Perdí el juicio
Nunca huiera imaginado perder de esta forma la cabeza.
Perdí el juicio
Nunca hubiera imaginado que pudiera perder el juicio de esta manera. No soy gay, al menos eso creo, de hecho siempre nunca se me dieron mal las mujeres, y ahora estoy casado felizmente. Siempre en mis relaciones con las mujeres he llevado la voz cantante, y no he caminado nunca detrás de ninguna más allá de tiempo justo para saber si yo le interesaba o no.
Hace unos años empecé a leer los relatos de esta página. Heteros, lésbicos, dominación, tríos, hasta que un día me dije ¿por qué no los de la categoría gay? Y empecé a hacer. El primero me provocó una erección casi insoportable. Con el segundo acabé lo que el primero dejó pendiente. Vaya corrida. Ningún relato de otra categoría había sacado de mi interior tal cantidad de líquido.
Mi interés por los relatos de esta categoría fue en aumento, hasta convertirse en la única categoría que visito. Y claro tanta teoría lleva a que un día quieras pasar a la práctica. Y empecé a entrar en chats, el los que tenía muy claro lo que buscaba. Lo que yo quería encontrar era ese hombre que los relatos habían ido formando en mi imaginación. Un hombre maduro, seguro de si mismo y que no me hiciera dudar ni un solo instante. Quería encontrar en el justamente lo que nunca he encontrado hasta le fecha en ninguna de las mujeres con las que he estado, por muy bellas que fueran.
Contacté con varios, incluso con algunos quedé para tomar café, siempre garantizando previamente la privacidad. Pero unos por jóvenes, otros por inseguros y otros simplemente porque no me atraían fueron pasando tal y como vinieron. Pero hace unos meses encontré mi ideal. En cuanto lo vi entrar en la cafetería lo supe. Algo más bajo que yo, fuerte, con el rostro marcado y gesto duro, pero a la vez que agradable, algo de barriga y trata agradable. Yo, sin ser una belleza si puedo considerarme bastante atractivo, así que le gusté. Yo 33, el 42. Perfecto. Pasamos un rato muy agradable, y quedó en llamarme.
Pasó un mes hasta nuestro siguiente encuentro. Cuando le vi le pregunté por qué había retrasado tanto nuestro encuentro. El me contestó: "solo nos veremos cuando a mi me apetezca. Y cuando a mi me apetezca es mejor que siempre estés dispuesto a acudir"
Dios mio aquella contestación me volvió loco. Tuve una erección inmediata. Yo le dije que si, que sin problemas, que todo ocurriría según el fuera dictando. Cuando terminamos el café me dijo que me fuera al lavabo del café y que lo esperara allí. Obedecí. No tuve que esperarlo más de 30 segundos. Cuando llegó sin mediar palabras busco mi boca con la suya, puso su mano en mi poya, comprobando que la tenía bien dura, y cuando ese primer beso con un hombre creía que iba a volverme loco de placer, se separó y me dijo: "ya te llamaré. Creo que lo asaremos bien". Y se fue sin darme opción a réplica. Yo me quedé de piedra, y con una erección enorme, así que no salí del baño de la cafetería hasta que me masturbé.
Pasaron los días y yo solo podía pensar en un futuro encuentro, y a medida que la llamada se retrasaba más se multiplicaba el deseo. Necesitaba tener una primera relación, ya lo pedía a gritos. Pero seguía pasando el tiempo y no recibía noticias.
Hace dos semanas me llamó al trabajo una mañana: "estoy en los multicines, ven, quiero verte". Y colgó. Dios mío vaya dilema. No podía salir, pero si no iba corría el riesgo de perder el contacto, ya me dejó claro que debía acudir a sus llamadas. Así que tras un pequeño momento de incertidumbre, acudí. Ya recuperaría una tarde o un fin de semana. Estaba en la puerta esperándome. Al llegar se dio media vuelta y me dijo: "sígueme". Me condujo sin decir una palabra a los lavabos, me guió hasta el reservado para minusválidos, que es mucho más amplio, y me sentó en el water. El se puso enfrente de mi, se desabrochó el pantalón y me dijo: "trágatela". Yo estaba totalmente ido. Un hombre casado, en unos baños públicos, vale, eran unos multicines que por las mañanas no suelen recibir muchas visitas, pero era una situación en la que nunca me hubiera imaginado. Pero tanta seguridad, me hizo perder cualquier perjuicio y sin más me metí aquel miembro en la boca y empecé a chupar. Al principio tuve las manos quietas, pero a medida que se le iba poniendo dura fui perdiendo el control y me fui comiendo esa poya, cada vez con más pasión, comía como un loco. Era mi primera poya, yo no sabía que hacer. Así que solo pensaba en que era lo que me gustaba a mi. Y creo que dio resultado, porque el empezó a temblar de placer, a los pocos minutos. Me paró, yo quise quitarme el pantalón para masturbarme mientras se la comía, pero no me dejó. Me dijo: "hoy eso no toca".
A cada instante crecía mi excitación. Ahora tenía ese pedazo de miembro justo delante de mi cara, sin poder tocarlo, sin poder tocarme y sin poder meterlo en mi boca. Entonces me dijo: "abre la boca". Lo hice. Y acto seguido agarro mi cabeza, me metió la poya y empezó a follarme la boca sin compasión.
Cuando se cansó, sacó su miembro de mi boca y empezó a masturbarse, yo estaba a mil, salieron unas gotas de su poya, y en ese momento volvió a agarrarme la cabeza y me la metió otra vez dentro. Entonces noté como se estremeció todo su cuerpo y tres trallazos de semen golpearon mi garganta. "Mírame y trágatelo todo". Lo hice sin rechistar, no dejé ni una sola gota en mis comisuras. "Bien, ahora límpiame con tu lengua, tengo que trabajar y no quiero ir sucio". Cumplí mi misión con esmero.
Cuando terminé dijo: "ya tendrás noticias mías. Aún tienes agujeros por explorar"
Y se fue.
Esta vez no hizo falta que me masturbara, mis pantalones tenían ya a esas alturas la mancha de la eyaculación más intensa de mi vida. Y sin que nadie me tocara nada.
Así que en el secador de manos hice lo que pude para disimular semejante charco, volví al trabajo y desde ese momento espero una nueva llamada. Espero una nueva experiencia. Como una perra en celo.
Sin ocurre, y deseo con toda mi alma que sea sí, os la contaré.