Perdí una apuesta de fútbol

Una joven aficionada al fútbol pierde una apuesta con un hincha del equipo rival.

PERDÍ UNA APUESTA DE FÚTBOL

Me llamo Sonia, tengo 22 años y soy muy aficionada a uno de los dos grandes equipos que hay en mi país, lo que me conlleva a múltiples enfados y discusiones con mi compañero de clase Toño. El es un chico de mi edad, estatura media, pelo castaño, con bastante malas pulgas y un poco desastre en clase. Los piques con él son constantes por culpa del fútbol al ser fanático del equipo rival, por lo que cuando el mío pierde yo contraataco con el tema de los estudios donde le doy 3 vueltas o más.

Llegaron los exámenes finales y fui recogiendo el fruto que había cosechado durante el curso, recibiendo excelentes notas en todas las asignaturas que contrastaban con la de Toño, que suspendía o aprobaba muy justito. Sólo faltaba el examen de matemáticas y me jactaba ante él por la superioridad de mis calificaciones, por lo que no se me ocurrió otra cosa que plantearle una apuesta: si me superaba en nota en el último exámen, cosa que era imposible, él debía llevar durante una semana la camiseta de mi equipo de fútbol y sus condiciones fueron que yo le hiciera un streaptease si la suya era más alta. Acepté sin pensarlo porque era un negado en los estudios y no quería dejar pasar la oportunidad de humillarlo llevando la camisola del equipo al que odiaba.

Una vez pasado dicho examen el profesor no tardó mucho tiempo en sacar los resultados, por lo que la apuesta tendría por fin vencedor. Cual fue mi sorpresa al comprobar que había sacado un "notable bajo", y mi compañero un "notable alto". Se me vino el mundo encima y no faltó el inmediato recochineo de Toño que me atosigó hasta que tuve que citarme con él en mi casa, ya que mis padres estaban en el pueblo y así sabría que no habría ningún mirón salvo el consabido vendedor de la apuesta.

Momentos antes de que llegara Toño a mi casa decidí que no iba a cumplir mi pacto y en rebeldía me enfundé la camiseta de mis pasiones y saqué varios banderines y bufandas como si de un partido se tratase y a cambio preparé una pequeña merendola para que se olvidase del tema por completo. Por fin llamaron a mi puerta y era Toño, que el muy cabrón también llevaba puesta "su camiseta" como si fuese a ver un espectáculo con palomitas y todo. Le hice entrar y le comenté mi decisión, a lo que contestó con gesto contrariado para responder que desde ese momento había perdido la palabra para él y yo ya no era nadie, y que si no quería hacerle el streaptease al que realmente estaba obligada, pues que tomaría el mando y se vengaría.

Esta vez yo no tenía la razón y lo sabía, pero sin embargo le ratifiqué mi decisión de no cumplir mi promesa, cosa que le sentó fatal respondiéndome con un empujón que me tiró directamente al sofá. Le insulté pero el era mucho mas fuerte y se acercó a mí ante mi acojone, para con sus manazas empezar a tocarme todo el cuerpo. Toño me fue desnudando con brusquedad y pude comprobar como disfrutaba de ello, sobretodo cuando me quitó la camiseta y el sostén y pudo comprobar mis enormes tetas que apresuró a estrujarlas a su antojo. El joven parecía impactado, pues no hacía mas que exclamar lo buena que estaba y lo grande que tenía los pechos. Yo era una chica muy mona, de culito prieto, no estaba delgada pero tampoco gordita y me hacía destacar el pelo rubio, los labios marcados y los senos grandes.

Con una mano me estiró del pelo y me ordenó que le quitara los pantalones y le sacara la polla, a lo que accedí sin rechistar. Toño tenía una considerable herramienta que me llevé a la boca para saborear los restos de sudor y orina que en ella había. Mientras le hacía la mamada me insultaba y jactaba de cómo se iba a follar a "una tía del equipo rival". Pasados unos minutos me sujeto fuertemente de la cabeza hasta inmovilizarla y empezó a llevar el ritmo de la felación, pudiendo comprobar como su enorme verga se perdía por mi garganta, así hasta que se corrió dentro, no teniendo otra opción que tragarme su semen para no ahogarme.

Toño se agachó para darme la camiseta de la que me había despojado antes y me ordenó ponérmela. Pensé que todo se había quedado allí pero no era cierto. Me dijo que me quería follar con la camiseta de mi equipo, porque así le daba más morbo. Me vi reflejada en un espejo del salón y comprobé la cara de miedo que tenía, estaba completamente desnuda ante él y sólo me tapaban los colores de mi equipo.

Me colocó sentada al revés encima del sofá, por lo que le daba la espalda y me dejaba el trasero a su merced. Sujetándome con fuerza de la cintura, acercó su miembro a mi vagina durante unos instantes, porque enseguida la dirigió hacia mi ano. Me llevé un susto tremendo al sentirla rozar y le supliqué que por ahí no había tenido sexo nunca y que me iba a doler mucho, pero a él pareció gustarle esa idea y sin mas dilación empujó con fuerza dentro de mí. Tuve que lanzar un gritó para apagar el dolor que me había producido, pero no hubo descanso porque nuevamente me penetró con fuerza una y otra vez, hasta que comprobó que sus testículos hacían tope en el anillo de mi culo. El dolor era terrible y el sin embargo sentía una sensación totalmente opuesta pues gritaba de gusto al sentir su inmensa verga apretada taladrando mi recto. Me insultaba haciendo hincapié de estar sodomizando a una hincha del equipo rival, mientras me estrujaba los tetones que resaltaban en la camiseta. Me llamaba puta y me hincaba la verga hasta lo mas profundo del ano. El chico me bombeó con brutalidad mientras jadeaba por el fuerte placer que le producía, hasta que pasado un buen rato explotó en un brutal orgasmo que me dejo el culo echo polvo e inundado de leche.

Toño me había destrozado y humillado y aún me volvió a sorprender cuando después de vestirse me confesó que había sido el mejor día de su vida y que volvería a encularme porque estaba buenísima y sobre todo por ser del equipo rival.

Autor: Eduardo Castaño