Pequeño pero pollón 5. Mi hermano quiere polla.

"Nunca había sentido algo así. Ni siquiera con Eric. Supongo que el hecho de que fuera mi hermano pequeño quien me estuviera comiendo la polla no se parecía a nada de lo que había hecho hasta entonces. Esa sensación de fraternidad, de querer que disfrute."

Llegué a casa tarde, exhausto por la follada con Eric y Hugo. Mi polla seguía morcillona, como pidiendo más; pero yo estaba bastante cansado, por lo que cené y me fui a la cama. Pasé la noche tranquilo, dormí de un tirón y desperté, como ya venía siendo costumbre, con una erección impresionante.

El sábado pasó relativamente rápido. Mis padres estuvieron en casa todo el día y mi hermano se fue a casa de un amigo. En teoría iba a dormir allí con un par de amigos más, pero al final la pijamada se canceló y mi hermano regresó a casa después de cenar, bastante furioso. Podía notar perfectamente la rabia que tenía por dentro.

–Oye, que puedes quedar con ellos otro día –le dije, intentando calmarle.

–No es eso –contestó–. Es que… Bueno, es igual –y se marchó a su cuarto.

Pensé en ir a preguntarle qué pasaba, pero decidí que lo mejor sería dejarle tranquilo. De modo que me resigné y, un rato después, me fui a mi cuarto y me acosté. Me costó algo quedarme dormido, pero finalmente lo conseguí. En cambio, esa noche no dormí de un tirón.

Desperté en medio de la noche al notar un movimiento cerca de mí. Pude distinguir a mi hermano, que me pedía dormir conmigo. Acepté de mala gana; no me gusta dormir con gente. Así que mi hermano, haciéndose hueco como pudo delante de mí, se metió bajo mis sábanas y se dispuso a dormir.

Eso pensaba yo, claro. Y es que, unos minutos después, mi hermano quiso acomodarse. Y, cómo no, situó su trasero en el hueco que dejaba mi postura, justo donde quedaba mi polla, que en ese momento estaba relajada. No obstante, sentir su culo con mi cipote me puso a 100, lo que se vio reflejado en una tremenda erección.

Mi hermano se dio cuenta y comenzó a mover su trasero lentamente, frotándolo contra mi rabo. De modo que decidí actuar. Si el niño quería polla, iba a tener polla.

Pasé mi mano derecha por encima de su cadera, llegando a la zona de su pene. Palpé la zona por encima del pantalón con delicadeza, notando cómo su polla iba creciendo más y más. Introduje entonces mi mano dentro de sus calzoncillos. Mi hermano gimió al notar el contacto de mi mano en su cipote. Lo masturbé lentamente durante unos segundos, hasta que mi hermano se dio la vuelta.

–Espera –susurré–. Encenderé la lamparita para tener algo de luz.

Me incorporé para alcanzar el interruptor y lo encendí. Era de esas lámparas que dan una luz ambiente, por lo que apenas se veía nada; pero sí lo suficiente como para observar la figura de mi hermano. Su cara aniñada, su pelo revuelto. Su cuerpo quedaba cubierto por la sábana.

–¿Puedo chupártela? –preguntó, casi suplicando.

Asentí, ansioso por recibir su mamada. ¿La chuparía bien? ¿O sería torpe?

Asier me hizo ponerme boca arriba. Se puso sobre mí, de rodillas, con sus glúteos sobre mis pies. Me cogió la polla con ambas manos, asombrado por el tamaño. Pero no lo dudó ni un instante. Se acercó a mi rabo y, sin pensarlo, se lo metió en la boca.

Nunca había sentido algo así. Ni siquiera con Eric. Supongo que el hecho de que fuera mi hermano pequeño quien me estuviera comiendo la polla no se parecía a nada de lo que había hecho hasta entonces. Esa sensación de fraternidad, de querer que disfrute.

Sin embargo, su técnica era algo más torpe que la de Eric y Hugo. Algo que no comprendí cuando me susurró:

–Se suponía que hoy iba a follar con Mario, Criz y Alberto, pero tu polla es bastante mejor que las suyas. Más grande, más gorda y con más precum…

–¿Cómo? –contesté, atónito.

–¿No lo sabías? He follado con ellos. Bueno, realmente no hemos llegado a tanto. Simplemente nos hemos comido las pollas unos a otros.

Yo miraba a mi hermano, que bajo la tenue luz de la lámpara sonreía y seguía hablando.

–Llevamos haciéndolo unos meses, desde que te pillé un día en la ducha cascándotela. Se lo comenté a ellos y una cosa llevó a la otra y… bueno, pues acabamos con las pollas en la boca –dijo, riendo un poco.

–Pero… Joder, no sé qué decir.

–Pues no digas nada, solo disfruta –y tras decir esto, se volvió a meter mi cipote en la boca.

Jugaba con el glande, pasando su lengua suavemente una y otra vez. Aunque lo hacía torpemente, se notaba que ya lo había hecho más de una vez, ya que lo hacía de todas las maneras posibles. Lamía el glande mientras masajeaba mis pelotas; chupaba el tronco entero al tiempo que lo recorría enteramente con su mano izquierda; succionaba mis huevos mientras me masturbaba lentamente… Lo cierto es que me estaba causando incluso más placer que Eric y Hugo. Algo que sentí que debía devolverle.

–Ahora vas a ver cómo se las gasta tu hermano mayor.

Lo hice ponerse en mi posición, boca arriba, y cuando me puse a comerle el cipote, Asier abrió la boca y soltó un tenue gemido.

–Aahhh, joder, la chupas de puta madre, tío.

–Bueno, es que yo también tengo experiencia.

Le conté mis aventuras con Hugo y Eric y quedó maravillado ante mi relato. De hecho, comenzó a soltar más precum, lo que a mí me puso como una moto. Empecé a lamer su pequeño glande con ganas, succionando con fuerza todo el líquido preseminal que podía. Aquella delicia era un manjar para mí. Y los gemidos de mi hermano, más aún.

Noté entonces cómo mi hermano me invitaba a abandonar su pene y acercarme a su boca.

–Nunca he besado a nadie –me dijo, algo cortado–. Pero quiero que me comas la boca.

Ante esas palabras no pude negarme, de modo que cerré los ojos al tiempo que él, acerqué mis labios a los suyos y, mientras nuestros rabos se rozaban, nos besamos.

Olvidé todo. Olvidé que era mi hermano a quien estaba besando. Que estábamos en casa, apenas a diez metros de nuestros padres. Olvidé que era de noche. Simplemente lo besé, y eso fue todo.

Al principio fue un beso tímido. Mi hermano no tenía experiencia en ello. En cambio, yo ya había besado a Eric y Hugo, por lo que decidí actuar. Metí lentamente la lengua, y mi hermano respondió abriendo la boca y juntando su lengua con la mía. Dios, aquello fue una sensación indescriptible, incluso mejor que cuando lo hice con Eric.

El jugueteo del beso duró al menos un minuto, tiempo en el que yo apoyaba una mano en la cama para no aplastar a Asier mientras con la otra nos masturbaba a los dos a la vez, juntando nuestras pollas. Mi hermano, por su parte, se dedicó a acariciarme el cuerpo entero. Con sus uñas producía un cosquilleo en mi espalda y costillas, además de bajar hasta mi culo para apretar mis nalgas con ambas manos y, como el atrevido que era, introducir un dedo en mi ano, que por supuesto tomé como un invitado más que bien recibido.

Lentamente decidí separarme de mi hermano y dirigirme poco a poco de nuevo hacia su polla. Por el camino me detuve en sus pezones, que mordí y lamí con ansias. Fue recorriendo su vientre mientras le hacía pequeños chupetones, hasta que por fin llegué al mástil.

–No te preocupes si te corres en mi boca. De hecho, lo prefiero –le dije.

–Eres un cerdo –contestó–. Como yo, la verdad.

Me introduje el cipote de 13 cm en la boca. Apenas me costó esfuerzo tras haberme comido los 16 cm de Hugo. Le metí un dedo en el culo para devolvérsela, y mi hermano moría de placer. Intentaba controlar el volumen de sus gemidos, pero de vez en cuando se le escapaba uno más alto de lo normal. Continué así durante unos minutos, hasta que escuché a mi hermano.

–Ahh, ahhhhh, no aguanto más. Me voy… me voy a-a correeeer.

Y tras estas palabras, sentí dos trallazos en mi garganta que hicieron que la polla de Asier palpitara. Su leche se derramaba por mi boca, y yo la recogía tratando de que ninguna gota se desperdiciara. Lamí su glande a conciencia para asegurarme de que lo dejaba limpio, y entonces mi hermano quiso devolverme el favor.

Me puse de nuevo yo boca arriba y mi hermano comenzó a comerme la polla. Después de un minuto en la faena, comenzó a acostumbrarse a mi tamaño hasta tal punto que consiguió que le entrara por completo.

–Menuda zorra eres, Asier.

–Y que lo digas, Marcos.

Mi hermano pequeño chupaba mi polla como si no hubiera un mañana. Parecía que le iba la vida en ello. Y yo ya estaba empezando a notar el cosquilleo del placer. Pero mi hermano quería más. No iba a parar hasta conseguir que me corriera en su boca. De modo que siguió chupando, lamiendo y succionando hasta que, al fin, avisé de que me iba a correr.

Asier continuó y, como bien había anunciado, de mi nabo salieron seis trallazos que fueron a parar a su boca. No pudo con todo y comenzó a derramar parte del líquido, por lo que lo alcé y lamí su cara y labios para limpiar mi corrida.

–Esto es mucho mejor que con mis amigos –dijo–. La próxima vez quiero hacerlo con Eric y Hugo.

Lo miré y sonreí.

–No te preocupes; la próxima vez, follaremos los cuatro. Y no nos limitaremos a las mamadas.

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Aquí la quinta parte de la historia. En breve llegará el momento orgía... Espero vuestros comentarios, como siempre. ¡Que tengáis un buen pajote!