Pequeño pero pollón 12. El fin de la aventura.

"Esos ojos borrachos de vicio y perversión me miraron y no pude hacer otra cosa que meterle la polla hasta el fondo, haciendo que mis pelotas chocaran contra sus glúteos"

Recomiendo leer el capítulo anterior para entender mejor este y, asímismo, todos los demás para disfrutar más de la experiencia. ¡Espero que os guste este final! Y que tengáis un buen pajote :)

____________________________________

Al entrar de nuevo en la caseta, esta vez junto a Hugo, la escena era algo distinta. Mi hermano, de rodillas, le comía la polla a Mario que, sentado en el banco, se la chupaba a Eric.

–Espero que no te importe que le avisara –dijo Eric.

–Aunque me importara, ya está aquí así que… –respondí–. De todos modos, ya hemos hablado sobre ello, así que mientras se porte bien, puede hacer lo que quiera.

Le di una palmada en la espalda a Hugo, que se acercó a Mario. Apartó con relativo cuidado a Asier y se puso frente a Mario.

–Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? Un juguetito nuevo…

–No te pases ni un pelo –le advertí.

–Tranquilo, fiera, que tu amiguito lo va a pasar muuuuuy bien.

Dicho esto, se arrodilló frente a Mario, le plantó un morreo en la boca y, acto seguido, se metió su polla en la boca. Su cabeza subía y bajaba a un ritmo lento, alargando cada movimiento para dejar a Mario en aquel limbo entre el placer y el éxtasis. Hugo no se había quitado el bañador, sino que había introducido su mano bajo este y se estaba pajeando mientras le comía la polla a Mario.

Asier, viendo que Hugo quería marcha, se puso tras él, le bajó el bañador hasta los tobillos y comenzó a comerle el culo. Hugo puso el culo en pompa facilitar el trabajo, y mi hermano le daba fuertes azotes de vez en cuando que provocaban en Hugo tenues gemidos ahogados por la polla de Mario.

Ante tal situación, no me quedó “más remedio” que follar con Eric. Lo digo con comillas porque realmente era algo que llevaba esperando desde que habíamos entrado en la caseta, por lo que no tardé ni dos segundos en llevarme a Eric a la piscina. Le hice meterse en el agua para reinterpretar la escena que había tenido lugar en la piscina de la urbanización, solo que ahora era yo quien le comía la polla bajo el agua a él. Lo cierto es que, lejos de parecerme incómodo, me gustó mucho y me dio mucho morbo. Eso sí, tuve que salir varias veces a recuperar aire.

En algún momento, Eric consiguió ponerme contra la pared y, aún con su polla en mi boca, comenzó a follarme. Mi cabeza había quedado atrapada entre la pared de la piscina y la cadera de Eric, pero la situación me estaba poniendo muy, pero que muy cerdo. De hecho, me dio la sensación de que algunas gotas de precum salieron de mi cipote, ya más duro que el acero.

Tuve que empujar a mi amigo para quitármelo de encima y salir a coger aire, ya que el capullo me estaba ahogando.

–Te vas a cagar –le dije al oído.

Fuimos hacia la zona que no cubría, donde el agua me llegaba justo por la cintura, y le dije a Eric que apoyara su pecho en el bordillo, dejando su culo justo a la altura de mi rabo. Sin lubricar ni nada, le ensarté mi cipote de un golpe, hasta el fondo y con fuerza.

–Esto no ha hecho más que empezar –le susurré.

–Fóllame. Fóllame fuerte, Marcos –pidió.

–Tus deseos son órdenes.

Apoyé mi mano derecha en el bordillo y con la izquierda le sujeté la cara y se la apoyé contra el bordillo, quedando su mejilla izquierda pegada al suelo. Esos ojos borrachos de vicio y perversión me miraron y no pude hacer otra cosa que meterle la polla hasta el fondo, haciendo que mis pelotas chocaran contra sus glúteos. Eric soltó un fuerte gemido y, poseído por el calentón del momento, le tapé la boca con mi mano; más bien, con tres de mis dedos, los cuales comenzó a lamer como si de una polla se tratasen. Mientras tanto, claro está, la polla de verdad estaba entrando y saliendo continuamente de su agujerito, que pedía a gritos que no parara hasta estallar.

Miré para atrás y, para mi sorpresa, la situación había cambiado. Ahora Hugo le estaba comiendo la polla a Asier y Mario le comía el culo a Hugo. En cambio, no duró mucho, ya que enseguida apoyó su glande en el agujero de este y, con algo de presión, comenzó a meterle la polla mientras veía como le comía el rabo a Asier, quien por cierto ya estaba haciendo de las suyas follándole la boca. Hugo no paraba de soltar arcadas, pero aún así aguantaba con la polla de Asier en la boca. Al fin y al cabo, era el más guarro de todos.

Mario ya había conseguido introducir sus 13cm en el culo de Hugo, y su polla recorría su interior sin problemas. Asier, por su parte, había sacado su cipote de la boca de Hugo y. mientras este gemía por las embestidas de Mario, Asier le daba pollazos en la mejilla y le clavaba el rabo hasta la garganta de vez en cuando.

Mario se estaba empezando a envalentonar y cada vez azotaba con más fuerza a Hugo. Este le pedía más y más al tiempo que sus gemidos ahogaban los ruidos que hacía al atragantarse con la polla de mi hermano.

–Uff, aah, hhmmm –gemía el cerdo de Asier–. Si seguimos así, me voy a correr en breve.

–Aguanta un poco –le dijo Eric, deshaciéndose de mi mordaza durante unos segundos–. Yo… ahh, hmm… yo tengo que follarte.

Mi hermano lo miró a los ojos y rio.

–Já, pues claro que me vas a follar, no te preocupes.

Eric volvió a meterse mis dedos en la boca. Continuamos así un par de minutos más, hasta que sentí que iba a estallar. Avisé y, poniéndonos de acuerdo, hicimos rotación. Asier y Eric, tal y como habían pedido, se pusieron juntos. Se tumbaron ambos sobre un trozo de césped artificial que teníamos en la caseta y comenzaron un 69.

Por nuestra parte, decidimos que Mario le comería la polla a Hugo mientras este me la chupaba a mí. Para ello, Hugo se sentó en el bordillo de la piscina, con ambas piernas en el agua, y yo me arrodillé para situar mi polla a la altura de su boca, de modo que pudiera comérmela mientras Mario, metido en la piscina, se la chupaba a él.

Ver a Mario tragarse por completo los 16cm de Hugo me llenaba de orgullo y, además, me ponía muy cachondo ver cómo esa preciosidad de rabo desaparecía entre los labios de Mario. Por si fuera poco, este ya había empezado a tomar confianzas, y le estaba acariciando a Hugo tanto el abdomen como los huevos, lo que me ponía todavía más cerdo. Siempre me han gustado los tocamientos mientras estás follando.

Hugo, por su parte, había comenzado muy bien la mamada, y estaba poniendo todo su empeño. El muy cerdo se metía toda mi polla en la boca de vez en cuando y, con mi glande rasgando su garganta, se quedaba quieto durante unos segundos, probablemente para demostrarme de lo que era capaz.

–Joder, cada vez eres más zorra, Hugo –pude decir entre gemidos mientras le agarraba del pelo.

Hugo continuó su mamada durante al menos tres minutos más, momento en el que Mario, cansado de chuparle el rabo, decidió que era hora de pasar al acto final.

–Vamos a follarte –anunció, aún metido en el agua, mientras miraba a Hugo a la cara.

Hugo lo miró con una mezcla entre miedo y deseo. Miedo, porque aquellas palabras significaban que, de un modo u otro, iba a tener dos pollas destrozándole el culo; y deseo porque, en el fondo, estaba deseándolo.

–Tú mandas –le contestó–. Pero, por favor, folladme duro y no paréis con los azotes.

–A Hugo le encanta el sado, y eso que lo que hacemos nosotros no es que se pueda considerar sado como tal –le informé a Mario, que me había mirado con el ceño fruncido.

Accedió a sus condiciones y comenzó a organizar la escena. Colocó a Hugo justo donde estaba, en el bordillo de la piscina y boca arriba, con las rodillas pegadas a su pecho, de modo que su apertura quedaba a nuestra completa disposición. Aquel agujero ya se abría sin siquiera tocarlo, signo de que estaba deseando recibir visita. Además, su culo sobresalía ligeramente, casi tocando el agua de la piscina.

Mario me indicó que me metiera al agua, y al estar en la zona que no cubría, mi rabo quedaba justo a la altura del ano de Hugo, listo para entrar en acción. Mario se puso encima de Hugo, de rodillas y con las piernas abiertas a ambos lados de la cintura de Hugo. Esa posición dejaba el hueco suficiente para que yo no estuviera incómodo y, además, dejaba el culo de Mario a mi disposición, por lo que podía hacer el uso que quisiera de él.

Comencé a introducir mi polla en el agujero de Hugo. Este debía haberlo dilatado previamente, o quizá había hecho mucho uso de él junto a su hermano y ya estaba acostumbrado, porque mi polla entró casi sin problemas. De hecho, Hugo apenas soltó un leve bufido.

–Vaya, parece que a tu culo no le basta con un visitante… Mario, que pase el siguiente.

Mario apoyó su polla junto a la base de la mía, haciendo que sus huevos tocasen mi barriga. Empujó con suavidad, pero Hugo se negó.

–¿Qué es lo que no entiendes de “folladme duro”? Quiero que me la metas de golpe.

–De acuerdo –respondió Mario, envalentonándose–. Tú lo has querido. Si quieres guerra, tendrás guerra.

Y dicho esto, pegó un fuerte empujón y, ahogado por el grito de Hugo, soltó un gemido de placer que casi me hace correrme. Me asomé y pude ver nuestras dos pollas dentro del agujero de Hugo, que jadeaba sin parar.

–Aaahh… uff… aahhh… Joder, duele más de lo que pensaba. Pero creo que va a merecer la pena.

Mario entendió aquello como una invitación para comenzar las embestidas, y eso hizo. Sacó lentamente su rabo para evitar que saliera del todo y, una vez su glande asomaba por el agujero, volvió a introducirlo de golpe, continuando así durante unos minutos.

Yo me movía poco para evitar que mi polla saliera de aquel agujero tan placentero. Además, sentía el rabo de Mario friccionando con el mío, y cuando nuestros glandes se encontraban en el interior de la zorra de Hugo, el placer se elevaba incluso más.

Eric y Asier, por su parte, también habían comenzado la penetración. Tal y como Eric había solicitado, era él quien se la había metido a mi hermano. Eric se había tumbado sobre el césped artificial, con la polla apuntando al techo, y mi hermano, de cuclillas, había colocado el rabo de mi amigo a la entrada de su ano y, dejándose caer, había empezado a introducirlo en su estrecho agujero.

Los primeros gemidos de ambos llegaron justo en el momento en que Mario se la había metido por primera vez a Hugo. Ahora, Asier estaba botando sin parar sobre Eric, que con ambas manos acariciaba el torso y el rabo de mi hermano. Sus huevos chocaban una y otra vez con el abdomen de Eric, y las primeras gotas de precum anunciaban que la corrida no tardaría en llegar.

Eric quiso alargar la escena lo máximo posible, y aguantó las ganas de correrse todo lo que pudo. Asier colaboró bajando el ritmo durante unos momentos, los cuales aprovechó para besar cerdamente a Eric. Pasó su lengua por toda su cara y la guio hasta sus labios, donde ambas lenguas se encontraron para envolverse en un frenesí corto pero intenso.

Asier volvió a acelerar el ritmo. Lo cierto es que la técnica no era la mejor del mundo, pero para su experiencia estaba muy bien. Eric me lo confirmó cuando, con un sonoro gemido, anunció que se iba a correr.

–Me co-corroooooooo.

Asier, lejos de parar, continuó con su sube y baja, y de aquel agujerito comenzó a derramarse el semen de Eric, que había inundado sus entrañas por completo. Notar el líquido saliendo de su culo hizo que mi hermano llegara al éxtasis.

–¡¡AAAHHHH…!!

Aquel gemido debió escucharse desde fuera de la caseta, y vino acompañado de dos potentes chorros de lefa que cayeron al césped y otros cuatro o cinco más débiles que cayeron sobre el rostro de Eric. Este intentó hacerse con el manjar abriendo la boca y, posteriormente, lamiendo los restos que impregnaban sus labios. Asier lo ayudó con un beso por sus mejillas que acabó, de nuevo, juntando sus labios para fundirse en un intenso morreo.

Aquello evocó en mí una sensación tan excitante que mi polla dio un respingo en el interior de Hugo. Mario había continuado con su mete-saca, y Hugo había empezado a gemir cada vez más, pidiendo más azotes y más fuerza.

Poseído por el morbo del momento, comencé a azotar a Hugo cada vez con más fuerza. Mario se unió a mí y, mientras se follaba a Hugo, le cogió de las manos y se las situó sobre la cabeza, haciendo que no pudiera moverlas. En ese momento, Hugo era nuestra putita particular. Quién lo iba a decir, los dos niños más tímidos del grupo dominando al más agresivo y cerdo.

Cuando Mario me miró a la cara, no pude aguantar más. Sus ojos se habían tornado viciosos, y destilaban un aura de perversión que, sumado al roce de mi polla con la suya, hizo que me corriera de inmediato. Casi al mismo tiempo, sentí el rabo de Mario palpitar, y nuestros gemidos se sincronizaron para anunciar nuestra corrida.

–Aaaahhhh, hhhmmmmm, oooohhh…

Llenamos el culo de Hugo de leche caliente que, casi de inmediato, comenzó a manar del agujero. Mario agarró la polla de Hugo y, tras apenas unas sacudidas, de aquel rabo comenzó a brotar una fuente de lefa que empapó el abdomen de Mario y, por supuesto, el pecho y la cara de Hugo.

Saqué mi polla del ano de Hugo y, aún metido en el agua, me situé junto a él. Recogí el semen de Hugo de su pecho y del abdomen de Mario y me lo llevé a la boca. Me acerqué a la cara de Hugo y dejé caer su leche sobre sus labios. Abrió la boca y, sacando la lengua, recogió su néctar.

Lo besé en los labios y Mario, entre celoso y excitado, se unió al beso, compartiendo así la lefa de nuestra putita.

Salí del agua y me dejé caer entre Mario y Hugo. Asier y Eric también habían acabado y estaban tumbados sobre el césped.

–Esto ha sido lo mejor que hemos hecho nunca –dijo mi amigo, ya con la polla medio flácida.

–Ojalá se repitiera –añadió Asier.

Me incorporé y jugueteé con el rabo de Mario.

–Bueno, vosotros podéis hacer lo que queráis. Pero, a partir de hoy, yo soy solo de Mario y su polla.

Mario me devolvió la mirada.

–Lo mismo digo. Me lo he pasado muy bien, pero ahora quiero centrarme en… en mi… novio.

Aquellas palabras hicieron que mis ojos brillaran por unos momentos. Sonreí y le planté un breve beso en los labios.

–Te quiero –le dije–. Os quiero a todos.

Hugo, con el culo rojo y abierto y todavía con la polla medio morcillona, habló para finalizar la conversación

–Pues vosotros os lo perdéis, pero yo no pienso renunciar a las pedazo pollas de mi hermano y de Asier. De modo que, si vosotros no las queréis, seré yo quien les dé uso. Y creedme, les voy a dar muuuucho uso.

Reímos y, un rato después, nos despedimos. En aquel momento, nuestras aventuras sexuales llegaron a su fin.

Un año y medio después

Las vacaciones de invierno acababan de llegar, y yo estaba deseando ver a Mario. Por culpa de los exámenes de fin de trimestre no habíamos podido vernos casi nada durante las dos últimas semanas, y mi parte más cerda ya lo echaba de menos. Estaba teniendo que calmar a mi amiguita a base de pajas.

Cuando por fin Mario llamó al timbre, pegué un brinco.

–¡Marcos! –gritó mi padre desde la entrada–. ¡Ya ha llegado! Hala, disfrutad de vuestras notas –dijo mi padre guiándole un ojo a Mario.

Mis padres me habían preguntado sobre mi relación con Mario apenas un par de meses después de empezar con él, y gracias a Dios, no habían puesto ninguna pega. Ellos solo querían que su hijo fuera feliz.

Mario entró en mi habitación y, sin poder resistirme, cerré la puerta y le bajé pantalones y calzoncillos, todo de golpe. Jamás me cansaría de ver esa preciosidad de ahora 15cm y, sobre todo, esos huevazos colgantes.

–Venga, ya la has saludado –dijo a modo de saludo, y me dio un beso.

Mario era ahora menos tímido, pero aún conservaba ese carácter reservado. Asier no tardó en entrar por la puerta y, a modo de saludo y al ver la polla de Mario, se bajó también los pantalones. Aquello no tardó en coger tamaño hasta alcanzar los casi 16cm de los que mi hermano estaba tan orgulloso.

–¡Já! Todavía te supero. Cuñadito, vas a tener que esforzarte si no quieres que te robe a mi hermano.

–Cállate –le respondió Mario–. Además, ¿tú no estás con Sandra?

–¿Quién te ha dicho a ti que Sandra no sepa nada de esto? Te recuerdo que las personas pueden ser bisexuales y, además, aunque no lo diga, Sandra ha demostrado en más de una ocasión que quiere hacer un trío conmigo y con Eric.

Reí al recordar a mi amigo.

–¿Habéis vuelto a hacerlo? Ya sabes, tú y Eric

–La última vez que quedamos fue hace ya un mes, y Hugo decidió apuntarse. ¿Te he dicho ya que la tiene casi igual de grande que tú, hermanito? –asentí. Aquello, en cierto modo, me hacía sentir orgulloso, ya que tiempo atrás Hugo la tenía más grande que yo. Claro que, a fin de cuentas, el tamaño tampoco es que importe mucho.

–¿Y Eric? –quiso saber Mario.

–Eric se ha quedado un poco atrás, y apenas le llega a los 15cm. Aun así, ese es un buen tamaño para sus . Pero es verdad que, comparado con los nuestros… digamos que no ha tenido mucha suerte.

–Bueno, hermanito, gracias por saludar e informarnos de esas cosas tan relevantes. Ahora, si no te importa, te agradecería que nos dejaras a solas. No sé si me entiendes.

Asier dejó los ojos en blanco y salió de mi habitación, cerrando la puerta tras de sí. Volvió a abrirla apenas un segundo después.

–Si queréis que me una a la fiesta, estaría encantado.

–¿Es que tú nunca te rindes? –contesté y cerré la puerta de nuevo. Se escuchó un resignado “jo” al otro lado–. Y ahora, querido Mario, empecemos la celebración.

Mario se arrodilló y, con un rápido movimiento, sacó mi polla del pantalón. Ante él se hallaban mis 17cm, apuntando firmes a su boca. Y es que yo,  seguía siendo pequeño, pero pollón.

______________________________

Aquí acaba esta aventura que tanto me ha gustado escribir. Les he cogido mucho cariño a los personajes, cada uno con su personalidad, gustos y carácter. Espero que os agrade el final que he decidido darle, ya que lo he pensado durante mucho tiempo. Gracias por todos los comentarios y sugerencias que he ido recibiendo, que han ayudado a que esta serie sea aún mejor. Gracias por acompañarme en esta aventura.

P.D. Tengo pensado empezar una nueva serie, quizá más corta, con nuevos personajes. Os espero ahí. ¡Estad atentos!