Pequeña Venganza

Siempre había deseado follar con Raquel, mi compañera de clase, pero nunca imaginé hacerlo así.

Era una primaveral mañana de domingo. El azul intenso del cielo, sin una pequeña nube a la vista, propiciaba un día perfecto para hacer senderismo por la sierra. El viernes anterior, después de clase, mientras estaba tomando unas cañas con mi amiga Raquel -una preciosa pelirroja de almendrados ojos azules y esbelta figura, que ha sido motivo de mis fantasías en más de una ocasión- habíamos quedado para ir a andar por la sierra, así que decidimos encontrarnos en el anden número 2 de la estación de Atocha a las ocho y cuarto de la mañana para coger el tren de las 8:31 con destino al Escorial y desde allí subir andando hasta la silla de Felipe II, pequeña formación rocosa con forma de silla donde, se cuenta que se sentaba el monarca a contemplar las obras de la octava maravilla del mundo: El monasterio del Escorial, lugar en el que descansan desde entonces todos los Monarcas de nuestra querida España.

Llegué a Atocha sobre la ocho y veinte, (la puntualidad no es una de mis mayores virtudes) y al poco llegó Raquel, radiante como siempre, aunque con aspecto de estar algo cansada.

-Hola Raquel, ¿qué tal? Pregunté.

-Bien, me respondió, aunque un poco cansada. No he podido pegar ojo hasta las cuatro de la mañana. Ahora te cuento.

Un tren entraba en la estación despacio, casi con desgana, reduciendo poco a poco la velocidad hasta llegar a detenerse.

¿Este es el nuestro? –preguntó-

-Si, vamos.

Subimos y elegimos los asientos que nos parecieron, ya que a diferencia de los días laborables que casi no se puede ni entrar, el vagón estaba casi vacío. Tan solo había un grupo de chavales en el otro extremo del vagón, ataviados con botas y ropa de montaña que seguramente también se dirigieran a la sierra para pasar allí el día.

-Bueno, Raquel, cuéntame ¿Por qué has tardado tanto en dormite? ¿Te preocupa algo?

-No, ¡qué va! Es que ayer, Laura, ya sabes, mi compañera de piso se trajo a alguien a casa y estuvieron follando hasta que se cansaron.

  • ¿Eran muy escandaloso?

  • Si, si que lo eran. Sobre todo Laura que gime como si le fuera la vida en ello. Incluso cuando se la empezó a chupar se oía hasta el sonido que hace cuando te comes una polla muy jugosa ¡chup! ¡chup! ¡slurp!. El chaval debería haber venido como una moto, porque se corrió en seguida y conociendo a Laura seguro que se lo comió todo ¡Le encanta que se corran en su boca y tragárselo todo sin dejar ni gota! Exprime las pollas hasta las últimas gotas.

-¡Vaya! ¿Cómo lo sabes?

-Porque un día hablando de sexo me lo dijo. A mi también me encanta que se corran en mi boca. Me gusta jugar con el semen en mi lengua y luego tragármelo.

-Una buena mamada, no tiene nada que envidiar a ningún polvo –dije- ¿No te puso cachonda el oírlos? Si me hubiera ocurrido a mi me tendría que haber hecho una paja.

-Claro que si. Me pusieron a doscientos los muy cabrones. Ellos ahí follando y yo en la habitación de al lado dando vueltas en la cama sin comerme una rosca y claro ¡cualquiera se duerme así!

-¡Qué mal rollo! –dije-

  • Tres polvos conté, sin la mamada.

Aunque ya conocía a Raquel desde hacía más de un año y sabía que hablaba así, de esa forma tan directa, sin tapujos, llamando al pan, pan y al vino, vino no acababa de acostumbrarme y cada vez que ocurría mi miembro se endurecía y luchaba por rasgar mis pantalones y asomar al exterior para poder partir por el medio a aquella pecosa pelirroja de aspecto inocente.

Raquel lo debió notar porque su mirada azul se posó durante unos instantes de forma descarada sobre aquel enorme bulto que no había forma de disimular. Acto seguido nos miramos fijamente y sin mediar palabra, comenzamos a besarnos apasionadamente. Nuestras lenguas se enroscaban vertiginosamente dando vueltas sin parar buscando penetrar cada vez más dentro de nuestras gargantas, parando solamente ora, para buscar el lóbulo de la oreja, ora para dejar paso a los dientes que mordisquearan nuestros cuellos. Una de mis manos, ansiosa primero, encontró una hendidura en la cintura de su pantalón a través de la cual fue bajando, suavemente después, recreándose con el tacto de su piel hasta toparse con el vello de su pubis con el que sus dedos se entretuvieron jugando a enredarse entre el. El vientre de Raquel se contraía y el ritmo de su respiración se iba incrementando hasta que se hizo endiablado cuando mis incontrolables dedos, descubriendo su ardiente clítoris, comenzaron con muchísima delicadeza a pellizcarlo, atenazarlo y estrujarlo.

En este momento me susurró al oído:

-Te voy a comer la polla aquí y ahora como nunca nadie te lo ha hecho antes.

Y casi sin acabar de decirlo las hábiles manos de esa bendita mujer de larga y rizada melena pelirroja, delgada cintura y esbelto culo habían liberado de su prisión mi, en aquellos momentos descomunal polla, henchida como nunca y a punto de explotar. Empezó primero a acariciar mi jugoso y húmedo glande con la palma de su mano lo que me produjo inmediatamente una sensación de intenso calor que recorrió todo mi cuerpo, desde las plantas de mis pies (parecía que iban a salir ardiendo de un momento a otro) hasta finalizar en mi cabeza, después, sin importarnos para nada la gente que había en la otra punta del vagón (de hecho nos habíamos olvidado completamente de ellos), siguió lamiéndome los huevos, en los que aún perduraba el dulce olor a gel de melocotón de la ducha de hacía apenas una hora, erizándoseme todo el vello de mi cuerpo.

¡Qué lengua tienes! No pares, no quiero que se acabe nunca este momento. Sigue por favor. Su lengua recorría mi polla arriba y abajo lentamente, sin prisa, deleitándose, como si estuviera pintándola y no quisiera dejar ningún rincón sin cubrir, mis manos acariciaban su pelo suavemente. ¡Huumm! ¡Qué delicia! tenía razón, nunca antes me habían hecho una felación como esta y lo mejor estaba aún por llegar. Cuando lo consideró oportuno, abrió su perfecta boca de anchos labios y engulló por completó mi falo hasta llegar a los testículos que acarició con la punta de su lengua repitiéndolo las veces que quiso hasta que, una de sus manos, bajo todo lo que pudo la piel que recubre el glande y estando éste al rojo vivo sus labios lo succionaron de una manera experta hasta conseguir lo que su dueña más deseaba en esos momentos. Me corrí de una manera salvaje, el espeso líquido fluyó a borbotones dentro de su boca y lo saboreó con intenso placer, recreándose con él, dándole vueltas con su lengua, como si estuviera probando un excelente vino. Ese maravilloso orgasmo me produjo tal cantidad de espasmos que pensé que no iban a terminar nunca.

¿Te ha gustado? –preguntó.

¿Gustarme? Esa no es la palabra adecuada y dudo mucho que exista alguna que sirva para describir lo que he sentido.

Raquel no dijo nada, tan solo sonrió calidamente.

Tras unos instantes de sosiego le tocaba su turno, empecé a darle multitud de besos en su largo y delgado cuello y sentí como se estremecía. La besaba ardientemente mientras mis manos ya conocedoras del camino que debían seguir, se dirigieron raudas a su maravillosa cueva. Una vez allí mis dedos prosiguieron con el juego anteriormente interrumpido, y no contentos, sintiendo que les faltaba algo bajaron un poquito más hasta llegar a una empapada apertura. Primero entró uno quedándose fuera el resto, después se atrevió otro y el más gordito viendo que no podía entrar se fue a jugar de nuevo con el clítoris. Así mecidos magistralmente por la mano, entrando y saliendo consiguieron que la boca de Raquel mordiera salvajemente mi oreja en el momento que sintió un prolongado orgasmo.

Nos quedamos abrazados en silencio lo poco que nos quedaba de viaje. Al llegar al Escorial seguimos adelante con nuestros planes y caminando a través de un privilegiado entorno llegamos cerca de las dos a nuestro destino. Después comimos, charlamos, nos reímos. Nos sentíamos felices. No podíamos pedir más.

Cuando, ya por la tarde, volvíamos a Madrid, a Raquel se le ocurrió una maravillosa idea, me preguntó si me apetecía quedarme a dormir con ella esa noche en su casa para así poder vengarse de su amiga Laura. Mañana es lunes y Laura se levanta sobre las seis de la mañana para ir a trabajar (trabajaba por las mañanas e iba a clase por las tardes) ¿qué te parece si le devuelvo la pelota?

¿Qué me parece? Decía. No daba crédito a lo que estaba oyendo. Para mí el domingo había sido un día perfecto y ahora vendría, como remate, una noche perfecta.

Llegamos a su casa sobre las ocho. Laura estaba allí, así que Raquel me la presentó. Era una simpática morenaza de grandes tetas y bonito culo. Charlamos unos instantes y enseguida nos dejó. Se marchó a su habitación a acabar un trabajo que tenía que presentar al día siguiente en clase. Raquel y yo nos dimos una ducha y picamos algo ligero para cenar. Al terminar nos fuimos a su habitación. Nada más cerrar la puerta la abracé por la cintura y la besé apasionadamente, mi polla enseguida reaccionó y se endureció rápidamente. Le quité su camiseta y contemplé maravillado sus preciosas y turgentes tetas, tetas que atrajeron a mis manos como si fueran dos imanes. Mientras acariciaba firmemente las dos a la vez, mi juguetona lengua iba rodeando sus pezones rápidamente, primero uno y después el otro. La empujé contra la cama y le quité los pantalones cortos de raso que utilizaba para dormir y apareció su precioso conejito pelirrojo. Verlo era una delicia, así con sus labios completamente rasuraditos, parecía decirme "cómeme", cosa que precisamente hice. Mandé que mi boca se presentara inmediatamente en su ombligo para que los dientes lo mordisquearan un poquito, luego la dirigí a la cara interior de sus muslos para que los besaran lentamente y de ahí dieran el salto a sus depilada rajita. En ese momento sabía que Raquel quería más y más, notaba como se arqueaba y contorneaba, sus pezones parecían dos pitones y todo el vello de su cuerpo estaba erizado, pero precisamente por eso se lo iba dando lentamente para que lo disfrutara el mayor tiempo posible. Mi afilada lengua comenzó a lamer su rajita y a introducirse morbosamente por ella, a la par que su coño se iba encharcando más y más hasta que ordené de nuevo a los dedos dirigirse al prominente clítoris, para que lo asediaran sin tregua. Raquel no podía, no quería aguantar más y sin embargo, tampoco quería que esas increíbles sensaciones se acabaran nunca. Se corrió escandalosamente en mi boca, mientras mi pérfida lengua seguía dando vueltas cada vez más rápidas alrededor de su clítoris.

-Este es solo el primero, me temo que a Raquel le va costar dormir esta noche, le dije.

Mis 24 cm. de polla podéis imaginar como estaban. Tras dejar a Raquel que tomara aíre, volví al ataque. La coloqué sobre la alfombra a cuatro patas y la penetré sin más consideración. Mi polla, dura como una barra de acero, entró sin apenas resistencia en su empapado coño embistiéndolo una y otra vez cada vez más rápido. Cuando notaba que iba a correrme me detenía unos segundos para volver a comenzar de nuevo. Raquel jadeaba cada vez más alto ¡Aaahh! Aaahh! ¡Ohhh! sigue cabrón, no pares. Párteme el coño en dos –decía-. Y yo, mientras entraba y salía salvajemente de Raquel me imaginaba a Laura, sola en su habitación, jodida, que no jodiendo, sin una mala polla que llevarse a la boca, y el simple hecho de pensara que nos estaba oyendo me excitaba aún más. Cuando se corrió de nuevo, lo hice yo también regándole la espalda con mi leche. Fue un orgasmo intenso, pero curiosamente distinto del que tuve por la mañana y que por supuesto me encantó también

Nos tumbamos boca arriba, desnudos, sobre la alfombra y nos quedamos un poco traspuestos. Al cabo de un rato mi miembro, flácido, comenzó a desperezarse. Abrí los ojos y vi a Raquel mordisqueándolo suavemente, besándolo con dulzura, acariciándolo plácidamente, sabiendo muy bien que hacer para despertar a la bestia de nuevo. Su coño no había tenido suficiente, aún quería más. Cuando la endureció de nuevo se la clavó dentro de sí cabalgando lentamente sobre ella, subiendo y bajando a lo largo de todo su recorrido. Mis manos masajeaban sus tetas, las suyas mi velludo pecho. A medida que el ritmo se iba incrementando así lo hacía nuestra respiración hasta llegar a ser escandalosa, aunque ya nos habíamos olvidado de Laura y solo nos importaba follar, follar y follar.

Raquel se dio la vuelta mostrándome su espalda y se puso en cuclillas. Ahora veía como su precioso culo como subía arriba y abajo rápidamente sobre mi polla. Era ella la que mandaba, la que decidía el ritmo, ora rápido, ora lento, esa chica sabía follar, sabía follar pero que muy bien. Esta vez me corrí dentro y ella al sentir mi caliente descarga, lo hizo también.

Nos abrazamos y nos besamos exhaustos tirados en el suelo de su habitación. Hablamos de cosas triviales, pusimos a parir a algunos profesores y algunos compañeros, recordamos lo bien que lo habíamos pasado. Sin embargo, apenas hablamos de Laura, ya no nos importaba la pequeña venganza, al fin y al cabo gracias a ella habíamos follado como locos. Decidimos que mañana no iríamos a clase, que nos quedaríamos en la cama hasta mediodía y así poco a poco entre charlas y besos nos fuimos quedando dormidos hasta que despertamos cerca del mediodía tomando para desayunar polla y coño respectivamente.