Pequeño Hiro
Pequeño Hiro, notando las palpitaciones de tan largo tronco, presagiando la inminente corrida, le pidió a su hombre que le dejara chapársela.
Pequeño Hiro.
Pequeño Hiro, fue en un principio un tío macho, de esos que cargan sobre sus espaldas las bondades de la naturaleza, de los que creían que el hecho de nacer hombre le daban la posesión de la mujer. Sí, así fue Pequeño Hiro.
Fue un tipo duro con las mujeres, y sumiso con sus amiguetes machotes. Alardeaba de cómo follaba a toda mujer que se le presentaba: " ella gritaba entre lloros, pero yo seguía metiéndosela por el culo, diciendo calla zorra, que molestas a tu señor ", ante las súplicas de clemencia de la chica, él azotaba con dureza sus espaldas, tiraba de su cabello hasta arrancarlo y desgarraba sus pechos. Siempre pensó que a la mujer había domarla, como a los caballos salvajes. Eso contaba Pequeño Hiro a sus congéneres.
Su teoría sobre la mujer la resumía con frases como " las mujeres siempre están abajo, así a sido y siempre lo será, aunque les duela "
Estrella Sumisa era joven mujer, vendida por su padre para disfrute de Pequeño Hiro. Se casaron un frío día de invierno, comenzando la tortura de la mujer. Ella asumió el trabajo en el campo y el hogar, mientras Pequeño Hiro dedicaba su tiempo a fardar de sus hazañas en tugurios y prostíbulos.
Pasó que un buen día, a causa de fiebres extrañas, Estrella Sumisa debió volver a casa antes de terminar su jornada. La invadía el horror a la reacción de su macho que a buen seguro la reprimiría con violencia por la falta de producción causada por su ausencia del puesto de trabajo.
Llegó, con sigilo y temblorosa de temor y fiebre, a casa. En el lateral de la vivienda había un viejo abeto, bajo el que Estrella Sumisa se posó para reponer fuerzas, en espera de lo que en breve sería una nueva pesadilla. El sudor frío caía por su piel, de fiebre, de horror o de ambas cosas, cuando oyó extrañas voces:
Dame más, dame más, mi macho. Fóllame el culito, soy tu putita.
Los alaridos y gritos placenteros los achacó a una alucinación causada por la fiebre. Se acercó a la ventana para comprobar que Pequeño Hiro no se encontraba en ella, así podría descansar al menos hasta que la descubriera. Sus deseos no se cumplieron.
Pequeño Hiro, con una braguita, desplazada a un lado, recibía en la postura de perrito, en su enclenque culito una enorme polla, propiedad de un atlético muchacho, que empujaba hasta introducirla en sus intestinos para volver a sacarla en rápidas secuencias. "Así, así mi amor, rómpeme el culo", escuchaba decir a quien creyó el más macho del lugar.
No pudo creer lo que sus ojos observaban, cuando Pequeño Hiro, notando las palpitaciones de tan largo tronco, presagiando la inminente corrida, le pidió a su hombre que le dejara chapársela, "quiero tu lechita en mi boca, mi amor dámela, dámela la quiero en mi boquita ". Cuando el muchacho accedió a lo solicitado, Estrella Sumisa no pudo más que reír en silencio cuando vio que su Pequeño Hiro estaba torpemente maquillado, con sus labios rojos y sus ojos pintados de ridículo color. La patética imagen de su maridito maquillado, con braguitas de mujer, cogiendo la polla del chaval para introducirla en la boca, hasta le produjo cierto placer, algo que nunca sintió jamás. La fiebre no fue excusa para tocar su vagina ahogada en humedad. Cuando dos grandes chorros de semen caían por las comisuras de los labios de Pequeño Hiro, Estrella Sumisa se asomó a la ventana, ya sin precauciones y dijo:
Hola, nenita, he vuelto a casa porque ando algo enferma, pero no te preocupes, disfruta de tu hombre que yo descanso en la sala.
El joven salió corriendo a medio vestir, pidiendo perdón a Estrella Sumisa y explicando, entre tartamudeos, que Hiro le pagó el servicio y que ante el dinero no pudo negarse.
A solas con su "damita", Estrella Sumisa le dijo que ahora comprendía porqué nunca le dio placer y que a partir de ese momento, otros hombres colmarían su deseos, ante lo que el maricón de Hiro le decía: "Puta de mierda, no respetas una institución como el matrimonio, pobrecito de mí, como crees que me sentiré si se sabe que he sido engañado, las malditas como tu deben de morir carajo, eres basura eso eres, puta...". Una sonrisa irónica acompañó su frase final: "Uy ¿una nenita como tú será capaz de matar?. Como mujercita que eres, no tendrás problemas en comprender que el matrimonio es solo cosa de hombres, las mujeres como tú y como yo, estamos siempre debajo".
Y es que le machismo crónico no decae ni ante la evidencia.