Perdición

Se levantó con un solo pensamiento en mente y se lanzó a la busqueda al hombre que colmara su deseo.

Las sabanas parecían no querer desprenderse del intrincando abrazo contra su piel desnuda. Ganada la batalla se levantó y aseo con un solo pensamiento, quería follar, quería practicar el sexo, hacer el baile horizontal… pero ¿como conseguirlo?, se miró al espejo y este le devolvió la imagen que temía, una chica de veinticinco años recién independizada que aun conservaba las ojeras de la larga mudanza. Contempló su físico con rudeza, al menos no había adquirido ningún kilo de más pero se seguía viendo inancamzablemente lejos del ideal femenino. Vigorosa se sacudió estas ideas y se vistió.

Una vez desayunó abrió la puerta y corrió a través de las calles de la nueva y excitante ciudad que se abría ante sus ojos. Todo era nuevo, tan excitante que las emociones le permitan sobrellevar el resquemor de haber abandonado su hogar.

Camino por las infinitas calles hasta que decidió volver tomando el metro. El tren subterráneo aun despertaba en su interior la vibración de su exotismo. En el interior del vagón paseó su mirada por las pocas personas que la acompañaban, hasta que finalmente su vista se poso en un joven que tatareaba una canción que vibraba en sus auriculares; sin llegar a cumplir los cánones era un chico mono, vestido a su aire y con una figura que se no reflejaba adición a vicio alguno.

Con ese sexto sentido que nos susurra al oído cuando alguien nos mira, el joven alzo la vista y la cruzo con ella. Sus miradas se desviaron de inmediato por decoro, pero el contacto ya estaba enlazado y ella no tardo en buscar de nuevo sus ojos. Sonrió y el respondió con su misma sonrisa, una sonrisa ancha y sincera. Ella no necesito mas, y le indicó con el dedo que bajasesen juntos en su estación. El le siguió aun con la sonrisa, no entendía y suizas todo fuese un juego pero ¿por que no?, repetía su mente.

No cruzaron ninguna palabra, la joven le guío hasta una esquina privada y allí le empujo suavemente contra la pared, sus manos palparon el vientre y subieron hasta su pecho. Hundió su rostro contra su cuello y aspiro su aroma, reteniéndolo en su mente un instante. Embriagada de su aroma bajo sus manos hasta acariciar su excitación manifiesta. Nuevamente le indico por señas que la siguiese.

Ella disfrutó de cada paso del camino, sintiendo los ojos de el sobre su cuerpo a cada instante hasta que cruzaron el recibidor de su edificio y sus manos siguieron su inercia para acariciarla en el ascensor. Le dejo hacer con agrado, sabía emplear sus manos y su cuerpo respondió de inmediato al estimulo.

Las llaves cayeron rodaron sobre la mesa y la atravesaron para caer contra el suelo ajenas al furibundo movimiento que se internaba en la casa. Una vez en la habitación ella retomo su posición y tras recostarle en la cama retrocedió para desvestirse pieza a pieza, jugando con los botones, los tirantes ya la mirada que la decoraba con deseo. Vestida solo con la fina tela de su brasier avanzó sobre el otro imitando el movimiento de una felina, una vez sobre el volvió a un hundir su rostro entre sus carnes mientras le arrancaba la camisa. Casi desnudos convertidos en un revoltijo de piernas, brazos y pasiones, corrían las sedientas lenguas y toda carne era probada con deleite.

Como arte de magia el pequeño sobre apareció en su mano y tras vestir al duque iniciaron un recorrido a caballo por apacibles llanuras atravesando profundos ríos hasta alcanzar las altas cordilleras que puso a prueba todos los recursos de la improvisada vaquera.

Exhaustos al cruzar la meta, cayeron rendidos corcel y montura. Recuperado el aliento, pues el deseo no lo había perdido en ningún momento; acarició el rostro de la joven.

-Me dirás tu nombre…-pregunto-

-Perdición- susurró ella ahogando su asombro con un largo beso antes de volver a cumplir honor a su nombre.

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