Pensión completa (1)

Cuando de pequeño empiezas a regentar un hostal con tu madre no esperas que en ella vas a terminar siendo follado por casi todos los inquilinos

[Un comienzo difícil]

En aquellos años de dictadura la gente no se divorciaba, tampoco se contaba con pensiones alimenticias ni nada por el estilo que asegurara la subsistencia de las personas que como mi madre eran abandonas por un marido borracho y putero.

Por suerte, fuimos acogidos por mi abuela en una casa que con el tiempo se convirtió en mi única herencia paterna.

Tras la muerte de mi abuela, la casa paso virtualmente a ser de mi propiedad y en ella mi madre y yo empezamos a sufrir los apuros económicos de una posguerra en la que faltaba de todo y no había de nada.

Por si fuera poco debíamos vivir constantemente con la amenaza de que en cualquier momento aparecería en la puerta mi padre reclamando la que era su herencia.

El miedo a que pudiera terminar echándonos a los dos a la calle nos obligó a buscar soluciones que nos permitieran gozar de un holgado colchón financiero por si el cabrón de mi padre hacía acto de presencia.

Por eso no me pareció mal cuando una tarde mi madre me pidió permiso para realquilar el par de habitaciones que teníamos libres en la casa. Estábamos en una zona bastante céntrica de la ciudad y sabíamos que no nos iban a faltar los clientes.

★★★

[El primer huésped]

Ese primer hombre que entró en casa resultó ser algo tosco y huraño. Rondaría los cincuenta y pocos y ocupó la habitación que hasta entonces había sido de mi abuela

No recuerdo de él ni su nombre ya que mama no tardó en echarlo de casa cuando descubrió en él a un borracho vividor que pretendía alojarse y comer a nuestra costa.

Después del segundo mes de impago mama me pidió que metiera sus cosas en una caja de cartón y se las pusiera en la puerta.

-¡Me da asco hasta tocar su ropa!-Me dijo mientras dejaba el hostal tirando del carro con el que solía ir a hacer la  compra en el mercado de abastos

Yo metía obedientemente sus escasas pertenencias en esa caja cuando me encontré con estupor todas esas revistas debajo del colchón de lana.

Había oído hablar de las revistas de tías en pelotas, pero hasta ese momento nunca había podido tener una entre mis manos. Os podéis imaginar esa erección instantánea que tuve nada más abrir una de esas revistas. Recorría cada una de esas páginas llenas de vicio y pecado, con los ojos fuera de mis orbitas, mientras notaba como mi polla se iba hinchando por momentos.

Al sacarla, para que le diera el fresco, saltó como un resorte, dispuesta a que la acariciara como yo sólo sabía. Pero en lugar de eso empecé a rozarla con las coloreadas imágenes, donde esas mujeres se ofrecían de forma tan obscena al lector.

El leve contacto de mi rabo con la suavidad del papel couché me hizo temblar de placer, pero más se estremeció mi polla cuando fue mi mano la que la agarró para empezar a sacudirla con fuerza.

Me aproveché de que en esos momentos estaba solo en la casa para poder cascarme una de las primeras pajas que recuerdo.

La leche que expulsé al acabar era demasiado líquida y algo transparente y la mala fortuna quiso que mi juvenil esperma, terminara manchando una de las hojas de esa revista.

No podía, por tanto, devolvérsela al moroso huésped en ese estado así que decidí quedármela

Unas horas más tarde dejé las cosas de ese tipo en el portal del edificio como me habían ordenado y avisé al portero para que estuviera al tanto.

Federico, por expreso deseo de mi madre, iba a ser el encargado de decirle a ese hombre que su tiempo como re-alquilado en nuestra casa había concluido

Durante toda la tarde estuve muerto de miedo pensando en que en cualquier momento tocarían a la puerta, para reclamar lo que yo acaba de robarle a ese hombre.

¡Pero por suerte nadie llamo, ni ese día ni en los siguientes!

En mi cuarto y bajo el colchón se escondían ya “mis nuevas revistas” con las que proseguí con mis primeras experiencias pajeras

“¡Ese hombre no le había pagado ni un solo mes del pactado alquiler a mi madre!... ¡Por lo menos tenía derecho a quedarme con lo que me viniera en gana de sus cosas!”

★★★

[El ojo de la cerradura]

La pensión iba ganándose poco a poco una fama y con el tiempo llegó a gozar de una cartera de clientes bastante asiduos que se alojaban en ella cada vez que debían pasar unos días en la capital

Todas las habitaciones contaban con una llave y un pequeño cerrojillo por dentro que les permitía a los inquilinos encerrarse en ellas cuando necesitaran algo de intimidad.

La pesada llave de tubo, que custodiaba cada una de esas cerraduras aseguraba a los huéspedes que ninguna de sus pertenencias sería extraviada por el resto de los ocupantes del hostal.

A mí me permitía comprobar discretamente a través del ojo de la cerradura si en esos momentos el inquilino podía ser molestado o no.

El sigilo con el que me movía por los pasillos me permitió también descubrir en esos tipos algunas conductas impropias de hombres de su edad. Así fue como empecé a ver como esos tíos se pajeaban a diario y al contrario que yo, lo hacían sin ningún pudor.

La primera vez que presencié un acto de este tipo lo hice con la curiosidad propia de un niño al que han estado mintiéndole durante años.

“Si estos tipos llevan cuarenta o cincuenta años haciéndose pajas todos los días y no se han quedado ciegos ni nada, no veo porque me tiene que tocar precisamente a mí la china y más aún porque lo haya dicho un cura en la catequesis”.

En esos inocentes inicios pajilleros estos pensamientos eran muy comunes y he de reconocer que durante años llegaron a atormentarme

★★★

[El viajante]

Samuel, era un viajante que representaba a una firma de artículos de menaje del hogar. Se hospedó en nuestra casa después de haber viajado unos días hasta Barcelona y supe que estaría con nosotros un par de días, mas.

Todo en ese hombre era grande, su espalda, sus brazos, sus piernas  pero sobretodo el paquete que calzaba bajo esos pantalones de pinzas que llevaba puestos.

Cada vez que llegaba un cliente nuevo al hostal, me entraba una especie de obsesión casi enfermiza por verlo en pelotas. Necesitaba descubrir de una forma u otra cuál era el tamaño de su polla, por lo que en este juego de espionaje secreto jugaba un papel fundamental el ojo de la cerradura.

Debo pensar , que ninguno de los inquilinos sospechaba que eran observados a diario por el quinceañero lleno de acné y algo regordete que se mataba a pajas con las visiones que obtenía de esos cuerpos desnudos y velludos.

Era un tío muy charlatán, esa misma tarde mientras esperábamos a que viniera mi madre me contó que quería  recorrer todas la ferreterías de la ciudad, para presentarles no se qué gama nueva de productos y sartenes que no se pegaban. Al parecer iban dotadas con una especie de recubrimiento especial.

A mí eso que vendía no me importaba nada. Solo quería verle la polla, ya que a juzgar por el bulto que había bajo su pantalón esta debía de ser bastante grande.

Después de que mi madre diera su aprobación a que se hospedara con nosotros, entró a darse un baño y yo aproveché para intentar  cazarlo en la ducha como había hecho ya con otros huéspedes.

Mi decepción fue mayúscula cuando al entrar de improviso en el baño lo encontré bañándose si, … pero con los calzoncillos puestos.

Pese a ello un enorme paquete se veía bajo el mojado slip, motivo por el cual me quede plantado delante de la ducha. Samuel en lugar de reprocharme el hecho de que entrara sin avisar como solían hacer otros hombres que se duchaban de esa forma. Decidió darse la vuelta y entablar una conversación amistosa conmigo mientras se seguía enjabonando.

-¡Uy, perdón, no sabía que estuvieras aquí!- Le dije yo intentando excusarme. Acostumbraba a hacer esto con muchos clientes, entraba sin avisar en el aseo, cargado con un montón de toallas en el aseo, para reponerlas.

-No pasa nada, si estoy terminando ya. Me estaba duchando pero no he podido echar el pestillo porque alguien lo ha forzado y creo que está roto.

-Si se encasquillaba mucho, por lo que intenté cambiarlo por uno nuevo pero no se me da muy bien. Al final terminé rompiéndolo y cada tres por dos alguien se queda encerrado dentro del baño, por eso no queremos que lo pongáis.

Samuel me miraba extrañado mientras se pasaba la pastilla de jabón por ese pecho humedecido y cubierto de vello. A sus cuarenta y tantos años no se podía quejar. Esos fuertes brazos me indicaban que alguna vez había trabajado en el campo, o tal vez en la construcción. La barriguita cervecera no muy pronunciada me indicaba que era un tío que hacía algo de deporte, tal vez algo de bici. De ahí que tuviera esas piernas robustas y fuertes.

-No me había dicho nada tu madre- Me contestó mientras se enjabonaba los antebrazos con cierta parsimonia.

-Los clientes suelen poner un cartel cuando alguien se está bañando, así nadie les molesta.-Le terminé diciendo mientras me acercaba un poco más a la bañera, al no notar ningún rechazo a mi inesperada presencia en ese baño

-No, … si para mí no es molestia bañarme desnudo delante de hombres!. Soy el mayor de cinco hermanos así que te puedes imaginar la de veces que les habré visto el pito a mis hermanitos… y la de veces que ellos me la han visto a mí…

Mis ojos no se podían apartar de ese cuerpazo totalmente enjabonado y cubierto de vello. ¡Eso si que era un tío y no los galanes que salían en esos momentos en las telenovelas que le encantaba ver a mi madre!

El viajante seguía enjabonándose el cuerpo a conciencia era como si quisiera mostrarme cada rincón de ese fornido cuerpo con el que había sido agraciado.

La gruesa mano portaba la resbaladiza pastilla de jabón y durante unos segundos se metió debajo del calzoncillo empezando a frotar concienzudamente toda la zona del pubis. La polla se le adivinaba dura pero solo atiné a verle la base del rabo, de la que partía una gruesa vena de color azulado.

Me acerqué todavía más pero solo podía intuir lo que no lograba ver. El agua me salpicaba en la cara y estaba mojando el montón de toallas que portaba sobre mis temblorosas manos.

Cuando cogió la alcachofa de la ducha para empezar a aclararse la pastilla de jabón cayó al suelo de la bañera donde rebotó un par de veces antes de ponerse a dar vueltas alrededor del sumidero. Yo seguía mirando ese cuerpo con más ganas que nunca mientras notaba como una erección enorme se escondía bajo mi vaquero.

-Puedo traerme un pestillo nuevo mañana de alguna de las ferreterías que visito y te la cambio en un momento.-Me dijo mientras agarraba una de las toallas limpias que llevaba y se envolvía con ella la cintura.

En esos momentos se acababa para mí el espectáculo y algo decepcionado le comenté que no se molestara que en esa pensión todo el mundo sabía que esa puerta estaba mal y a casi nadie le importaba.

-Sabes una cosa. Por un momento he pensado que la que iba a entrar de improviso en el baño iba a ser tu madre. Por eso me he metido a bañarme con los calzoncillos puestos.

Se agachó unos segundos mientras su mano se había perdido bajo la toalla para sacar la chorreante prenda de un tirón.

-No, mi madre no entra nunca en este baño ni en las habitaciones de los huéspedes.  Yo soy el encargado de su limpieza,  así que si tienes algo de ropa sucia para lavar, puedes dejarla en el cesto de las toallas, mañana pondremos una lavadora. Te la devolveré seca y planchada.-Dije mientras me daba la vuelta con la intención de abandonar el baño para dejarlo secarse a gusto.

-¡No sabía que también prestarais esos servicios de lavandería intima!.- Me dijo mientras colocaba una de sus manazas en la puerta para impedirme que saliera del baño.

-No y mi madre no lo sabe. Lo hago por cortesía con algunos clientes que suelen quedarse en la pensión varias semanas.

-¿Les cobras?.-Me preguntó mientras se aproximaba mucho más a mí.

-No, no,… se lo hago gratis. Muchos se quedan meses en esta casa, es normal que termine limpiando y planchando su ropa. Suelen darme a cambio unos reales de propina, pero por favor no se lo digas a mi madre porque ella no lo sabe.

-¿Y dime hay algo que le hagas a los clientes que no deba saber tampoco tu madre?-Me soltó mientras me agarraba de la mano dejando que se posara por primera vez en ese pecho cubierto de vello.

Acababa de tocar por primera vez un hombre y me temblaba todo el cuerpo, pero pese a ello no retire la mano. Empecé a acariciar el vello que crecía alrededor de esos prietos pectorales y mi mano empezó a bajar por esa barriguita cervecera tan apetecible. Su cuerpo en esos momentos olía a limpio pero su acercamiento era tal que no pude evitar ruborizarme. Ese hombre desprendía un peculiar aroma a macho que me hacía estremecer

-No, solo lavo y plancho en secreto su ropa interior- Le contesté yo cada vez más nervioso

-Una pena,… porque yo podría enseñarte un par de cosas mucho más divertidas que el lavar y el planchar calzoncillos de otros.

-¿A qué te refieres?- Le pregunte incrédulo antes de escuchar los pasos de mi madre en el pasillo. Ese jueguecito peligroso en el que nos estábamos metiendo de lleno terminó de forma demasiado brusca.

-Hijo, ¿le has metido alguna toalla limpia al nuevo inquilino? …Creo que no quedaba ninguna.

-Si mama, ahora mismo estaba llenando el armario del aseo con las que hemos planchado esta mañana-Le dije a mi madre que me esperaba algo extrañada en la puerta del baño.

Pero más se extraño aun al verme salir de allí rojo como un tomate y verme huir corriendo hacía mi cuarto del que no salí hasta veinte minutos después.

★★★

[La ronda nocturna]

-Al finalizar la jornada solía hacer una especie de ronda nocturna por el oscuro pasillo comprobando que ninguno de esos tipos estaba entregado en esa suerte de “maniobras nocturnas”.

Las habitaciones de los albañiles estaban apagadas y en silencio.

“Estos son más de pajas en el baño después del curro”. Pensé con una ligera y estúpida sonrisa en mi rostro

Pero en la habitación del viajante estaba la luz completamente encendida. La puerta estaba cerrada y la luz que inundaba en esos instantes el interior  de su habitación salía por la rendija que había entre la puerta y el suelo y por el ojo de la cerradura.

Acerque la oreja a la puerta para oírlo moverse de forma algo ruidosa por el interior y supe que cuando mirara por el ojo de la cerradura lo hallaría despierto.

Después de una mirada furtiva hacía el cuarto de mi madre en el que esta debía estar encerrada haciendo punto, me arrodillé delante de la puerta dejando que mi ojo lascivo se colocara en posición de espionaje sobre el ojo de la cerradura.

No tenía desde ese punto una visión completa del cuarto por lo que lo veía pasar de un lado a otro de la habitación metiendo y sacando objetos de las dos voluminosas maletas que llevaba para sus labores de representante.

Debía estar preparando todo para las visitas comerciales que tenía al día siguiente pero me sorprendió gratamente el verlo en calzoncillos y con una camiseta de tirantes de color blanco.

“Si se presenta así para las ventas en las ferreterías o lo muelen a palos o le compran hasta el último cacharro”. Pensé mientras me colocaba la polla que empezaba a juguetear bajo mi pijama.

En la siguiente pasada por delante de la puerta casi me caigo para atrás del susto.

Esta vez se había desprendido del slip y pasó con todo el rabo colgandero balanceándose de un lado a otro.

Se sentó en la cama mientras apuntaba algo en un libretita y rechupeteaba el bolígrafo mientras pensaba.

Volvió a levantarse de nuevo para rebuscar en una de las maletas. Al agacharse su enorme y peludo culazo quedo frente a la puerta dejando que dos enormes pelotas se le asomaran por debajo de las piernas.

En este tercer paseíllo su polla paso todavía más dura aún. El rabo le colgaba en un ángulo de cuarenta y cinco grados y apuntaba hacia el suelo, pero mientras caminaba se iba balanceando de un lado a otro.

“¡Menudo badajo para una campana!”. Pensé para mí mientras mi mano empezaba a juguetear con mi polla

Una espesa mata de pelos le crecía desde el ombligo y se enmarañaba alrededor de ese prodigio de carne rematado por dos enormes pelotas. El frondoso crecimiento capilar continuaba hacia abajo por unas piernas muy bien formadas que eran rematadas por unos pies enormes y masculinos.

“Vaya un cuerpazo tiene este tío. Esta mejor que los albañiles”. Seguía pensando mientras me la cascaba

Mi boca estaba seca fruto de la excitación del momento y apenas podría levantarme sin desatar un estruendo que despertaría a toda la casa.

No quería despertar a nadie, al igual que no quería que aquella visión de esa polla venosa y que se iba hinchando por momentos acabara por eso me ponía algo nervioso cuando ese cuerpo se “ perdía de vista” durante unos interminables segundos.

Cuando lo veía aparecer de nuevo con esa polla dura y balanceante de mi boca se escapaba un ligero suspiro de excitación. No lo sabía, pero esos suspiros lo habían terminado alertando de mi presencia al otro lado de la puerta.

En una de esas pasadas la puerta se terminó abriendo y yo caí de bruces hacia dentro.  Samuel me agarró con fuerza del pelo y tirando de mí me dejó encerrado con él antes de que pudiera dar cualquier grito que alertara a los demás.

-¿Has venido para limpiar la habitación o prefieres encargarte de otra cosa?- Me dijo a mi oído en un susurro mientras me sujetaba con fuerza la boca para impedir que gritara.

Mi negativa con la cabeza lo puso algo nervioso.

Pensaba que iba a colaborar nada más dejarme entrar en su cuarto, pero en ese momento el viajante no tenía ni idea de que yo solo era un mirón pajillero que nunca había pasado de ahí.

-Dime que me cobras por una mamada-Me dijo mientras se tumbaba en la cama y se empezaba a descapullar su ya durísimo pollón delante de mí.

-No sé hacerlas.-Le dije nervioso mientras miraba hacia la puerta.

-¿Cómo qué no sabes hacerlas?¿Qué clase de maricón calientapollas eres tú?

Mi cabeza volvió a moverse de un lado a otro sin decir nada, pero el bulto bajo mi pijama me delataba.

-¿Pajas sabes hacer?

-¡Si eso sí!

-Bueno pues empieza por ahí y ya vamos viendo…

★★★

[Solo alojamiento]

Esta tarde andaba algo nervioso y mi madre me lo terminó notando.

-Si quieres me quedo yo a esperarlo.-Me contestó mientras dejaba su bolso sobre el aparador

-No, tranquila mama. Ya me quedo yo a esperarlo. En el momento que se dé cuenta de que se ha dejado la maleta del muestrario seguro que vuelve a por ella.

-¡No sé yo!…Ese catalán creo que es un poco desastre,… si se ha tirado más horas en esta pensión que haciendo sus rondas por las ferreterías. ¡Cuando no se dejaba una maleta se dejaba la otra y cuando no la carpeta en la que apunta los pedidos!

No pude evitar reírme al oírla.

“¡Si supieras lo bien que trabaja este tío!”.Pensé para mi.

-Seguro que viene pronto.-Le volví a insistir mientras le entregaba el bolso para que se fuera tranquila

Mama, al ver que realmente no me importaba quedarme esa soleada tarde de Domingo en el hostal para esperarlo terminó cogiendo el bolso y antes de salir por la puerta me dio un cariñoso beso en la mejilla mientras me decía.

-Mis amigas y yo vamos a estar en el parque, por la zona del rio. Pásate por allí para que me quede más tranquila. ¿De acuerdo?

-Si mama, si ya verás cómo este hombre vuelve pronto. Necesita la maleta y seguro de que antes de que llegue a Teruel se da cuenta de que no la lleva.

Justo al lado del aparador descansaba  la pesada maleta que debía haber cogido el viajante antes de abandonar el hostal. Nada más verla supe que esa era la señal inequívoca de que ese hombre pensaba volver a por ella en cuanto me quedara solo en la casa pero para eso debía deshacerme primero de mama.

Ni diez minutos pasaron desde que mama se hubiera ido cuando escuche los sonoros golpes del viajante en la puerta.

Entró de sopetón pero no agarro la pesada maleta como fuera de esperar. Me agarró a mí y cerrando la puerta a nuestras espaldas me empezó a besar

Su lengua y toda su boca sabían a tabaco, pero su caliente saliva venia a aliviar el desagradable sabor.

-¿estás solo?

-¡Si, si ya se ha ido!.-Le dije cuando me dejo la boca libre durante unos segundos

Volvió a besarme mientras me subía en volandas para llevarme a su habitación. Por el pasillo nos golpeamos una par de veces contra las paredes pero en lugar de quejarnos seguimos fundiendo  nuestras lenguas en esos ardientes besos que solíamos darnos.

Al entrar en su cuarto la cama seguía sin hacer y el viajante me arrojó sobre ella haciendo que chirriaran los muelles del somier

-¡Estas empezando a descuidar la limpieza de las habitaciones! Creo que tendré que hablar sobre ello con tu madre la próxima vez que me hospede aquí.

-Díselo y yo le diré a ella que cada vez que paso a tu cuarto para limpiar, tú en lugar de dejarme que cambie las sabanas me obligas a que te coma la polla.

Se  empezó a desabrochar el cinturón del pantalón, mientras me contestaba.

-Hoy no solo vas a chupar vamos a seguir aprendiendo cosas.

Llevaba dos días mamándole la polla a la menor ocasión que se nos presentara y esa afirmación me preocupó un poco. Sabía de sobra que había venido a follarme pero ¿y si no me gustaba? …¿me dejaría chupársela igual?

-¿Qué haces que no te desnudas?

Antes de que terminara de hablar mis ropas estaban tiradas por el suelo al igual que las suyas.

Fue entonces cuando ese hombre se subió  a la cama. Al colocar la primera rodilla su enorme rabo ya lleno de sangre a reventar se agitó nervioso.

Mi mano se la agarró y se la descapullé totalmente.

-Me encanta lo dura que se te pone.

Le dí un ligero lametón al capullo y agarrándola de la base para que no se me escapara me engullí todo lo que pude.

-Vamoossss, … intenta tragar un poco masssss

Él con su enorme manaza me apretaba la cabeza para invitarme con ello a tragar más polla.

-¡No puedo másssss! …¡Es muy larga!-Le dije mientras me la sacaba durante un segundo para respirar.

-Poco a poco. Ya te he dicho que no tienes que agobiarte con eso. Al final te terminaraaaaaaa…. Entrandooooooo… enteraaaaaaaaaaa.

Sujetándome la cabeza me estaba follando la boca y con cada embestida su polla se me adentraba más y más dentro.

Yo en esos momentos no podía dejar de reconocerle el merito de que me estuviera enseñando a comer pollas. Al viajante no le faltaba la razón. La primera vez que me metí su gordo capullo en la boca por poco me ahogo y ahora me lo tragaba sin más.

Pero ahora los problemas llegaban cuando ese trozo de carne se metía hasta casi la mitad. Algo en mi me decía que eso estaba mal e instintivamente tosía para expulsarlo pero él me sujetaba para evitar que lo hiciera.

Al toser mi garganta se abría y tragaba un trocito más de polla.

Esa tarde de domingo logré tragar un poco más cuando sin avisarme siquiera me clavó uno de sus gordos dedos lleno de vaselina dentro de mi virginal culete.

-¿Qué, … cómo vas?

Estaba sentado a horcajadas sobre mí, con su enorme y gordísima polla metida hasta la mitad dentro de mi garganta. Dos de sus dedos se abrían paso dentro de mi culo y mi polla goteaba presemen fruto de la excitación. ¿cómo quiere que fuera?

La sacó de nuevo durante unos segundos al ver en mi rostro unas primeras lágrimas como consecuencia del ahogamiento al que me estaba sometiendo.

Mientras tosía le dije:

-Tienes que terminar pronto mi madre me espera en el parque.

-Terminaremos cuando terminemos…Hay que joderse con la prisas, … ¡tú de momento ponte a mamar polla!

Se había arrodillado sobre la cama dejando que su rabo se quedara enhiesto y totalmente curvado hacía su ombligo. En la punta del grueso capullo todavía chorreaban los restos de mis babas que me apresure en relamer

-¡Te he dicho que no puedo tragármela toda!...¡no me cabe en la boca de lo gorda y larga que es!

-Entonces buscaremos otro sitio.

Al decirme esto me dio la vuelta y volvió a atacarme con los dedos en mi culete. Dos escupitajos le bastaron para que me los tragara hasta notar como sus nudillos me empezaban a abrir ligeramente los anillos inexplorados de mi ano .

-¡Me duele mucho!. Le dije mientras echaba un poco el cuerpo hacia delante hasta darme con el cabecero de la cama.

-¡Tranquilo que ya llevas tres. Uno más y podré metértela entera!

Ese hombre que se había hospedado en régimen de solo alojamiento estaba más que decidido a cambiar de categoría.

Ahora quería llegar más lejos y pasar a la pensión completa y para ello se estaba esmerando en abrirme bien el ojete.

De vez en cuando sacaba los gruesos y ásperos dedos y notaba un ligero cosquilleo. Samuel me hizo saber que se trataba de su lengua y yo le dije que me gustaba mucho más así.

No lo dudo más y tumbándose a horcajadas sobre mí, coloco su durísimo y chorreante rabo en mi ojete.

Mi culo palpitaba notando como esa gorda polla hacía presión pero no lograba adentrarse más. El viajante coloco su gran manaza en mi boca y dio una brutal embestida.

Si alguna vez había lagrimeado cuando intentaba tragarme todo su rabo, ahora que me lo estaba intentando meter por detrás no lagrimeaba directamente lloraba de dolor, pero cuando me la sacaba me sentía tan vacío que echaba el culo hacía atrás pidiendo más polla.

Bastaron dos o tres minutos de estocadas para que mi caprichoso ojete se diera por vencido y descubriera que a partir de ese momento además de expulsar tendría que tragar nabos.

El cabecero de la cama golpeaba la pared y terminé agarrándome a los barrotes para evitarlo. Al incorporar mi cuerpo ligeramente note como mi culo se abría aun más y el viajante grito extasiado.

-¡ahí la tienes! …toda bien adentro como te dije.

-No pude escucharlo muy bien porque mi culo se empezó a contraer apretando con fuerza ese pollón mientras mi polla expulsaba todo el semen sobre la deshecha cama.

-Ayyyyyy, …me corrrooo, … Samu….ellll, … me corrro yayy ayyyyyy.

-Jo també nen, … Jo tambéeeeee …. aaaahhggggg.

Empezó a gritar mientras notaba como su pollón se retorcía dentro de mí, descargando un lefazo tras otro.

Mi mano lo sujetaba por los riñones para que no me la sacara, pero cuando lo hizo empezaron para mí los madresmías.

Mi culo seguía abierto …quemando…y lo peor es que no se cerraba. Con mis dedos rocé el palpitante ojete notando como no paraba de expulsar líquido.

El catalán se levanto para ir a bañarse porque había sudado como un gorrino mientras me enculaba y al volver y verme todavía tirado sobre la cama me ayudó a incorporarme de la cama. Se aseguró de que estaba bien y cuando le hable de mi problemilla anal se echo a reír, mientras me decía.

-Eso es como la regla de las mujeres. Cuando notes que se te sale el líquido solo tienes que ponerte una compresa.

Llegue al parque con las piernas doloridas y el culo roto y en lugar de compresa llevaba los calzoncillos del viajante presionando en mi ojete para evitar que el liquido que todavía seguía expulsando manchara mi ropa.

¡Tendría que lavarlos y plancharlos para devolvérselos en perfecto estado, cuando volviera a hospedarse en nuestro hostal!

Para Jadoy por sus consejos y confidencias y Albany porque siempre está ahí