Pepito rico

Después de nuestro trío, Pepe no pudo aguantarse las ganas de llamarme y vernos a solas.

Pepe y Nina.

NOTA: Los antecedentes para entender a los personajes de este relato se encuentran en mis historias previas (lésbicas y orgías), ordenadas por fecha en este mismo sitio.

Por supuesto que Pepe no tardó en llamarme, como quien no quiere la cosa, unos días después del festín que gozamos con Raquel. Lo que me gustó es que era un tipo directo y no se puso a decirme tonterías en el teléfono, fue al grano:

Hola, Nina, soy Pepe.

Reconozco tu voz, ¿y esa sorpresa?

Me gustaría mucho verte... el otro día estuviste fantástica. ¿Puedo ir a tu casa?

Ajá... ¿quieres traer a Raquel? -suponía que quería venir solo, pero no iba a dejar de preguntárselo.

No, ¿cómo crees? Ella no sabe que tengo ganas de estar contigo, porque eso quiero, estar a solas contigo.

Lo que pasa es que te quedaste con ganas de cogerme, no finjas, tonto –me reí a carcajada batiente. La respuesta de su risa confirmó lo que pensaba: Pepe quería hacerme todo aquello que no lo dejé hacer enfrente de Raquel.

Quedamos para esa misma tarde. Es raro que me guste tener un encuentro a solas con un hombre, pero ya conocía a Pepe y me parecía divertido hacer una travesura con él. Me puse una falda negra corta, sin medias por el calor, una blusa azul cielo de botones al frente y sandalias de tacón. Debajo llevaba un juego sedoso de tanguita y sostén azul marino. Cuando Pepe llegó estaba trabajando en un texto, así que lo hice pasar al estudio y le pedí que me esperara un momento mientras terminaba de escribir. No pude: apenas me senté a la computadora sentí sus manos acariciando mi cuello. Se agachó hasta besar mi oído y susurrar:

Quiero chuparte, Raquel dice que tu sabor es delicioso. Me encantó verla entre tus piernas, pero quiero hacerlo yo.

No dije nada, lo miré profundamente a los ojos y lo guié para que se arrodillara en el suelo, frente a mí. Separé las piernas, levanté ligeramente mi falda y puse sus manos sobre los suaves muslos. Comprendió enseguida. Acarició mis piernas sin prisa y empezó a besar dulcemente mis corvas. Mi piel reaccionó a esa sensualidad como pocas veces y sentí un latigazo que llegó hasta mis pezones. Pepe deslizó la tanguita azul hasta mis tobillos, se la llevó a la nariz y sin dejar de mirarme ordenó:

Tócate, Nina, quiero ver cómo te masturbas.

Mientras él suspiraba disfrutando el aroma de mi ropa obedecí, mojé mi dedo índice con mi propia saliva y lo acerqué hasta el clítoris. Pepe separó todavía más mis piernas y enterró la cabeza en aquel agujero empapado. Seguí tocándome y sentía su lengua entrar y salir, su boca hacía un ruido delicioso, necesitaba que recorriera toda mi vulva. Retiré mi mano y supliqué:

Por favor, hazlo tú, dame tu lengua, recórreme completa, chúpame como tanto lo deseabas... si me vengo en tu boca dejaré que me cojas como tú quieras... –me sorprendí diciendo esas palabras, "que me cojas como tú quieras". Sabía que Pepe se había quedado con el deseo suspendido y seguramente había estado imaginando la sensación que tendría su verga dentro mío. No había duda de eso: se notaba en la forma en que empezó a lamer mi rajita, deteniéndose con sabrosas y rápidas lengüetadas en mi botoncito y la mirada que me lanzaba desde ahí abajo.

¿Te gusta mi lengua, verdad? Vas a gozarlo, mamita, ven acá. –Volvió a recorrer mis cavidades con fruición, lo hacía tan bien que me hizo pensar que lo que deseaba, además del sexo, era demostrarse que podía hacerme disfrutar tanto o más que una mujer, su mujer.

Preferí retrasar el orgasmo, así que desabotoné mi blusa mientras él lamía y yo jadeaba, entresaqué mis senos del sostén, arrastré la mano hasta mis propios jugos y recorrí con ellos mis pezones.

Ven Pepe, si te gusta mi sabor pruébalo aquí en mis senos. Me encanta sentir una lengua experta como la tuya, anda, dame una mordidita, suavecita, dolor y placer...

Qué bonitos y duritos están, me los voy a comer... mmmhhhh...

Yo misma los sostuve con las manos para acercarlos bastante y así facilitarle que los mamara como lo hacía Raquel: una lamida a un pezón y una más casi simultánea en el otro. Ver los labios de Pepe recorriendo el mismo camino que su novia cachonda que tanto me gustaba me hizo desear nuevamente el orgasmo, que sería ahora más intenso. Sin decir nada volví a guiar a Pepe al suelo para que me chupara. Yo chorreaba y manchaba el cojín de la silla mientras él bebía de mí. De pronto sentí cómo sacó dos dedos que tenía hundidos en mi vagina y los pasó por mi culo. Resbalaban fácilmente, pero no quería entregarle esa parte de mí. Si en algo cabía respetar a mi amiga, sería en mi hoyito más apretado: nunca dejaría que Pepe me penetrara, aunque eso no eliminaba la posibilidad de un poco de masaje anal, así que lo dejé hacer y sólo introdujo un dedo hasta la primera falange. El otro dedo volvió a su posición en mi vagina y sentí cómo se acercaba mi clímax cuando a ese rico candado sumó una vez más su lengua sobre mi pepita.

Aaaaaaaaahhhhhhh.... sí, sí, sí... mmmmhmhhhhhmmmm...

Me tenía caliente, caliente, caliente, así que decidí darle un trato especial y deseé que gozara tanto como yo.

Ahora siéntate tú, ¿me dejas darte una mamada primero? Quiero que me la claves de perrito, ¿te gusta de perrito? Mmmmhhhhh... pero antes quiero probarla, ¿sí? – Pepe se quitó los jeans y los boxers al tiempo que me sonreía con complicidad y se sentaba en la silla. Empecé a pasar la lengua por sus peludas bolas.

Uy, sí, qué bien... me encanta que me laman ahí...

Tomé el falo entre las manos y fui subiendo con mi lengua, recorrí la verga de arriba abajo y por los costados, sin tocar la cabeza todavía. Volví a bajar a los testículos y me detuve ahí un rato mientras masajeaba su gordo pene fantaseando en cómo se sentiría entre mis piernas. Como muchos hombres, Pepe casi no hacía ruido, pero su respuesta corporal me indicaba que lo estaba haciendo bien. Por fin acerqué mi boca al glande, pero antes de tragármela entera le dije:

Te voy a dar una rica mamada y quiero que tomes mi cabeza entre tus manos y la muevas para que me marques el ritmo que más te guste...

Eres una verdadera zorra cachonda, Nina...

Y mientras me dedicaba a sorberla y recorrerla en el interior de mi boca lo dejé guiarme con el movimiento de sus manos. Cuando sentí que estaba a punto de venirse me la saqué y lo miré:

Ah, no, Pepito rico, mmmmhhhh... qué bien suena eso, ¿no? Quedamos en que me lo ibas a hacer de perrito y no te me vas a ir así nada más, ¿eh, pillín? Ven, déjame acomodarme...

Mi posición favorita, como ya saben: sobre codos y rodillas, con el culo al aire.

Allá voy, ah, qué rico se ve todo desde aquí, Nina.

¿Pepe? Sacúdetela y frótala un poquito antes de meterla. – En breve sentí cómo entraba en mí y mi vagina se adaptaba inmediatamente para exprimirle hasta la última gota. Empezó a moverse y no lo hacía mal, pero yo necesitaba un poco más de emoción. – Así, Pepe, qué rica está, mmmmhhhh, oye, ¿te gustaría jalarme el pelo? Tómalo como si fueran mis crines, no me lastimas pero jálalo, lo haces muy bien, aaaaaaahhhhhhhhh, ¡móntame, arréame, dame una nalgada!

Pepe gruñía y hacía todo lo que le pedía, con una mano tiraba de mis largos cabellos, con la otra me daba suaves nalgadas y sus caderas se movían como si galopáramos. Apreté rítmicamente los músculos de mi cuevita, me agaché para acariciar su ano y sus testículos muy ligeramente y lo escuché resoplar mientras clavaba esa verga "no muy grande, pero sabrosa", según afirmaba Raquel, en mi carne y se apretaba contra mi cuerpo. Caímos al suelo sudando.

Nina, eres una zorrita caliente, de verdad.

¿Y qué esperabas, cariño, que te decepcionara?

Nos reímos largo rato. Poco después nos vestimos y quedó claro que aquello no daba para mucho más. Una buena cogida me cae bien de vez en cuando, pero tampoco era para ponerse a hacer citas furtivas y arruinar la relación con mis fogosas putas. Pepe se despidió y todos tan tranquilos. Bueno, ni tanto, porque a la semana volvió a llamarme:

¿Nina? Hola, soy Pepe.

Pepe, Pepe... ¿en qué quedamos? No me llames porque te dije que...

Sí, ya lo sé. No es para eso. Es que quería pedirte un favor.

Pinche Pepe, ¿ahora qué quieres?

Me gustaría conocer a otras chavas, tú conoces muchas y muy jóvenes, ¿no me presentas a nadie?

No le hice mucho caso ni le prometí nada, aunque tiempo después pensé que podía ser divertido. Me imaginé a Rita con Pepe, o mejor aún, a las dos hermanitas, Raquel y Silvia tirándose a Pepe. No sería fácil, pero me gustaban los retos. ¿En qué me estaba convirtiendo?