Perdido 3

Fantasmas del pasado

DECEPCIÓN

Ver a Jorge destrozado en la sala de terapia intensiva me resulta duro, pero saber que es el resultado de una relación paralela con la mujer de Eduardo, me destroza el alma, para colmo, el cuerpo enorme del finado le ha protegido abdomen, tórax y cabeza, pero tiene la zona genital hecha trizas. Mis sueños de maternidad se esfumaron, justo el día que estoy ovulando.

Es tan grande mi frustración y la angustia por la traición, que no alcanzo a sentir dolor por el sufrimiento de mi esposo. Debí suponer que los rumores de las madres del parvulario, tenían algún asidero, pero en mi soberbia, los atribuía más a la envidia que les provocaba la pareja perfecta, que a una posible infidelidad.

¿Como mi Jorge, teniendo como teníamos, la misión sagrada de engendrar un hijo, iba a posar sus ojos en una simple muchacha de pueblo para descargar sus ansias? No lo creía posible.

Es tanta mi vergüenza, que con la excusa de atender a mi marido, pedí para mí el turno noche. No tengo el coraje para ver a nadie, ni para soportar miradas condescendientes.

Para colmo de males, entre que estoy ovulando y que hace ya un mes que no tenemos relaciones, estoy tan cachonda, que no me aguanto a mí misma.

Recorriendo el piso llego a la habitación del veterano. Tanto tiempo creyendo que era un impostor aprovechado y de pronto se transformó en el héroe del pueblo, rescatando a cuatro ancianos de las llamas, arriesgando su propia vida. Si hasta gracias al delirio místico de la pobre Lidia, la esposa con demencia senil del pastor, lo bautizaron Jesús.

Ha costado bastante recuperar sus pulmones, pero por suerte ya está bien, es un muchacho fuerte, aunque su cabeza sigue perdida preguntando por la salud de una tal Rosa, que según él, era una de las víctimas del siniestro.

Me acerco sin hacer ruido a la habitación y abro la puerta suavemente, el joven está tendido boca arriba respirando suavemente, su oxigenación es la correcta y el ritmo cardíaco el de una persona entrenada. Lo han bañado, y le han afeitado la barba quemada en busca de lesiones en la cara.

Lo destapo para auscultarlo y descubro un cuerpo hermoso y musculado, recorro su piel con la palma de la mano y me descubro excitada, el muchacho es hermoso y yo estoy desatada.

Poco a poco las caricias dan resultado, el veterano se despierta y volteando la cabeza en mi dirección, me mira emocionado con sus hermosos ojos verdes.

  • Lili, mi amor, ¿Como está Rosa?

Me sorprende su pregunta, hasta que lo pienso y me digo…

  • ¿Por qué no?

Pesadilla

Despierto asustado, en medio de mis difusas pesadillas he soñado con Rosa en medio de un gran fuego y el recuerdo de mi viejo amor me golpea. Abro los ojos y la veo, su larga melena castaña roza mi torso y sus ojos color miel me miran con deseo, Liliana me está acariciando.

  • Lili, mi amor ¿Como está Rosa?

Me mira con una pequeña duda, pero luego su rostro se abre en una sonrisa...

  • Bien, mi amor. Gracias a ti está bien.

  • ¿Qué pasó?, no recuerdo.

  • Hubo un incendio en el asilo y tú la salvaste.

  • Me llamó Jesús...¿Ese es mi nombre?

  • Si ¿No lo recuerdas?

  • No, solo algunas cosas, como flashes que van y vienen.

  • No te preocupes, yo estoy aquí, estás a salvo.

Se acerca a mi rostro y me da un beso en los labios, mientras su mano busca mi vientre. Reflejos ancestrales y el instinto animal se hacen presentes y mi hombría, tanto tiempo aletargada, no tarda en erguirse pidiendo atención.

Pedido que Liliana no duda en atender con su espléndida boca, que a gatas logra abarcar mi enardecido falo, mientras su mano sube y baja por mi hombría acompañando la felación.

De las pocas cosas que comprendo, una de ellas es que de seguir así, no voy a durar nada, con esfuerzo la separo de mi polla y me mira confundida... hasta que entiende.

Se levanta de donde estaba sentada, va hacia la puerta, pone el pestillo, enciende el cartel de no molestar y se da vuelta. Con una mirada cachonda que me eriza la piel, se abre el blanco delantal mostrándome su empitonadas tetas y se saca las bragas que guarda en el bolsillo.

Vuelve a mi lado, trepa a la cama y con un gemido agatas contenido, toma mi polla con su mano y la guía a su destino. El calor que envuelve mi intimidad es exquisito, pero cuando empieza a mover sus caderas creo enloquecer, no más de cinco minutos después, explotamos casi juntos en un orgasmo bestial.

Queda derrengada sobre mi cuerpo recuperando su respiración, sin despegarse de mí aún amorcillado falo, cuando vuelve a la normalidad y me siente recuperado, comienza a moverse nuevamente, buscando una nueva reciprocidad.

Dos orgasmos más tarde, se levanta agotada, me besa en los labios y se despide emocionada, dejándome huérfano de afecto pero repleto de felicidad. El sueño me abriga en sus brazos y la niebla se vuelve a cerrar, hasta que me despierta una pesadilla que agita mis recuerdos y me trae a la realidad.

Avanzo por un pasillo y todo está en silencio salvo unos quejidos provenientes de la oficina de Juan. Temeroso de lo que voy a encontrar, me asomo a la puerta y me encuentro con el peor cuadro que un alma enamorada y comprometida se puede encontrar. Juan está sentado en su sillón con los pantalones por los tobillos y Liliana de espaldas a él, salta semidesnuda con los ojos cerrados sobre su regazo, con las tetas expuestas, apretujadas por él.

Violentamente despabilado, me siento en la cama espantado por la traicionera imagen y recuerdo sus consecuencias. No se como, pero comprendo que tengo que escapar y donde debo ir, me levanto, tomo mi uniforme del armario, me visto y salgo de la clínica sin que nadie me vea.

Enero de 1986

LA ENCERRONA

Carmen toma su café con leche distraída, sabe que su madre le está hablando pero sus palabras no le llegan, su cuerpo está en la cocina, pero su cabeza sigue en la madrugada del domingo.

Volvían de la reunión en Mar de Sal, montadas a horcajadas en los pequeños scooters de sus novios, habían participado en la estúpida y machista fiesta de disfraces, donde debieron concurrir vestidas de colegialas cachondas, con pequeñas polleras tableadas y camisas abotonadas anudadas a la cintura.

Como todos los años, habían concurrido a la celebración de Nochevieja, pero esta vez, había algo en el aire que no le gustaba, miraditas entre los novios de sus amigas, excesivo consumo de alcohol y porros, miradas nerviosas entre ellas que auguraban nada bueno.

Verlas reir divertidas, montadas a caballo en los scooters, mientras las polleras se les volaban dejando a la vista de las otras parejas sus mínimas tangas ya le sonaba raro, pero quizás justificable contemplando todo lo que habían tomado y fumado, ella por lo menos había tenido la decencia de colocarse una calza corta debajo, pero cuando a las carcajadas los tres novios salieron de la ruta y se adentraron en el bosque encantado, ya no le gusto nada.

A mitad de camino entre la ciudad de Miralsur y Mar de Sal, en medio del vivero que bordea la playa, se encuentran unos médanos de arena sembrados de una frondosa vegetación de pinos y eucaliptus, que casi no dejan pasar el sol y a los que se les atribuyen ciertas propiedades energéticas que curan enfermedades.

Una magnífica carta de presentación con el nombre de Bosque Encantado que lleva miles de turistas cada año y que es sostenida con mucha rigurosidad en los medios de comunicación locales, por pseudo científicos paranormales y astrólogos.

Este año se le ha agregado a la leyenda, la existencia de La Sombra, un fantasma protector, que vaga por el lugar evitando la venganza de un alma martirizada. Se asegura que es el espíritu torturado de un muchacho joven, que murió de pena al ver a su amada ahorcada colgando de un árbol, se había suicidado luego de ser violada en el bosque y desde ese día busca a sus agresores para cobrarse la afrenta.

Lo que nadie cuenta, es que en plena temporada de verano se recogen cada mañana cientos de condones que dejan tirados los turistas, que aprovechan lo frondoso de la arboleda para aliviar su líbido.

Su ubicación estratégica lindando con la ruta por un lado y con las playas desiertas del sur por el otro, lo hacen aprovechable día y noche, tanto para parejas formales como de las otras. Más de un padre queda junto al mar cuidando a sus hijos, mientras su esposa se adentra en el bosque con la excusa de aliviar sus necesidades, sin saber que será ayudada en la tarea por algún amante ocasional que marcó en la playa.

Esa noche era una de las que se rumorea hay que tratar de evitar, noche de luna llena donde el fantasma vaga a sus anchas buscando a su esquiva amada y protegiendo a los que osan internarse de su furiosa venganza.

Sea como fuera la historia, por una simple razón de seguridad personal, la idea de adentrarse en esa oscuridad, a esa hora de la noche, a Carmen no le parecía seguro. Menos aún en el estado en que se encontraban todos, incluyendo a su novio.

Cuando se adentraron en la arboleda buscando un claro que en ese momento era iluminado fantasmagóricamente por la luz lunar, no le gustó nada, pero cuando se ubicaron alternados en círculo, sentados sobre la arena, con una botella vacía acostada sobre una gran piedra y varias llenas alrededor, menos.

Las risas estridentes de sus amigas, la forma impúdica de sentarse mostrando el coño apenas cubierto y las miradas libidinosas de los varones. hablaban a las claras de un plan de desmadre elaborado, del cual, ella no había sido consultada a sabiendas de que se opondría.

Carmen estaba apunto de explotar contra su pareja, cuando el ruido del escape libre de un motor poderoso interrumpió sus pensamientos, agregando un grado mayor de preocupación a sus cavilaciones.

De la nada, aparecieron cuatro muchachones armados con cuchillos que cortaron de cuajo toda la jarana. Era una bandita bastante conocida de un pueblo cercano, famosa por sus trapicheos ilegales y acciones punitivas contra otras bandas rivales. hombres fornidos de alrededor de treinta años, con intenciones nada buenas.

En pocos minutos dominaron a los asustados muchachos y les precintaron las piernas y los brazos a sus espaldas, el que parecía el jefe se paró delante de las muchachas y los otros tres a espaldas de los varones con sendos cuchillos apoyados en su cuello.

  • A ver... a ver... que tenemos por acá, parece que va a ser una buena noche.
  • Que mierda quieres.

Reaccionó Carmen combativa. * Es simple, vamos a jugar a la prueba de amor. * Tú sí que tienes mierda en la cabeza, como me toques te hago cortar los huevos. * No pienso forzar a nadie...tranquilas, no está en mis planes violar a ninguna...solo quiero ver cuanto quieren a vuestras parejas. * Y como pretendes comprobarlo? * Muy simple… la que no quiere que le cortemos el cuello a su novio, se pone de rodillas aquí adelante con las tetas afuera y nos hace una mamada...después de eso se pueden ir tranquilamente. * Tu si que deliras… si crees que me voy a ….

Para su sorpresa, sus amigas se adelantaron, abrieron sus camisas liberando sus tetas y se pusieron de rodillas frente al pandillero. Inmediatamente los que amenazaban a sus novios dejaron de hacerlo y se pusieron frente a ellas con la polla dura frente a sus bocas, pollas que las sumisas, no tardaron en engullir con demasiada velocidad para su gusto.

Indignada por el infame espectáculo que brindaban sus amigas, levantó la vista para mirar al lloroso de su novio y vió la sombra moverse a sus espaldas. Por alguna razón se calmó, como si las leyendas fueran ciertas y alguna clase de ayuda viniera en camino.

  • Y tú qué estás esperando?
  • Que te canses...porque si crees que me voy a rebajar estas frito.
  • Nooo... no seas hija de puta...es solo una mamada.

Gritó su novio aterrado, mientras le punteaban el cuello y Carmen lo miraba asqueada. * Vaya , vaya...tenemos una valiente...contigo haremos algo especial, a nosotros nadie nos desaf...

Fué todo lo que alcanzó a decir, la misma sombra que ya había volteado a sus tres secuaces, lo volteó de un furibundo palazo en la cabeza, para regocijo de Carmen que había presenciado como caían los demás

La sombría figura vestida con un largo capote negro les sacó los precintos de los bolsillos y los ató de brazos y piernas sentados cada uno abrazando a un árbol diferente.

Finalmente se ubicó tras el que se presumía jefe y haciéndole un pequeño corte en la garganta con la punta del cuchillo le habló en susurros.

  • ¿Quién armó todo esto y con qué fin?.
  • Heyy… tranquilo, era una broma que armamos entre todos para ayudar a Aldo a que se folle a su novia que no lo deja y de paso follarnos a sus amigas.
  • Y si estaban todos de acuerdo, ¿por qué ellos están atados?
  • Porque después nos pareció que sobraban, están demasiado buenas para compartirlas.
  • ¿Y si ellas se oponían?
  • Esas dos fueron las que lo propusieron, hace rato que follan con nosotros a espaldas de sus novios.

Comentó señalando a sus amigas.

La sombra no habló más, precintó a las traidoras, tomó una de las motos, la puso en marcha y se quedó esperando. Como respondiendo a una orden no verbalizada, Carmen se subió a su grupa y partieron dejando a los demás en el claro.

LA SOMBRA

Sin hablar, sin darse vuelta, la sombra la dejó frente a  la puerta de su casa y volvió a partir en dirección al bosque. Dejó la moto donde estaba, se acercó a los prisioneros para verificar que estaban bien y se internó en el bosque con una sonrisa, sabía que en pocas horas el lugar se llenaría de turistas que los liberarían o llamarían a la policía.

Al llegar al viejo caserío abandonado, donde años atrás funcionaba la famosa tirolesa que atravesaba el bosque y terminaba en el mar, se sacó el percudido capote,  las pesadas botas y se echó en la tibia arena a tomar el sol que ya asomaba entre las olas.

Amodorrado por el bienestar, recordó con una sonrisa a sus queridos padres y el día en que el viejo Batista lo dejó atado a un poste toda una noche. No lo soltó hasta que le confesó que era él quien le había robado los dulces.

Finalmente se durmió en paz, en uno de los pocos días en que los buenos recuerdos se imponían a las pesadillas.

AGRADECIDA

Al día siguiente Carmen leía las historias sobre La Sombra y sonreía, sus amigos habían logrado disfrazar la encerrona como a una prenda a pagar por una apuesta perdida que había salido mal, pero ella sabía la verdad.

Su teléfono no había parado de sonar en toda la mañana y ante la extrañeza de su madre, ni lo miró. No estaba dispuesta a aceptar ningún pedido de disculpas de su novio, ni de las putas de sus amigas. De no ser por la oportuna intervención del muchacho, la habrían metido en una orgía, o peor aún, la hubieran violado.

Al estar de vacaciones en plena temporada de verano, hasta aquella noche no tenía más obligaciones que las de pasarla bien, ahora todo había cambiado, la habían salvado y ella sabía ser agradecida, pero lo primero era lo primero.

A los veinte años, a esta voluptuosa morena de piel tostada nunca le habían faltado pretendientes y ella los había descartado a todos por respeto a su pareja. Llevaba con él desde la adolescencia y le había tolerado muchas cosas para satisfacer su morbo siempre insatisfecho, pero esa noche se habían cruzado límites que no estaba dispuesta a tolerar.

Tomó su pequeño scooter, se dirigió a casa de Aldo, que en ese momento estaba atendiendo a un móvil de la emisora local contando su aventura y lo mandó a pasear delante de toda la audiencia del canal. Luego tomó el boulevard y se dirigió al bosque.

Al contrario de los creyentes en el fantasma o de los escépticos, ella sabía quién era y donde se encontraba, llevaba ya dos años estudiando para guardabosques y se conocía el vivero local como la palma de su mano.

Evitó la entrada turística, abarrotada a esa hora por los curiosos y entró por el sendero de los guardianes. Aparcó su moto unos metros antes de llegar para no delatarse y completó el sendero a pie. Nada más llegar a la vieja playa de la tirolesa lo vió.

Tirado en la arena, grande, majestuoso, vestido con un pequeño slip que supo ver tiempos mejores, dormía su salvador serenamente bajo el sol, con los brazos tras su cabeza exhibiendo toda su musculatura..

Se acercó sigilosa... pero aún así, el muchacho se despertó alerta... la miró... y fue su perdición. Se ahogó en el mar de sus preciosos ojos verdes y ya nadie la rescató.

ESTRELLA FUGAZ

Verlo relajado tirado en la arena, con su físico de gigante expuesto al Sol era una imagen de ensueño, pero descubrir la profundidad de sus ojos verdes y perderse en ellos era demasiado tentador.

Me acerqué despacio, sin despegar mi mirada de esos ojos que me seguían con curiosidad, descubrí de pronto que la ropa me molestaba y me la quité sin pensarlo, abrigada solo con las bragas de mi bikini, me eché a su lado y acariciándole la cara le agradecí su ayuda.

Me miró sonriendo y el cielo se abrió a mis sentidos, acercó su cara, me besó suavemente en los labios y el infierno abrió sus puertas, se retiró cauteloso, esperó mi reacción y me abandoné agradecida en sus brazos.

Pasada la euforia del mutuo descubrimiento, pasamos todo el día conversando, me contó lo que recordaba de su historia, sus temores y sus dolores, sus recuerdos y sus pesadillas, sus días de sol y sus noches de sombra.

La claridad de las mañanas, donde recordaba hasta el último detalle de su vida en el monasterio, y la oscuridad de los días en que despertaba sin saber quien era. El dolor de la guerra, la muerte de sus amigos y el terror durante los bombardeos, a la espera de la bomba que se llevaría sus sueños.

Desde ese primer día, mis vacaciones solo tuvieron un sentido, estar con él, hacerle compañía, aliviar su carga. Siempre igual, tirados al sol, él con el pequeño traje de baño que le había regalado y yo con la braguita del bikini.

Cuando logré que se abriera y me contara con lágrimas en los ojos la traición de su pareja y el dolor que lo llevó a enrolarse, lo abracé dolida sin pensar en nuestros cuerpos casi desnudos, la dureza de su excitación se clavó en mi vientre y desesperada busqué su ansiada boca.

Me alzó en brazos como si fuera una muñeca y me llevó a su lecho, me bajó el tanguita mientras me comía los pechos y me masturbo sin prisa. El primer orgasmo llegó de sorpresa, sin esperarlo, tanta era mi calentura, pero cuando se amorró a mi coño creí morir de ansiedad.

Abrí los ojos sin comprender y él estaba allí, mirándome con una sonrisa, sin hablar, tendido sobre mi cuerpo, afirmado sobre sus rodillas entre mis piernas abiertas, dispuesto a pujar. Cuando me sintió preparada, entró a matar. No quiero hacer cuentas, ni recuerdo bien todo lo que pasó, pero sí puedo asegurar que hasta ese momento, no sabía lo que era follar.

Lo nuestro fue un explosivo amor de verano, lleno de cariño, protección y descubrimiento. Muchas fueron las tardes en las que explotó dentro de mi cuerpo y varias las noches de tormenta que lo cobijé perdido al estallar los truenos, noches en las que se cobijaba en mis brazos, preguntándome quién era y qué hacía allí. Noches de terror y pesadillas donde lo visitaban los ojos muertos.

Nunca me engañé, nuestra relación fue una estrella fugaz, el destello del Sol en una moneda arrojada a la fuente del deseo. Por eso no dudé en responder al aviso publicado por Bea en el periodico local, pidiendo información sobre su paradero.

FANTASMAS DEL PASADO

Lilana descendió del micro en la terminal de Miralsur a las siete de la mañana, el año había sido muy pesado en el sindicato, y necesitaba descansar. Para colmo de males, la visita de Bea y su conmovedora historia, había despertado fantasmas del pasado que todavía no conseguía espantar. Caminó las cuatro cuadras que la separaban del viejo chalet de sus padres y el panorama que encontró le comió el ánimo.

La tierra y los yuyos acumulados tras un año sin uso, se habían adueñado del lugar. Entró a la casa con dificultad y llamó a su amigo Fernado para que le dé una mano. El muchacho tenía una empresita que se dedicaba al mantenimiento y reparación de las casas de vacaciones y la podía ayudar.

Una hora más tarde, dejaba dos muchachas limpiando la casa , un jardinero con su ayudante emprolijando el jardín, un pintor reparando las maderas exteriores y se dirigía al centro a desayunar en algún bar que estuviera abierto a esa hora.

Lo encontró frente a la plaza principal, se sentó en una mesa ubicada en la calle a pesar del fresco de la despejada mañana, pidió un café y se puso a ojear el recién llegado periódico local, que en primera plana tenía una enorme foto de unos jóvenes precintados en círculo en medio del Bosque Encantado con el aparatoso título de…

  • La Sombra ataca de nuevo...

Con una sonrisa se dispuso a leer la aparatosa información que tanto atraía a los curiosos turistas, mientras saboreaba unas masas que le alcanzaron con el café. Sonrisa que fue desapareciendo de su rostro en la medida que avanzaba en el artículo y su piel se enchinaba con un violento escalofrío, que la transportó una vez más a los terribles días de un pasado que la perseguía y no lograba superar.

Cuando los reportajes a los habitantes de la ciudad, empezaron a remitirse a vincular La Sombra con el espíritu del combatiente heroico misteriosamente desaparecido apodado Jesús, creyó descomponerse y decidió investigar.

Su primera fuente fue la dueña del bar, una joven y hermosa muchacha llamada Roxana, que le contó la historia de la explosión en la que falleció su esposo tratando de instalar una garrafa en un departamento, el posterior incendio del asilo y la acción heroica del veterano.

Intentó indagar más, pero la muchacha, profundamente conmovida, no quiso profundizar y la remitió a Pedro el barrendero, que era el que más lo trataba. Olvidándose de su casa y la gente que estaba trabajando en ella, profundamente alterada salió a buscarlo por el centro, dado que lo conocía desde pequeña.

Lo ubicó sentado en un banco de la plaza, mientras se tomaba un respiro leyendo entre suspiros el periódico local.

Escuchar de sus labios la historia de como había aparecido de la nada una mañana, para sentarse en un banco específico de la plaza que ella recordaba muy bien, mirando la nada en la corteza del reseco árbol convertido en talla artesanal, como buscando algo que ya no estaba, le erizó la piel.

Pero cuando le habló de su largo pelo rubio, de su cuerpo de gigante y de cuánto lo había cuidado porque le recordaba a su desaparecido Carlitos, directamente creyó desmayarse. Le preguntó ansiosa por el color de sus ojos y Pedro no le pudo contestar, jamás lo vió sin sus infaltables lentes oscuros, pero le comentó del incendio y de como había desaparecido de la clínica en la que estuvo internado.

Clínica en la que lo atendió la esposa de la otra víctima de la explosión, que había fallecido un par de meses después sin haber logrado recuperar el sentido y sin llegar a enterarse del embarazo de su mujer, que en estos momentos estaba de baja por maternidad.

Como en todo pueblo chico todos se conocen, le pidió la dirección para poder hablar con ella. Vivía en Parque Mar, una pequeña villa de suntuosas viviendas donde tenía su residencia la parte más adinerada de la población, por lo general, gerentes de bancos, profesionales o dueños de grandes tiendas y corralones de materiales.

Al estar un poco distante, alquiló una bicicleta y se dirigió al lugar mientras se la comía la ansiedad. Al llegar, pudo divisar a una muchacha de edad cercana a la suya, sentada en el parque delantero de su vivienda, amamantando a su recién nacido hijo con una cara de felicidad que enamoraba.

Le pidió perdón por traerle penosos recuerdos y le contó el motivo de su visita, cuando le dijo su nombre, la doctora palideció y comenzó a llorar. Intrigada y aterrorizada por lo que pensó que estaba por escuchar, le preguntó por el motivo de su llanto.

La doctora le habló del muchacho, de su acto heroico y de su obsesión en preguntar por la salud de Rosa. Cuando Patricia, emocionada por lo que acababa de descubrir, le contó entre lágrimas que la confundió con Liliana la hija de Rosa y le habló de la tristeza de sus hermosos ojos verdes, la improvisada reportera se desmayó.

Cuando se repuso con la ayuda de la doctora, solo tenía un pensamiento, debía llamar a Bea.

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