Pequeña desviación sado (o no tan pequeña)

Los juegos sado con mi mujer siempre habian sido suaves, pero mi jefe descubrió que podian ser mas fuertes.

Tanto mi mujer como yo somos una pareja que tenemos una ligera desviación sado, pero no muy diferente a la que suelen tener las parejas. Quizás Marta, mi mujer sea un poco mas aficionada a ello que yo, tomando normalmente el papel de sometida, y yo de sometedor.

Algunas veces hacemos juegos como él atarla en la cama, o ligeras azotainas en el culo, pero no pasamos de allí.

Trabajo como adjunto a dirección en una empresa, mi jefe es Juan, una persona muy afable, pero que siempre mantiene las distancias.

Cuando cambiamos de piso, invitamos por turnos a todos nuestros amigos, pero por razones obvias, también teníamos que invitar a mi jefe a cenar, vendría solo, ya que está separado, y así lo hicimos un viernes.

Mi mujer y yo le esperábamos hacia las 9 de la noche, y puntualmente llegó, Marta vestía una falda roja que sin poderse considerar mini, no llegaba mas abajo de encima las rodillas, lucia también una blusa abrochada por delante bastante escotada de color blanco que dejaba transparentar algo el sujetador de este mismo color.

Marta no conocía a mi jefe, cuando lo vio, note por su expresión que tenía algo que le gustaba.

Durante la cena charlamos de muchos temas, especialmente de temas de trabajo y de los compañeros, pude ver como mi mujer se reía en exceso de los chistes que contaba Juan, o como mi jefe miraba por el escote si se mostraba algo más de su delantera.

Una vez que mi mujer se fue a la cocina, le seguí, le pregunte si le gustaba, ella me dijo que no sea tonto, que solo quería contribuir a mi mejor valoración en el trabajo, pero no me lo creí.

Bebimos mucho, supongo que Juan estaba acostumbrado, pero mi mujer no, cuando hacia un sorbo, le volvía a llenar la copa, por lo que no es de extrañar que sus risas cada vez fueran más escandalosas ante cualquier situación.

Pasamos al salón a tomar el café, Juan y yo nos sentamos en el sofá, mientras que Marta lo hizo en una butaca que estaba justo enfrente, yo sabia que ante cualquier movimiento de sus piernas, mostraría sus braguitas, ella de todas maneras permanecía con las piernas muy juntas, pero cuando se reía, las abría ligeramente, cosa de lo que mi jefe se percato, dirigiendo automáticamente su mirada hacia su entrepierna cuando hacia un comentario gracioso.

La combinación del vino de la cena mas los licores que tomamos con el café, hizo que mi mujer se mostrara mas locuaz, haciendo comentarios que en algunos casos incluso pensé que estaban fuera de lugar dada la poca confianza que tenia ella con mi jefe, y en un momento le dije que dejara de comportarse como una niña mala, entonces Juan dijo,

  • Mala y muy bella, y sabes que se hace con las chicas malas?

  • Dímelo tu?, respondió Marta

  • Se le pega en el culo

  • Y quien es suficientemente hombre para hacerlo?, respondió

  • Yo, siempre que tu marido me deje, claro.

No entendía demasiado que pretendía hacer Juan, pero como no podía ser de otro modo, le dije que por mi no había ningún problema. Juan hizo que mi mujer se pusiera de pie primero, y luego la tumbo sobre sus piernas, quedando ella boca abajo, se dejaba llevar sin decir nada. Juan le dijo:

  • Marta, sabes como se pega a las niñas malas?

  • Si, en el culo, respondió Marta

Iba a ver como mi jefe le tocaba el culo a mi mujer, la situación tenía morbo, pero no dejaba de ser por encima de su falda, algo muy inocente pensé, pero entonces Juan continuó:

  • Si Marta, pero directamente en el culo

Mientras decía esto, Juan subió la falda de mi mujer, dejando al descubierto unas preciosas braguitas blancas, mi jefe se quedo mirando, ella estaba pasiva y excitada a la vez, se le notaba, sin mas y muy lentamente, procedió a bajárselas hasta las rodillas, quedo con el culo totalmente al aire, una mancha en las bragas denunciaban que estaba caliente, ella reposaba la cabeza en el sofá, con cara de estar tremendamente caliente. El primer cachete llego sin avisar, era mucho mas fuerte de los que yo le daba, resonó por toda la habitación, vi la cara de mi mujer, era una mezcla de dolor y placer, acompañado de un ligero gemido. Juan dijo que le daría diez cachetes, continuó con un segundo, un tercero, un cuarto cachete, a mi me parecían muy fuertes, pero mi mujer continuaba con estos gemidos mezcla de dolor y placer, en el quinto, Juan paró un momento, le dijo que era una mujer muy valiente, y que a el le gustaban mucho las mujeres valientes.

Pude ver como su blanco culo iba, cachete tras cachete, pasando a rojo cada vez mas intenso. Tras el séptimo, paro un momento y acarició suavemente su culo, diciendo que era muy suave y bonito, pero sin esperarse ni un momento, acabo de darle los tres que faltaban.

Después del ultimo, mi mujer no se movía, volvió a acariciar su culo, ella estaba muy caliente, mostraba en su cara el placer, entonces Juan acerco su boca al culo, besándolo por todas partes muy suavemente, mientras que con la mano acariciaba sus piernas, pude ver como su lengua se acercaba hasta el agujero del culo, mientras su mano se acercaba a su coño, ella, para facilitar la maniobra, abrió las piernas tanto como pudo, invitándolo claramente a que siguiera, Juan no se hizo esperar, introdujo la lengua en el agujero del culo, mientras que sus dedos acariciaban el clítoris, y en breves momentos ella estallo en un monumental orgasmo, que invadió la habitación de gemidos de placer.

Marta estuvo un rato recuperándose del gusto recibido sin que ninguno de los tres nos moviéramos, después se levantó, su falda se bajo, y su braguita cayó hasta los pies, ella se las saco, entonces Juan dijo:

  • Me las das?, colecciono las bragas de las mujeres mas calientes con las que he estado

  • Claro, dijo Marta mientras se las entregaba,

Juan las cogió y se las guardó en el bolsillo de la chaqueta, referente a Marta, había una especie de vergüenza en su cara, era la primera vez que hacia una cosa de este tipo, y además tampoco sabia que pensaba yo, miro mi cara, vio que no estaba enfadado, el espectáculo me había gustado, y en mi cara ella lo leyó, además, se sentó otra vez en el mismo sitio que ocupaba antes, pero esta vez sin las bragas que había regalado a mi jefe, por lo que si abría las piernas, podría mostrar claramente su coño.

Marta estaba contenta, y como no, mi jefe le había llevado a un orgasmo inesperado, además, sabía como hacerlo, se puso de pie y mirando a Juan le dijo:

Quieres follarme?

Claro, le respondió, pero y tu marido?

No ves que él lo está deseando?

Tenía razón, ella era consciente de que las caras que puse durante las diez bofetadas y su orgasmo eran de placer, y dedujo con seguridad de que aquello me gustaba

Pues vamos a tu habitación

Ella delante, seguida de Juan y yo detrás, nos fuimos a la habitación, Marta se quedó de pie quieta, esperando que le haría Juan. Este le agarró fuertemente las manos mientras que violentamente le arrancó la blusa que quedó totalmente destrozada, después hizo lo mismo con la falda, Marta se dejaba llevar, su expresión era de miedo y excitación, se sentía totalmente bloqueada físicamente, el sujetador fue la última pieza que arrancó, toda la ropa, o lo que quedaba de ella, estaba en el suelo. Juan dio un empujón violento a Marta que la dejó en el suelo, se desnudó completamente mientras Marta miraba, su polla erecta era algo mayor que la mía, cuando no le quedó ropa, le puso un pie encima de su cara diciéndole:

Hoy vas a tener un sexo que no olvidaras.

Retiró el pié de la cara cogiéndole por los pelos fuertemente le dio instrucciones para que se pusiera estilo perro, sin dejar de tirar de su pelo, le penetró de golpe sin ninguna preparación, Marta gritó de dolor pero para Juan esto no era ningún impedimento y la verdad es que ella cambió pronto de gritos de dolor a placer, cosa que Juan no toleró. Me pidió unas cuerdas, abrí el armario y quedó sorprendido al ver la cantidad de instrumentos de juegos que teníamos, a parte de las cuerdas cogió unos grilletes y un látigo.

Hizo estirar a Marta en la cama, le juntó las manos en la espalda y le puso los grilletes, ella gritaba queriéndose soltar, pero Juan lo solucionó tapándole la boca con un pañuelo, ella ya no gritaba, solo gemía.

Atada de esta manera, le puso de espaldas y con el látigo le pegó una paliza desde la espalda hasta el culo, toda la parte trasera quedó roja y Marta gritaba de dolor pero en sus ojos se notaba placer.

El placer no era solo suyo, Juan lucia una polla totalmente derecha, y a mi, dentro de los pantalones también

Cuando creyó que ya había bastante, le levantó el culo y desde atrás se la volvió a follar y pellizcaba fuerte los pezones, Marta le acompañaba en los movimientos, cuando notó que estaba a punto de correse, paró, con el correspondiente cabréo de mi mujer.

Yo nunca había organizado una cosa como aquella, nunca sospeche que tal violencia le gustara a Marta, y que yo lo tomara tan bien.

Juan hizo dar la vuelta a mi mujer, le sacó los grilletes cosa que ella aprovecho para intentar liberarse, pero con una fuerte bofetada en la cara, Juan dejó claro quien mandaba allí y se dejó someter de nuevo, la ató en cruz a la cama, las piernas y los brazos totalmente estirados y abiertos, seguía con la boca tapada.

Se puso entre sus piernas para chuparle el coño, mi mujer disfrutaba de esto, por los movimientos de la cara se notaba que lo hacia bien, pero, al igual que antes, Juan no estaba dispuesto a dejarla disfrutar mucho rato, se dio la vuelta colocando su polla delante de la boca apartándole el pañuelo, se la tragó a pasar de lo mucho que el apretaba y que la entraba, para dar mas gracia al asunto, Juan me pidió agujas de tender ropa, cuando se las di, le puso una en cada pezón y también varias en los labios vaginales, mientras hacia esto, mi mujer por nada dejaba de chupar aquella polla, sin hacer caso al mucho dolor tenia que ocasionarle.

Apartó la polla de la boca, sospeché que estaba a punto de correrse, cogió una vela, la encendió y dejó caer cera caliente por todo el cuerpo de Marta, ella, con cada gota que caía lanzaba un quejido de dolor, el le volvió a tapar la boca y continuó como si nada.

Cuando su cuerpo quedó prácticamente cubierto de cera, le desató, Marta estaba muy sumisa, obedecía ciegamente por lo que no opuso resistencia a ponerse arrodillada en el suelo con el culo saliendo y el cuerpo estirado sobre la cama, Juan, con el látigo le dio otra tanda de azotes, esta vez mucho mas fuertes que antes, tanto que en algunos puntos su culo sangró, pero lo aguantaba sin mas que algunos quejidos.

Le hizo sentar en la cama, Juan acercó la polla a la boca para que se la chupara, bajando el pañuelo que tenia en la boca, esta no se resistió, pero mientras se la comía, Juan le abofeteaba, le pellizcaba los pezones, le daba golpes por todo el cuerpo de manara muy violenta hasta que se corrió en la boca, Marta se lo tragó todo.

Con la boca aun llena de leche, la hizo estirar para comerle el coño, esta vez si dejó que se corriera, y se corrió con unos espasmos que jamás le había visto tener.

Después de la sesión nos recompusimos, Marta se ducho mientras Juan se vistió. Ella apareció con un batín transparente, sin nada debajo, su cuerpo estaba lleno de moratones y algunos cortes hechos por el látigo, pero su cara era de felicidad y nos dijo:

He cumplido uno de los sueños de mi vida, y con creces, gracias Juan

Ha sido un placer, eres una mujer muy morbosa, me di cuenta solo de mirarte los ojos al llegar y sabía que esto acabaría así, no hoy, pensaba llamarte un día que tu marido no estuviera y hacerlo a solas, pero así ha sido mejor.

Claro que lo ha sido, ahora tengo el cuerpo que me duele todo, pero estoy muy feliz

Me alegro, y como compensación de la ropa que te he destrozado, mañana te compro lo que quieras, si te parece, a las 11 te recojo y te llevo de tiendas para que escojas

Estaré preparada

Cuando Juan se fue, me comentó lo feliz que era, lo agradecida que estaba de que le haya dejado disfrutar de aquella manera, también me dijo que aquella noche no podía follar conmigo ya que le dolía todo el cuerpo.

Al día siguiente, a las 11 en punto estaba preparada para que Juan la recogiera y se fueran de compras, los dolores le habían pasado, pero los moratones seguían allí, y seguro que durarían varios días.

Regresó hacia las 9 de la noche, con un montón de bolsas, me dijo que Juan le había comprado todo lo que quiso, le llevó a comer a un buen restaurante, y como quien no quiere la cosa, me dijo que se la había llevado a su piso y follaron

Mi mujer, por lo menos que yo sepa, no se ha vuelto a ver con Juan, pero ahora nuestra relación es más fuerte, lo malo es que algunas veces tiene que estar unos días sin salir a la calle para que no se le vean las marcas, y cuando recordamos aquel día, ambos nos ponemos muy calientes.