Pequeño pero pollón 4: trío con los hermanos
"Ante mi vista quedó el increíble culo de mi amigo. Una figura perfecta, unas nalgas carnosas y un agujerito estrecho. Aquello era todo lo que yo necesitaba para empezar a babear."
Estaba acojonado y muy cachondo a la vez. Acojonado porque ese cinturón podía ser un castigo muy severo. Cachondo porque, usado adecuadamente, podía proporcionar grandes dosis de placer. Y es que Hugo, con sus azotes, me había demostrado que le gustaba el sexo duro.
–Eric, ¿te ha contado tu amigo algo nuevo?
Yo lo miré, asustado. Eric no sabía a qué se refería, pero yo sí.
–N-No –respondió él, temblando.
–Marcos, ¿te ha contado tu amigo algo nuevo? –me preguntó esta vez a mí.
Eric y yo nos miramos, dubitativos. Nuestros ojos conectaron, y entonces lo entendimos todo.
–Así es –continuó Hugo–. Me he follado a los dos. Bueno, técnicamente no me he follado a ninguno. Más bien, nos hemos dado placer mutuamente.
Yo no comprendía nada.
–P-Pero… vuestros padres…
Miré a Eric. Sus ojos negros destilaban rabia.
–¿De qué coño vas? –dijo al tiempo que se levantaba de la cama–. Te atreves a follar con mi mejor amigo, te atreves a follar conmigo, y ¿te cabreas si follo yo con él? Eres un capullo.
–Sí, hermanito, soy un capullo. Pero mira cómo te pongo –cogió con la mano derecha el rabo de Eric, que estaba más duro que una roca–. Yo no puedo desperdiciar esto… Es demasiado placentero…
Y diciendo esto, se fue agachando para meterse el trabuco de Eric en la boca. Sus movimientos reflejaban una experiencia que no sabía dónde la habría adquirido. Eric no pudo evitar soltar un gemido.
–Joder, cómo la chupas, Hugo.
El mayor se separó de nuevo, levantándose y cogiendo de las mejillas a su hermano.
–Papá y mamá no tienen por qué enterarse. Pero si no me obedecéis, acabarán por saberlo todo. Bueno, no todo. Les contaré cómo os pillé follando como putos cerdos. Y aunque intentéis meterme en el saco, ellos no os creerán.
Eric me miró, furioso.
–Tiene razón. Nunca les ha mentido, así que le creerán a él antes que a mí.
–Efectivamente. De modo que, si queréis seguir comiéndoos la polla, tendréis que hacer todo lo que os pida.
Decidí acceder. Ya me buscaría algo para conseguir tenerle a mis pies. Por el momento, tocaba obedecer. De modo que asentí. Eric dudó algo más, pero acabó aceptando.
–Así me gusta. Bien, pues vamos a comenzar. Seguidme.
Aún desnudos, fuimos detrás de Hugo. Nos llevó hasta el baño. Nos hizo meternos en la bañera, que estaba vacía. Encendió el grifo y nos empezó a caer el agua. Caía con suavidad, provocando en ambos una sensación de tranquilidad. El cabello mojado le quedaba genial a Eric.
–Besaos.
Eric situó su mano derecha en mi mejilla. Alzó mi barbilla, acercó su boca a la mía y juntamos nuestros labios carnosos. El agua caía sobre nuestros rostros mientras nos besábamos. Pude notar una sonrisa por parte de Eric, lo que me puso aún más cachondo.
–Así me gusta… –decía Hugo frotándose la polla por encima de la toalla–. Menudo par de zorras estáis hechos.
Nuestro beso continuó durante varios segundos. Yo sostenía la cadera de Eric con ambas manos, mientras que él me sujetaba la cara con su mano derecha al tiempo que, con la izquierda, me acariciaba el torso.
–Marcos, arrodíllate y cómele la polla a mi hermano.
–Lo que tú digas, Hugo –le dije, sumiso.
–Oh, joder, eso es. Obedece a tu señor –y con un rápido movimiento me azotó con la palma de la mano.
Me puse de rodillas y, sin pensarlo ni un momento, me metí la polla de Eric en la boca. Recorrí sus 14cm de cabo a rabo, nunca mejor dicho. El líquido preseminal ya brotaba de su cipote, y yo lo saboreaba como el manjar que era.
–Ooh, síí… –gemía Eric–. Sigue chupándome la polla, Marcos. Vamos, putita.
Aquello me ponía la polla más tiesa aún. Que me hablara así provocaba en mí una sensación indescriptible.
–Soy todo vuestro… –dije, mirando a ambos.
–Ahora lo comprobaremos –contestó Hugo–. Pero primero, déjame que te compense por lo que va a pasar más tarde…
Hugo se metió en la bañera junto a nosotros. Pero, para mi sorpresa, no le indicó a Eric que se saliera. Al contrario, le hizo ponerse a cuatro patas para que le comiera la polla mientras él me la comía a mí. Agarró firmemente el cinturón y le propinó cuatro latigazos a su hermano en las nalgas, que recibió dolorido pero acostumbrado. En ese momento entendí los moratones de Eric. Hugo se lo había follado, con sus usuales golpes de por medio. En cambio, a Eric no parecía gustarle, por lo que intervine.
–Hugo… –dije, sujetándole por la barbilla–. ¿Por qué no pruebas… a darme a mí, en lugar de a tu hermano…?
Hugo sonrió y, cachondo perdido, me azotó con el cinturón tres veces. Aquello dolía como mil demonios, pero al menos no lo estaba recibiendo Eric.
–Joder, cada vez me pones más cachondo, niñito. Y mírate, tan pequeño y tan pollón. Ese rabo no puede quedarse sin probar.
Y dicho esto, se agachó y comenzó a comerme la polla. Y así estábamos, yo de pie, con mis piernas haciendo un puente sobre el cuerpo de Eric, que a cuatro patas le chupaba la polla a su hermano, quien, a su vez, de rodillas, me comía el cipote a mí.
La técnica de Hugo era algo mejor que la de Eric. Seguramente le gustaran las pollas más que a su hermano pequeño, lo que quedaba traducido en unas mamadas espectaculares. Eric, por su parte, se tragaba el rabazo de 16cm de su hermano sin problemas. Estaba claro que ya habían follado más de una vez.
Hugo abarcaba toda mi polla, incluyendo mis huevos, los cuales succionaba provocando un placer increíble. En una de esas, le cogí la cabeza con ambas manos y me empecé a follar su boca, haciendo que tuviera arcadas.
–Quién es la putita ahora, ¿eh? –dije, poseído por el calentón.
Hugo se vengó con un azote sonoro, pero siguió comiendo polla como el cerdo que era. Sus labios apretaban con fuerza mi mástil, lo que hacía que mis ganas de correrme aumentaran conforme pasaba el tiempo. Hugo pareció darse cuenta y, de pronto, se levantó y anunció:
–Vamos a mi habitación. Follemos como Dios manda.
Salimos del baño y nos dirigimos sin pensarlo a la habitación de Hugo. Fue él quien entró primero, y nos hizo pasar a nosotros después.
–Eric, a cuatro patas –ordenó.
El hermano accedió y, como si de un esclavo se tratara, obedeció. Ante mi vista quedó el increíble culo de mi amigo. Una figura perfecta, unas nalgas carnosas y un agujerito estrecho. Aquello era todo lo que yo necesitaba para empezar a babear.
–Te gusta, ¿verdad? –me preguntó Hugo. Asentí sin apartar la vista–. Aquí mi hermanito tiene un culo idóneo. La primera vez que me lo follé, hace un año, repetimos un par de veces más. Ninguno de los dos se cansaba.
Miré a Eric, incrédulo. Pero su cara indicaba que su hermano decía la verdad.
–Venga, cómele el culo –me ordenó Hugo–. Mientras tanto, yo le comeré la polla.
Dicho y hecho. Hugo se tumbó bajo Eric y comenzó a succionar su cipote. Parecía que disfrutaba, y es que los gemidos que soltaba no dejaban lugar a dudas.
Su culo en pompa me permitió un acceso directo a su ano, que comencé a lamer lentamente. Fue una sensación rara. En un principio pensé que me daría asco, pero fue todo lo contrario. Cuando empecé, no pude parar. Los gemidos de Eric se incrementaron, y yo cada vez estaba más cachondo. Cuando hube empapado bien la zona, decidí lanzarme al ataque.
Situé la punta de nabo en la estrecha entrada de mi amigo. Traté de empujar, pero aquello no entraba.
–Espérate, bruto –me dijo Hugo–. Si no lubricas, os vais a hacer daño.
Se levantó, abrió uno de los cajones de su escritorio y de él sacó un pequeño bote de lubricante.
–Me lo dio un amigo –dijo, guiñándome un ojo.
Reí y esparcí lubricante sobre mi polla y en la zona del ano de Eric, que recibió la crema con un gemido. De nuevo, posé mi cipote sobre su entrada y volví a empujar. Esta vez, mi rabo entró casi sin problemas. Se notaba que estaba acostumbrado a recibir visitas.
–Aaaaahhh… –soltó Eric al tiempo que le empalaba.
–Ooohh, joder, que puto gustazo. Esto es mejor de lo que pensaba.
Cuando mi polla entró por completo, sujeté las caderas de Eric con ambas manos. Retiré lentamente mi mástil, sin llegar a sacarlo por completo. Y cuando estuvo fuera casi del todo, volví a meterlo. Y así una y otra vez.
Nuestros gemidos se incrementaron, y con ellos los de Hugo, que se la comía a su hermano pequeño mientras este se la chupaba a él en un 69 de manual.
–Aaaahhhh, sííí jodeeer –gritaba Eric–. Fóllame, Marcos, fóllame duro. Ohhh joder, ¡quiero que te corras en mi puto culo!
–¡Ahh, aah, ahhh! Menudo pedazo de zorra estás hecha, Eric. Te gusta que te follen, ¿eh? Te gusta sentir mi polla desgarrándote, ¿verdad?
–Síí, joder, ¡quiero sentirte dentro!
Aceleré el ritmo de mi follada, clavándole mi polla cada vez con más fuerza. Empecé a sentir el cosquilleo previo al éxtasis. Le dije que me iba a correr en su culo, y me respondió que por supuesto. Y unos segundos después, 5 potentes chorros de leche salieron disparados de mi cipote, directos al interior de mi amigo.
–Ohh, aahhh, aaahhhhh, ¡me corro! –avisó Eric.
–¡Y yo! –dijo Hugo como pudo, con los 14cm de su hermano en la boca.
El semen de Eric fue a parar a la boca de Hugo, que tragó como una perra sin dudar. A su vez, la leche de este cayó directa en la garganta de su hermano pequeño, que como buena puta tragó sin rechistar.
–Tu semen siempre está riquísimo, Eric.
Eric sonrió y cayó rendido sobre su hermano, aún con sus pollas al lado de sus bocas. Yo le seguí y caí sobre Eric. Noté cómo mi polla se iba desinflando y cómo salía del ano de mi amigo.
Permanecimos así un par de minutos, acariciándonos.
–Esto hay que repetirlo.
–Por supuesto, Marcos –respondió Hugo.
Los dos hermanos comenzaron a besarse entre ellos, lo que provocó una gran excitación en mí.
No pude evitar pensar en mi hermano pequeño y en todo lo que quería hacer con él.
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Aquí la cuarta parte de la saga. El sexo continúa y parece no tener fin... Espero vuestros comentarios. ¡Que tengáis un buen pajote!