la señorita del mostrador, le dijo:

  • Ya está pagado

Me volteo a ver extrañada. Mientras me devolvían el cambio de lo que había dejado. Nos regresamos a la mesa en cuanto recogimos los cafés.

  • Así que tienes tus contactos ¿verdad?
  • Pues, contactos, contactos, no. Es sólo cuestión de llegar a tiempo.
  • Y dale con lo mismo. Ya déjalo ir. Mejor cuéntame, has pensado ya a qué área te piensas concretar.
  • Pues, estoy indecisa. Me gusta la parte del costeo, pero también creo que esta interesante el área de auditoría, creo que es muy pronto, no me parece que sea necesario reducir horas de sueño por algo que aún no lo amerita.

Estuvimos buen rato platicando muchas cosas, no había vuelto a decirme nada que me pusiera a temblar, entonces me sentí menos tensa, de cualquier forma, estar con ella no me permitía relajarme del todo, era guapísima, en extremo, podría estar contemplándola indefinidamente, estaba oscureciendo, vi el reloj, y ya eran 8.40, la verdad, no sé cómo la habría pasado esa tarde conmigo, pero por mí estuvo increíble.

  • Bueno, señorita, ya es un poco tarde, se acabó mi café y usted todavía tiene que hacer sus labores escolares, así que es hora de irnos.

Me encantaba, como se imponía ante todo, si alguien necesitaba irse, no era yo, pero accedí de cualquier forma. Nos levantamos de aquel sofá mientras nos dirigíamos al estacionamiento.

  • Bueno, pues no te desveles mucho con tanta tarea, nos vemos mañana Ren, gracias por el café.
  • Espera, ¿no quieres que te lleve a tu casa?
  • Sí, quizá, pero no voy a mi casa, tengo otra parada antes.
  • Puedo acercarte.
  • De verdad que no es necesario, ya aquí me tomo un taxi y llego pronto.
  • Pues si llegas tan pronto, yo te llevo.

No contesto nada, así que lo tomé como un sí. Nos dirigimos al auto, y por primera vez me arrepentí de ser tan desorganizada, si quería dar una buena imagen, no pude, tenía papeles, libros, y ropa regada por todos lados, tan pronto como entre al carro quite todo mi desorden y lo avente a los asientos traseros.

  • Así que, ¿a dónde se dirige Contadora?
  • Carretera Federal, km.43, si me hace favor.
  • Con gusto.

Realmente no estaba lejos, y en cualquiera de los casos, me quedaba de paso. Estaba muy nerviosa por tenerla tan cerca y en un espacio tan cerrado. Maneje lo más decente que pude. Su mano estaba recargada en el borde del asiento, y mi mano estaba en la palanca de velocidades, no sabía bien cómo actuar, estaba tratando de acercar mi mano a la suya, cuando empezó a vibrar su teléfono y movió su mano y sólo por un breve segundo rozó la mía.

  • ¿Qué paso, qué necesitas?
  • Mira, ya hablamos todo lo que teníamos que hablar, deja los papeles en el buzón, mañana te los devuelvo.
  • Si, será temprano. Buenas Noches.

Cerró el teléfono y lo guardo en su bolsa.

  • Renata, el peor contrato que puedes firmar, es el de matrimonio, aun después de vencido, te sigue causando problemas

Con que casada, fue como si me hubieras derramado una cubeta de agua helada, pero que tonta había sido, cómo no se me ocurrió pensar que un mujeron como Silvia, claro que tenía ya compromisos.

  • Ok, lo tomaré en cuenta

Llegamos al lugar señalado, y era un taller mecánico.

  • Servida contadora.
  • ¿Cuánto le debo?
  • Pues esto va a costarle caro, va a estar difícil llegarle al precio.
  • Encontraré la manera de pagarle, no se fije por eso, yo veo con quien me endeudo.

Había transgredido la línea, quizá.

  • Me puede firmar un pagaré, pero la tasa de intereses va a estar interesante.
  • ¿Dónde firmo?, o es de palabra.
  • Tengo plena confianza en usted.

La suerte ya estaba echada. En este punto no había chance de retroceder.

  • Pues ya me dirás mañana de a cuanto me va a salir, porque hoy, lo que traigo, es para pagar el mecánico.

Me le quede viendo, para saber si lo decía enserio, al final de unos angustiosas instantes, esbozó una sonrisa.

  • Te veo mañana.

Se acercó a mí lentamente, en circunstancias normales habría volteado la cara para seguir el protocolo, pero me puse muy nerviosa cuando la sentí tan cerca, quise voltear y ya era muy tarde (afortunadamente para mí), me dio un beso en la comisura de los labios. Se acercó a mi oído y susurro.

  • Eso no fue intencional, pero puedes tomarlo a cuenta de la deuda.