Perdí mi virginidad con un doctor abusivo

Era muy inocente y terminé permitiendo que mi doctor me lo hiciera creyendo que era por mi bien.

Tuve mi primer novio, o algo así. Era un chico que vivía en mi cuadra y comenzamos a hablar cada vez que iba a la panadería y me lo encontraba. No era particularmente lindo pero me sentía alagada de que se fijara en mí. El día que me beso, es decir mi primer beso, me sentí aturdida, fue algo completamente inesperado y mi reacción lo fue aún más para mí. Sentí como mis entrañas se recogían y el corazón se me quería salir. Si, era una niña muy inocente e inexperta. Había estudiado toda mi vida en un colegio femenino y hablar con un chico ya era de por si una batalla contra mí misma para que me salieran las palabras y no ponerme colorada por cualquier tontería.

Comenzó a visitarme en mi casa y hablábamos en la entrada porque si entrabamos mi familia hubiera estado ahí y no me hubieran dejado en paz, pero tampoco podía salir con él o me regañaban así que teníamos que susurrar todo y besarnos a escondidas cuando creíamos que nadie nos veía. El único rato en que estábamos más libres para hablar era cuando mi mamá me pedía que le hiciera algún mandado y él me acompañaba, pero no podíamos demorarnos mucho. En una de esas escapadas me halo de un momento a otro y me llevo a un callejón vacío por donde pasábamos, era de noche y era perfecto para una pareja.

En esa oportunidad me beso mucho más apasionadamente y comenzó a tocar mis senos por encima de la blusa, eso me puso muy nerviosa, no sabía si debía detenerlo, solo llevábamos unos días y además era un sitio público. Me turbe mucho pero no lo detuve, seguía impresionada de que yo le gustara, era bajita y aunque era delgada mis senos eran muy pequeños, no entendía por qué lo provocaba tanto.

-Sara, me encantas, no sabes como me pones. – me decía con su respiración acelerada, se notaba que estaba muy excitado y yo también me estaba excitando mucho. Después me levanto la falda del colegio, porque no me había cambiado el uniforme y metió su mano entre mis pantis, intente empujarlo para que se detuviera pero me dijo que me quedara quieta porque si alguien pasaba sería más evidente lo que estábamos haciendo. Ahor me doy cuenta de que tan tonta y manipulable era, pero en ese momento yo no tenía la valentía para hablar con un hombre y decirle que hiciera o no hiciera algo. Total que deje que me tocara mi clítoris, lo cual hacia con una terrible brusquedad, pero estaba tan asustada que eso era lo de menos, después trato de introducir su dedo en mi vagina y ahí si lo empuje fuerte.

-No Darío, como se te ocurre, estamos en la calle. – Respiro fuerte tratando de contener no sé si la excitación o la frustración.

-Esta bien, no es el momento, pero me dejaste iniciado. Quiero que sigamos mañana, no, mejor el sábado en la tarde. Mi mamá se va a la iglesia y podemos estar solos, ¿listo?

-Si, claro, pero tengo que irme. Chao. – Me fui directo a mi casa super nerviosa y me gané un regaño terrible de mi mamá por demorarme y lo peor es que me pregunto porque estaba tan colorada presintiendo en qué andaba.

Casi no dormí esa noche pensando en lo que había pasado, me excitaba, no lo podía negar, pero también me sentía una idiota por no haberlo detenido, si quería, pero no lo quería así y no estaba segura de quererlo con él. Por otro lado sin quererlo me había comprometido a hacerlo y tenía mucho miedo. En ese momento de mi vida el sexo para mí era un tabú y aunque muchas de mis amigas ya lo habían hecho yo era la más sana del grupo y me enorgullecía de serlo, no quería entregarme a un tipo que apenas conocía y pensar que iba a convertirme en una cualquiera.

Al otro día tenía cita médica por la tarde y por primera vez tendría que ir sola porque mi mamá no me podía acompañar. Llegue al centro médico faltando un cuarto para las seis y mi cita era a las cinco y cuarenta, sin embargo, la enfermera me dijo que si me esperaba el médico me recibiría a las seis como adicional ya que el consultorio lo cerraban a esa hora. Yo por supuesto accedí, mi mamá me mataba si le decía que había perdido la cita por llegar tarde.

A las seis la enfermera ya había recogido sus cosas para irse y cuando salió el paciente al que estaban atendiendo me dijo que pasara, entro un momento a despedirse del doctor y comentarle que ya no había nadie esperando. Él le dijo que se fuera tranquila y me hizo sentar.

-Buenas tardes Sara, ¿en qué te puedo ayudar? – Comenzó muy profesionalmente. Era un doctor joven, creo que tendría menos de treinta años.

-Doctor, es que… - comencé con mucha timidez, yo hubiera preferido que me tocara una doctora – es que estoy teniendo unos cólicos muy fuertes últimamente y mi mamá me dijo que viniera a ver si usted me puede recetar algo para eso.

-¿Cólicos de qué tipo?

-Menstruales – conteste poniéndome terriblemente colorada, no quería hablar de eso.

-Sara, tranquila – dijo con una pequeña risita. – Aquí puedes hablar sin problemas, yo soy un médico. Entonces cuéntame cuando fue tu amenorrea.

-¿Perdón?

-Cuándo tuviste tu primera menstruación.

  • A los trece años.

-Bien. ¿cada cuánto te llega y cuánto te demora?

-Cada 24 días y se me demora 5 días. – Ni siquiera con mis amigas había llegado a comentar algo tan personal.

-Fecha de tu último periodo?

-Hace quince días.

-Ahora necesito que esto me lo respondas muy honestamente, recuerda que lo que me digas aquí, aquí se queda. ¿Has tenido relaciones sexuales?

-No, claro que no. – Me apresure a contestar poniéndome roja de nuevo.

-No te preocupes, eso no tiene nada de malo, las relaciones sexuales son lo más normal del mundo. ¿Te has masturbado?

-¿Cómo así? – respondí confundida. -Los hombres son los que se masturban ¿no?

-Por lo visto aún tienes mucho que aprender. Las mujeres también pueden hacerlo, de hecho, es muy bueno y creo que eso te podría ayudar con el problema. Bien, necesito examinarte así que pasa a ese baño y retírate la ropa por completo, colócate la bata que esta colgada con la abertura hacia adelante por favor.

Respire profundo, todo eso me producía mucho miedo, no creía que por unos dolores menstruales tuviera que examinarme, pero no podía decir nada. Temblorosa entre al baño y comencé a desvestirme, no sabía ni siquiera en dónde tenía que dejar la ropa, al fin la colgué en la misma percha en donde estaba una bata desechable casi transparente, me la puse y me sentí horriblemente expuesta. Salí caminando con pasos pequeños para que no se me fuera a abrir.

-Acuéstate en la camilla y ya estoy contigo. – Salió un momento del consultorio y escuche que le echaba llave a la puerta principal del centro médico. – Muy bien, ante todo relájate, no te va a doler nada. ¿Nunca antes habías tenido un examen ginecológico?

-No, es mi primera vez.

-No es nada raro, todas las mujeres deben hacerse uno regularmente para asegurarse de que no hay nada irregular. Voy a revisar primer tus senos – Metió su mano por la abertura de la bata y comenzó a tocarme, me acorde de como me había tocado Darío ayer y entre el susto que tenía también me excite. De seguro el doctor podía sentir como tenía el corazón de acelerado. Me toco primero apretándomelo un poco y luego con un dedo tocó mi pezón haciendo pequeños circulitos y otra vez me lo masajeo. Repitió el proceso con el otro seno y me dio la sensación de que el doctor también respiraba más rápido. ¿Estaría excitándose conmigo? Imposible, era un doctor, de seguro hacía esto todos los días. – No noto nada mal por aquí, ahora voy a revisar tu vagina así que recoge tus piernas y ábrelas. Le hice caso temblando, no me atrevía a dejar mi vagina expuesta. – Un poco más Sara, relájate. – Claro, como si uno se pudiera relajar porque le digan relájese.

Me tocó los muslos casi desde mis rodillas hacia mi vagina y sentí un retorcijón en mi vientre tan fuerte que casi me dolió, era muy vergonzoso, me estaba excitando y tenía miedo de que el medico se diera cuenta. Después se puso guantes de látex y se aplico un gel en la mano.

-Vas a sentir frío, esto es para facilitar la exploración. – Con una mano abrió mis labios vaginales y con la otra comenzó a tocarme alrededor del clítoris con un dedo, me iba a morir.

-Me imagino que sabes que este es tu clítoris ¿no? – dijo tocándomelo con el dedo. – Masturbarte significa tocarte y hacerte sentir placer, sirve para que aprendas a conocer tu cuerpo y qué te gusta. ¿Qué sientes cuando te toco así? – dijo haciendo pequeños círculos con su dedo.

-No… no sé. – Respondí tartamudeando. ¿Así eran siempre los exámenes ginecológicos?

-La excitación se siente como un recogimiento de los músculos pélvicos, aquí. – Con la otra mano me hizo una pequeña presión sobre mi abdomen bajo y la sensación por un momento fue mucho más fuerte, por supuesto que sabía en dónde se sentía la excitación, la estaba sintiendo hacer rato. – Voy a introducir un dedo en tu vagina para saber si hay una respuesta pélvica.

-Pero doctor yo soy… - Interrumpí asustada.

-Tranquila, sé que eres virgen pero con un dedo no va a pasar nada. Solo relaja la pelvis. – Siguió tocándome el clítoris con un ritmo enloquecedor, su dedo resbalaba por el gel que se había aplicado, pero yo creo que también por mi flujo porque me sentía mojada, esto era aterrador pero estaba sumamente excitada y me debatía entre salir corriendo y acusar al doctor por abusar de mí, porque a esta altura sabía que eso no era nada profesional, y callarme y seguir disfrutando de lo que estaba sintiendo. Despacio introdujo un poco el dedo y me resulto molesto, me dolió un poco lo que me saco un gemido. – Disculpa, ¿sentiste dolor?

-Si, un poco.

  • Eso no debería pasar, voy a tener que mirar más a fondo. – Dejo de tocarme el clítoris y con una mano me abrió la entrada de mi vagina tanto como pudo mientras que con la otra me exploraba metiendo el dedo. Finalmente se levanto y se hizo a mi lado para que pudiera verlo.

-Te tengo una muy mala noticia Sara. Existen diferentes tipos de himen, por lo regular es una membrana con un pequeño agujero por donde sale el flujo sanguíneo durante el periodo, pero en algunos casos el himen es diferente. El tuyo es de un tipo que se llama imperforado y básicamente no tiene hueco, esa es la razón de tus cólicos durante el periodo.

-Pero yo tengo sangrado, ¿por dónde sale entonces?

-Porque de alguna manera es permeable y deja que salga un poco de sangre, pero esa que se queda es la que te causa el dolor. Pero el problema real es que cuando tengas tu primera relación sexual va a ser muy complicada porque te va a resultar muy doloroso y tendrás un sangrado excesivo que… va a resultar muy incomodo con tu pareja y es posible que tengas que ir de emergencia a un hospital.

-Eso suena horrible doctor, ¿hay algo que se pueda hacer? – Tenia ganas de llorar, en principio mañana perdería mi virginidad.

-Sé que es una terrible noticia para ti, sin embargo, creo que se puede solucionar. Lo que te recomendaría es que tuvieras cuanto antes una relación sexual, eso te evitaría los cólicos en adelante, pero también sé que con lo que te dije no vas a tener muchas ganas. Lo que puedo ofrecerte es… por favor, no pienses que me quiero aprovechar de ti, solo quiero ofrecerte una solución… casi quirúrgica, pero no puedes decirle a nadie. Si me permites, puedo ayudarte a perder la virginidad aplicándote un anestésico suave para evitar que te duela mucho, y en cuanto al sangrado, bueno, soy doctor y estas en una clínica, de eso yo me encargaría, pero el método para hacerlo tiene que ser el natural. Solo te lo presento como una opción, pero la decisión es tuya. ¿Qué dices?”

La cabeza me daba vueltas, esta era una situación espantosa, podía irme y solucionar mi “problemita” con Darío, pero ya me imaginaba como me iba a doler, solo con lo poco que me tocó la noche anterior me di cuenta de que no era precisamente delicado y si el sangrado fuera tanto que tuviera que ir a emergencias, todo el mundo se enteraría de lo que estaba haciendo. No había de otra, tenia que aceptar la oferta del doctor.

-Esta bien doctor – respondí después de un minuto mientras miraba al techo porque no me atrevía a verlo a la cara. – ¿me puede ayudar?

-Buena elección Sara. Perder la virginidad no es nada del otro mundo y yo te puedo ayudar a que sea de la mejor forma. Volvamos al principio, abre tus piernas y déjame prepararte. -Volvió a abrirme mis labios vaginales y a masajearme el clítoris ahora con más intensidad. – esto te ayudara más – Dijo y se inclino a pasarme su lengua desde el agujero de mi vagina hasta mi clítoris, esto me excito de una manera impresionante pero ahora me deje llevar ya decidida a lo que iba a hacer. – entre más excitada estes te va a doler menos.  – Escuche como se bajaba la cremallera y aunque desde esa posición no veía mucho me di cuenta de que se saco su pene y se lo frotaba de arriba abajo. Temblaba inconteniblemente de miedo y excitación. Siguió haciendo círculos en mi clítoris con su lengua y mis músculos se apretaron aún más.

-Tengo ganas de orinar – dije entre jadeos.

-Déjate llevar Sara, eso es un orgasmo.

-No, no puedo. – Dije entre lagrimas.

-Esta bien, voy aparar. Ahora ayúdame un poco a mí. Ven. – Se colocó nuevamente a mi lado y puso su pene increíblemente grande, o así me pareció, frente a mi cara. – Dale un besito, así yo también voy a estar listo. – Creo que lo mire con los ojos muy abiertos y él me tomó la cabeza para acercarme. Le di un pequeño beso en la cabeza asqueada. – Ponlo entre tus labios, solo un poco. – Comencé a mamárselo torpemente y solo escuchaba como jadeaba cada vez más. – Eso Sara, mételo un poco más por favor. – Empezó a mover su pelvis y a meterlo en mi boca más al fondo. Sentí arcadas y él lo saco. -Solo otro poquito por favor, te prometo que no me voy a venir. – Lo intente nuevamente, pero trate de controlarlo para que no me lo empujara hasta el fondo. Al fin lo saco y siguió masturbándose. Volvió a situarse entre mis piernas y me tomó de las caderas para acercarme al borde de la camilla.

-Ahora voy a aplicar un poco de anestesia local para que no te duela. Vamos, relájate para que sea más fácil. – Vi que se quito los guates y saco otro frasco, se puso un poco sobre la mano y metió un dedo en mi vagina suavemente, luego volvió a tocarme el clítoris. -Lista Sarita, ya vamos a terminar, no te preocupes. – Me miraba con tanto deseo que ardían sus ojos. Tomó su pene y lo situó en la entrada de mi vagina, yo aprete las manos esperando el empujón y el dolor que seguía pero él solo jugo pasándolo por toda la entrada hasta el clítoris otra vez, eso lo hizo varias veces haciendo pequeños intentos de meterlo y cuando yo menos me lo esperaba embistió hasta el fondo. Sentí un desgarrón y un ardor terrible, pero no fue tan fuerte como me lo había imaginado, él lo dejo quieto un momento y empezó luego a sacarlo y meterlo suavemente. – Ya no eres virgen Sara, nunca más. – me puso las manos en los senos y me los masajeo apretando mis pezones de cuando en cuando, yo jadeaba y decidí dejar de pensar para solo sentir, total ya había echo lo que había echo y era tarde para arrepentirme. Me bombeo un rato y sentí que él también temblaba de la excitación. En eso caí en cuenta de algo espantoso.

-Doctor, ¿no se puso condón? – Tantas clases de salud sexual y hasta ahora se me ocurría preguntarlo.

-Nena no hay problema, yo me encargo.

-Pero…

-Ya me voy a venir, ya me vengo. – Casi grito arremetiendo con más fuerza hasta que se quedo quieto y puso sus ojos en blanco. Se derramo por dentro y yo estaba en mis días fértiles, podía quedar embarazada. -Uff, el sexo es rico, ¿no crees? – dijo relajándose y tocándome los senos con deleite.

-Doctor, me puede dejar embarazada. – Dije llorando de indignación y miedo.

-Ya te receto unas píldoras de emergencia, eso no es problema.

-Pero yo no tengo plata y no puedo decirle a mi mamá que me las compre.

-Yo te doy para las pastas, no llores. – Se volvió a colocar los pantalones y recupero su aspecto profesional. – Espera te limpio, no sangraste mucho, que bueno. – Con toallas de manos me limpió un poco. – Ve a vestirte y ya hablamos.

Yo corrí al baño y me ataqué a llorar intentando que él no me escuchara. Me vestí tan rápido como pude y volví a salir mirando al suelo.

-Sara no tienes porque sentirte mal, lo que hicimos fue algo natural, ya no vas a sufrir con los cólicos menstruales y lo mejor es que ahora puedes tener relaciones sexuales cuando quieras. Esta es la receta para tus pastillas, y mira, esto para que las compres. Tomate una esta noche y otra en 12 horas. Puede que se te adelante un poco el periodo, pero eso es normal, igual si sientes que algo va mal vienes nuevamente. Yo estaré encantado de atenderte.

Tome la receta y el dinero y salí cuanto antes de ahí, lo malo es que el centro médico estaba cerrado y tuve que devolverme a pedirle que me abriera.

Me sentía sucia, ya analizándolo con cabeza fría me di cuenta de como abuso de mí y yo caí como una estúpida. Me amenazo con lo que me iba a doler mi primera vez y en como iba a sangrar y nada de eso era verdad. Lo peor es que los cólicos me siguieron dando.