Pequeño pero pollón 7. Orgía después de clases.

"Hugo decidió terminar el beso y bajó fugazmente hasta mi polla, la agarró con ambas manos, me miró a los ojos con cara de cerdo y la introdujo lentamente en su boca. Joder, esa boca."

Pasé el domingo intentando no pensar en mi hermano, ya que sabía cómo acabaría la cosa si lo hacía. Por eso mismo, cuando me dijo que se iba a duchar, me excusé diciéndole que tenía mucha tarea por hacer. Casi me manda a la mierda, pero sabía que me lo acabaría agradeciendo.

La semana se me hizo larga; muy larga. De hecho, coincidí en los baños del instituto con Eric un par de veces. Y, tal y como se veía venir, no pude resistirme a hacerle una paja. Lástima que el baño fuera tan concurrido, ya que no nos dio tiempo a terminar.

Cuando por fin llegó el viernes, Hugo me esperaba a la salida.

–Hoy toca trabajo, ¿no?

–Sí –contesté, tímido como de costumbre.

–Me encanta lo reservado que pareces y lo poco que lo eres cuando follas como una zorra –me dijo al oído.

Aquello hizo que mi polla diera un respingo. Esperé a que saliera mi hermano de su clase, ya que últimamente le esperaba para volvernos juntos a casa. Hugo se despidió de nosotros y nos dirigimos hacia casa.

–¿A qué hora vendrán? –pregunto Asier.

–No sé, primero hay que comer.

–No me apetecen las judías… ¿Puedo comerme una salchicha y un par de huevos bien grandes? –sugirió, sobándose el paquete.

Lo miré a la cara con una sonrisa picarona.

–Asier… esta tarde vas a poder merendar tres salchichas y seis huevos, así que no desesperes. Vendrán sobre las cinco, imagino. Estoy seguro de que ellos también tienen ganas.

Mi hermano sonrió de oreja a oreja. Y yo no podía estar más feliz. Aquella tarde iba a tener mi primera orgía, con mi hermano, mi mejor amigo y su hermano.

Cuando me quise dar cuenta, sonó el timbre. No me dio tiempo a bajar desde mi cuarto, así que fue mi padre quien abrió.

–Buenas tardes. Oh, también has venido tú, Hugo.

–Sí, bueno, mis padres se enteraron de que os ibais a ir y me han pedido que venga a cuidar de ellos. Es lo que tiene ser el mayor –explicó, y se encogió de hombros. Pero obviamente aquello era mentira.

–Genial, entonces. En un rato nos iremos Ana y yo. Está terminando de arreglarse, ya sabéis.

–Chicos, ¡subid! –avisé desde mi cuarto.

Escuché los pasos de la escalera y, unos segundos después, la puerta de mi habitación se abrió.

–Hola, Marcos.

Asentí a modo de saludo y les invité a sentarse.

–Mis padres se van en unos 10 minutos. Van a casa de mis abuelos, así que no volverán en toda la tarde. Tenemos tiempo de sobra para hacer de todo.

Los hermanos se miraron entre ellos y sonrieron. Durante esos minutos estuvimos, básicamente, no haciendo nada. Hablamos del instituto y poco más.

–Ostia, pues nosotros tenemos la comunión de nuestra prima la semana que viene –dije, acordándome de golpe–. Pff, qué puta pereza. Llevo como dos años sin verla.

–Bueno, seguro que lo acabas pasando bien. Las comuniones siempre molan –contestó Eric, encogiéndose de hombros.

–No sé yo…

–¡Chicos, nos vamos! –gritó mi madre desde abajo–. Portaos bien y, si pasa algo, llamadnos. Marcos, cuida de tu hermano.

–¡Vale, mamá!

«Tranquila, que voy a cuidar muy bien de él», pensé. Cuando escuchamos la puerta cerrarse, nos miramos a los ojos. Los tres sabíamos lo que iba a pasar. Pero justo cuando Hugo se estaba abalanzando sobre mí, Asier interrumpió.

–¡Eh! Que falto yo.

–Vaya… –dijo Hugo, con cara de salido–. Así que otra putita más. Está bien. Espero que sepas cómo funciona esto.

–Tranquilo, vengo más que preparado.

Nos mostró un bote de lubricante.

–¿De dónde has sacado eso? –dije, entre cabreado y cachondo.

–Bueno, he rebuscado un poco entre los cajones de mamá y… ¡tachán! Premio. Creo que puede ser interesante usar esto.

–Sin ninguna duda –dijo Eric, boquiabierto.

Me levanté de la silla y salí de la habitación.

–Está bien, pero vayamos al sótano. Ahí tenemos un par de sofás y una cama de matrimonio. Estaremos más cómodos.

Los demás me siguieron. Bajamos al sótano y, en cuanto entramos, me desnudé por completo. Mi polla aún estaba flácida, pero los demás presentes ya se habían quedado embobados.

–Vaya culito tienes, capullo –oí decir a Hugo.

Me tumbé en la cama, de lado, pidiendo compañía al tiempo que me acariciaba los muslos. Hugo quiso venir, pero mi hermano lo paró.

–No, no. Tú te vienes conmigo.

Vi cómo Asier sentaba a Hugo en uno de los sofás. Le quitó la camiseta y comenzó a darle besos por todo el pecho. Bajaba poco a poco, sin tocar a Hugo más que con los labios, hasta llegar a la pelvis. Hugo levantó un poco el culo, lo que aprovechó mi hermano para quitarle los pantalones. Fue así como vio por primera vez aquella polla de 16cm.

No lo dudó ni un instante y se la introdujo de golpe. Al igual que con mi cipote, le costó tragárselo entero, pero acabó consiguiéndolo. Aquellos movimientos maravillaban a Hugo, que con los ojos cerrados comenzaba a gemir como una perra.

Fue entonces cuando Eric se acercó a mí comenzó a acariciarme. Primero el pecho, luego la espalda, y por último los glúteos.

–Déjate de gilipolleces y chúpame la polla… –le susurré.

Me miró, atrevido, y de un movimiento me hizo ponerme boca arriba. Se acomodó en la cama, tumbándose frente a mi cadera, de modo que mi rabo quedaba a la altura de su boca. Lo agarró con su mano derecha y se lo introdujo. Al contrario que había hecho mi hermano con Hugo, Eric prefirió ir poco a poco. Se tragaba mi polla centímetro a centímetro, disfrutando cada recoveco. Mientras tanto, acariciaba mis huevos con la mano izquierda. Cuando por fin llegó a la base de mi rabo, no pude evitar soltar un gemido, y él no pudo evitar soltar una arcada.

–La tienes demasiado grande, tío. No me entra.

–Sí que te entra. Vamos, cómemela, zorra.

Le cogí la cabeza y empujé contra mi polla, follándomelo por la boca. Eric se resistía, pero no lo suficiente. Realmente le estaba gustando que lo tuviera dominado. Cada vez le movía la cabeza más rápido, tanto que tuve la sensación de que iba a correrme. Por lo tanto, decidí parar y darle la vuelta a la situación.

Lo tumbé boca arriba, quedando mi boca a la altura de su nabo, que ya apuntaba hacia el techo con sus 14cm. No pude resistirme y me lancé a por ella. Comencé a comerle la polla como un obseso. Succionaba con fuerza su mástil mientras lo miraba a los ojos. Esa cara, joder, cómo me ponía esa cara de cachondo perdido. Mis movimientos eran rápidos y buenos. De vez en cuando dejaba únicamente el glande dentro de mi boca, para poder lamerlo con la lengua, mientras le pajeaba con la mano.

Eric empezó a gemir demasiado, por lo que tuve que parar para evitar que se corriese.

–Está bien. ¡Eh, vosotros! –les dije a los otros dos. Ahora era Hugo quien le comía la polla a mi hermano, que disfrutaba como el cerdo que era–. ¿Por qué no os unís a nosotros?

No tardaron ni un segundo en levantarse del sofá y venir hacia la cama de matrimonio. Hugo situó encima de mí, que estaba tumbado boca arriba, mientras que Asier fue con Eric. Le agarró la polla y, sin pensarlo dos veces, se la introdujo de inmediato.

–Menuda zorra está hecha tu hermano, Marcos.

–No lo sabes tú bien. Y tú, Hugo, ponte a trabajar.

Hugo tenía sus rodillas a ambos lados de mi cadera, de modo que sus glúteos quedaban a la altura de mi cipote. Cerré los ojos y sentí unos labios y una lengua subiendo por mi abdomen, rozando mis pezones y haciéndome cosquillas en el cuello. Reptó por él hasta llegar por fin a mi boca, donde nuestros labios se hicieron uno y nuestras lenguas se encontraron de nuevo.

Mientras me besaba, su mano izquierda me tenía atrapado por la espalda y la derecha me cogía del pelo. Me tenía completamente dominado.

–¿Te gusta, puta?

–Me… me encanta –pude decir entre gemidos.

Hugo continuó con el beso y, de pronto, me soltó una bofetada. No pude evitar gritar.

–Eso es, perra, grita.

Me sujetó la cara con la mano izquierda y con la derecha me volvió a golpear. No sabía por qué, pero me estaba gustando.

–Sí… soy tu putita… –decía mientras gemía.

Hugo decidió terminar el beso y bajó fugazmente hasta mi polla, la agarró con ambas manos, me miró a los ojos con cara de cerdo y la introdujo lentamente en su boca. Joder, esa boca. Su mamada era, como de costumbre, un jodido placer. Sentía su lengua recorriendo mi glande, sus manos palpando mis huevos. Decidí tomar las riendas y le hice tragarse mi polla al completo. En cambio, no tuvo arcadas.

–Vaya con la zorra, está acostumbrada a comer salchichas…

Mientras tanto, veía cómo mi hermano le comía la polla a mi mejor amigo. Aquella escena hizo que comenzara a salirme precum. Asier dominaba las mamadas a la perfección, y Eric parecía estar viendo las estrellas. Le sujeté la cabeza con mi mano izquierda y la acerqué a mí para darle un morreo. Sus labios se aferraban a los míos mientras nuestras lenguas chocaban.

Pude observar, de refilón, cómo mi hermano y Hugo se hacían una paja a mano cambiada. Joder, aquello era demasiado. Sentía que me iba a correr.

–Vale, parad –dije, al borde del éxtasis–. Estoy a punto de correrme. Pero quiero que me folléis. Y quiero que seas tú, Eric. Te lo debo.

Mi amigo me miró, sonriendo. Iba a ser la primera vez que metía la polla en un culo, ya que su hermano no se había dejado. Me puse con el culo en pompa y Eric no tardó en venir a comérmelo.

Joder, otra sensación de la ostia. Su lengua me hacía cosquillas y me provocaba un placer que no era capaz de describir. Mi polla seguía dura como una piedra, soltando gotas de precum.

Eric cogió el lubricante que había pillado mi hermano y lo restregó por su polla. Me hizo ponerme boca arriba, con las piernas en alto. Untó un poco de lubricante en mi culo y, sin avisar, comenzó a introducir su polla en mi agujero. Dios, qué puto dolor. Eso ya no era para nada placentero.

–Tranquilo –me decía–. El dolor se transformará en placer. Confía en mí.

Lo miré a los ojos y observé esa cara de gusto. Esos ojos entrecerrándose inevitablemente, presas del placer que estaba sintiendo. Por fin introdujo los 14cm y mi esfínter se relajó. Permanecimos así unos 30 segundos, lo suficiente para que mi ano se acostumbrara. Y entonces comenzaron las embestidas.

La primera dolió. Y las tres o cuatro siguientes, también. Pero entonces ese dolor comenzó a desvanecerse, y apareció de pronto el placer del que me había hablado Eric. Y con él, los gemidos.

–Ahh, ahhh, oohhh.

–¿Ves como te iba a gustar? –me dijo Eric, mirándome a los ojos mientras me follaba.

–Ohh, joder, qué puto gusto.

–Vale, no aguanto más –escuché decir a Hugo–. Tú, Asier, fóllame.

Nos quedamos todos sorprendidos. Hugo nunca había sido follado, así que eso era algo único. Echó lubricante por la pollita de mi hermano, así como por su culo. Se puso a cuatro patas y le ordenó a Asier que se lo follara.

Mi hermano, ante tal oferta, no pudo negarse. Se aferró a la cadera de Hugo, situó su cipote a la altura del agujero y comenzó a empujar.

–Métemela de golpe. Y pégame. Azótame, porque he sido un niño muy malo…

Vaya, así que a Hugo le iba el sado. Y parecía que le gustaba más recibir que dar. Mi hermano la metió de golpe, y Hugo no pudo evitar gritar.

–¡AAAHHHH! Joder, fóllame, niñato.

–Tranquilo, puta, que te voy a follar como no te va a follar nadie –respondió mi hermano.

Asier empujaba con fuerza, metiendo cada centímetro de polla en el ano de Hugo, que no paraba de gritar mientras recibía los golpes de mi hermano.

Por mi parte, el placer de sentir una polla dentro de mí iba cada vez a más, y ya sentía que me iba a correr.

–¡Ohhh, ahh, sí joder, fóllame, Eric! Métemela hasta el fondo, joder.

–Te gusta que te follen, ¿verdad? Eres toda una zorra, Marcos. A partir de ahora vas a ser mío. Ahh, joder, qué gustazo. A este paso… oh, joder, me voy a correr. Me corrooooooo.

Sentí su polla palpitar entre las paredes de mi ano. Noté un líquido espeso y caliente recorriendo mi interior, llenándome de vida. Y entonces, me corrí yo también.

–OOOHHHH JODEEEEER, aaaahhhhhh.

Tres, cuatro, cinco, seis trallazos de lefa salieron disparados de mi nabo mientras Eric lo agitaba con fuerza en la mayor y mejor corrida de mi vida. La mayoría cayó sobre mi abdomen, pero varias gotas llegaron hasta mi boca, donde las recibí con mucho gusto.

Miré a mi derecha y vi a mi hermano pequeño empalando a Hugo, que con la cara estampada en el sofá recibía su polla sin problemas.

–Oohh, me voy a correr. Y lo voy a hacer dentro de ti, putita. Ohh, aaahhh, jodeeeeeeeer.

–Ahh, ahhh, aaahhhhh, me corroooooo –gritó Hugo también.

–Joder, menuza zorra eres, Hugo –dijo mi hermano–. Has dejado la cama empapada.

–Dios, esto es lo mejor que me ha pasado nunca –contestó el mayor–. Nunca pensé que un niñato de doce me follara como tú lo has hecho. Esto se tiene que repetir.

Mi hermano sonrió y le dio un azote que hizo que gritara de nuevo.

–Bueno, Eric, estamos en paz. La próxima vez tendremos que pensar en otras cosas…

–¿La próxima vez? Pero si tenemos toda la tarde…

Y se lanzó de nuevo a por mí, restregando su polla empapada de semen con la mía, que volvía a estar en acción.

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Bueno, pues hasta aquí la séptima parte. Esto se va acabando... No quiero decir nada, pero nuestro protagonista tiene una comunión muy pronto... Que tengáis un buen pajote!