Pequeño pero Pollón 9. De noche con nuestro primo.

"Continué empujando, sintiendo cómo aquel agujero se abría para mí, dejándome pasar con reticencia. Sentí por fin mis huevos chocando con las nalgas de Andrés. Él también debió notarlo, porque soltó un leve gemido".

Llegamos a casa de nuestros primos algo tarde. Serían casi las dos de la madrugado cuando entramos por la puerta. El banquete había dado paso a una cena, una cosa llevó a la otra y, al final, se había alargado todo demasiado.

–Marcos, tendrás que dormir en el cuarto de invitados –dijo mi tío–. Solo hay una cama extra en la habitación de Andrés, y como eres mayor que Asier, mejor que duerma él con alguien. No te importa, ¿verdad?

Tardé un par de segundos en responder. En cierto modo, me daba morbo dormir con mi primo. Pero estaba bastante cansado y, sinceramente, no me apetecía mucho hacer nada más.

–Claro –contesté–. Lo que os sea más cómodo.

Mi tío asintió y comenzó a preparar la que iba a ser la cama de mi hermano aquella noche. Yo me fui hacia la que sería mi habitación. Estaba pared con pared con la habitación de Andrés, entre medias de la de este y la de mi prima, que era la que quedaba justo al lado de la de mis tíos. Al final esto se traducía en que la habitación de Andrés estaba relativamente lejos de la de sus padres. Según tenía entendido, se habían mudado un par de años antes, y mi primo, lejos de darle igual, probablemente había escogido la habitación más alejada para poder hacerse pajas con tranquilidad.

No tardamos en acostarnos. Le di las buenas noches a mi primo y a mi hermano, que ya estaban bajo las sábanas, y me fui a mi cuarto. No sé en qué momento me dormí, pero sé que no me llevó mucho tiempo, ya que realmente estaba agotado.

Desperté con ganas de mear. Miré la hora para valorar si me merecía la pena levantarme. Las 5:26. Fui directo al baño y meé. Justo antes de tirar de la cadena, escuché algo, como unos susurros. Tiré de la cadena, salí del baño y seguí la dirección de los ruidos.

Acabé, cómo no, frente al cuarto de mi primo.

–No hagas ruido –susurró mi hermano–. Nos van a pillar.

–Tranquilo, mi familia duerme de un tirón. Más de una vez he tenido que ser yo quien les despertaba porque se habían quedado dormidos.

Abrí la puerta lentamente, sin hacer nada de ruido, y pude ver movimiento bajo la sábana de la cama de mi hermano. Me acerqué y, de un movimiento, quité la protección, dejándoles al descubierto. Claro que ya me imaginaba lo que me iba a encontrar, y efectivamente así fue.

Mi hermano, de rodillas frente a mi primo, le chupaba la polla a este, que con las manos sobre la cabeza de Asier le empujaba para hacerle tragarse todo su cipote.

–Os pillé.

La primera reacción de ambos fue de susto. Mi hermano se sacó el rabo de mi primo de la boca en cuanto me escuchó, y Andrés se tapó con las manos, como si aquello pudiera ocultar lo que estaba pasando. En cambio, cuando se dieron cuenta de que era yo quien los había pillado con las manos en la masa, suspiraron.

–Joder, qué puto susto –susurró Andrés.

–Es el castigo por no invitarme a esta fiesta…

Mi hermano me miró y frunció el ceño.

–¿Acaso estás celoso? Venga ya… Estabas durmiendo y no queríamos despertarte.

Lo miré de vuelta y me crucé de brazos.

–Eres un capullo. Querías toda esa polla para ti solo, que te conozco.

–Bueno, eso también es verdad. Pero no te preocupes, que aquí hay cipote para rato.

Me hizo gesto, invitándome a subirme a la cama. Era una cama ancha, lo suficiente como para que cupiéramos los tres sin mucho problema. Mi hermano se puso a la derecha de mi primo y yo a la izquierda.

Permanecimos unos segundos en silencio, casi sin movernos, hasta que Andrés habló.

–Bueno, pues si no vais a hacer nada, empezaré yo.

Me rodeó el cuello con su brazo y acercó lentamente mi cabeza a la suya, haciendo que nuestros labios se fundieran en un cálido beso. Descubrí entonces lo que unos labios tan carnosos como los suyos eran capaces de provocar. Posé mi mano izquierda sobre su cintura, acariciándole sutilmente. Andrés disfrutaba, pero cortó el beso rápidamente.

–Vayamos a lo importante –me dijo al oído.

Bajó directamente hacia mi abdomen, besando cada pequeño abdominal que tenía formado en mi vientre. Me quitó los pantalones del pijama y los calzoncillos y contempló mi nabo durante unos segundos.

–Joder, vaya pollón gastas, primo.

Primero lamió los huevos, apenas cubiertos de pelos, turnándose entre uno y otro. Pasó entonces a por el tronco, el cual lamió como una perra. Por último, bajó la piel que cubría mi glande, cogió mi polla con una mano, abrió la boca y comenzó a chuparlo. Lamía el glande con ansias, pero con delicadeza, en círculos, provocando mis primeros gemidos sordos. Unos segundos más tarde decidió pasar a la acción y comenzó a tragarse mi polla al completo, o eso intentaba, ya que no le entraba entera.

–¿Qué pasa conmigo? –preguntó entonces mi hermano.

–Ven aquí –le contesté.

Asier se acercó a mí y lo hice ponerse encima de mí, de modo que su trasero quedara apoyado sobre mi pecho. Se desnudó al completo y acercó su polla a mi boca. Al principio me trató con delicadeza, dejando que fuera yo quien llevara el ritmo de la mamada. Movía la cabeza adelante y atrás, metiéndome todo aquel falo dentro. Pero entonces, me sujetó firmemente la cabeza y comenzó a follarme la boca.

Mi hermano movía su cadera con rapidez, introduciendo su polla una y otra vez en mi boca, haciendo que yo tuviera que esmerarme en no atragantarme. Pero aquello era demasiado, y aunque el cipote de mi hermano no era excesivamente grande, el ritmo que llevaba me estaba matando. Empecé a salivar y toser un poco, lo que le indicó a Asier que se estaba pasando.

Mi hermano paró, y entonces pude sentir un cosquilleo en mi pene. Mi primo seguía con su trabajo, y yo ya iba a reventar. Pareció que Andrés se dio cuenta, porque paró en seco, me miró a los ojos en aquella tenue oscuridad, y me dijo:

–Es tu turno.

Lo miré de vuelta y, cuando estaba incorporándome para comérsela a mi primo, mi hermano me detuvo.

–Tengo una idea mejor. Andrés, visto lo visto, te gustan demasiado las pollas. Una mamada es la ostia, pero ¿has probado a que te la metan? Eso sí que es placer.

A mi primo no le hizo mucha gracia.

–No sé… Eso tiene que doler…

–Bueno, al principio duele, pero cuando te acostumbras, el placer que recibes es una muy buena recompensa.

Andrés parecía indeciso. Dudó unos segundos, pero por fin se decidió.

–Bueno, pero la próxima vez os follo yo a vosotros.

–Con mucho gusto –contesté.

Nos acomodamos como pudimos, de modo que mi primo quedó boca arriba. Mi hermano se puso en posición de 69 con Andrés. Yo alcé las piernas de mi primo y comencé a comerle el culo. Ya no recordaba la sensación de comer un culo. Y a Andrés le gustó; vaya si le gustó. El muy cerdo comenzó a gemir aun con la polla de mi hermano en la boca. Tras algo más de medio minuto así, pasé a lo importante.

–No tenemos lubricante, así que va a costar que entre. Pero una vez lo haga, me vas a dar las gracias.

Mi primo continuó comiéndole el rabo a mi hermano mientras este se lo comía a él. Decidí dilatarle el ano con mis dedos. Introduje el primero con algo de oposición, ya que el culo de Andrés se resistía a ser invadido. Cuando se acostumbró, fui con el segundo. Este costó algo menos, ya que mi primo empezaba a relajar el esfínter. El tercero, eso sí, costó más. El ano de Andrés no había sido perforado nunca antes, y recibir tres dedos así porque sí no era tarea fácil. En cambio, Asier estaba haciendo un buen trabajo consiguiendo que nuestro primo se relajara, por lo que una vez pude introducir el tercer dedo, fue solo cuestión de tiempo que su ano se acostumbrara.

Tras un par de minutos así, saqué los tres dedos y le avisé de que iba lo gordo. Mojé mi polla con saliva para tratar de lubrica y que entrara con más facilidad. No pensé que fuera a servir de mucho, pero al final sí que ayudó.

Situé las piernas de Andrés sobre mis hombros, apoyé mis manos a ambos lados de su cintura, acerqué mi nabo a su ano y, lentamente, comencé a empujar.

–¡Aay! –mi primo se quejaba.

–Tranquilo. Es solo al principio, confía en mí.

–Concéntrate en mi polla y en mi mamada –le dijo mi hermano.

Andrés cerró los ojos y suspiró. Empujé un poco más, consiguiendo así que entrara mi glande por completo.

–Vale, ahora ya es que entre del todo. No te debería doler mucho, ya que no va a entrar más grosor.

Continué empujando, sintiendo cómo aquel agujero se abría para mí, dejándome pasar con reticencia. Sentí por fin mis huevos chocando con las nalgas de Andrés. Él también debió notarlo, porque soltó un leve gemido.

Permanecí dentro de él unos segundos, lo suficiente para que se acostumbrara, y entonces comencé a moverme. Empecé con tranquilidad, sacando y metiendo mi polla lentamente, tratando de no hacerle daño. Mi primo comenzó a gemir, y esa fue mi señal para acelerar el ritmo.

–Ahh, uff, empieza a gustarme…

–Te lo dije.

Mis embestidas se aceleraron. En la oscuridad de la noche podía distinguir las figuras de mi hermano y mi primo. Veía cómo Asier le comía la polla a Andrés. Cómo se introducía cada centímetro como la zorra que era. De vez en cuando se ponía a chuparle únicamente el glande mientras le hacía una paja, lo que incrementaba los gemidos de nuestro primo.

Mientras tanto, yo me follaba a Andrés, cada vez con más fuerza, con más intensidad. Empecé a gemir yo también.

–Aaaahh, sí, joder. Qué puto gustazooooo.

–Hhmmmm, ooohh, sigueee…

Mi primero gemía con la polla de mi hermano en la boca, lo que provocaba que el morbo aumentará todavía más. Comencé a sentir el cosquilleo previo a la corrida.

–Oohhh, aaahhh, me voy… me voy a… correr.

–Hazlo dentro –pidió entonces mi primo.

Yo acepté y continué follándomelo, sintiendo cómo mi polla aguantaba la corrida.

–Aah, ahh, oohh, sííí… Aahh ¡¡¡me cooorroooooooo!!!

Llegó el éxtasis y hasta seis chorros de lefa inundaron el ano de mi primo, que se corrió al mismo tiempo.

–Hhmmmm jodeeeeer.

Andrés no avisó y llenó la boca de mi hermano de leche, pero este la recibió sin problemas, tragándose los cinco chorros que impactaron contra su garganta, y continuó con la mamada incluso después de la corrida.

Mi primo, como agradecimiento, siguió comiéndole la polla hasta que Asier avisó de que se iba a correr. Andrés no apartó la boca y recibió los cinco trallazos de semen de mi hermano en la boca, tragando como pudo.

Noté cómo mi polla se desinflaba dentro del ano de mi primo y cómo salía de este por inercia. Me tumbé junto a él y mi hermano hizo lo mismo.

–Creo que deberías ir al baño a limpiarte –le dije a Andrés.

Mi primo asintió y salió de la habitación.

–Nos hemos follado a nuestro primo –comentó mi hermano.

–Asier, te quiero –fue lo único que se me ocurrió decirle.

Le di un beso en la boca, me levanté y me fui a mi habitación. Aquello había estado muy bien, pero debía volver a mi cama si no quería que mis tíos sospecharan. Además, yo ya estaba pensando en mi siguiente jugada.

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Esto empieza a acabarse... Las aventuras con el primo han estado muy bien, pero nuestro protagonista ya tiene en mente su próximo objetivo. ¿Quién será? Gracias por leerme y ¡que tengáis un buen pajote!